❝ JUGADOR DOS ENTRÓ A LA PARTIDA ❞
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La dulce y silenciosa noche abrumaba el territorio con el poco brillo de la luna; a su vez, las calles estaban completamente vacías, asimismo, desordenadas, con un toque caótico y claramente apocalíptico. No obstante, el tiempo transcurría al ritmo de una tortuga obesa a la que le faltaban las extremidades, o incluso aún más lento, haciendo que sea quien sea que pueda estar allá afuera anhelando nuevamente la luz del día, desee poder controlar el tiempo a su favor o acabar con su miseria. Entre toda esa depresión, se hallaba una silueta corriendo en la autopista de la carretera central, un lugar que, cuando todo era normal, solía estar repleto de gente, ahora la sigue habiendo, pero no viva. Aquella silueta se hallaba caminando de manera sigilosa, sin hacer ruido, portaba una pequeña arma cuerpo a cuerpo, una pequeña daga de hierro.
Si nos acercamos más a dicha sombra en la autopista, podemos notar que era un jovencito de estatura un poco baja, parece un niño por su rostro tan infantil y facciones de bebé. En su atuendo, destaca el azúl, aunque claro, este ser está hecho de color azúl. Era nada más y bada menos que un mapache, por su físico, parece estar algo enfermo. Pobre. Uh... ¿ah, no? Oh, lo siento, creo que me he confundido un poco al narrar esto. No es un mapache enfermo, aunque lo parece mucho, es un alienígena. Eso es. Es el experimento 626 favorito de muchos, un stitch hecho y derecho: Flex Vega. Aquél chico deambulaba en su soledad a las casi tres de la madrugada, pues nadie deseaba recibirle en sus refugios, pues tenía un par de heridas en su cuerpo y ropa, haciendo creer a todos de que estaba infectado.
El chico continuó su caminata hasta hallar un túnel debajo de un puente, por lo que no lo pensó dos veces y se metió aquí, al menos para pasar la noche sin estar en constante huída, como las anteriores noches, además de que no había dormido mucho últimamente. Se recostó en la pared de este, sentado en el suelo frío y duro, pero no le importaba, dormir era su prioridad ahora mismo.
— No es como una cama —decía con su vocecita característica, más tranquilo de lo que pudo estar antes—, pero es mucho mejor que el techo de esa cabaña en la que me colé hace días.
El chico pensó para sí mismo mientras se acomodaba un poco, estirando sus piernas hacia el frente. Recordaba cada cosa que había vivido en esos días. Fue, entre comillas, divertido, nunca experimentado tanta acción antes, adrenalina, euforia, todo esto corría por sus venas cada vez que veía un infectado, sin excepción de cuando estaba en el techo de la cabaña, cuando los zombies entraron a esta a través de las ventanas. Recuerda haber visto tres personas salir corriendo, pero por la misma tensión no pudo verlos bien.
Dejando los recuerdos un poco del lado, el chico se decidió dormir al fin, así que, cerrando sus ojitos negros con íris blanca brillante, se dispuso a viajar hacias las nubes, el mundo de los sueños. Se encontraba asesinando a esos zombies con un lanzallamas en una mano y un lanzacohetes en otra. Sep, realmente amaba la acción. Era todo un ninja en potencia cuando se acercaba a atacar a sus enemigos. Entonces escuchó gruñidos atrás suyo, por lo que les disparó cientos de proyectiles para hacerlos explotar. Se rió cual niño fingiendo ser Godzilla, pero esa risa desaparece al instante, pues los gruñidos seguían y ya no había nadie. Oh, no.
Despertó de un brinco y, efectivamente, habían unos cuántos zombies acercándose, incluso uno estaba ya sobre él. Pataleó y forcejeó para no ser mordido o lo que sea que hicieran. Se balanceó un poco y logró posar sus pies sobre el abdomen del zombie para luego estirar sus piernas y así empujarlo lejos. Se levantó de un salto y echó a correr en dirección opuesta al grupo de muertos vivientes que le seguía.
— Era demasiado bueno como para ser verdad —piensa sin dejar de correr ni mirar hacia atrás.
Anduvo a alta velocidad hasta donde sus agotadas piernas le permitían, escondido en un callejón sin salida, en una zona bastante desértica. Pensó que nadie pasaría por ahí, así que era perfecto. Ahora sí pudo echarse a dormir con mayor facilidad y sin interrupciones. Finalmente, cerró sus ojos y durmió en paz.
Unas horas de sueño bastaron, pues se despertó en la mañana con más energías, así para volver a su vida de nómada en un apocalipsis zombie.
