Belleza Oscura [En Librerías]

بواسطة JessRe

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Alayna Novak es una asesina sin corazón, pero cuando su camino se cruce con el de Luca Vitale, despertará en... المزيد

¡Belleza Oscura en Librerías!
Sinopsis 🦋
Prólogo 🦋
Capítulo 1 🦋
Capítulo 2 🦋
Capítulo 3 🦋
Capítulo 4 🦋
Capítulo 5 🦋
Capítulo 6 🦋
Capítulo 7 🦋
Capítulo 8 🦋
Capítulo 9 🦋
Capítulo 10 🦋
Capítulo 11 🦋
Capítulo 12 🦋
Capítulo 13 🦋
Capítulo 14 🦋
Capítulo 15 🦋
Capítulo 16 🦋
Capítulo 17 🦋
Capítulo 18 🦋
Capítulo 19 🦋
Capítulo 20 🦋
Capítulo 21 🦋
Capítulo 22 🦋
Capítulo 23 🦋
Capítulo 25 🦋
Capítulo 26 🦋
Capítulo 27 🦋
Capítulo 28 🦋
Capítulo 29 🦋
Capítulo 30 🦋
Capítulo 31 🦋
Capítulo 32 🦋
Capítulo 33 🦋
Capítulo 34 🦋
Capítulo 35 🦋
Capítulo 36 🦋
Capítulo 37 🦋
Capítulo 38 🦋
Capítulo 39 🦋
Capítulo 40 🦋
Capítulo 41 🦋
Capítulo 42 🦋
Capítulo 43 🦋
Capítulo 44 🦋
Capítulo 45 🦋
Capítulo 46 🦋
Capítulo 47 🦋
Capítulo 48🦋
Epílogo 🦋
SECUELA DISPONIBLE 👑

Capítulo 24 🦋

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بواسطة JessRe


Luca

Me di una ducha que duró casi dos horas, pero no pude quitarme de encima el aroma de Alayna. Persistía en mi piel como una entidad imborrable. La noche fue intensa y satisfactoria. Me permitió conocer más de ella a pesar de que no quiso decirme de qué trataba su pesadilla.

Tuvo una vida dura y llena de violencia que la rompió de mil maneras. Sin embargo, ella seguía de pie a pesar de todo. La admiraba tanto. Ojalá pudiera verse a través de mis ojos. Se daría cuenta de que era una mujer maravillosa y única. Valiente, resiliente...

—¿Otra vez bebiendo café en exceso? —preguntó mi madre, sentándose a mi lado en uno de los taburetes de la cocina.

Nuestra relación había cambiado desde que Alayna llegó a la casa, pero ella no era responsable. Mi madre estaba empeñada en seguir controlando mi vida, imponiéndome cosas que yo no quería.

—Buenos días—Mi voz sonó seca y bebí otro sorbo de café.

Frunció el ceño al percibir los mordiscos y arañazos en mi cuello. Quiso hacer preguntas sobre qué había sucedido la noche anterior, pero no iba a responderlas y lo sabía. No le rendía cuentas a nadie, ya no. Esos tiempos terminaron.

—Tu padre me contó que quisieron matarte —musitó—. Ella impidió que suceda.

Sorpresivamente, no había veneno ni malicia en su voz. Madre era antipática cuando se trataba de Alayna, pero sé que estaba agradecida con ella.

—Alayna es buena en su trabajo.

Le echó otro vistazo a los mordiscos en mi cuello con reproche en sus ojos.

—Al parecer no solo en eso.

Dejé la taza de café sobre la mesa y me puse de pie. No estaba de humor para lidiar con sus comentarios. Hoy sería un día duro porque visitaría el prostíbulo. Nunca regresaba con las emociones intactas cuando iba a ese lugar. Berenice había llamado más temprano para informarme que las chicas no comían. Ella ya no podía sola y yo debía intervenir antes de que la situación empeorara.

—Te veo más tarde, mamá —agarré una manzana del frutero y me alejé. No la veía, pero escuché el ruido que hicieron sus tacones mientras me seguía. ¿Ahora qué?

—La próxima semana es el cumpleaños de Marilla —comentó—. El treinta de octubre.

—¿Qué tiene de especial?

Caminé por los pasillos, dirigiéndome al jardín. Quería ver a Laika primero antes de encontrarme con Alayna. La tenía olvidada.

