A STORM LIKE HER ━ Gale Hawth...

By andreasinfinity

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A STORM LIKE HER | Thyra sabe que no puede rendirse, porque si lo hiciera, la muerte de su hermana Eyna no ha... More

A STORM LIKE HER
BOOKTRÁILER
ACTO PRIMERO
  i. Juegos de palabras
  ii. El nuevo destino de Thyra
  iii. Los Juegos del Hambre
  iv. El chico de los ojos grises
  v. El caos de la chica en llamas
  vi. El odio que nos une
  vii. El juego del traidor
  ix. Si nosotros ardemos, tú arderás con nosotros
  x. La caza del cobarde
  xi. Rosa roja
  xii. Negro
  Epílogo: Por Eyna
ACTO SEGUNDO
  i. Distracciones
  ii. Algo personal
  iii. Que comience el Juego
  iv. Hoy no
  v. No cometen errores
  vi. Comandante al mando
  vii. Voy a por ti
  viii. El caos está aquí
  ix. Acércate
  x. Un mundo mejor
  xi. Con vida y con traición
  Epílogo: Panem libre
ACTO TERCERO
  i. Volver a casa
  ii. En nuestra nueva casa
  iii. Primera pesadilla
  iv. Con ella
  v. Sanar
  vi. Sí quiero
  vii. Baila conmigo
  viii. Derecho y deber
  ix. No voy a perderte
  Epílogo: Una tormenta como ella
ACKNOWLEDGMENTS

  viii. Grábalo

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By andreasinfinity

CAPÍTULO OCHO: GRÁBALO

NO SE ME PERMITE estar en la sala cuando Katniss entra a hablar con Coin, pero le veo la cara cuando sale de ella. Mira al suelo, y sus ojos grises como los de Gale me miran. Está aterrorizada.

—¿Lo has conseguido? —me mira sin entender. Pongo los ojos en blanco—. Que indulten a Peeta.

—¿Cómo lo sabes? —tiene la voz ronca.

—Puedo vértelo en la cara.

No le gusta para nada mi respuesta, pero eso no me importa.

—Sí.

Asiento y paso por su lado para entrar a la sala. Antes de hacerlo le saludo con la cabeza. Creo que piensa que me burlo.

—Hasta luego entonces, Sinsajo.

Heavensbee sale cuando yo entro. Coin me mira y me sonríe, parece satisfecha con el resultado de su charla con Katniss.

—Puedes ir preparando todo para las propos. —Asiento. — Tengo un discurso que escribir.


A nadie le gusta el discurso de Coin. Es obvio que todos quieren que Peeta sea juzgado y ajusticiado, tal y como determina la ley del Trece.

—Casi no hay niños —dice Gale en un susurro, a mi lado.

—Muchos murieron en una epidemia hace unos años. Coin también perdió a su familia.

Él no responde y los dos nos dedicamos a escuchar el discurso. Coin anuncia que Katniss ha accedido a ser el rostro de la rebelión. Sin embargo, las condiciones que ha puesto el Sinsajo crean revuelos y abucheos. Era de esperar.

—Si Katniss Everdeen no cumple con sus obligaciones... no habrá trato —acaba Coin—. Gracias por vuestra atención.

Me giro hacia Gale.

—Debo irme.

Él me mira con el ceño fruncido.

—¿Vas a trabajar?

—Algo parecido. Voy a ayudar a grabar la primera propo.

Él asiente.

—Nos vemos en la cena, Walsh.

—Hasta luego, Hawthorne.


Me siento con Katniss, Gale y Effie durante la cena. Katniss abraza a la última fuertemente cuando la ve.

—¿Qué haces aquí? —le pregunta.

—Soy una refugiada política —dice con tono afligido. Se toca el pañuelo que le cubre la cabeza con tristeza. — Y ahora estoy condenada a vivir rodeada de gente que va en mono.

Mira a su alrededor con asco.

—Es mejor que vivir rodeada de asesinos —escupo.

Ella me mira con sorpresa, pero yo apenas levanto la vista de la comida. El arroz es completamente insípido, pero es mejor que nada.

