Una Linda Tarde

De CastilloRoo

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... Y en una linda tarde me preguntaron si podría considerar la idea de publicar estos Fanfics... La responsa... Mai multe

Y Sucedió...
Celestinas
Celestinas
Espero
Antes de las diez
Cosita linda
Tengamos una cita
Yo no podría
Espíritu Santo

Celestinas

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De CastilloRoo

Parte Tres

Concentrada, hacía las últimas modificaciones al documento de la pequeña lista de encargos que su jefe le había dado esa misma mañana con carácter de urgente.

- Espero que me explique todo esto a su regreso. - Pensaba mientras hacía un nuevo cambio a una de las cláusulas del documento.

El sonido de la entrada de un mensaje en su teléfono desvió su atención a la pantalla del dispositivo.

Adrien: Marie, cancela la reserva en el restaurante.

Una profunda exhalación de condescendencia salió por sus labios mientras rodaba sus ojos .....hastiada....

- Podría decidirse de una vez. - Dejando lo que estaba haciendo dio un sorbo a su café antes de cumplir con el nuevo encargo de su jefe.

[*•*•*]

Veinte minutos antes, dentro del vehículo Adrien observaba desconcertado la expresión nerviosa de su chofer.

- ejem - Se aclaró la voz antes de responder a tan curiosa pregunta - sí, me gusta el quiché de salmón, es de mis favoritos. - Añadió ante la insistente mirada de su conductor - Supongo que en el restaurante podremos pedirlo si es que a usted le apetece. - Sugirió amable.

Marinette movía nerviosa los labios entre sí, buscando más que las palabras adecuadas el valor para la inusual petición. Pensándolo fríamente era eso o sufrir el tormento de una nueva "no cita" concertada, como su madre lo quería hacer ver.

Sus párpados se cerraron unos segundos y una profunda inspiración por la nariz se escuchó seguida por una cansada exhalación por la boca, indicando que lo que fuera a pasar pasaría en ese mismo momento.

- No... no me refería a to...tomarlo en... un restaurante. - El leve golpeteo de la palma de su mano sobre el volante denotaba su apremio sobre todo al ver la expresión de incomprensión en el rostro de su cliente - Yo...yo decía...decía de ir a comer a mi casa. - Dijo por fin entre balbuceos.

- ¿A su casa? - Sus ojos se abrieron de más dejando que la verde mirada llena de sorpresa se posara intensa sobre ella.

- Si...,¡NO!...qui...quiero decir no...es...es a casa de mis padres. - Aclaró inclinando la cabeza donde la visera de la gorra ocultaba el fuerte sonrojo de sus mejillas.

- ¿Está sugiriendo ir a comer a casa de sus padres? - Inquirió aún más confundido.

Mirándolo apremiada por debajo de la visera respondió con un único ademán de su cabeza y una tímida sonrisa nerviosa.

- Señorita Dupain no lo entiendo, ¿por qué tenemos que ir a casa de sus padres? - Inquirió ahora con la curiosidad de la inusitada petición.

Un sonoro suspiro se dejó escuchar y lentamente levantó la cabeza hasta que su azul mirada se encontró de frente con los verdes ojos de su cliente.

- Vera señor Agreste...mi...mi... - El paso de la saliva se hizo pesado al buscar las palabras para explicarle la situación ya que no era un amigo con quien hablaba sino el cliente de la empresa para la que ahora trabaja y bien sabía que necesitaba el trabajo hasta que encontrara algo en el mundo de la moda - madre es algo...algo ¡particular!, es...es...es...algo...algo...- Bajaba la vista buscando la correcta definición - ¡así como su madre!. - Apuró a decir.

- ¿Como mi madre? - Inquirió confundido.

- Ella es un...poco protectora conmigo, esta afanada en encontrar un buen chico para mí porque piensa que necesito a alguien conmigo, que yo solo pienso en trabajar y que así acabaré sola. - Una sutil sonrisa cariñosa se dibujó en sus labios al pensar en las inocentes ocurrencias de su madre.