—Organizará una fiesta y quiere que estés presente.

Le di un gran mordisco a mi manzana crujiente. Quedó claro que de ninguna manera iba a librarme de ella. Nunca se daría por vencida.

—Mala suerte la mía.

—No seas desconsiderado, Luca.

Laika vino corriendo cuando notó mi presencia y me agaché para recibirla. Orejas acostadas, cola moviéndose, lengua afuera, saltó una y otra vez sobre mí.

—Hey, amiga —Rasqué sus orejas—. Eres una buena chica, ¿eh?

—Cómo te decía... —Madre se aclaró la garganta para que le prestara atención —, Marilla quiere que asistas, pero sin tu escolta. Y siendo sincera, la comprendo. No sería correcto que vayas a su cumpleaños con tu amante. Es una completa falta de respeto.

—Es una broma, ¿no? —Me levanté con Laika pegada a mis piernas—. Anoche quisieron matarme y Alayna me salvó la vida. ¿Crees que puedo salir sin ella? No digas tonterías, mamá.

Apretó los labios.

—No me hables así, jovencito. Soy tu madre.

—Entonces deja de meterte en asuntos que no te conciernen —respondí con enojo—. Nada de lo que intentes hará que sienta algo por Marilla. Además, me da igual si Alayna le agrada o no.

Arrugó la nariz con disgusto.

—Sé que no sientes nada por ella, pero deberías hacer un esfuerzo. Será tu esposa.

Me burlé y le di lo que quedaba de mi manzana a Laika. Ella la aceptó con gusto.

—¿Cuántas veces me dijiste lo mismo?

Mamá exhaló, tratando de mantener su poca paciencia.

—Más de la cuenta.

—¿Cambió algo?

—No.

—Entonces deja de intentarlo.

Le di la espalda para entrar nuevamente a la mansión. La mañana había empezado mal y madre acababa de empeorarlo. ¿Por qué no podía dejarme tranquilo? Antes no me daba este tipo de atenciones, pero con Alayna cerca estaba empeñada en fastidiarme la vida.

—No importa con quien vayas, pero lo correcto es asistir al cumpleaños de tu prometida —gritó detrás de mí—. Será de disfraces.

—Bien —espeté—. Confírmale mi presencia a Marilla.

🦋

El silencio era asfixiante mientras conducía. Alayna masticaba una goma de mascar sin intenciones de entablar una conversación. ¿Pensaba en lo buenos que éramos juntos? ¿O tal vez se arrepentía por haberse mostrado vulnerable ante mí? Apostaba que era la segunda opción.

—¿Qué te dijo Berenice por teléfono? —inquirió después de minutos, rompiendo el tenso silencio.

—Nada está bien con las chicas, no me dio muchos detalles.

—El encierro las volverá locas si no termina pronto.

La tristeza en su voz me provocó un nudo en el estómago.

—Lo sé, pero hago lo que está a mi alcance.

—No podemos juzgarlas—susurró. No estaba mirándola, pero sentí sus ojos perforándome—. ¿Tienes idea de lo que significa estar lejos de tu familia y ser privada de tu libertad? Días tras días despiertas con la ilusión de que pronto volverás a verlos, aunque sabes que no es así. La falsa esperanza es una agonía que te come viva.

Hablaba por experiencia propia. Me dolió pensar en las circunstancias que había pasado. Tal vez eran iguales o peores. Fue entrenada en una organización de asesinos, no la trataron con guantes de seda ni delicadeza. La rompieron en millones de fragmentos y la obligaron a ser esta persona: fría y cruel.

—¿Entonces qué sugieres? —pregunté—. La realidad duele, Alayna.

—Tienes que hablar con ellas y dejar de hacer promesas. No regresarán pronto con sus familias.

—No quiero romper sus corazones.

—Es preferible vivir de hechos, no de ilusiones.

Tensé la mandíbula y me mordí la lengua porque no había nada qué refutar. Ella tenía razón, pero no quería destrozarlas más de lo que estaban. Las niñas soportaban el encierro gracias a la esperanza.

Rafael inclinó la cabeza y evitó mis ojos cuando entramos. Nada de sonrisas cálidas ni saludos como la última vez. Mi nueva reputación asustaba a algunas personas. Había leído Maquiavelo más de diez veces. Él decía que era mejor ser temido antes que amado porque el afecto terminaba fácilmente. Aplicaba muy bien a mi situación.