—Effie, esta es Thyra Walsh, la hacker de Alma Coin —le dice Gale.

Le doy la mano con dificultad.

—Encantada —se gira a Gale. — Es maravilloso verte de nuevo.

Él le sonríe y me mira. Creo que intenta no reírse de mí, pero me da igual. Sus hermanos pasan por nuestro lado. Le sonrío a la más pequeña, Posy, es adorable. Su hermano Vick me saluda y yo respondo con un tono más amigable. No recuerdo lo que es tener una hermana.

—Echo de menos el café decente —dice Effie, sujetando un vaso incoloro. Ya, porque no es café de verdad. Sólo sabe a café, pero es agua. — Nunca imaginé un lugar con tantas prohibiciones. Pensé que por lo menos con los cargos más altos tendrían algo de... manga ancha.

Me meto un trozo de pan en la boca y hablo nada más tragar. Ni siquiera la miro cuando lo hago.

—En el Trece no hay favoritismos.

Ella asiente porque no sabe qué decir. Saca un archivador y lo pone ante nosotros. Lo miro con interés cuando lo abre. Son hermosos dibujos de ropa. Entre ellos, el nuevo traje del Sinsajo.

—Cinna —dice Katniss—. Está muerto, ¿verdad?

Effie la mira con tristeza.

—Sí, querida. Le hizo prometer a Plutarch que no te lo enseñaría hasta que hubieras decidido por ti misma ser el Sinsajo. Era consciente de los riesgos: todos lo somos. Creía en esta revolución. Creía en ti.

—Son preciosos —dice Katniss.

—Lo tienen ellos. —Effie me mira y asiento.

—Las propos ya están diseñadas para que lleves este traje —le digo. — Yo misma ayudé a diseñar los efectos especiales.

Effie vuelve a hablar con su tono alegre.

—En el Trece no hay un gran equipo de preparación, pero nosotros conseguiremos que seas la rebelde mejor vestida de la historia.


Todos estamos listos en la sala de grabación de las propos. Plutarch entra y asiente con la cabeza en mi dirección.

—¿Todos listos?

—Sí.

—Muy bien, enciende los focos.

Tecleo y las luces se encienden de manera circular alrededor de Katniss.

Effie asiente al otro lado y le pone el toquen del sinsajo.

—Perfecto —les dice Plutarch por el micrófono. — Es perfecto. Vale, vamos a activar el fondo.

Toco otra tecla y las nubes y los rebeldes aparecen alrededor de Katniss en el holograma. Ella mira a su alrededor esperando algo, pero es obvio que sólo desde la pantalla se puede ver.

—Un poco de viento. —Empiezan a girar los ventiladores. — ¡Bien, Katniss! Vas a empezar con una rodilla en el suelo.

Doy gracias a Dios que veo todo con los efectos, porque la visión de Katniss únicamente tras todo esto debe de ser ridícula. Carraspeo, intentando darme cuenta de que, con un poco de suerte, el resultado de todo esto será algo decente. Pero no pinta muy bien.

—De acuerdo —parece nerviosa, habla muy rápido.

—Cuando te levantes ondeas la bandera —que en su mano es solo un palo— y pronuncias tu frase. Y recuerda que acabas de atacar las afueras del Capitolio —le dice—, codo con codo con tus hermanos y hermanas.

—De acuerdo —repite ella.

Se pone sobre su rodilla derecha. Compruebo que todo está preparado.

—Cuando quieras —le digo por el micro.

Empieza, pero enseguida se traba y se queda a mitad de la frase. Miro a Plutarch.

—¿Te sabes la frase? —le acaba preguntando.

—Sí, sí. Me la sé, ya está, perdón.

Suspiro.

—¡Está calentando! —dice Effie, y yo intento no reírme.

—¡Vale, otra vez entonces! ¡Con energía! —dice mi jefe, y me mira.

Asiento con la cabeza y me preparo para grabar.

—Cuando quieras, Katniss —repito.

—¡Pueblo de Panem! —grita— ¡Lucharemos, desafiaremos y acabaremos con nuestra hambre de justicia!