Adrien la escuchaba atento sin pronunciar palabra alguna, podía pensar de todo pero jamás paso por su mente el coincidir con otra persona en su misma situación. Cierto era que él no tenía la exclusiva de una madre sobre protectora interesada en emparejarlo a cualquier mínima oportunidad con una chica, pero extrañamente le causaba gracia conocer a alguien con su mismo pequeño problema.

- Sé que quiere lo mejor para mí pero créame es agotador estar siempre buscando excusas para escapar de sus "no citas" concertadas con los hijos de sus amigas. - Adrien soltó una risilla al ver cómo Marinette enfatizaba con los dedos el no citas y como hablaba más suelta como si de un monólogo ensayado se tratara - Siempre busca cualquier ocasión para presentarme a un chico "adecuado" para mí, - Adrien volvía a reír al ver el mismo ademán de enfatización en sus pequeñas manos - ¡como hoy!, ¡¿puede creer que me invito a comer a casa solo para presentarme al hijo de una amiga?!. - Efusiva al contar la estratagema de su madre, respiraba levemente agitada.

Unos segundos de silencio en los que Marinette recuperaba lo pausado de su respiración, mientras que Adrien mantenía la mirada sobre ella pensativo.

- ¿Y me imagino que es ahí donde entro yo?. - Preguntó con retórica.

- Yo...yo...bu...bueno, no...no pretendo incomodarlo, como usted... - Afligida no sabía ahora cómo pedirle que formara parte de su mentira.

- No se preocupe, - La tranquilizó al verla jugar nerviosa con sus dedos - iré con usted, además me apetece probar ese quiché. - Sonrió amable al ver cómo la cara de su conductor se iluminaba con una bonita sonrisa.

- ¡Gracias señor Agreste!, no sabe el favor que me está haciendo.

- Créame que lo sé señorita Dupain, ayer usted me libró de una incómoda tarde. Así que lo correcto es que le devuelva el favor de igual manera en vista de la curiosa casualidad de nuestras situaciones.

Sin más preámbulo Marinette puso en marcha el coche mientras Adrien tecleaba un mensaje en su teléfono.

El vehículo se detuvo un poco antes de la panadería de los padres de Marinette, inquieta se giró hacia su cliente.

- Hemos llegado señor Agreste. - Indicó nerviosa.

- Muy bien, vamos allá entonces. - No muy convencido de lo que iba hacer se frotó nervioso las manos sobre el pantalón. Si su pequeña representación había convencido a su madre, dándole a él unos meses de tranquila paz cabría añadir, ¿qué podría salir mal ahora?.

- Señorita Dupain, ¿dónde debemos decir que nos conocimos?, - Atinó a preguntar ante la falta de consonancia entre ambos la vez anterior.

- Yo no he tenido la oportunidad de viajar, así que lo lógico es decir que nos conocimos aquí, en Paris.

Con solo una sutil sonrisa de aceptación Adrien bajo del coche, seguido por Marinette.

- ¿Pasa algo señorita Dupain? - Preguntó intrigado al ver cómo lo miraba con fija atención.

- Es...es que esta usted muy elegante. - Con un ligero rubor en sus mejillas lo señalaba con ambas manos.

- Gracias. - Respondió extrañado ante el comentario.

- No...no, yo quería decir que se ve muy formal...y...bueno es una sencilla comida con mis padres y no quisiera que hubiera más preguntas incomodas de las que seguramente habrá. - Miró apenada a su cliente.

- ¿Preguntas incómodas? - Repitió dubitativo las amedrentadoras palabras.

- No, no...no es para que se preocupe, - Apuró a decir ante la expresión entre estupor y miedo de Adrien - es solo para no darles a simple vista otro tema a indagar. - Concluyó con una mínima sonrisa inquieta.

- Buff, - Dejó escapar un suave bufido no seguro ahora de en lo que se había metido - muy bien, iremos informales. - Dijo resignado.

Con cuidado deshizo el nudo de la corbata, tirando despacio de ella para después doblarla y guardarla en el bolsillo interior de su americana.

