El Conserje -Terminado-

By PatitoFanfics

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EL CONSERJE (Mayores de 18 años, contenido sexual explícito) Todos los personajes le perteneces a S. Meyer, s... More

CAPITULO 1: UFF QUÉ CALOR
CAPITULO 2: ¡DIOS MÍO, LÍBRAME DE ESTA TENTACIÓN!
CAPITULO 3: VIEJA Y PEDÓFILA
CAPITULO 4: DISCUSIONES Y MALOS ENTENDIDOS
CAPITULO 5: NOCHE DE CHICAS
CAPITULO 6 : LAS TEORÍAS DE EMMETT
CAPITULO 7: LA PRIMERA VEZ
CAPITULO 8: ALGUNAS COMPLICACIONES
CAPITULO 9: QUÉ TAL BIENVENIDA
CAPITULO 11: ¡MIKE NO TE MUERAS!
CAPÍTULO 12: EL QUE NO TIENE ESPADA NO DEBERÍA IR A LA GUERRA
CAPÍTULO 13: ENFERMO TRAMPOSO
CAPÍTULO 14: ¿OTRO AMANTE?
CAPÍTULO 15: INFIEL, CELOSA Y BORRACHA
CAPÍTULO 16: NO ME ESPERABA ESTO...
CAPÍTULO 17: RESCÁTENME
CAPÍTULO 18: ES MI KARMA
CAPÍTULO 19: LA VIDA TIENE SUS PROPIOS PLANES
CAPÍTULO 20: EMPEZANDO NUEVAMENTE
CAPÍTULO 21: FRUSTRACIÓN INDEMNIZADA
CAPÍTULO 22: TE ENCONTRÉ
CAPÍTULO 23: SUFICIENTE... ¿PARA SIEMPRE?
CAPÍTULO 24: ¡LA PASIÓN HA VUELTO!
CAPÍTULO 25: ¿ES O NO UNA VILLANA?
CAPÍTULO 26: ¿ENFERMA DE MIEDO?
CAPÍTULO 27: ¿DIOS MÍO QUE TENGO?
CAPÍTULO 28: TODO SE PUEDE DESTRUIR
CAPÍTULO 29: AL LÍMITE DE LA REALIDAD
CAPÍTULO 30: ¿MAGIA NEGRA?
CAPÍTULO 31: ¿PODRÉ VOLVER?
CAPÍTULO 32: EXHIBICIONISTAS
CAPÍTULO 33: JUSTO CASTIGO
EPÍLOGO

CAPITULO 10: PECADO ANDANTE

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By PatitoFanfics

Después de esa sexual y musical bienvenida (porque Edward había sacado mi lado artístico al cogerme encima de su piano) me fui de voladas a trabajar, no sin antes pasarme a la farmacia otra vez ¿Harán daño tantas pastillas "del día después"? Pero acababa tener mi periodo, eso me daba por lo cinco días de libertad para comerme a mi conserje sin mas remordimiento que ser infiel.

Necesitaba una cita con el ginecólogo de inmediato pero uno que viva al otro lado de la ciudad.

En el trabajo Esme y yo nos dedicamos a recuperar el tiempo perdido, le faltaban recoger algunas fotos así que me ofrecí a hacerlo antes de la hora del almuerzo, recordé que el centro comercial estaba sólo a unas calles así que decidí ir a recoger mi auto personalmente y pagar por la compostura, dudaba que Edward me dejara pagar esa cuenta. No quería que él gastara su dinero en mí. Todavía no le preguntaba porque trabajaba de conserje, era algo que se me olvidó, siendo hijo de Esme no entendía porque tenía un trabajo tan modesto.

Llegué a la mecánica y me sorprendí ver trabajando allí sólo a muchachos de raza nativa, todos muy fuertes y apuestos, parecían sacados de esos calendarios para mujeres necesitadas… lo confieso, alguna vez yo también compré un "sexy calendario" pero mis días de abstinencia habían terminado.