Frunzo los labios con asco. Ha sido horrible, y Heavensbee se desespera a mi lado.

—¡Vienes de combatir! —vocifera—. Lo siento, perdona que me haya puesto así: he perdido los estribos. Vienes de combatir —dice con voz más calmada—. Inténtalo de nuevo.

—¡Ya! —le digo a Katniss.

Lo repite, pero creo que es incluso peor que la anterior vez. Suspiro y Heavensbee y yo nos miramos. Entonces, entra el borracho de turno dando aplausos. Pongo los ojos en blanco.

—Y así, amigos míos, es como muere una revolución —dice Haymitch—. Hola, Katniss. —Ella no dice palabra. — ¿Es así como saludas a un viejo amigo?

—A lo mejor no te reconozco estando sobrio —le dice.

Él asiente mientras acaba de sonarse la nariz.

—Como se me vea como yo me siento...


Le presentamos el vídeo a Coin. Los efectos y la música no lo arreglan todo mucho. Gale está también en la habitación, sentado a mi lado. Nadie dice nada por un momento... hasta que Haymitch carraspea y se levanta de su asiento.

—Señora presidenta, si me permite un segundo, por favor. Creo que todos penséis en un momento en el que Katniss Everdeen os conmoviera realmente. —Suspiro. — No, no cuando os gustó su peinado, ni cuando ardió su vestido, ni cuando disparó medio bien con un arco... Ni cuando Peeta hizo que ella os gustara. No, me gustaría que pensarais en un momento en el que ella os hiciera sentir algo de verdad.

Effie levanta la mano como si estuviéramos en la escuela.

—Oh, cuando voluntariamente ocupó el lugar de su hermana en la cosecha.

—¡Excelente ejemplo!

Haymitch se gira a la pizarra y borra mis planos de ahí. Pongo los ojos en blanco.

—Espero que no fuera importante —me dice.

Estúpido, tengo copias de eso, ¿qué se piensa?

Empieza a escribir, pero su letra es horrible y apenas entiendo nada. Gracias a la tecnología por poder pasar sus garabatos a algo legible.

—Otro —pide.

Effie vuelve a hablar. Se conmueve fácilmente.

—¡Cuando le cantó esa canción a Rue! —coge aire sonoramente como si de repente le faltase.

—Sí, ¿a quién no se le hizo un nudo en la garganta? —concuerda él—. ¿Sabes, Effie? Me gustas más así que con todo ese maquillaje.

—Y a mí me gustas más así, sobrio.

Gale y yo nos miramos con una cara de incomodidad.

—Y cuando eligió a Rue como aliada también —añade Boggs.

—A ver, ¿y qué tienen todos esos en común?

—Que nadie le dijo qué hacer —dice Gale.

Asiento.

—Sin guion, sí —dice Beetee.

—Está claro que Katniss no es una buena actriz —añado yo—. Si queremos que las propos salgan bien, tenemos que dejarla tranquila y no darle más líneas. —Dudo un momento. — Y quitarle eso de la cara: es una niña. Me está poniendo mala verla así, parece más vieja que mi padre.

—El margen para la espontaneidad, obviamente, no se da bajo tierra —le dice Heavensbee a Haymitch—. Así que estás sugiriendo que... ¿la lancemos al combate?

—No puedo mandar a un civil sin preparación al cambo de batalla sólo para presionar, esto no es el Capitolio —dice Coin.

—Eso es justo lo que estoy sugiriendo —dice Haymitch—, que la ponga en el campo de batalla.

—No. No podemos protegerla.

—Tiene que salir de ella, eso es lo que emociona a la gente —presiona él—. ¿Queréis un símbolo de la revolución? No se la puede dirigir. Creedme, lo he intentado.

—A lo mejor hay algún lugar que sea menos peligroso —me dice Heavensbee.

Asiento.

—El Distrito Ocho. —Me levanto y pongo algunas imágenes en la pizarra, empujando a Haymitch del medio, cuando me vuelvo, me encuentro con la mirada de Gale. — Nos informaron de bombardeos la semana pasada, ya no quedan objetivos militares.