- ¿Bien? - Preguntó abriendo los brazos mostrándose frente a su conductor esperando su aceptación.

- Yo...quitaría también... - Señalaba tímida la americana.

- ¿Ésto? - Inquirió tomando la solapa de la prenda entre sus dedos.

Una muda afirmación de un único ademán de su cabeza y acompañada de una sutil sonrisa de beneplácito fue lo que recibió.

Rodando los ojos se desprendió de la americana y la dejo sobre el asiento trasero del coche.

- ¿Mejor ahora? - Volvía a buscar la aprobación de su inesperada anfitriona.

- Casi. - Salió apocada la palabra de uno labios que mantenían una infantil expresión.

- ¿Casi?, señorita Dupain, ¿por qué no me dice exactamente como quiere que vaya vestido.

- ¿Me...me permite? - Sin esperar respuesta se acerco a su cliente y bajo el apremio del reloj sin ningún reparo tomó las mangas, y quitando con cuidado las mancuernas de platino de los puños las remango en dos vueltas y acto seguido ante la sorpresa de Adrien se acercó aun mas a él para desabotonar dos botones del cuello.

Se retiró de él y complacida veía ahora la apariencia casual que lo hacía ver como un chico más y no como el pétreo hombre de negocios que desde ayer ocupaba el asiento trasero de su coche. Extrañada observó un leve rubor en las mejillas de su cliente, preocupada se acerco a él y olvidando de cualquier protocolo que pudiera marcar su relación de cliente/chofer puso la mano sobre su frente.

- ¿Se encuentra bien señor Agreste? - Preguntaba inquieta.

Adrien pasó pesadamente la saliva al volver a sentir la misma cálida sensación de su cercanía.  Separó ligeramente los labios pero no salió una sola palabra.

- Ejem - carraspeó forzado, retomando su aplomo tomó la mano de Marinette y con cuidado la separo de su frente - estoy bien, so...solo pensaba en el quiché de salmón.  - Marinette sin separarse de él lo miraba extrañada.

- Tengo hambre, ¿sabe?, y me muero por probar ese quiché. - Dijo con falsa convicción y mostrando una sonrisa forzada al separarse un paso de ella.

Ligeramente confundida ante esa última reacción mostró un semblante afable ante lo inesperadamente facetico que era su cliente. Tomando la llave del coche lo cerró para inmediatamente colocarse al lado de Adrien.

- Bien señor Agreste, vamos allá. - Y así ambos comenzaron a caminar hacia la esquina de la calle donde se veían los escaparates de una panadería.

La campanilla sobre la puerta repiqueteó anunciando a un nuevo cliente, la dependienta de corta cabellera azabache levantó la vista dispuesta a atender a la persona. Sus ojos brillaron y su sonrisa se hizo más pronunciada y alegre al ver de quien se trataba, feliz miraba a su hija pero más atención prestaba al guapo chico que tras ella venia.

- ¡Marinette, cariño!, cuánto tiempo que no venías a visitarnos.. - En un efusivo abrazo se fundía con su hija ante la complacida mirada de Adrien.

- Ho...hola mamá, sssi, yo también los extrañaba. - Respondía abrumada por la impetuosa atención de su madre.

Despacio se separo de su hija pero sin dejar de ver en todo momento al chico que la acompañaba.

- ¿Y este joven caballero es? – Pausada se acerco a él mostrado una furtiva y picara sonrisa.

- ¡Adrien!...¡es Adrien! – Se apresuro a responder nerviosa Marinette, colocándose a su lado rápidamente.

- Soy Adrien Agreste y es un placer conocerla señora Cheng. – Dijo cordial, extendiendo su mano hacia ella en caballeroso gesto. Sin perder su postura le brindó una fugaz mirada de complicidad a Marinette queriendo transmitirle un poco de tranquilidad.

- Oh, el gusto es mío Adrien y puedes llamarme Sabine. - Tomando su mano correspondió al saludo – Al principio confesaré que llegue a pensar que eras una invención de mi hija pero me alegra saber que me he equivocado. – Confesó dándole unas palmaditas en el antebrazo.