Era temprano, la música no estaba tan alta. Las mujeres miraron a Alayna y luego a mí. Berenice se acercó sin su habitual sonrisa de bienvenida. La tensión y el estrés eran notables en sus ojos marrones. Me saludó con tristeza y el corazón roto. Su vestido era feo y arrugado. Algo inusual para ella.

—Me preguntaba cuando te dignarías a venir—musitó al borde del llanto—. Ya no sé qué hacer con ellas, Luca.

Eché un vistazo al salón. Las mujeres seguían trabajando, pero no me gustaba que Berenice hablara con tanta libertad.

—Llévame con ellas —pedí.

Asintió y nos condujo a la habitación de las chicas. Cuando la puerta se abrió, me recibieron ojos tristes, agotados y asustados. El olor a humedad subió a mi nariz y me tomó desprevenido verlas en ese estado lamentable. Sucias, despeinadas y heridas. Una de ellas tenía el brazo vendado. Alayna maldijo a mi lado.

—¿Puedes decirme qué carajos sucedió aquí? —exigí enojado. Había dado claras órdenes de que cada una estuviera en las mejores condiciones. ¿Por qué este lugar parecía el maldito holocausto?

Berenice palideció por mi rabia, sus palabras chocaron cuando habló.

—Martha quiso suicidarse —explicó, su voz se ahogada por los sollozos—. Anoche saltó por la ventana, pero la detuvimos a tiempo. Se rompió el brazo en su intento de escape.

Podría haber tomado un cuchillo y clavármelo en el pecho en ese mismo instante. No me agobiaría, no me dolería tanto como sus palabras. Sabía que estaban desesperadas, pero no imaginé que llegarían a este extremo. Intenté ayudarlas, no permití que ningún hombre las tocara, tenían techo, comida y buen trato. Las otras mujeres no contaban con la misma suerte. Vivían en condiciones precarias dónde eran tratadas como objetos. Ya no sabía qué hacer. Ni siquiera Yvette tenía el valor de hablarme.

—Todas se pusieron de acuerdo para no comer —continuó Berenice—. Tampoco se bañan o me hablan. Quieren morir, Luca.

Sentí como si una montaña de arena hubiera caído sobre mí. Las lágrimas ardieron en los bordes de mis ojos, pero me contuve. No era momento de romperme, debía encontrar una solución. Mis palabras no ayudarían. Estaban cansadas de esperar y lo entendía. Me sentiría igual. Era imposible enojarme con ellas. Necesitaban hechos, no palabras. Alayna tenía razón.

—Un mes —susurré, segundos después.

—Luca, no—Alayna apretó mi brazo.

—Necesito un mes para arreglar este desastre —Miré a cada chica—. ¿Creen que soy feliz viéndolas sufrir? Tengo una hermana pequeña a quién amo con mi vida entera y si le pasara lo mismo no lo soportaría.

Un silencio de muerte se hizo presente. Fue un error dar a conocer más de mí, pero necesitaba que me vieran como era realmente: un ser humano con sentimientos y no un monstruo sin corazón.

—No he vuelto a dormir en paz desde que las traje a este lugar. Cada vez que cierro los ojos las veo pidiéndome ayuda. Es una tortura que no me permite vivir —Mi voz salió jadeante—. Están en mi cabeza y duele como no tienen idea. Duele porque aún no tuve la oportunidad de cumplir mi promesa, pero lo haré. Maldita sea, lo haré.

Escuché un leve sollozo en el fondo de la habitación, pero nadie se acercó. Mantuvieron sus distancias como si yo fuera el verdadero villano de la historia.

—Hago lo posible para que vuelvan con sus familias, pero no es fácil —expliqué—. Quiero que ustedes me ayuden. Nadie es beneficiado si intentan matarse o no comen. ¿Anhelan salir de aquí? Resistan conmigo.

Sin palabras.

Alayna unió sus dedos con los míos y Berenice soltó un sollozo ruidoso. Ella me compadecía porque llevábamos más de un año intentando no hundirnos en el océano.

—Las necesito, por favor —Mi voz se quebró con la última palabra.