—No podemos garantizar tu seguridad —le dice Coin a Katniss.

—Nunca podrás garantizarla —le responde ella—. Quiero ir.

—¿Y si te matan?

Katniss me mira, como esperando a que yo le dé una respuesta. Entonces habla de pronto, y lo que dice me hace reírme.

—Pues aseguraos de grabarlo.


Estoy preparándome para ir con Katniss y el resto del equipo al Ocho. Coin confía en que en yo seré capaz de controlar la situación tecnológica en caso necesario, y espero no defraudarla. Ya he recibido entrenamiento militar, y sé que tengo pocas posibilidades, con lo que sé, de no palmarla si me disparan. Pero espero no tener que hacer uso del rifle que pone en él mi apellido y el número de mi distrito.

Justo cuando estoy acabando de ponerme el mono de combate, mi padre entra en la habitación. Me he olvidado de su descanso.

—¿Adónde vas?

Deja sus cosas de trabajo en una de las mensas. Se frota la barba, como si de repente le estorbara como un paquete muy pesado que le arruga los labios en una mueca de disgusto.

Tiene la voz rasposa, pero no es tan horrible como sus ojos. Estos los tiene muy cansados. Me acuerdo de cuando me sonreía más a menudo. Lo había dejado de hacer tanto desde lo de Eyna. Me duele pensar en su nombre.

—Al Ocho. Órdenes de Coin.

Intento no mirarle mucho, pero tendría que ser ciega para no ver su sorpresa y nerviosismo.

—¿Para qué? ¿Y por qué vas armada?

—¿De verdad me lo preguntas?

Él suspira y yo le abrazo.

—¿Te gusta estar aquí? —le pregunto.

Se sienta en la cama despacio, y se pasa las manos callosas por el pelo marrón pero emblanquecido por las canas, de disgustos y edad.

—¿Te arrepientes de traerme aquí?

—¿Te gusta estar aquí? —repito la pregunta.

Él suspira.

—Lo prefiero a estar en el Tres. —Asiento. — ¿Y tú?

Me lo pienso durante un instante.

—Es mejor que estar en el Tres —digo también—. No estás orgulloso de mí, ¿verdad?

Parece como que si mi pregunta le diera dolor de cabeza.

—Claro que lo estoy, Thyra —me asegura—. Estoy orgulloso de ti, por supuesto que sí, hija. Sólo... yo no quiero que acabes como tu hermana. No quiero que acabes muerta como ella.

Asiento. Sorprendentemente, sus palabras no causan nada en mí. Quizás estoy muerta por dentro, no lo sé.

—A veces la vida es un precio que se debe pagar por la libertad —le digo.

—¿Por qué harías eso? Tú no eres el Sinsajo, no eres famosa. Sólo eres la hacker de Coin.

Suspiro.

—Por eso mismo —mi voz sale más rasposa de lo que había intentado—. Porque si fracasamos y yo no pierdo la vida... ¿entonces que soy? Esta rebelión, es lo único que nos queda —le digo.

Sus ojos parpadean y por un segundo temo que llore. Pero no, sabe que es la verdad, no le ha sorprendido. Simplemente no quiere aceptarlo.

—Lo estás exagerando —me dice.

Callo por un momento. La veo en él, a Eyna. Su recuerdo me tormenta cada noche y cada día. A veces me pregunto si hubiera sido mejor que yo hubiese muerto en vez de ella. Así quizás no estaría aquí, bajo tierra, lejos de todo lo que él conoce. Lejos de su pueblo, de su gente, de su hogar. Lejos de lo que le recuerda a mi hermana y a mi madre. Pero, aunque me sienta así, no soy yo la que está muerta. Y sé que debo de intentar recordar ese detalle. Soy consciente de la crueldad de lo que voy a decir, pero no hago nada por detenerme.

—No. Si Snow no muere, si sigue viviendo —le prometo—, si no paga por sus crímenes, por todo lo que ha hecho... Si la rebelión falla, entonces no me queda nada por lo que vivir. Y sé que tú me entiendes. Por Eyna.

Le beso en la mejilla y cojo mis cosas antes de salir por la puerta.

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