Marinette únicamente rodó los ojos ruborizada ante la sincera y completamente falta de tacto confesión de su madre.

- Bueno, pues has visto que es real y además yo nunca miento. – Replicó haciendo un infantil mohín.

Adrien la veía fijamente sin poder ocultar una sonrisa traviesa. Mirando a Marinette se veía a él mismo dando explicaciones sin sentido y cuantas veces inventadas a su madre, y ahora al ser solo un espectador de aquel divertido espectáculo se daba cuenta de todas las risas y mofas que había provocado a su asistente.

- Jiji, - Rió ante la divertida expresión de falso drama de su hija - Vayan subiendo que yo iré a llamar a tu padre.

Dejándolos solos salió por la puerta de la trastienda, Marinette dejo escapar un profundo suspiro de alivio pero sin olvidar que aun quedaba un largo trecho hasta poder cantar victoria y más aun si tenía en cuenta que tendrían que verse con su padre. Mientras que su madre era toda prudencia y daba a cada cosa su tiempo su padre era todo lo contrario, el hombre dejaba volar su imaginación sin poner un límite, para él el mañana era ahora, el quizás era un hecho seguro. Ahora le tocaba esperar y rogar porque su cliente no saliera huyendo al conocer a su padre.

- ¿Vamos señorita Dupain?

- ¿Cómo? - Respondió distante, volviendo de sus absortos pensamientos.

- Le pregunté si subimos, como indicó su madre. - Volvió a indicar afable.

- ¿Ah?, si...si, sígame señor Agreste es por aquí. - Indicó la puerta por la que hacía un momento había salido su madre.

Al entrar al pequeño pero acogedor departamento el teléfono de Adrien sonó indicando que había recibido un mensaje. Tomando el dispositivo caminó hasta la ventana leyendo el mensaje y una mueca de complacencia se dibujo en su rostro.

- Señorita Dupain, ¿podría indicarme cual es la dirección la casa de sus padres?

- ¿Esta dirección? - Inquirió curiosa - Calle Gotlib número doce.

Aún reticente se acercó a su cliente mientras que este respondía al mensaje recibido.

- ¿Está todo bien señor Agreste? - En la pregunta se dejaba entrever cierta ansiedad.

- Si, todo está perfectamente. - respondió satisfecho.

- Buff - Dejó escapar un bufido de desilusión.

- Tal parece que le decepcioné el que todo esté bien. - Rechistó pero sin dejar de sonreír con sorna al imaginar lo que pasaba por la cabeza de la chica.

- No...no, no piense eso...señor Agreste. - Apremiada apuro a aclarar sus palabras - Es...es que solo pensé que sería algo importante por lo que tuviéramos que irnos y así...

- Quédese tranquila. - Colocó la mano sobre su hombro intentando reconfortarla - No creo que lo de hoy vaya a ser peor que la merienda con mi madre, su madre al menos no se me ha abalanzado como hizo mi madre con usted.  Pensé que la asfixiaría con aquel abrazo.

- No fue para tanto, su madre es muy agradable además de cariñosa con usted. Y creo que la entiendo, - Adrien se giró hacia ella interesado en sus palabras - es usted su único hijo y vive muy lejos de aquí así que es normal que quiera que usted esté bien y en compañía de alguien que lo haga feliz.

- Quizás tenga usted razón pero créame en mi vida no hay tiempo suficiente para conocer a ese alguien. Todo mi tiempo se lo dedico a la empresa, estoy esforzándome por conseguir sobresalir por mis propios méritos, que no piensen que he llegado hasta aquí por ser hijo de Gabriel Agreste.

Taciturna notó la seriedad de sus palabras, era un hombre que tenía ya un camino hecho al lado de su padre y sin embargo buscaba su propia identidad. El reconocimiento por mérito propio, ese que ella también se esforzaba en encontrar, al final eran dos personas tan distintas en forma pera tan iguales en sino que por azares del destino coincidieron en un día en que ambos necesitaron del otro.