🦋

Alayna

Su mirada reflejó tantas emociones que fue inevitable no sentir empatía. Alguien me había dado la misma expresión hace años y desde entonces no había podido olvidarlo.

Terminar con el negocio de Leonardo Vitale sería un enorme triunfo, una liberación masiva de mujeres inocentes. Luca y yo lograríamos salvarlas. No podía dejarlo solo. Eso iba en contra de todo lo que era. Desde que me convertí en la mejor asesina de la organización me prometí a mí misma que usaría mis conocimientos en contra de aquellos que dañaban a los más inofensivos. Yo fui una de ellos alguna vez y no quería que nadie sufriera lo mismo.

Intenté no involucrarme con Luca sentimentalmente, pero fracasé. Siempre había tenido un límite respecto a mis emociones y él había derribado todas mis barreras.

—Eso fue una mierda—susurré.

Luca sonrió tristemente.

—Lo sé.

El humo nos rodeaba y di otra calada al cigarro para alejar el estrés. Permanecimos sentados sobre el capó de su auto, el cielo era nubloso y deprimente. Cada vez que salíamos de ese prostíbulo una parte de nosotros moría con ellas. Necesitaba que este proceso terminara pronto. Ya no quería volver ahí. No podía.

—¿Qué te llevó a tomar esta decisión? —inquirí—. No cualquiera se atrevería. Arriesgaste tu pellejo y traicionaste a tu propio padre.

Arrebató el cigarro de mis labios, fumándose lo poco que quedaba.

—Mis traumas —respondió Luca—. Desde que era un niño he presenciado como muchas mujeres fueron violadas y torturadas. No pude olvidar a una en especial. Se llamaba Antonieta y era sirvienta de mi abuelo.

—Ya me imagino lo peor.

Me dio otra sonrisa triste.

—Tuvo un final muy trágico —Su voz era un susurro roto—. Mi abuelo se la cedió a varios de sus soldados para que se diviertan con ella. La violaron diez hombres. Antonieta sobrevivió, pero no volvió a ser la misma. Perdió la razón y se quitó la vida.

Mi rostro se desencajó por la rabia e indignación. Si el viejo de mierda estuviera vivo me ocuparía de matarlo yo misma.

—Presencié todo, ¿sabes? Me invitaron a unirme, pero me negué. Ese día lloré como nunca antes —murmuró—. Pataleé, grité y golpeé. No quería que lastimen a la mujer y como consecuencia me obligaron a ver.

Mi corazón se aceleró, mi pecho empezó a doler. Me imaginé a un niño presenciando un acto tan asqueroso y atroz.

—Lo siento.

Lanzó el cigarro en el suelo y lo apagó con la punta de su zapato.

—Cuando mi padre me involucró en la trata de blanca me propuse ayudarlas como sea. Si me quedaba cruzado de brazos me convertiría en un maldito monstruo—Hizo una pausa, su mirada perdida en el vacío—. Me negué a ser como ellos y rescato a las que puedo para protegerlas. Sé que no es lo más inteligente, pero pongo mi mayor esfuerzo y no me arrepiento. Quiero ayudarlas, Alayna.

Lo miré con nuevos ojos, embobada por sus palabras.

—Pienso que es muy noble y valiente de tu parte.

—Es lo más amable que me has dicho hoy.

Me bajé del capó y me posicioné frente a él.

—Tengo muchos defectos, pero acepto cuando alguien es lo suficientemente valiente para arriesgar su vida sin importar cuan duras podrían ser las consecuencias. Sigues adelante con tu plan a pesar del miedo.

Sus ojos grises eran una bruma tormentosa.

—No me detendré —dijo—. Acabaré con mi padre y salvaré a las chicas.

—Yo te ayudaré. Somos un equipo, príncipe. Recuérdalo.

🦋

Luca

La siguiente semana pasó volando. Tomé mi rol más pronto de lo que creía, asistiendo a reuniones y eventos. Mi padre no se molestó en hablarme y tampoco me dio indicaciones sobre qué nuevos retos me esperaban.

Probablemente estaba planeando mi caída como dijo Alayna y me lanzaría una bomba cuando menos lo esperara. El hijo de puta se moría de envidia en estos momentos. A una parte de mí le encantaba verlo tan derrotado. La persona que había despreciado toda su vida se quedaba con lo que él más codiciaba.

