Belleza Oscura [En Librerías]

Od JessRe

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Alayna Novak es una asesina sin corazón, pero cuando su camino se cruce con el de Luca Vitale, despertará en... Více

¡Belleza Oscura en Librerías!
Sinopsis 🦋
Prólogo 🦋
Capítulo 1 🦋
Capítulo 2 🦋
Capítulo 3 🦋
Capítulo 4 🦋
Capítulo 5 🦋
Capítulo 6 🦋
Capítulo 7 🦋
Capítulo 8 🦋
Capítulo 9 🦋
Capítulo 10 🦋
Capítulo 11 🦋
Capítulo 12 🦋
Capítulo 13 🦋
Capítulo 14 🦋
Capítulo 15 🦋
Capítulo 16 🦋
Capítulo 17 🦋
Capítulo 18 🦋
Capítulo 19 🦋
Capítulo 20 🦋
Capítulo 21 🦋
Capítulo 22 🦋
Capítulo 23 🦋
Capítulo 24 🦋
Capítulo 25 🦋
Capítulo 26 🦋
Capítulo 27 🦋
Capítulo 29 🦋
Capítulo 30 🦋
Capítulo 31 🦋
Capítulo 32 🦋
Capítulo 33 🦋
Capítulo 34 🦋
Capítulo 35 🦋
Capítulo 36 🦋
Capítulo 37 🦋
Capítulo 38 🦋
Capítulo 39 🦋
Capítulo 40 🦋
Capítulo 41 🦋
Capítulo 42 🦋
Capítulo 43 🦋
Capítulo 44 🦋
Capítulo 45 🦋
Capítulo 46 🦋
Capítulo 47 🦋
Capítulo 48🦋
Epílogo 🦋
SECUELA DISPONIBLE 👑

Capítulo 28 🦋

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Od JessRe


Alayna

Las horas pasaron volando mientras platicaba con Eloise acompañada de un café negro y panecillos. Nada de croissants, pero no estaba mal. Hizo que me sintiera cómoda y comprendida a su lado. Disfruté la plenitud de saber qué contaba con una amiga. Rogaba no equivocarme porque ya había tenido muchas decepciones y me negaba a pasar por otro. Mi corazón negro no lo soportaría. Ella me caía muy bien a pesar de que no era fan de las personas.

—Tu cabello me recuerda a alguien—comenté.

Eloise sonrió.

—¿Sí?

—Se llamaba Talya, era una gran amiga y la apreciaba mucho.

Omití la parte en que fue mi primer amor y mi primera experiencia con las chicas. La adoraba, pero como todo lo bueno de mi vida me la arrebataron. Su muerte aún dolía.

—¿Qué sucedió con ella?

Desvié los ojos, incapaz de moverme. Nuestra última conversación fue una discusión y me arrepentí cada minuto. No debí crear lazos en primer lugar. Él se encargó de romperlo y me destruyó en el camino. Nunca olvidaré la imagen de ella tan destrozada que apenas podía reconocerla.

—Murió —Parpadeé para alejar el pasado—. Pero la sigo recordando todos los días.

—Lo siento.

—No me gusta tener debilidades—confesé—. Las odio porque tarde o temprano la usarán en mi contra. Desear a Luca como lo hago me llevará por el mismo camino destructivo.

—¿Hablas de mi jefe?

—Correcto.

Se acercó al cajón que se encontraba a su izquierda y sacó dos cajas de cigarros. Me lanzó uno.

—Necesitas uno de estos —asumió, luego me arrojó el encendedor. Lo encendí, dejando que el humo entrara en mi boca—. Sé que eres una fumadora.

—No pensé que tú también.

Apartó el flequillo rojo de su frente.

—Fumo, pero no en exceso. Solo cuando estoy muy estresada.

—¿Te estoy estresando?

—Para nada —respondió de inmediato—. Aún sigo tensa por lo sucedido con mi hermano.

Me arrepentí por haberle perdonado la vida a ese infeliz, pero tuve que contenerme. Eloise me odiaría y me tendría miedo si era la causante de un trauma tan duro como ver morir a su hermano. No quería perder su amistad o lo que sea que había entre nosotras.

—¿Cuál es el asunto que tienes con él?

—No estamos aquí para hablar de mí —murmuró—. Dime en qué te afecta Luca Vitale.