—Hola ¿te puedo ayudar en algo?— un joven alto y muy fornido se acercó a mi. Su sonrisa me dio confianza.

—Si— dije impresionada por esos músculos ¿No tomaría esteroides? –Mi auto está aquí, un amigo lo trajo— dije buscando con la mirada mi audi azul. Cuando lo encontré se lo señalé. —Es ese de allá— su sonrisa decayó.

— ¿El auto de Cullen?— dijo mirándome, no parecía tan a gusto ahora. ¿Tendrá algún problema con Edward?

—Es mi auto, pero sí, Edward Cullen me hizo el favor de traerlo porque yo estaba de viaje.

— ¿Entonces… eres Isabella?— preguntó sonriendo nuevamente. La sonrisa le sentaba, parecía casi un muchacho cuando estaba contento.

—Si ¿Eres amigo de Edward?— le sonreí.

— ¿Amigo?— rió de manera relajada —No. Él es amigo de Sam, mi primo. Voy a fijarme en la tarjeta de propiedad del vehículo está en la oficina para confirmar. ¿Vienes a llevártelo?— me mostró sus blancos dientes.

—Si ¿Ya está listo?— le pregunté interesada.

—Perfectamente, era algo pequeño, nada complicado. Puedes llevártelo, espera que le diga a Sam— me señaló la oficina, lo seguí. Era un lugar más fresco y me sentí mejor.

— ¿Cuánto es lo que debo?— pregunté.

—Acá dice que Cullen cubrirá el importe, Sam no contesta el celular. No sé que hacer— dijo encogiéndose de hombros.

—Pero yo quiero pagar la compostura— le dije haciendo un puchero involuntario a lo que él soltó una carcajada, era agradable verlo reír.

—Entonces págalo y ya le diré a Sam. Por cierto soy Jake— dijo tendiéndome la mano.

—Gracias Jake— dije estrechándosela, su saludo fue jovial y lleno de energía.

Después de darme el recibo me acompañó al vehículo.

—Fue un gusto Isabella— dijo.

—Solo Bella por favor— corregí.

—Bueno "solo Bella", cuando necesites algo ya sabes— me alcanzó una tarjeta que sacó de su billetera. —Es por si tienes algún problema, tenemos servicio de grúas, de alquiler de vehículos y de emergencias mecánicas. El último celular es el mío— dijo sonriendo orgulloso.

—Muchas gracias, lo tendré en cuenta. Adiós Jake— le dije saliendo del taller. Me habían atendido muy bien, seguro que traería mi coche si se volvía a malograr.

.

Llegué temprano a casa para preparar la cena, tal vez sea la última. Esta noche le plantearía el divorcio a Mike, no sabía cómo lo tomaría por eso hice una ligera maleta por si algo iba mal.

El timbre sonó y salí a ver, no esperaba visitas, Rose no se había aparecido a visitarme siquiera. Eso me tenía preocupada ¿Dónde se hospedaría ahora mi amiga?

—Hola Bella— era Edward, parecía algo molesto.

—Hola…— dije algo nerviosa. Siempre había visto una sonrisa en su rostro me sorprendió que ya no estuviera allí. Estaba tan feliz esta mañana. Y me hizo muy feliz a mí también. ¿Tendrá problemas en su trabajo por mi causa?

—Tienes el celular apagado. Fui a recoger tu coche hace un rato pero me dijeron que te lo habías llevado—dijo fastidiado, no entendía su molestia.

—Si, tenía que recoger algunas fotos del laboratorio y pasé por él, me olvidé de llamarte— dije algo avergonzada. Aunque decir verdad aún no le veía el problema.

—La próxima vez avísame, creí que habían robado tu auto, hasta llamamos a la policía, pero uno de los ayudantes nos dijo que te lo dio. Por cierto ¿Te cobró la compostura?— se veía serio, algo había pasado allí. Y no era sólo por mi auto.