Puse al tanto a Alayna sobre el cumpleaños de Marilla que se llevaría a cabo al día siguiente. Compré mi disfraz y después llamé a Luciano. Recibí un regalo de su parte: las pruebas que necesitaba en contra de mi prometida. Todo marchaba según lo planeado, nada podría salir mal.

Me dirigí a la oficina de mi padre aprovechando su ausencia. Cualquiera tenía prohibido invadir su privacidad, pero quería saber qué lo mantenía tan ocupado. Quizás su santuario me daría alguna información útil. Había aprendido a abrir la puerta sin necesidad de una llave. Manipulé la cerradura con una navaja y sonreí cuando se abrió fácilmente.

Eché un breve vistazo a mi entorno para asegurarme de que nadie me viera y después entré. Todo estaba limpio excepto la botella vacía sobre el escritorio caoba. También había papeles y el ordenador encendido que no tocaría.

Miré el estante de libros, cuadros familiares y otras botellas, pero lo que llamó mi atención fue el cajón entreabierto de su escritorio. ¿Qué carajos, padre? Volví a mirar la puerta antes de acercarme y hurgar. Mi mano hizo contacto con un pequeño dispositivo y sonreí. ¡Bingo! Era un pendrive.

Antes de poder evocar un pensamiento, chillidos hicieron eco por los pasillos y reconocí la voz de mi madre. Maldita sea. Dejé el cajón como estaba, pero me robé el pendrive y abandoné la oficina a toda prisa. El tono de mi padre bramó con ira y me estremecí. Estaban discutiendo.

Me encorvé cerca de una pared, tratando de pasar desapercibido. Si él descubría que había estado en su oficina cortaría mis bolas. Los sollozos de mi madre rebotaron a través del espacio abierto mientras miraba con atención la escena. ¿Qué le había hecho?

—Deberías ser más discreto con tus aventuras, Leonardo. —Lloró ella—. Todos los días llegas a casa oliendo a prostitutas. Báñate antes de meterte a la cama. Me das asco.

—Cuidado, mujer —siseó padre—. No me digas qué mierda hacer, recuerda tu lugar en esta casa. Eres una puta más.

Mis manos en puños temblaron de impotencia. Presencié los mismos episodios desde que era un niño. Escuchar sus gritos y peleas era normal, pero lo que más odiaba de esto era cuando llegaban los golpes.

—¿Estás borracho? —cuestionó ella—. ¿Qué harías si mañana busco a alguien más?

No, mamá. Decir eso fue un error.

—Maldita zorra —gruñó él. Su rugido resonó en las paredes y el chasquido de su mano conectando con su carne fue fuerte—. Vuelves a decir una tontería como esa y te corto la lengua. ¿Entiendes?

No podía quedarme quieto mientras golpeaba a mi madre. Guardé el pendrive en mi bolsillo y decidí intervenir sin importar las malditas consecuencias. No le pondría la mano encima nunca más, no en mi presencia.

—Luca... —sollozó mamá. Las lágrimas cayeron de sus ojos mientras sostenía su mejilla roja.

Mi padre se tambaleó y soltó una carcajada desagradable. Era un ebrio lamentable. Desde la muerte de mi abuelo no había vuelto a ser el mismo, su autocontrol se derrumbaba.

—No vuelvas a golpearla —amenacé—. Nunca más vuelvas a ponerle una mano encima.

Apoyó sus palmas contra la pared más cercana. Su cabello se veía grasiento y su traje tenía arrugas con restos de comida. Pude oler el perfume barato en él.

—¿Qué harás, pequeño imbécil? —expresó entre risas —. ¿Defenderla? Nunca tuviste el valor de hacerlo. Solo lloras y ruegas.

Enderecé mi postura y me acerqué a mamá. Me sostuvo la mano en un gesto tan desesperado que dolía. Nadie volvería a tratarla así en mi presencia.

—Pruébame —Lo tenté—. Soy muy capaz de hacerte pedazos. ¿Qué me dices de ti? Eres un ebrio lamentable.

—Ya no eres el niño débil de antes, ¿eh? —Se burló—. Tu posición te da el valor que siempre te faltó.

—No soy yo quién golpea a una mujer indefensa para demostrar poder.

Se movió hacia mí rápidamente y su aliento a vodka golpeó mi cara.