Mi pecho se encogió como la pasa de uva. Sus actitudes me volvían vulnerable y hasta indefensa. La forma en que me abrazó toda la noche ablandó mi corazón. Incluso mientras dormía se aferró a mí como si no quisiera soltarme nunca.

—Querrá más de mí y no puedo ofrecerle nada que no sea solo sexo.

—Tienes serios problemas con los compromisos —sonrió Eloise, dándole una calada al cigarro—. Eres una mujer que disfruta su libertad. Tener una etiqueta con Luca te hará sentir atada.

Me quedé inmóvil en el sofá, el cigarro colgando entre mis dedos.

—Todo esto de la monogamia lo intenté antes y fue una pésima decisión—Hice una mueca de asco cuando el nombre de Ignazio vino a mi mente—. Le entregué mi confianza a alguien, pero él jugó conmigo y me usó. No quiero pasar por eso de nuevo nunca más. Las reinas como yo deben ser veneradas, no desechadas como una basura inservible.

Eloise silbó.

—Los hombres definitivamente apestan, pero no significa que Luca sea igual al resto. ¿Te ha dado motivos para creer lo contrario?

Luca era lo más parecido a un caballero de brillante armadura. Él estaba dispuesto a salvarme la vida, aunque no necesitaba que hiciera sacrificios por mí.

—No.

—Te asusta lo que significa entregarte a él libremente. La gran Alayna Novak le teme al amor.

No respondí.

Luca vio muchas de mis facetas. Él me aceptaba con todo lo bueno y lo malo. Nunca me gustó que alguien tuviera ese tipo de poder sobre mí. Sabía exactamente quién era y aun así me trataba como si fuera una diosa. Si me destruía dudaba que lograra recomponerme. Me haría pedazos y no quedaría nada.

—No tiene nada de malo que lo quieras —susurró Eloise—. Las debilidades también nos vuelven invencibles, Alayna.

🦋

Abandoné la casa de Eloise cerca del mediodía. El sol se asomaba en todo su esplendor y me lastimó los ojos. Todavía seguía agotada, pero no podía huir para siempre. Fue una irresponsabilidad de mi parte dejar solo a Luca. Era una idiota impulsiva e imprudente. Las emociones me jugaron en contra y habría consecuencias. Maldita sea.

Encendí el motor y activé el modo descapotable mientras conduje. Necesitaba llegar a la mansión lo antes posible y asegurarme de que Luca estuviera bien. Lo bueno de mi arrebato fue que me sentía mejor después de ser sincera con Eloise. Al igual que el príncipe me provocaba paz.

Luca...

El mal presentimiento me invadió y aumenté la velocidad. Miré mi celular en el asiento para ver si había alguna llamada o mensaje. Nada. Me pagaban por cuidarlo y fallé. Cometí errores sabiendo que el propio Leonardo Vitale quería muerto a su hijo.

Llegué a la mansión diez minutos después. Los guardias que custodiaban la puerta me observaron con miradas desaprobatorias y ceños fruncidos. Probablemente tenían una mala impresión sobre mí y lo merecía.

—El Capo solicita su presencia —informó un soldado—. La espera en su oficina.

—¿Y el Don?

—Salió más temprano.

No quería preguntar dónde estaba porque era mi obligación saberlo. Subí las escaleras para ir a la oficina del imbécil. Sucedió algo grave para que Luca no se encontrara en la mansión. ¿Qué pudo pasar? Me sentía peor por haberme ido. Lo dejé desprotegido.

—Entra —ordenó una voz grave cuando toqué la puerta.

Vi a Vitale sentado en su silla con una sonrisa. Esta debería ser la nueva oficina de Luca, no de él. ¿Por qué seguía actuando como si fuera un rey? No hablé, esperé pacientemente que lo hiciera. Cada vez que solicitaba mi presencia era para recordarme quién mandaba en esta casa. Era su manera de sentirse superior.

—Lo tienes muy cautivado —empezó con una amplia sonrisa—. Lo hechizaste por completo, pero tú también estás fascinada, ¿no? Mi hijo logró que una asesina se derrita por él.

La irritación se enroscó en mi pecho, no tenía tiempo para esto.

—¿Hay algún problema? Tengo asuntos más importantes con qué lidiar.

La sonrisa arrogante que solía tener desapareció.

—¿Asuntos como mi hijo? —preguntó—. Te pagué para estar con él, tu ausencia lo pone en riesgo. No puedes irte de aquí cuando quieras. Hay enemigos en cada rincón de la ciudad.

