La tristeza de sus ojos

By DeniseAyleen

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Advierto que la novela tiene contenido sensible. Si vas a leer, lees bajo tu propia responsabilidad. "No tene... More

Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Nota
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta (especial)
Capítulo cincuenta y uno | Final
Epílogo | Final Alternativo
Epílogo | Definitivo
La profundidad de su mirada | D4
LTDSO NO SALDRÁ EN FÍSICO

Capítulo treinta y uno

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By DeniseAyleen

Emma:

A pesar de que me sentía contenta de haberme besado con Aiden, sabía que existía una tercera persona que podía salir lastimada en esto. Ver los ojos verdes y furiosos de Madison me hicieron replantear si valió la pena que pasara algo con el chico que me gustaba, pero cuando Aiden me miró supe que no fue un error, que mi primer beso fue especial y que tuvo que ser con la persona que me provocaba cosas en el estómago cada que se encontraba cerca de mí. Pero eso no quería decir que la culpa desapareció.

—Madison —la llamó Aiden para que no se fuera, pero ella no se dignó a quedarse al menos un momento más. Yo la entendía.

Cuando doblé el pasillo con mis libros en manos y mi cabeza envuelta en el recuerdo de cómo se puso de contenta mi prima cuando le conté que tuve mi primer beso, Madison apareció y se acercó a mí para decirme que yo fingía ser la chica buena y la mosquita muerta, pero que era una cualquiera. Al principio no comprendí bien, pero Aiden apareció un segundo después y sus iris avellana trajeron consigo la explicación, la culpa y también el replanteamiento.

—Váyanse los dos a la mierda —espetó y entreabrí los labios para decir algo, pero los cerré porque, ¿qué era lo que iba a decir? Mejor si no me metía más de lo que ya estaba. Y que, para aclarar, no fue intencional. Yo no pedí meterme, las cosas pasaron y ya. Es curioso, porque siempre eso me pareció algo tonto, pero ahora era yo quien lo decía.

No supe qué hacer.

¿Qué podía decirle a Aiden ahora? ¿Ya se le pasará? ¿Ya te volverá a hablar?

Nos miramos.

—Discúlpala, ella no es mala, pero le...

—Lo sé. Se lo dijiste —asentí, nerviosa por lo de hace rato.

—¿Debí consultarte antes de hacerlo? Quizá no, pero no tenía que haber dicho que fue contigo. Perdón, soy un idiota —rodó los ojos mientras negó. Se acomodó la mochila con nerviosismo y aparente culpa—. La he cagado. Con ustedes dos.

Elevé las cejas.

¿Debía estar enojada? Porque no me sentía molesta en lo absoluto. No lo veía como algo tan malo el que dijera mi nombre. Aunque, bueno, ahora que lo pensaba, él me expuso y eso podía traerme problemas, y le tenía miedo a esa palabra porque ya demasiado tuve que soportar en la otra escuela. No quería que Maddie empezara a hacerme la vida imposible. No parecía de ese tipo de personas, pero yo sólo hablaba según lo que veía, no lo que conocía. Sin embargo, sé que lo hizo apropósito.

—No la has cagado conmigo, de eso puedes estar seguro y tranquilo. No lo hiciste adrede.

—No, claro que no —confirma.

Aiden tenía cara de preocupación. Creo que la palabra que más se ajustaba era angustia. En el fin de semana hablamos poco porque él tenía que trabajar y se sentía cansado cuando llegaba a la casa y tenía que darles de comer a sus hermanos. Era algo molesto lo que pasó con Maddie, ella literalmente lo mandó a la mierda hace nada, pero esperaba que esto no fuera a generarle demasiado drama en su vida. Sé que gran parte de la razón de no haber platicado tanto durante esos días es por lo de su madre, porque ese tema lo dejaba muy pensativo y sin ganas de nada. Aiden no necesitaba más cosas en su cabeza porque le daría algo. Y es la verdad. Tener tanto estrés acumulado no es bueno, te puede hacer enfermar.

Me quedé en silencio, jugando con la tira de mi mochila con inquietud. Aiden se mordió el labio y miró el suelo, como si estuviera pensando.