- ¡A comer! - Exclamó la jovial voz de Sabine quien entraba al departamento con una bandeja en mano.

Adrien se apresuro a ayudarla pero se detuvo al ver al fornido hombre que entraba por la puerta. Ligeramente intimidado veía como aquel hercúleo hombre le sonreía amable. Sintió el suave roce de una mano sobre su antebrazo que extrañamente le transmitió una agradable tranquilidad.

- Vamos, le presentaré a mi padre. - tirando de él se acercaron al corpulento hombre.

- Papá...

- ¡Marinette!, - Sin dejarla hablar la tomó en brazos elevándola del suelo - ¡Hija cuánto tiempo que no venías a vernos!.

- ¡Papá!...- Exclamó asustada - bájame ya que no soy una niña y tenemos invitados. - Indicó con una cálida sonrisa.

- ¡Es verdad, tenemos un invitado!. - Le guiñó el ojo a su hija en complicidad.

Despacio dejó a su hija en el suelo y se acercó al chico que permanecía inmóvil y mudo.

- Ho...hola señor, soy Adrien Agreste. - Cauteloso extendió su mano en cordial saludo.

- Hola Adrien, soy Tom el padre de Marinette. - Afable correspondió al saludo del chico para de improvisto tirar de él y acorralarlo en un efusivo abrazo.

- ¡Papá! - Exclamó sobresaltada al ver la expresión asustada de su cliente - ¡baja al seño....a Adrien!.

- ¿No me dirás que no puedo dar un abrazo al novio de mi hija? - Dijo divertido mientras volvía a la seguridad de suelo al desfigurado chico.

- ¡Él no es mi....!

- Pueden pasar a la mesa. - Indicó Sabine interrumpiendo a su hija.

En la mesa Adrien veía animado la comida, recorría la mesa con la mirada sin decidirse que tomar primero, si los volovanes de rape y trufa o los  espárragos salteados con jamón y queso o la ensalada de endivias con frutos rojos y huevo escalfado o el quiché de salmón.

Tomando el  plato del indeciso chico Tom sirvió una generosa porción de cada platillo. Marinette  apoyaba resignada su frente sobre su mano ante la efusividad de su padre mientras que Adrien se relamía los labios con la punta de la lengua.

- Toma muchacho, necesitas alimentarte que estas muy delgado. Qué nietos voy a tener si ustedes no se alimentan. - Dijo con total desparpajo.

- ¡Cof...cof...cof! - Adrien comenzó a toser atragantado con el primer bocado de volován.

- ¡Pfffffff! - Salió el chorro de agua de la boca de Marinette, que completamente ruborizada tomaba la servilleta para secar su espontánea muestra de sorpresa.

- ¡Tom!, - Exclamó Sabine reprendiendo a su marido - no les digas eso, ellos apenas han comenzado a salir.

- Y hablando de eso, ¿cuánto tiempo llevan juntos? - Preguntó mirándolos a ambos.

Marinette y Adrien se miraron entre sí dubitativos ante la inesperada pregunta para la cual no había preparado respuesta alguna.

- Un día. - Respondió inocente él

- Dos meses. - Respondió precavida ella.

- ¿Cómo? - Preguntaron desconcertados Sabine y Tom.

- Ha...hace un día que cumplimos dos meses juntos. - Apuró a corregir Adrien.

- Ah, eso lo explica. - Aludió Tom.

- El quiché esta delicioso. - Destacó Adrien llevándose un nuevo trozo a la boca.

- Me alegra que te guste y Adrien, ¿en qué trabajas?, ¿porque tendrás un trabajo, supongo? - Sabine rodó los ojos ante la falta de discreción de su marido mientras que Marinette se mordía los labios nerviosa - Mi niña es muy talentosa y trabajadora, así que espero que no seas de esos que quieren vivir de su esposa.

- ¡Pffffffffff! - Fue ahora Adrien quien tuvo que contener con fuerza el liquido en su boca para evitar empapar la mesa. Más que sorpresivo estaba intimidado, miró en petición de ayuda a Marinette quien mantenía la cara contra su mano abrumada.