—Eres débil—repitió—. La decepción más grande de toda mi vida. Cuando naciste creí que serías mi mayor orgullo y un hombre de verdad. Obtuve un maldito marica que llora por putas inservibles.

Qué argumento tan mediocre. Si pensaba que me humillaba estaba equivocado. Yo era el dueño del control y la serenidad. Él un pobre diablo desesperado.

—Cómo digas, padre.

Me ignoró como si no valiera la pena perder el tiempo conmigo y miró con repulsión a mi madre.

—Tú y yo hablaremos después —advirtió y se retiró.

Mamá sollozó ruidosamente mientras me abrazaba y la apreté contra mi pecho. Quería llevarla a un lugar dónde nadie la lastimara. Ella había sido infeliz la mayor parte de su vida. ¿Cuándo recibiría la ansiada recompensa?

—Lo siento—Se disculpó.

—No es tu culpa —Le recordé—. Nada de esto es tu culpa.

—Sí, lo es. —Tembló en mis brazos—. Nunca debí aceptar sus abusos.

—Eres una víctima más —insistí—. No eres culpable de sus abusos. Entiende eso, mamá. Él es un monstruo despreciable y no te merece. ¿Me oyes?

—Oh, Luca, eres un gran hijo —dijo con los ojos llenos de lágrimas—. Él está equivocado sobre ti, cariño. Llegarás muy lejos y espero estar a tu lado para verlo.

La estreché de nuevo y besé su frente.

—Te juro por mi vida que vas a verlo, mamá. Haré que te sientas orgullosa de mí.

🦋

Alayna

Abrí la enorme caja dorada con una sonrisa satisfecha. Había comprado en línea el disfraz perfecto para la noche. Era digno de una reina. El vestido rojo brillante tenía la espalda descubierta y un escote en forma de corazón. Mi peluca también era roja combinada con guantes de seda violeta.

Renuncié a llevar sostén. El vestido era demasiado atrevido con el escote que llegaba a la mitad de mi torso, más allá de la parte inferior de mis pechos. Se vería el sujetador y no funcionaría. No insultaría a la moda.

Un golpe sonó en la puerta.

—Adelante.

Kiara entró con una tímida sonrisa. Examinó mi vestido, la peluca y los guantes con la boca muy abierta.

—¡Oh, Dios! —chilló, admirando las prendas—. ¿Jessica Rabbit? ¡Te verás increíble! ¡Es tan tú!

Sonreí.

—Gracias.

—Tus ojos son increíbles, al igual que cada parte de tu cuerpo. Nadie puede culpar a mi hermano por quererte solo para él.

Mi estómago se contrajo por sus palabras. Me incomodaba que Luca fuera tan obvio, incluso su inocente hermana notaba que me deseaba más que a su prometida.

—Tú también eres hermosa, Kiara.

Se sonrojó.

—Amo escucharlo de ti—dijo—. ¿Puedes ayudarme con mi maquillaje? No soy buena en eso.

—Por supuesto. ¿Quieres algo liviano o un poco cargado?

—Cualquiera funcionará bien—musitó—. Mi disfraz es de Minnie.

—Estupendo—Caminé a la cómoda y recogí lo necesario—. ¿Tu madre está de acuerdo en que vayas a la fiesta?

Se sentó en la cama con las manos en su regazo.

—Sí, pero me hizo prometer que regresaré temprano.

—¿Qué hay de tu padre?

Tragó saliva.

—Ya casi no está en la casa y dudo que note mi ausencia—respondió—. Mi disfraz es modesto a comparación del de Marilla. Irá vestida de diabla.

Resoplé. Una ardilla le quedaría mejor.

—Qué cliché.

—Es su cumpleaños y más le vale que no haga un escándalo—Rodó los ojos—. Ya me imagino su reacción cuando te vea. Ella no quería que vayas.

—Soy escolta de Luca, eso es imposible.

—Lo sé, pero es Marilla —suspiró—. Tendrá más de doscientos invitados y no te reconocerá. Menos con la peluca.

—Ya lo veremos.

—¿Crees que Luciano estará ahí? —preguntó ilusionada.

Fruncí el ceño mientras le aplicaba un poco de base.

—Apuesto a que sí. Siempre está presente en cualquier fiesta que va Luca.

Se mordió el labio con otro suspiro soñador. No cabía dudas de que le gustaba ese patán.

