El Conserje -Terminado-

By PatitoFanfics

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EL CONSERJE (Mayores de 18 años, contenido sexual explícito) Todos los personajes le perteneces a S. Meyer, s... More

CAPITULO 1: UFF QUÉ CALOR
CAPITULO 2: ¡DIOS MÍO, LÍBRAME DE ESTA TENTACIÓN!
CAPITULO 3: VIEJA Y PEDÓFILA
CAPITULO 5: NOCHE DE CHICAS
CAPITULO 6 : LAS TEORÍAS DE EMMETT
CAPITULO 7: LA PRIMERA VEZ
CAPITULO 8: ALGUNAS COMPLICACIONES
CAPITULO 9: QUÉ TAL BIENVENIDA
CAPITULO 10: PECADO ANDANTE
CAPITULO 11: ¡MIKE NO TE MUERAS!
CAPÍTULO 12: EL QUE NO TIENE ESPADA NO DEBERÍA IR A LA GUERRA
CAPÍTULO 13: ENFERMO TRAMPOSO
CAPÍTULO 14: ¿OTRO AMANTE?
CAPÍTULO 15: INFIEL, CELOSA Y BORRACHA
CAPÍTULO 16: NO ME ESPERABA ESTO...
CAPÍTULO 17: RESCÁTENME
CAPÍTULO 18: ES MI KARMA
CAPÍTULO 19: LA VIDA TIENE SUS PROPIOS PLANES
CAPÍTULO 20: EMPEZANDO NUEVAMENTE
CAPÍTULO 21: FRUSTRACIÓN INDEMNIZADA
CAPÍTULO 22: TE ENCONTRÉ
CAPÍTULO 23: SUFICIENTE... ¿PARA SIEMPRE?
CAPÍTULO 24: ¡LA PASIÓN HA VUELTO!
CAPÍTULO 25: ¿ES O NO UNA VILLANA?
CAPÍTULO 26: ¿ENFERMA DE MIEDO?
CAPÍTULO 27: ¿DIOS MÍO QUE TENGO?
CAPÍTULO 28: TODO SE PUEDE DESTRUIR
CAPÍTULO 29: AL LÍMITE DE LA REALIDAD
CAPÍTULO 30: ¿MAGIA NEGRA?
CAPÍTULO 31: ¿PODRÉ VOLVER?
CAPÍTULO 32: EXHIBICIONISTAS
CAPÍTULO 33: JUSTO CASTIGO
EPÍLOGO

CAPITULO 4: DISCUSIONES Y MALOS ENTENDIDOS

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By PatitoFanfics

Charlotte se quedó tres insoportables semanas. Pero antes de irse me hizo una buena jugarreta. Su avión salía esa mañana, Mike había ido a trabajar y yo pedí algunas horas libres para llevarla al aeropuerto.

Estábamos terminando de desayunar, cuando empezó a actuar extrañamente. Ya de por sí era medio rara pero ahora parecía que quería decir o confesar algo muy importante

—Bella, tal vez te parezca duro lo que tengo que decirte— empezó. ¿Acaso quería confesar algo? Dejé mi café a un lado para prestarle toda mi atención.

— ¿Qué pasa? Te escucho— la alenté. En pocas ocasiones habíamos teniod una conversación que no acvabe en pelea.

—Creo que no eres buena para mi hijo— me dijo suavemente.

Me quedé pensativa, definitivamente yo estaba hastiada de esta farsa pero no me consideraba mala persona.

—Específicamente… ¿A qué te refieres Charlotte?— pregunté calmadamente. No me iba a tirar de los cabellos porque doña perfecta Newton me dijera mala. Malo era su hijo, en la cama. No, malo no. Nulo, vacío, impotente, incompetente. En una palabra inutil.

Parecía que la versión femenina de Mumm-Ra no se animaba a hablar. Le hice un gesto animándola a continuar. Mejor que lo suelte para no quedarme con la duda.

—Mike casi tiene 38 y necesita sentirse realizado. Al principio prensé que eran ideas mías pero creo que estoy en lo cierto— me dijo pensativa. Tal vez se haya dado cuenta del problema de su hijo, pensé. Qué bueno porque necesitaba convencer a Mike de que esta relación ya no daba para más.

-¿En lo cierto?- entrecerré mis ojos.

— ¡Él te quiere por eso no pide el divorcio! Pero no es justo que se prive de hijos porque tú seas estéril— me soltó de pronto. Ay condenada mujer. ¿Estéril yo?

— ¡No soy estéril!— grité ofendida. ¿Ni siquiera me había estrenado como mujer y me acusaba de no poder tener hijos?

—Eres estéril o muy egoísta. ¿Cómo es que llevas casi 4 años de matrimonio y no le das niños a mi Mike?— me gritó.

—Eso pregúnteselo a Mike, yo no tengo la culpa de que usted no tenga nietos— volví a gritar.