A pesar de ser un mundo actualmente peligroso, lleno de riesgos y posibilidades de muerte o transformaciones en un muerto viviente cibernético, a Flex le gustaba bastante esta nueva vida. Sentía que ahora habría acción por todas partes, carreras, batallas reales, no una simulación simple como las que aquellos portales le brindaban cuando iba a Skywars, Eggwars, Bedwars o incluso a Murder Mystery, donde su habilidad para mentir era indispensable. De hecho, a veces solía preguntarse... ¿habrán zombies dentro de esos portales? Y si la respuesta es afirmativa, ¿cómo estará esa modalidad? ¿Te aliarías con los zombies para asesinar a un zombie traidor? No lo creo. Él tampoco. Ni si quiera el zombie detrás de Flex se lo cree. Espera...
— ¡Ay! —gritó el menor dándole una bofetada al zombie—. ¡Que me matas de un susto, hombre! Respeta cuando uno está en su momento de reFLEXión —le sonrió al zombie.
— ¿Agh... grrawr... drruh? —traducción zombie-castellano—: ¿Es... en... serio?
— Pfft... ¿Qué sabes tú de humor? —le da un par de golpes y lo aleja de su escondite para no ser detectado por otro más.
El chico se dispuso a nuevamente ir al exterior en busca de aventura. De hecho, se veía emocionado cada vez que salía, pues lo que más le gustaba era luchar, al ser bastante bueno en eso cuando era un niño, pues ahora se le daba aún mejor. Desde pequeño practicaba solo con la espada, asimismo jugaba contra otros niños, luchando tanto por reconocimiento como a veces algunas actuaciones, además de que usaba su habilidad de vez en cuando para defender a niños de sus abusones. Amaba esa etapa de su vida, con tan dolo ocho años se sentía como un súper héroe. Es más... recuerda un hecho en concreto.
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» Perspectiva de Flex. «
Era una tarde de otoño en mi ciudad, pajaritos cantaban una melodía abrumadora y calmante, era hasta mejor que beberse tres tazas de té con clavo y canela. Simplemente armonioso. Pero siempre, en todo cielo claro, hay una nube oscura que provoca una tormenta, y este día no era la excepción.
Me hallaba en un árbol, sentado en este jugabdo con las ojas que caían, lanzándome sobre éstas y sintiéndone un agente secreto que iba en sigilo a atacar a sus enemigos. ¡No me juzguen, tenía solo ocho años! Como sea, estaba tranquilo, pero como mencioné antes, llegó esa tonta nube gris de tormenta a malograr el día molestando a uno par de niños que se hallaban por ahí jugando a la pelota. Aquél chico era mayor, más o menos uno doce o trece años podría ser, aquellos dos niños tendrían un poco menos, quizás diez u once. Creo que necesitaba juntarme más con gente de mi edad.
Ese chico empujó a cada uno hasta dejarlos en el suelo, amenazándoles con golpearles si no le daban sus almuerzos. Me daba cólera ver como les trataba, sobre todo era más agresivo con uno que llevaba una máscara roja con negro, quien era el que más parecía querer enfrentarlo. Sin mayor contención, me levanté, agarré mi espada de madera y caminé hacia el escenario tan desagradable. Comencé a correr para finalmente empujar al niño grande con un cabezazo en su costilla. Cuando él retrocedió por el impacto, me sobé la cabeza.
— ¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño? —le dije.
— ¡Pero si eres un enano! —me respondió.
— Oh —me quedé estático al ver cómo me calló—. ¡Entonces mejor para mí! ¡Tu vergüenza será mayor al ser derrotado por un niño más pequeño!
— ¿Quieres pelear, mocoso? —me mostró un golpe, pero eso no me detuvo.
— ¡Oh, sí que quiero! —grité con una sonrisa en mi rostro.
Él corrió hacia mí y yo hacia él. Por la diferencia de edades y tamaños, al chocar, ganó él, haciéndome caer sentado hacia atrás. Empezó a reírse, pero eso no me detuvo, de hecho, me hizo enojar más. Me levanté lo más rápido que pude y salté sobre su cabeza, gracias a mi pequeña estatura, era como un mapache colgado de la cabeza de un humano, aruñé toda su cara y le jalaba de los pelos, hasta que me agarró de los hombros para lanzarme al suelo. Al caer, tomé la espada de madera y comencé a batallarle con ella. Daba golpes a su pecho, le punzaba el estómago y atacaba a sus hombros. Todo saltando, claro, para alcanzarle.
No obstante, ese gigante me dio unos cuántos golpes en la cara, dejándone moratones feos. El peor golpe que me dio fue uno en la nariz, donde me hizo sangrar un poco. Sin embargo, tiempo después, aún con la espada, me alejé y luego corrí hacia él para darle un fuerte golpe en el estómago, haciéndole toser horrible.
— ¡Cgh, ganas esta vez, tonto! —me dijo—. ¡Pero la próxima vez que te vea, te aseguro que no vivirás para contar la paliza que te daré!
— Sí, sí, sí —me mofé—. ¡Ahora dilo sin llorar! —dije para acabar con una risita traviesa.