La primera reacción que sentí fue el enojo, pero luego sonreí. Su cinismo se superaba. Él era la mayor amenaza para Luca.

—Sí, debería estar con Luca —concedí—. Pero es la persona menos indicada para cuestionar mi trabajo cuando lo quiere muerto. Lo odia porque su difunto padre lo nombró su heredero y sucesor. En cambio, a usted lo dejó en la calle. ¿Me equivoco, Vitale?

Se puso de pie bruscamente, tumbando su vaso en la mesa. Sus ojos brillaron con rabia desenfrenada. Dio un paso adelante, cerrando la distancia entre nosotros. Sentí su aliento en mi cara cuando habló, sentí su desprecio.

—Puse mi confianza en ti. Creí que eras la mejor en tu categoría, creí que serías profesional —masculló con el rostro lleno de enojo—. Creí que serías leal a mí.

—Yo jamás sería leal a alguien como usted.

Trató de intimidarme con su expresión dura, mirada fría y labios fruncidos, pero mi cara era inescrutable. Había conocido a monstruos más letales.

—Sé que no dudarás en apuñalarme cuando te dé la espalda —espetó, apartándose para sentarse nuevamente en su sillón—. Por esa razón es que estás despedida, Alayna.

No pestañeé, no solté ningún aliento.

—Déjeme recordarle que ocupa un cargo inferior al de Luca. Ofrezco mis servicios al Don, solo respondo a él.

—El Don es mi hijo y yo soy la ley aquí —gruñó, perdiendo la poca paciencia—. Recoge tus cosas y lárgate. No me hagas llamar a mis hombres. Ellos son más de cincuenta y tú eres solo... una.

Se me escapó una carcajada seca.

—Inténtelo —musité en tono encantador—. Sabe muy bien que puedo destrozar a todos esos peones.

—Esa arrogancia te llevará a la muerte.

—Yo soy la muerte —Le guiñé un ojo—. Si me disculpa, iré a cumplir con mis deberes de escolta.

Salí de su oficina con las uñas raspando mis palmas. Aparenté estar calmada, aunque una pizca de inseguridad se instaló en mí. Vitale sabía lo mucho que su hijo me importaba. Ya había sentido la adrenalina antes, pero nada se comparaba a la violenta rabia bajo mi piel. Necesitaba llegar a él. Volví a marcarle a Luca cuando llegué a mi habitación.

Afortunadamente respondió después de tanta insistencia.

—¿Dónde estás? —exigí.

—En el hospital.

Mis latidos se detuvieron por un breve segundo.

—¿Qué haces en el hospital? —titubeé—. ¿Estás bien?

—Estoy bien —suspiró—. No pasa nada malo conmigo.

Mi garganta se cerró con un nudo. Si él estaba herido por mi culpa...

—¿Entonces...?

—Es Marilla —contestó—. Anoche tuvo un accidente.

Menos mal... Me sentí aliviada de que fuera ella y no Luca.

—Iré por ti ahora mismo.

—De acuerdo, te veo después.

Y luego colgó.

🦋

Luca

Restregué las manos por mi rostro mientras la culpa se negaba a desaparecer. Fui una basura con ella en la fiesta. La obligué a beber en exceso, la traté como si fuera un estorbo. Marilla condujo bajo los efectos del alcohol y chocó contra un poste. Estaba estable, pero pudo haber muerto y era el único responsable. Arruiné su cumpleaños y la hice miserable. Nunca quise que nada de esto pasara.

—Estará bien —dijo Gian—. Los médicos han dicho que solo tiene una contusión en la cabeza. Mejorará con reposo.

Froté mi pecho para calmar la creciente culpa. Tenía pruebas en su contra y la mayor parte del tiempo la detestaba, pero no le deseaba la muerte.

—Fui un idiota con ella en la fiesta.

Liana se sentó a mi lado. Estábamos en la sala de espera, rogando por buenas noticias. Los padres de Marilla pronto estarían aquí y me preparé para cualquier situación. Carlo no lo tomaría nada bien.

—Tú no eres niñero de nadie, Luca. Por favor, deja de culparte. —Liana apretó mi hombro para reconfortarme—. Ella fue irresponsable al conducir ebria. Sabe muy bien que los accidentes automovilísticos suceden cuando hay alcohol de por medio. ¿Dónde estaba su guardaespaldas de todos modos? Era su trabajo cuidarla.