—¿Estamos bien entre nosotros? —levantó la mirada—. No hemos hablado sobre lo del... beso. Pero no te preocupes. No volverá a pasar, no volveré a ponerte en este tipo de situaciones jamás —aseguró, y sentí cómo poco a poco algo en mí se caía. No era mi corazón, pero sí mi ilusión.

Aiden me ilusionó, me llevó al cielo un momento, y luego se separó de mí para dejarme caer desde lo alto.

Fingí una sonrisa.

—No te preocupes... —dije—. Voy... a buscar a mi prima... —retrocedí. Necesitaba ver a Kendall para que me aconsejara, para que me hiciera sentir mejor. Para que recogiera los pedazos de ilusión que cayeron rápidamente al suelo.

Me sentí estúpida por haberme hecho ideas tontas en la cabeza, ideas de lo que podría pasar de ahora en adelante con él. Fui una tonta si creí que tendríamos algo. Ese beso sólo sirvió para ilusionar.

«Ilusionar...» Qué palabra más fea.

Aiden se limitó a afirmar con la cabeza. Se acarició la nuca y dejó que me marchara. Cuando estuve a la mitad del pasillo, me di la vuelta con la esperanza de verlo caminar hacia mí, de verlo y escuchar mi nombre saliendo de su boca, pero él ya no estaba ahí. Quería verlo y que me dijera que no era verdad, que no podía estar sin besarme ahora que él ya había probado mis labios. Tonto. Lo sé. Estúpido, también. Seguía haciéndome ilusiones cuando él ya me aclaró que no volvería pasar.

Solté un suspiro cuando vi a Kendall.

—¿Qué tienes? ¿Qué te hizo? —me dijo apenas me vio.

¿Tanto se me notaba?

Se lo pregunté.

—Sí para las personas que te conocen. Como yo. Anda, cuéntame —cerró su casillero y entrelazó su brazo con el mío.

Salimos al campus y nos sentamos bajo el sol. El timbre tocaría dentro de unos minutos, y el aula se encontraba en el tercer piso, lo que quería decir que, si me quedaba más de dos minutos llegaría después del timbre, y a la profesora de matemáticas no le gustaba esperar. Pero este tema ameritaba ser contado ahora mismo. No quería hacerlo en la clase. No cuando se trataba de números.

—Le contó a Madison lo que pasó entre nosotros.

Kendall agrandó los ojos.

—¿Qué? ¿En serio? Vaya, ese chico tiene pelotas. Y peso de consciencia. Porque para confesarlo hay que ser valiente. Y, ¿qué pasó? ¿Madison le pegó?

—No, creo que no. Cuando yo doblé el pasillo ella se me acercó y me dijo que me hago la buenita pero que no tengo nada de eso. Y después nos mandó a la mierda a los dos. Aiden claramente se siente mal. Me dijo que no me preocupe, que no volvería a pasar nada más entre nosotros dos.

Quería echarle la culpa a él porque mi burbuja se explotó antes de lo que esperaba, pero no podía hacerlo. No era justo. No cuando fui yo la que se dejó llevar sabiendo que ese chico ya tenía a alguien más. Quizá Madison tenía razón sobre mí.

—Y, ¿qué le dijiste? —respondió, abriendo sus ojos verdes como platos—. Porque yo ya la habría puesto en su lugar. ¡Quién se cree para agarrársela contigo! De haber estado ahí... —gruñó.

—No le dije nada. Como siempre, me quedo callada, ante todo. Dejo que me pasen por encima. Pero bueno, creo que Maddie tiene razón. Yo estuve mal en dejarme llevar sabiendo que...

—No te vengas a echar la culpa, Emma. No quiero oírte. Y Aiden ya tiene una equis en su expediente por ilusionarte. Le daría tres, pero ya sabes cómo son estas cosas, cielo. Tienes que ver bien en dónde te metes y con quién te enganchas. Los chicos son crueles y lastiman. Y, a veces, lo hacen sin intención. El amor es complicado —dijo para concluir.