- Papá, - Respondió más sosegada y respirando profundo - Adrien tiene un buen trabajo y no hemos hablado nada de casarnos, a...acabamos de conocernos. - Miró de soslayo a chico que se secaba los labios con la servilleta.

- Eso lo entiendo cariño, pero en algún momento se casaran. - En insistente retahíla repetía Tom - Y espero que cuando eso pase sepas cuidar de mi niña. - Enfatizó hacia Adrien tal como advertencia velada.

- ¡Pa....!

- Tiene mi palabra señor Dupain que el día que eso ocurra procurare ante todo de cuidarla y velar por ella. - Interrumpió Adrien en tono serio e irguiéndose sobre su sitio.

Marinette observaba impresionada como los ojos de su padre brillaban alegres, pero lo que más la sorprendió fue como Adrien colocaba su mano sobre la de ella y la apretaba en cariñoso gesto ante la feliz expresión en el rostro de su madre. En ese momento notó como el tiempo se ralentizaba ante la cálida sensación de aquel inesperado roce, en su cabeza su visión del aquí y ahora se expandía sin un sentido aparente pero con la tranquilidad de una seguridad por convicción.

- Ja, ja, me gusta este chico. - Señaló Tom dando un golpe en la espalda del chico que lo hizo tambalear - ¡Adrien!, ¡¿te gustan los videojuegos?!.

- Mas que eso, ¡me encantan!. - Respondió con el mismo entusiasmo que su anfitrión.

- No se hable más, veamos cómo te desenvuelves y ya veremos si eres tan bueno como mi niña. - Señalaba a una sonrojada Marinette, que más por las palabras de su padre se enrojecía por como la miraba su cliente con el precoz orgullo de lo que no se conoce.

Una cálida andanada de ternura salía por los azules ojos de Marinette al ver a Adrien jugar, reír y bromear con su padre como si de dos amigos de siempre se tratara.

- Si sigues mirándolo así no dejaras nada para mirar mañana. - Dijo con gracia Sabine.

- ¡Mamá!. - Se quejó con un pueril mohín.

- Me gusta Adrien y a tu padre no hace falta que te lo diga, se ve que es un buen chico. Esperó que no pase lo de siempre porque ya no sé a qué santo encomendarme para que ponga un buen hombre en tu vida.

Antes de poder replicar al comentario de su madre el timbre de la puerta sonó.

- Iré yo.

- ¿Diga? - preguntó por el portero automático.

- Buenas tardes, tengo una entrega para el señor Adrien Agreste.

A regañadientes por parte de sus padres, sobre todo de Tom, Marinette y Adrien tuvieron que finalmente retirarse aludiendo a que tenía que regresar a recoger a su cliente al restaurante donde lo había dejado. Al igual que a su llegada la despedida fue  igual o más efusiva si cabe, esta vez Sabine se despidió de Adrien con un cariño abrazo mientras que Tom volvía a dejarlo sin aire en los pulmones ante el fuerte apretón.

- Gracias. - Sincera agradeció mientras caminaban hacia el coche.

- No ha sido nada, sus padres son muy agradables y efusivos. - Indicó acariciándose el hombro después del abrazo de Tom.

- Son un poco insistente en lo que se refiere a mí, pero lo bueno de esto es que les ha caído bien y por algún tiempo no intentaran emparejarme con el hijo de cualquier amiga de mi madre.

- ¿Por un tiempo?.

- Sí, bueno en algún momento tendré que decirles que usted ya no está en Paris. Ellos preguntaran por mi "novio". - Enfatizó divertida la última palabra con las manos.

- Entiendo. - Dijo pensativo.

- Bien, aquí estamos. - Dijo frente al vehículo - Lo llevare hasta su hotel.

Adrien revisó su teléfono antes de subir al coche y mostró un gesto de disgusto al no ver mensaje alguno.

- ¿Ocurre algo señor Agreste? - Pregunto al ver la desazón en la cara de su cliente.

- Esperaba una entrega y...

- ¡El sobre!, casi lo olvido. - Interrumpió exaltada metiendo rápidamente la mano en su bolso.