—Mi hijo es normal, yo lo crié y sé que es un muchacho sano y fuerte. Si no puedes darle hijos deberías permitirle que los tenga en otro lado— no podía creer lo que oía. Víbora, su lengua estaba llena de veneno ojalá se la mordiera.

—Dudo que Mike pueda tener hijos en otro lado— dije con sarcasmo. Si no puede conmigo que estoy de buen ver y no le envidio el cuerpo a ninguna modelo, menos iba a poder con otra.

—Claro que puede, es más, yo misma le voy a decir que lo piense ya que no sirves ni siquiera para eso— joder, con esta momia. Sino fuera porque es una venerable anciana ahorita mismo me la cargaba.

—Pues me harías un favor. Hay muchas cosas que tu no sabes y sería mejor que hablaras con Mike antes de atacarme— me levanté dispuesta a irme a mi cuarto a vestirme para llevarla de una vez al aeropuerto.

— ¿Qué es lo que no sé?— preguntó altaneramente. No era el momento ni el modo de decírselo. Estaba muy molesta con ella. Además eso debía decirselo Mike.

—No puedo decirle nada—me mordí la lengua para no hablar. No era la manera de que se enterara.

—Claro que no. Si no tienes excusa. Deberías dar gracias a Dios que mi hijo se haya fijado en ti, antes de casarte eras camarera, no tenías dónde caerte muerta y ahora vives a cuerpo de reina sin hacer nada todo el día, gastándote el dinero que mi Mike gana y no puedes siquiera darle un niño para justificar todo lo que tienes— me gritó.

No podía creer lo que escuchaba de la boca de esa vieja. Nunca me había hablado así. Usualmente me lanzaba indirectas, hacía desplantes y sugería cosas sin sentido. Pero esto era algo bien directo, me estaba ofendiendo. Sé que antes de casarme con Mike tenía muy poco, y me lo ganaba con mucho esfuerzo. Pero no contraje matrimonio para salir de la pobreza, fue porque me enamoré, porque creí que viviría feliz para siempre.

—Yo trabajo, señora, como se atreve…— empecé a murmurar, me contuve para no soltarle los problemas de su hijito. Simplemente llamé a Mike, no tenía ninguna intención de llevar a esa mujercita a ningún lado.

—Bella que pasa estoy en una junta— me respondió.

—Es tu madre, si no vienes cometeré una locura, quiero que se vaya y que nunca mas vuelva— le corté.

Me encerré en mi habitación y media hora después sentí que abrían la puerta principal. Salí como una fiera pero no me esperaba encontrar a Charlotte llorando en brazos de su hijo.

—Llévame Mike y nunca quiero volver, Bella me ha ofendido de la manera más ruin. Sé que cometí errores en el pasado pero no merezco ser tratada de ese modo— sollozaba la arpía esa. Maldita vieja bruja, me volteó la tortilla, ahora entendía eso de que más sabe el diablo por viejo.

Él me miró decepcionado y triste. No dijo nada, entró a la habitación de su madre y sacó las maletas, antes que se fuera lo detuve.

—No le creas Mike, te juro que no la ofendí, fue ella la que me dijo cosas terribles, la que quiere que me dejes porque cree que soy estéril— le dije en voz baja.

—Ella no haría algo así Bella, no tiene porque— me dijo sin creerme.

—Claro que si, lo hace siempre, eres tú el que es ciego— le repliqué.

—Iré con mamá hasta su casa, no puedo dejarla irse así, ella sufre de la presión. Volveré mañana— me dijo y se soltó de mi agarre.

En cuanto se marcharon empecé a tirar los cojines de los muebles, también los libros y todo lo que encontraba, tratando de no romper nada pero haciendo el máximo desorden. Quería sacar mi furia. La vieja pelleja se había salido con la suya y ya no podía hacer nada.

Estaba decidida, abandonaría a Mike de una vez, ya estaba cansada de vivir así, una media vida, insatisfecha y fantaseando siempre. Además no quería volver a ver a su madre nunca.

De pronto llamaron a la puerta, seguro el pañalón y su mamaita olvidaron algo, abrí de golpe y me sorprendí. Era Edward, se veía asustado, me miró y luego su vista recorrió el departamento.

— ¿Te sucede algo Bella?— me dijo entrando y mirando a mí alrededor, no sé porqué pero no pude contenerme más y empecé a llorar de rabia, las lágrimas simplemente salían y me derrumbé.

— ¿Qué te Bella? ¿Qué tienes Bella?— dijo tomándome en su brazos para levantarme del suelo y llevarme a un sofá.

— ¡Mi vida es un asco!— dije sin parar de llorar.

— ¿Te ha lastimado? Porque si es así le romperé…

—No. Mike nunca me haría nada— dije tratando de calmarme. Me emocionó que se preocupara por mí. —Fue su madre. Esa arpía me tendió una trampa y Mike le creyó. Fui yo quien tiré todas las cosas al piso— volví a llorar.

— ¿Tu desordenaste el departamento? Creí que habían peleado— sonrió. –Los vi salir, la anciana iba sollozando y me preocupé, por eso subí a ver si estabas bien— dijo acariciando mi espalda con suaves círculos para calmarme.