Después de la clase de matemáticas me encontré con James cerca de la clase que me tocaba. Me sonrió con amabilidad.

—¿Cómo estás, pequeña Emma? —preguntó.

—No me digas así, por favor —pedí.

—Eres muy malhumorada —acotó.

—Siempre que me ves dices lo mismo.

—Siempre que me te veo estás de malhumor —rio—. Ya, en serio, ¿cómo estás?

«Pues, me ilusioné con un chico por habernos besado, pero rompió mi burbuja de ilusión al decirme que ya no me volvería a besar, así que bien, estoy muy bien.», dije con ironía en mi mente.

—Bien.

—Eres muy seca conmigo.

—No es verdad.

—Sí.

—No —contradije. Por alguna razón, siempre que nos veíamos, empezábamos con este tipo de guerra inocente.

—Oye, sigues siendo desconfiada. Comienzo a pensar que no es que quieras conocerme primero, es que no te agrado y metes excusas.

—No es eso —respondí.

—¿Ah, no? ¿Por qué, entonces, eres muy amiga de Aiden Roy? Hace semanas que lo veo hablando y sonriendo. ¿Por qué puedes ser amiga de él y no mía? No tengo malas intenciones, lo prometo.

—Las cosas con él son distintas.

—¿Porque te gusta? ¿Por eso es diferente?

Mis mejillas ardieron.

—No.

—Ay, por favor, Emma. Dame la oportunidad de ser tu amigo. Quiero tener esa etiqueta. No te besaré, no te tocaré, y no intentaré llevarte a la cama si es eso lo que te preocupa —aclaró con una sonrisa. En James eso era típico. Todo el tiempo sonreía. Hasta ahora no lo había visto con  cara larga en ningún momento.

Yo no era de esas personas que se dan la oportunidad de tener muchas amistades. Creo que todo lo malo que me ha traído la vieja escuela me ha dejado una especie de trauma. Quizá por eso desconfiaba tanto de la mayoría de las personas. Quizá por eso las veía con ojos recelosos. James, desde el día en que trabajamos juntos en educación física ha intentado entablar conversación para conocerme y mantuvo sus palabras: quiero ser tu amigo. Así como le di la oportunidad a Aiden, también podía dársela a James.

James esperó una respuesta. Lo deducía por sus ojos.

—Bueno. Está bien. Puede que tengas razón.

—No jodas, ¿estás diciéndome en serio? ¿Vas a ceder a que seamos amigos? —preguntó con una sonrisa. Parecía un niño.

Aún no entendía por qué James quería ser mi amigo o por qué de todas las otras muchachas del salón se venía a fijar en mí para intentar serlo.

—Sí, en serio. Pero a la confianza te la irás ganando con el tiempo. No serás de ese tipo de chico que después va y le dice a sus amigos que tuvo sexo con su amiga, ¿verdad?

—Lo juro, no lo soy.

—Bien... Espero así sea.

Abrió sus brazos.

—¿Un abrazo como comienzo de amistad?

Sonreí.

—No doy abrazos el primer día de amistad —contesté en modo de broma.

James puso los ojos en blanco.

—Ay, por favor, no seas tan pesada y ven aquí —se me acercó y me abrazó con fuerza, casi dejándome sin aire. James era enorme a mi lado. Su mentón se apoyó en mi cabeza.

—Oye, ¡me dejas sin aire! Suéltame.

—Lo siento, no acepto peticiones el primer día de amistad —se burló y logró que me riera. Seguía molesta por lo de Aiden, pero que James me hiciera sonreír mejoró parte de mi día.

Levanté la mirada cuando sentí que alguien me observó. Y sí, alguien me observaba.

Y ese alguien era Aiden.

Me miraba con seriedad, como si le molestara que estuviera abrazada a otro. Mi interior reportó una alarma activada; un atisbo de esperanza me amenazaba. Tenía que detenerla antes de ponerme peor. 

——

Gracias por estar levantándome el ánimo en los últimos capítulos. Quizá no la deja a la historia. Están convenciéndome. ¿Quién quiere la próxima dedicación?

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