—Lo siento. No me cobró, yo quise pagar por eso, ya me habías ayudado llevándolo allá, no quería causarte más molestias— le aclaré.

—Está bien, no hay problema, es sólo que no em cae bien ese chico impertinente— dijo llevándose las manos a su cabello. Por ahí iba la cosa. El problema era con Jake y no conmigo. O eso parecía.

—Jake me atendió muy bien, siento muchos que hayas tenido problemas por mi causa— le dije tan mortificada.

—No fue por tu causa, sólo que fue muy… fresco para hablar de ti. Parece que le gustaste— dijo molesto, yo no podía dejar de ver su ceño fruncido y su mandíbula tensa, estaba más guapo que de costumbre. La ropa oscura y esa ráfaga de celos lo hacían verse tan sexy. Si pudiera echarme un balde de agua fría cada vez que pensaba así de Edward seguro la ciudad se quedaba sin líquido.

Me repetí mentalmente que estaba en la puerta de mi casa, era una señora y debía ser formal, al menos en espacios públicos como el pasillo del edificio.

—Gracias por todo Edward y disculpa las molestias— le dije más calmada pero con ganas aún de hacerlo mío otra vez. No podía esperar a mañana.

— ¿Molestias?— escuché la voz grave de Mike llegando a la puerta. Me puse nerviosa, no era bueno, ni tampoco decente hacer eso. Tener a mi esposo y mi amante juntos, me sentí una mala mujer.

—Hola Mike, le agradecía a Edward por haber llevado mi auto al taller, ya está arreglado— traté de sonreír. Se acercó y como nunca me tomó de la cintura y me besó.

—Pero Bella, tienes seguro para esas cosas, sólo llama a la compañía. No tienes porque pedir favores. Bueno de todos modos gracias muchacho. — dijo Mike entrando, no sabía dónde meterme de la vergüenza Edward me miraba enojado.

—Gracias Edward nos vemos luego— dije bajando la mirada y sonrojándome.

—De nada señora, hasta luego— dijo él en tono muy cortés y me dio la espalda para marcharse. Me quería morir. Pero esto se acababa hoy. No podí seguir con esta doble vida.

Mike no estaba en la cocina ni en la sala. Lo busqué en la habitación y cuando entré me abrazó. ¿Qué le habría pasado? ¿Estaría enfermo? Usualmente él era cariñoso pero sólo con las palabras.

—Bella… — me atrapó de las caderas y empezó a hacer algo insólito, sus manos subían y bajaban por mis costados. No sabía que hacer, esperaba todo menos esto. ¿De cuando acá Mike tenía deseos? Di un brinco y me alejé de él.

— ¿Te sucede algo?— pregunté asustada.

—No amor, es sólo que hoy por consentimiento del médico me he tomado mi primera pastilla. Me dijo que estaría un poco impaciente… y creo que es así, no veía la hora de llegar— se acercó a mi y me tomó de la cintura para acercarme a él.

Hacía más de un año que no me besaba, siempre me daba un pequeño beso antes de irse a trabajar pero era más un piquito que un beso real. Ahora sus labios se apoderaron de mí infructuosamente y sus manos parecían vivas por primera vez. Traté de alejarme pero me tenía bien sujeta, en cuanto esquivé su rostro se apoderó de mi cuello, estaba siendo muy torpe por lo ansioso que se encontraba, me mordió y tuve asco. No quería estar con él.

—Vamos amor, relájate. Solo cierra los ojos, sé que esto te va a gustar— retrocedí un par de pasos, mis piernas dieron contra el borde de la cama, Mike hizo algo de fuerza y caí hacia atrás, con él sobre mí, cómo pude lo empujé para alejarlo, me estaba aplastando con sus noventa kilos. Él pareció entender eso al revés, seguramente por la poca fuerza que yo tenía, profundizó el beso, trató de quitarme la blusa y por primera vez sentí algo entre sus piernas. Hace mucho eso me habría excitado pero hoy no.

Giré mi cabeza con fuerza para que dejara de besarme.