Después de acabar con mi primera batalla seria. Mi pose de victoria era brillante, hasta que recordé el porqué estaba aquí en primer lugar. Me di media vuelta para ver a los niños, estaban abrazados mirándome asustados y preocupados, sobre todo uno que llevaba una gorra verde punteaguda y algo grande.
— ¿Están bien? —me acerqué a preguntarles.
— ¿Nosotros? —habló el de verde—. ¿Tú estás bien?
— Sí, sí lo estoy —respondo—, no se preocupen. Solo...
— Eso... fue... ¡ASOMBROSO! —exclamó el otro niño.
— ¿E-En serio lo crees? —pregunté algo avergonzado.
— De hecho, sí, lo fue, aunque algo peligroso —replicó el otro—. Pudo hacerte mucho más daño. Tan solo mira, tu nariz está sangrando.
— Bah, estaré bien —repliqué.
— Déjanos llevarte a casa. Mamá te ayudará —dijo el de rojo.
Ese mismo día, ya en la noche, estaba en casa de ambos, no eran hermanos, pero tenían planeada una pijamada juntos, pues eran grandes amigos. La mamá del de rojo fue quien me atendió, estaba muy preocupada por cómo me halló: con moratones en la mejilla izquierda, mi nariz sangrando y mis rodillas raspadas. Pero se vio claramente agradecida por cómo ayudé a los chicos, hasta me permitió quedarme a dormir con ellos. Preguntó por mi madre, pero le dije que estaba de viaje junto a mi padre y que yo estaba solo.
Pensaba que... ¿se pondría triste si le dijera que no tengo padres? ¿Y que solo soy un experimento? Nah, odio los dramas.
Bueno, al final, me dieron una bolsa de dormir extra y nos posicionamos en la habitación del chico de rojo. Aún no nos habíamos presentado, supongo que tendría que comenzar yo.
— ¡Soy Flex!
Demasiado directo y repentino.
— ¡Un gusto, Flex! —respondió el de rojo—. Yo soy Destiny. Sep, ¡vaya pedazo de nombre me han puesto! —dice orgulloso y alegre.
— Yo soy Link —dice el de verde, un poco más tranquilo en contraste con el rojo—. Un gusto conocerte, Flex. Y... gracias por ayudarnos con ese abusón.
— ¡Sí, fue genial cómo utilzaste esa espadita tuya! —añade Destiny—. Fue tan... ¡WOW!
— No me lo agradezcan —dije un poco tímido—. No podía permitir que les trate así y se lleve sus almuerzos.
— Uh... pero sí lo hizo —dice Link riendo un poco.
— ¡¿Qué?! —me sorprendí—. Ese... Mnfh. ¡Ya verá! ¡Recuperaré sus almuerzos!
— ¡Ja, ja! Pero ya se los debe haber comido, o peor, tal ves se pudran si esperas a mañana —dice Destiny.
— Entonces les debo dos almuerzos —digo entre risas.
— Naaah, no es necesario —responde Destiny.
— Creo que ver esa increíble escena de acción nos basta y sobra —añade Link.
— ¡Sí, Flex! —exclama Destiny—. Realmente eres hábil con la espada, la manejaste... como los dioses.
Y ahí está, mi lema actual, la que me acompañó toda mi vida desde ese momento, y también esos dos chicos están comigo hasta ahora. No me arrepiento de haberles ayudado. Son agradables en todo sentido, desde que los conocí, me han tratado como a un hermano menor, me mimaban, me engreían, me hacían bromas, nos peleábamos, incluso a veces me pedían enseñarles a usar la espada. Se sentía... tan bien. Añoro esos tiempos.
— ¡Buenas noches! —dijimos al mismo tiempo.
Como dije antes, no me arrepiento en lo absoluto de haberlos conocido, empero, de lo que sí me arrepiento... es de no haber estado con ellos cuando comenzó todo esto de los zombies. ¡Voy a buscarlos, ahora mismo! Espérenme, Destiny y Link, porque Flex los va a salvar, tal como esa vez, ningún zombie los tocará sin pasar antes por mi cadáver. Los encontraré y estaremos juntos de nuevo. Así, viviremos... kmo loz diozez.
¡Misión cumplida!
Revive bellos recuerdos.
★ ★ ★
¡Woo, nuevo personaje desbloqueado: Flex Vega! Ahr.
Bueno, amiguitxs, aquí tenemos a nuestro stitch favorito. Sí, lo sé, sé que ahora es un gato, pero en mi novela y mi corazoncito siempre será stitch.
Pd: ¿alguien más piensa que debió ser mejor un conejo, al menos? Pues así podría haber conservado las orejas de stitch, pues son similares a las de un conejo, al ser largas.
Jsjzjs, me voy por las ramas. ¿Qué les pareció este capítulo? ¿Qué tal la personalidad de Flex? Estoy tratando de hacerla similar al verdadero xd. It's something, I guess, idk.
Bueno, nos leemos luego.
Palabras → 2311.
Hora → 1:38 a.m.
Tengo → Sueño. ;;