- ¡Aquí está!. - Mostraba triunfal un sobre blanco con el membrete del hotel donde se alojaba su cliente - Tome, llegó cuando estaba jugando con mi padre.

- Gracias señorita Dupain. - Miró al cielo y vio lo despejado que estaba y la fresca brisca que soplaba despejando la mente - Hace una linda tarde, ¿no le parece?. Quisiera ir a un lugar antes de regresar al hotel.

Treinta minutos después, Marinette y Adrien contemplaban la postal de un bello Paris que se enlucía en aquel claro atardecer desde el último piso de la torre Eiffel.

- Me encanta este paisaje, en Nueva York no tengo estas vistas. - Señaló cerrando los ojos sintiendo como la brisa despeinaba su cabello y acariciaba su rostro despejando cualquier inquietud de su cabeza.

- Es agradable volver a París, siempre que puedo vengo a este lugar. El estar a esta altura me hace ver lo pequeños que somos y lo alto a donde podemos llegar, me ayuda a recordarme quién soy y qué es lo que quiero.

Marinette lo escuchaba atenta y dejándose llevar por sus palabras cerró los ojos apoyando sus manos sobre la barandilla dejando que la fresca brisa la envolviera y el sortilegio de París le hablara al oído.

- Tenga, ésto es para usted. - Abrió los ojos y vio como Adrien le extendía el sobre que momentos antes ella le había entregado.

- ¿Para mí?. - Inquirió confundida, tomando recelosa el sobre .

- Como ya sabrá hoy he firmado un acuerdo con LVMH para diseñar y producir para ellos una nueva línea de confección y accesorios que ira bajo mi firma. Para ello tengo que abrir un departamento de producción completamente nuevo y necesito a un director de diseño y producción.

Los ojos de Marinette se abrieron sorpresivos y un ligero cosquilleo se mostró en sus manos.

- Sé que el vestido que uso ayer lo diseño usted y Monique fue tan amable de mostrarme otra prendas de su autoría. Dumont fue tonto en dejar ir a alguien con su talento. - Sentenció mirando ahora hacia el paisaje parisino.

- Pe...pero señor Agreste...yo....

- En el sobre encontrará un contrato y un billete de avión. Espero poder contar con su aceptación y que trabaje con nosotros, sé que podemos hacer un gran trabajo.

- Yo...yo no sé qué decir. - abrumada mil ideas revoloteaban en su cabeza sin saber qué responder.

- No es necesario que responda ahora, el vuelo es mañana a las once,  confío en verla en el aeropuerto. - Indicó antes de dirigirse hacia el ascensor.

- Pero señor Agreste, espere tengo que llevarlo a su hotel. - Guardó el sobre en su bolso apresurada por seguir a su cliente.

- No se preocupe señorita Dupain, como dije es una linda tarde y me apetece caminar. Usted quédese aquí y disfrute de la vista quizás ella le dé la respuesta que está buscando. - Con un guiño presiono el botón cerrándose las puertas del ascensor y dejando a su conductor con muchas incógnitas en su cabeza.

[*•*•*]

Eran las diez de la mañana en el aeropuerto Charles de Gaulle y solo faltaban quince minutos para comenzar el embarque del vuelo AF0022 con destino al aeropuerto JFK de Nueva York, intranquilo revisaba una vez más su reloj.

- ¡Adrien! - Se escuchó la melosa voz a su espalda.

Con una sonrisa se giró esperando encontrarse con Marinette.

- Adrien, no puedo creer que no me avisara que regresabas hoy a Nueva York. Si no fuera por Marie que me aviso no podría haberme despedido de ti. - Reclamaba dramática su madre.

- Hola madre, te hubiera llamado antes de partir. - Se excusaba desencantado.

- ¿Y Marinette dónde esta? - Preguntaba buscando a la chica con la vista.

- Madre, Marinette... - Respondía ya resignado - ella no va a....

- Hola. - Se escuchó tímida la dulce voz a su espalda.