—Mike ¡suéltame!— grité furiosa, él se detuvo en el acto.

—Disculpa ¿Hice algo mal Bella? Estoy tan húmedo— acarició mi pierna, lo eché a un lado.

—Es que yo… no quiero… tengo el periodo estoy muy adolorida— fue lo primero que se me ocurrió, tampoco quería herir sus sentimientos.

—Lo siento, debí preguntar. Me siento tan raro, creo que la pastilla actúa de manera espectacular, me siento vivo y poderoso por primera vez— sonrió de manera extraña.

—Vamos a comer, creo que necesitamos hablar— le dije acomodando mi ropa. Me levanté y fui a la cocina, preparé la mesa y serví el asado que había cocinado.

—Bella, es magnífia esta sensación ¿Crees que luego podamos jugar un poco? Necesito tocarte, prometo que seré gentil— pidió.

Estaba jodidamente confundida. Tenía la idea clara de plantearle una separación pero al Mike que conocía, el apático que apenas sonreía, a quien casi nada le emocionaba. Ahora Mike no era él mismo, esperaría a que se le pasara el efecto de la pastilla. No sea que se aviente por la ventana si le pedía el divorcio.

—Me siento mal— le dije poniendo cara triste.

—Está bien amor, tenemos todo el tiempo del mundo. He traído unas películas para ver, quizás sólo podamos echarnos a la cama a mirarlas— dijo con picardía en los ojos.

La piel se me erizó, ¿Acaso había traído pornografía? Oh mi Dios, esto no estaba bien. ¿Por qué justo hoy al gordito se le había ocurrido tomarse esa condenada pastilla y actuar como un gigoló? Sus poses sensuales me hacían reír. Era como ver a un hipopótamo en celo.

Alargué la conversación lo más que pude dándole detalles de mi trabajo y de la revista, no pareció aburrido como antes, sino que escuchó atento, sus pies se movían por debajo de la mesa, varias veces trató de acariciarme las piernas y me tomó de la mano mientras me miraba con intensidad.

Estaba empezando a asustarme, parecía un adolescente lujurioso. Cuando fuimos acostarnos tomé un baño largo y caliente, me arropé con más cosas de las necesarias y me tumbé junto a él que por primera vez había invadido mi lado de la cama. Usualmente dormíamos por lo menos a medio metro de distancia ya que la cama era enorme, ahora Mike estaba muy cerca y no paraba de hablar. Menos mal que yo estaba muy cansada y me dormí rápido.

Al otro día Mike se levantó con dolor de cabeza y mareado, su ímpetu había desaparecido totalmente. Di gracias a Dios por eso, no habría soportado otra demostración como la de anoche.

—Bella, voy a pasar por el hospital primero, creo que mi presión arterial va mal— dijo al salir de casa. Lo despedía algo preocupada, él odiaba a los médicos.

Me alisté para ir a trabajar y llamé al celular de Edward. No sabía si ya se había mudado al departamento de al lado.

—Hola— me dijo secamente cuando me contestó.

—Hola ¿Podríamos hablar?— pregunté.

—Si, estoy en el departamento 4, dejaré la puerta abierta— se oía enfadado. Me imaginaba lo guapo que se vería con el ceño fruncido. Para comérselo.

Tomé mi bolso y salí de mi departamento, vi la puerta que me indicó abierta y entré. Estaba todo en cajas y por ordenar.

—Dime— escuché su suave voz detrás de mí, cerró la puerta y me miró.

—Edward… —quise empezar pero me cortó.

— ¿Vienes a contarme sobre tu noche caliente? Por mí puedes ahorrarte los detalles— dijo caminando hacia la ventana.

— ¿De qué hablas?— pregunté confundida.

—Bella, mi habitación colinda con la tuya, escuché casi toda la noche…

— ¿Escuchaste que?— de pronto algo hizo click en mi cabeza. —Edward, esos eran los videos de Mike, al parecer se tomó una de esas pastillas…viagra o lo que sea y llegó rarísimo…

— ¿Viagra? ¿Ahora si quiere estar contigo?— casi gritó.