—Es tan guapo—aceptó con descaro.

—Es mayor para ti y es tu primo.

Una sonrisa despreocupada asomó a sus labios.

—No es mi primo de sangre—corrigió—. Podemos estar juntos cuando cumpla dieciocho años.

No repliqué y me enfoqué en terminar su maquillaje. El amor adolescente era tan estúpido.

🦋

Luca

Le di la dirección a Alayna para que viniera con Kiara a la fiesta. Mi disfraz no era muy creativo, pero me sentí muy cómodo disfrazado como El fantasma de la ópera.

Los autos rodearon la mansión de ladrillos cuando estacioné, la mayoría eran Sedan negros con cristales oscuros. Entré a la fiesta después de anunciar mi nombre y me uní a cientos de cuerpos moviéndose al ritmo de la música. Post Malone sonaba en los altavoces. Las bolas de espejos producían un efecto lumínico que me mareaba. Había una gran variedad de personas con disfraces. Algunos sobrepasaban lo ridículo.

No tardé mucho en reconocer a Gian, Liana y Luciano. Los tres ofrecían un gran espectáculo en la multitud. Sus disfraces eran geniales. Mientras Liana era Cleopatra; Gian y Luciano eran dos dioses egipcios. El trío perfecto. Me pregunté cómo estaría vestida Alayna, ya quería verla.

—¡Luca! —Liana se apartó de los chicos para venir hacia mí—. ¡Te ves genial!

Le di un breve abrazo.

—Gracias.

Me guiñó un ojo.

—Eres tan sexy.

—Tú no te quedas atrás.

Gian ya estaba consumiendo una pequeña cantidad de éxtasis cuando lo saludé. Luciano me ofreció, pero lo rechacé. No tenía intenciones de drogarme. Además, había una sola droga que deseaba consumir en mi cama esa noche.

—¿Dónde está tu escolta? —preguntó Luciano, mientras Liana empezaba a moverse alrededor de mi cuerpo.

—Vendrá con Kiara dentro de poco.

Gian se rió.

—Apuesto a que pondrá duro a más de uno.

Una ola de celos me sacudió.

—No hables así de ella. Es capaz de cortarte las bolas.

Disimuló su tos con una risa nerviosa, probablemente recordaba el día que destripó al hombre.

—No lo dudo.

—¡Luuuuca! —La voz chillona de Marilla casi me dejó sordo a pesar de la música alta.

Se acercó a mí precipitadamente mientras empujaba a varias personas lejos de su camino. Tenía puesto un corto vestido rojo acompañado de una cola de diabla y el tridente. Mierda, quería ver a Alayna con este disfraz. Mi fantasía era arruinada.

—Feliz cumpleaños, Marilla—Le dije, sin una pizca de entusiasmo—. No tuve tiempo de comprar un regalo.

Rodeó mi cuello con sus brazos y estampó su boca contra la mía. Era un beso urgente, desesperado. ¿Cómo se atrevía a besarme cuando se acostaba con su guardaespaldas? Su lengua me pidió entrar, pero me negué.

—Cálmate—murmuré, limpiando mis labios.

No le dio importancia a mi rechazó y sonrió.

—Estoy muy feliz de verte—depositó otro beso en mi mejilla—. Tú eres mi regalo de cumpleaños.

—¿Dónde está tu guardaespaldas?

Mis primos se rieron por la pregunta.

respondió Marilla que ya no sonreía.

—Felicidades, Marilla—dijo Liana, pero fue ignorada.

—Ustedes dos... —Marilla fijó sus ojos venenosos en mis primos—. No se droguen en mi fiesta.

Me reí. Demasiado tarde.

La canción cambió a Monster de Lady Gaga y la risa murió en mi garganta. Todo el aire fue aspirado de la habitación. Allí, acompañada de Kiara, estaba Alayna Novak. ¿Cómo podría resistirme a ella? Su peluca era roja, pero reconocí su cuerpo a la perfección. El vestido rojo brillante se ajustaba a su figura, los guantes de seda violeta cubrían sus antebrazos. Era la perfecta nueva versión de Jessica Rabbit. Su disfraz captó la atención de todos en la fiesta y no controlé el gemido bajo. Se veía hermosa, perfecta, impresionante.

—¿Qué hace esa zorra aquí? —gritó Marilla.

🦋

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