Rápidamente se giró para encontrarse de frente con su conductor pero esta vez sin aquella fea gorra y su brillante cabello negro cayendo sobre sus hombros.

- Hola señ....

- Marinette, que alegría verte. - Pasando frente a su hijo Emilie abrazó a Marinette - Una vez más mi desalmado hijo no fue capaz de avisar a su madre que se marchaba. Espero que lo hagas entrar en razón y que regrese ya a París.

- Buenos días Adrien. - Saludó Sabine apareciendo al lado de su hija y dándole un abrazo.

- Buenos días Sabine, que alegría verla de nuevo. - Correspondió educado Adrien.

- Hola soy Emilie, la madre de Adrien. - Se acercó a conocer a la que suponía era la madre de Marinette - Tengo que decir que tienes una hija encantadora. - Indicaba saludándola con sendos besos.

- Encantada, soy Sabine y tu hijo es un joven muy agradable y educado. - Correspondía sincera al halago.

Marinette y Adrien solo se veían nerviosos al ver la magnitud que estaba alcanzando aquellas piadosas mentiras. Ahora las fuentes de sus preocupaciones se acababan de conocer y nadie sabría decir en que podría acabar aquello.

- Gracias por aceptar señorita Dupain. - Susurró acercándose a su oído.

- Gracias a usted,  señor Agreste, por la oportunidad. - Correspondía de la misma manera.

- ¿No son adorables hablando en cuchicheos? - Señalaba sonriente Emilie ante la atenta y complaciente mirada de Sabine.

En la megafonía del aeropuerto se escuchó el aviso de inicio de embarque para el vuelo a Nueva York. Dos suspiros de alivio se dejaron escuchar finalmente.

- Madre es nuestro vuelo, llamaré al llegar a Nueva York. - Se acercó para despedirse con un beso.

- Mamá cuídense mucho tú y papá. Les llamaré todos los días. - Se despedía con un cálido abrazo de su madre y una solitaria lagrima resbalaba por su mejilla.

Y así ambos se despidieron de sus madres y se prepararon para ir hacia el control de accesos del aeropuerto.

- ¿Nos vamos señorita Dupain? - Inquirió sonriente, extendiendo hacia ella su mano.

- ¿Señor Agreste? - Preguntó confundida ante aquel gesto.

- ¿No le parece que hemos llegado muy lejos como para desilusionarlas ahora? - Miró de soslayo a su madre y a Sabine.

Sonriente tomó la mano de Adrien y así comenzaron a caminar hacia el control de acceso, ante la mirada atenta de sus madres.

- Una cosa más señorita Dupain, a partir de ahora llámeme Adrien, ¿de acuerdo?.

- Solo si usted me llama Marinette...Adrien. - Respondió risueña.

- Muy bien, así será...Marinette.

- Estoy feliz de que mi hijo encontrara a alguien como Marinette. - Indicó Emilie.

- Y yo me alegro tanto de que Marinette este con Adrien. - Correspondió Sabine.

- Y se ve que están hechos el uno para el otro, después de ser los dos de París ir a encontrarse en Nueva York. - Señaló Emilie.

- Si, y después de haberse conocido hace solo dos meses. - Completó Sabine.

Ambas dos observaban embelesados a sus hijos, como caminaban juntos de la mano sonrientes, hasta que sus ojos se abrieron de más y su expresión cambio a una de completa extrañeza.

- ¿Nueva York? - Preguntó Sabine.

- ¿Solo dos meses? - Preguntó Emilie.

- Marinette nunca ha estado en Nueva York. - Aclaró Sabine.

- Y ellos me dijeron que comenzaron a salir hace un mes. - Explicó Emilie.

Sus ojos se abrieron aun más al descubrir el engaño del que habían sido víctimas.

Sus vistas se posaron de nuevo en la joven pareja que a su parecer caminaban un poco más allegados uno del otro.

- Nuestros nietos serán guapos. - Indicó Emilie con una gran sonrisa de satisfacción.

- Si, serán muy guapos. - Correspondió igual de sonriente Sabine.

[*•FIN•*]

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