—Si pero yo no…

—Es tu esposo, tiene derecho— dijo con tristeza.

—Edward no me voy a acostar con él— le reproché.

—Lo haces cada día, aunque me digas que no pasa nada… duermes con él. No quiero ser el amante celoso Bella pero esto me mata. Sólo dime que no te toca— dijo mirándome con intensidad, se acercó a mí y atrapó mi boca, al instante mi cuerpo pareció despertar, llevé mis manos a sus cabellos para profundizar el beso.

—Dime que eres sólo mía— decía entre dientes mientras me besaba el cuello. Sus toques eran exquisitos. Me tomó en brazos, sabía que esto acabaría en una cama, rogaba porque así fuera. Mi celular empezó a sonar. Maldición.

—No contestes por favor— pidió sin bajarme.

—Déjame ver al menos quien es— rogué. Saqué el celular del bolso, vi la pantalla, era Mike. Me asusté un poco, contesté.

— ¿Bella dónde estás? Acabo de regresar a casa, no encuentro la tarjeta del seguro, tú la guardaste tu la ultima vez que fuiste al hospital— dijo impaciente.

—Está en el estante del comedor, debajo de mi libro de Jane Austen— le dije recordando que no la había dejado en su lugar habitual.

— ¿Dónde estas?— preguntó algo molesto.

—De camino a mi trabajo— mentí.

—Bueno, ya la encontré, nos vemos en la noche amor— se despidió y colgó.

Edward había dejado de besar mi cuello, todavía me tenía en sus brazos, sólo me miraba.

—Lo siento— dije. Me bajó al piso.

—Bella… sólo dime que no me estás usando…miénteme si es necesario— cerró los ojos.

—Edward, mírame. No te estoy usando, sabes que te quiero— me miró con menos dolor, me abrazó.

—Creo que me voy a volver loco. Ven aquí— me tomó en sus brazos otra vez, me llevó a una habitación donde sólo estaba su cama con ese precioso juego de sábanas y cobertores dorados.

Me quitó la ropa lentamente, besó mis pies y fue subiendo, sus labios eran puro fuego, sentía que me quemaba la piel.

—Edward… amor, debo… ir a… trabajar— no era que quisiera detenerlo pero la hora pasa volando cuando enserio estás gozando.

—Está bien, rápido entonces— se quitó los pantalones y sin más preámbulo me penetró, casi grito de placer, no esperaba ser llenada tan rápido y de esa forma. Empezó a moverse como un salvaje, parece que una noche reventando de celos lo habían vuelto primitivo, me encantaba como entraba y salía de mí, ver su rostro con esa expresión de satisfacción y a la vez de posesión me excitaba mucho.

—Así, así… — yo apenas gemía, sus movimientos hacían que me retorciera de placer. Sentía todo su poder con cada embestida. Su miembro era grueso e increíblemente duro, lo empujaba hasta el fondo mismo de mis entrañas. Su boca se apoderó de la mía, besaba y mordía mis labios, nuestras lenguas danzaban y los gemidos de placer no se hicieron esperar.

De pronto estallé, la sensación recorrió todo mi cuerpo y mientras temblaba sentí como me inundaba descargándose por completo en mi interior soltando un gruñido.

El mejor orgasmo hasta ahora, superando incluso al que tuve sobre su piano. Este hombre era un total y absoluto pecado andante, todo su cuerpo invitaba a tener pensamientos obscenos y hacía el amor como los propios dioses. Y lo mejor es que era mío, todito para mí.

— ¿Quieres almorzar conmigo hoy?— me pidió muy caballerosamente después de esa memorable sesión de sexo, no pude negarme, como la pérfida infiel que soy acepté embobada mientras me perdía en ese par de ojos verdes, quedamos en encontrarnos en un restaurante italiano algo alejado de mi trabajo.

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