—La incité a beber y la ignoré —proseguí—. Era su cumpleaños y yo me encargué de arruinarlo. Estuve enfocado en Alayna y no le presté atención.

—Su guardaespaldas debía cuidarla —dijo Luciano con los ojos pegados al celular.

—Discutió con Iker y subió sola al auto—aclaró Gian—. Nadie puede culparte por querer mantener tus distancias. ¿Quién soportaría a una chica de dieciocho años que actúa como si tuviera cinco? Yo no.

Liana le propinó una patada en el tobillo y Gian se quejó.

—Sé más empático, ¿de acuerdo? Sé que no es una persona agradable, pero ella no merecía esto. Marilla necesita crecer. Es una adolescente descontrolada como cualquiera de nosotros lo fuimos una vez.

Aguardamos silencio cuando vimos a los padres de Marilla cruzar la puerta. Lucrezia lucía devastada con las lágrimas en sus ojos y la nariz roja de tanto llorar. Carlo, por el contrario, enfocó su ira en mí y no dudó en atacarme.

—Eres hombre muerto —me señaló con un dedo acusatorio—. Estás muerto.

Gian y Luciano me defendieron cuando trató de golpearme. Iba a dispararme si no estuviéramos en un hospital. Siempre me odió y ahora lo hacía con más razón. Le di la excusa perfecta para desquitar su ira.

—Lo siento —dije con sinceridad—. Lamento que esto haya ocurrido.

Carlo hervía de rabia y sus labios se curvaron con desdén.

—Estabas muy entretenido con la zorra de tu escolta y no te fijaste en mi hija.

La tensión bloqueó mis músculos con fuerza. Si insultaba de nuevo a Alayna no respondería de buena gana.

—Si fuera tú, cuidaría como me refiero a Alayna—advertí.

El puñetazo que conectó con mi mandíbula hizo girar mi rostro y me tambaleé. Mierda. Las enfermaron llamaron a los hombres de seguridad mientras Liana corrió a ayudarme. Luciano y Gian apartaron a Carlo.

—¡Mi hija está al borde de la muerte y tú te preocupas por esa zorra! —bramó con un rugido—. ¿Crees que esto se quedará así? No me interesa que ahora seas el Don. Todos sabemos que no eres digno de ocupar el cargo. Yo me encargaré de demostrarlo.

Ignorando el dolor en mi mandíbula, lo miré con el mismo desprecio. Cualquiera se encogería ante su presencia, pero yo no. Estaba cansado de sus abusos y constantes insultos. Le demostraría que era capaz de sucumbir a la oscuridad si eso significaba verlo suplicar por su vida mientras lo torturaba como él lo hizo conmigo durante años.

—Ponme la mano encima nuevamente y te demostraré de lo que soy capaz.

Se rió, un sonido amargo.

—Eres solo un niño que no sabe lo que quiere.

—Carlo, ya basta —Le pidió Lucrezia entre lágrimas—. Nuestra hija nos necesita.

—Puedo entender que estés molesto por lo sucedido, pero si me levantas la mano de nuevo serás llevado a juicio y ejecutado —hablé con seriedad—. Soy el Don, aunque no te guste. Por tu bien, empieza a respetarme y recordar que eres un peón más. Soy quién tiene las riendas en la Cosa Nostra.

Sus puños se apretaron, sus fosas nasales se dilataron.

—Tú no me mandarás a mí.

—De acuerdo —dije a la ligera—. Espero que eso lo expliques en la junta. Haré que el abogado te muestre el testamento de Stefano Vitale. Ahí está explícitamente escrito su última voluntad.

Su boca se abrió y su rostro se desencajó. Ya no era el niño que podía herir. Hoy era un rey e imponía las malditas reglas. Si no quería cumplirla moriría. Los guardias del hospital se acercaron al notar el escándalo y tocaron sus armas.

—Señores, retírense. La violencia no está permitida bajo ningún término.

Carlo hizo una mueca mientras traté de ignorar el dolor en mi mandíbula. Fue un golpe duro y me las iba a cobrar todas.

—Disculpen el escándalo—sonreí—. Fue una noche terrible para todos y estamos estresados.

El hombre nos miró a Carlo y a mí.

—Puedo entenderlo, pero no lo pediré de nuevo. Retírense.

Lucrezia intervino con otro sollozo. Agradecí que Alayna no estuviera aquí porque no dudaría en matar a Carlo sin importar dónde estuviéramos.

—No volverá a ocurrir, tiene mi palabra. Todos queremos asegurarnos de que mi hija está bien.

El guardia suspiró con duda en sus ojos, pero Lucrezia logró convencerlo con un quejido de lamento. La mujer estaba a punto de desmayarse.

—De acuerdo—cedió el guardia. Era un hombre cerca de los cincuenta años con canas en el cabello y uniforme negro. Miró a Carlo un tanto inseguro. Sabía quién era y no objetó por la misma razón—. Recuerden que están en un hospital, caballeros. La próxima vez llamaré a una patrulla.

Se retiró con sus hombres sin mirar atrás y cada uno volvimos a nuestros respectivos asientos, ignorando la presencia del otro. El médico finalmente se presentó después de minutos con un bloc de notas en las manos y su sonrisa me tranquilizó. Ella estaba bien.

—¿Familiares de la señorita Rizzo?

—Somos sus padres —Lucrezia se apresuró a responder —. ¿Podemos verla?

El médico asintió.

—Por supuesto, pero debe ser después. Ella pidió ver al señor Vitale primero.

Carlo no escondió su disgusto, yo estaba perplejo. Anoche Marilla dejó claro que me odiaba y me amenazó. ¿Por qué cambiaría de opinión? Algo no cuadraba aquí, tramaba algo.

—Este muchachito no merece verla —reprochó Carlo—. Solo le ha hecho daño.

El médico lo miró agotado.

—Son órdenes de la paciente, señor Rizzo.

—Luca no tardará mucho —intervino Lucrezia—. Si nuestra hija quiere verlo es por algo.

Le tendí una sonrisa agradecida.

—Gracias.

—Venga conmigo, señor Vitale —indicó el médico.

Me condujo hasta la habitación de Marilla y me pidió que no la alterara. El aroma a antiséptico trajo un pensamiento deplorable. Me recordó a mi abuelo que aún muerto seguía dándome problemas.

—Estaré cerca si necesitan algo.

Asentí.

—Gracias, doctor.

Entré a la habitación y la vi tendida en una cama con la cabeza vendada. Tenía una hematoma en la mejilla derecha y la palidez se acentuó a pesar de su bronceado. Me sentía muy mal por ella. ¿Por qué se empeñaba en amargarme la existencia? ¿No podía mantenerse al margen? Su guardaespaldas estaba sentado en un sofá, pero se puso de pie cuando me vio parado en la puerta.

—Señor Vitale —Tragó saliva.

—Vete —ordené—. Ella estará bien.

Esperó la aprobación de Marilla y después se retiró con la cabeza agachada. Ella me miró con indiferencia sin mostrar un signo de miedo. Estaba en la misma habitación con su amante, pero anoche le indignaba que le pusiera mi atención a Alayna. Irónico.

—¿Cómo te sientes? —pregunté.

Si las miradas mataran ya estaría en el cementerio con mi abuelo. Había miles de emociones en su cara lastimada, aunque el rencor prevaleció. El infierno no tenía tanta furia como una mujer despechaba. Alayna no se equivocó cuando dijo que era peligrosa.

—Bien.

—Lamento lo sucedido. —Aclaré mi garganta y me mantuve distante. Ella pidió verme, sí, pero dudaba que soportara mi presencia—. Estoy muy agradecido de que no haya pasado a mayores...

—Pude morir —interrumpió mi discurso.

—Lo sé.

—Estaba molesta contigo.

—Entendible.

—Ella no es de mi agrado, pero me abrió los ojos —musitó con una risa fría—. Yo no merezco ser tratada de esta manera. Yo no merezco tus menosprecios.

¿Y yo sí merecía ser un peón más en su juego? Al diablo.

—Marilla...

—Te advertí que pagarías cada uno de tus desplantes—soltó con furia—. Te hundiré, Luca. Me encargaré de que la Cosa Nostra sepa sobre tu trato con Ignazio Moretti.

El aire abandonó por completo mis pulmones. La ira y el miedo me atravesaron, la adrenalina cobró vida bajo mi piel. Ella dijo su nombre, ella dijo su nombre...

—¿De qué estás hablando?

Sus labios se curvaron hacia arriba.

—Escuché cada intercambio de palabras que tuviste con él —Fingió estar muy interesada en sus uñas estropeadas—. Sé que necesitas su ayuda para rescatar a varias chicas del prostíbulo. Sé que traicionaste a tu padre, Luca. Sé que tu puta es tu cómplice.

🦋

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