—Estaba furiosa, ella me dijo cosas terribles y luego se hizo la víctima. Siempre el mismo problema, niños— solté de golpe, no quería contarle mis problemas pero Edward me inspiraba mucha confianza.

— ¿Niños? Ah, hijos— dijo secamente.

—Si, ella quiere nietos y me fastidia con eso cada vez que puede— confesé.

— ¿Y tú no quieres tenerlos?— preguntó delicadamente.

—Es complicado— dije apenas.

—Creo que podría comprender— sacó un pañuelo y me secó las lágrimas. –No me digas nada si no quieres— se excusó.

—No es que no quiera niños… es que no puedo porque… por…

— ¿No puedes tener niños?— pregunto calmadamente mientras seguía limpiando mis lágrimas.

—No lo sé…— empecé a hipar.

—Deberías hacerte pruebas, conozco un buen médico en fertilidad— dijo tratando de sonreír aunque parecía fingido.

—No es eso… no soy yo… es Mike— confesé.

— ¿Es él el del problema? Hay otras soluciones… ya sabes… tantas opciones— vi que se llevaba una mano a su cabello y lo alborotaba, me parecía muy lindo, se veía abochornado.

—Gracias por escucharme. Soy una tonta— sonreí para cambiar de tema, no debía decirle nada.

—No eres tonta, todos tenemos nuestros días difíciles— sonrió. Su teléfono empezó a sonar, suavemente retiró su mano de mi mejilla y contestó su llamada.

—Si señorita Mallory, iré enseguida— dijo secamente y colgó.

—Vaya, te estoy quitando tiempo— me sentía fatal por hacerle perder valiosos minutos de su trabajo.

—Claro que no, es esa señorita la que me lo quita, llama hasta para que le abra las ventanas, estoy harto, voy a tener que contratar a alguien más— dijo fastidiado.

— ¿Lauren Mallory… del piso de abajo?— pregunté al recordar a la rubia que algunas veces había coqueteado con Mike.

—Si, bueno, ella quiere… que le arregle la luz de su habitación… otra vez— pereció furioso.

—Oh, entiendo— dije ocultando mi malestar. –Me imagino que ha de querer "otro tipo de servicios"— le dije haciendo énfasis en la insinuación que le hacía. Así que no era la única inquilina que tenia fantasías con el conserje del edificio sobre todo cuando él estaba para comérselo.

—Me limito a hacer mi trabajo aunque ella eche a perder las cosas a propósito— me sonrió.

—Bueno no la hagas esperar, estoy segura que estará impaciente— miré hacia otro lado para que no viera mi cara de frustración. Tan sólo imaginarme que esa zorra se comía con los ojos a Edward hacía que me hirviera la sangre.

—No sé como logra que se le echen a perder tantos bombillos—dijo pensando.

—Estoy segura que lo hace a propósito— dije muy segura.

Rayos, ¿Cuántas veces no pasó por mi cabeza la idea de malograr mis cosas sólo para llamar a Edward? Pero esa ofrecida lo hacía. Que rabia.

— ¿Te sucede algo Bella?— me dijo él mirándome con fijación, sus ojos eran tan hermosos, su cabello se veía suave y sus manos… moría porque me tocaran.

Se acercó un poco a mí, absorví su aroma, aspiré su esencia y me sentí mareada. Lo tenía frente a mí, a sólo unos centímetros de distancia, sería fácil besarlo y saciar mi sed de él. Pero dudo que pudiera detenerme, no me conocía mucho en esos temas, aunque intuía que me había reprimido bastante todo este tiempo.

—Gracias por tu tiempo, suerte con los bombillos de Mallory— dije con sarcasmo. Me miró extrañado, dio un paso más, casi juntando nuestros pechos.

—Cuídate— besó mi frente. Fue algo inesperado y rápido pero aún así no pude reaccionar sino hasta que él había desaparecido.

Arreglé mi casa como pude y me fui a trabajar, al menos conversar con Esme me haría sentir bien. Y con tanto trabajo podría distraerme y calmarme.

.

—Ten cuidado con esa mujer, si su hijo está muy unido a ella será difícil que te crea— me recomendaba Esme.

— ¿Tu suegra te dio los mismos problemas?— le pregunté.

—No, yo tuve suerte, la madre de mi esposo ya se había muerto— soltó una carcajada y la secundé.

Me ralajé haciendo algunos cambios a la revista que poco a poco iba creciendo, esperaba con ansias verla publicada pero faltaba mucho todavía.

Por la noche Mike llamó y dijo que se quedaría un día más para llevar a su madre al médico. Alabé su decisión, hoy no estaba para discutir, eso terminaría de arruinarme el día.

Decidí preparar un pastel, pasé dos horas en la cocina. Cuando lo vi terminado noté que era demasiado para mí sola. Se me ocurrió que podía compartir la mitad para no tirarlo. Me arreglé para llevarselo a Edward, nunca había visto en dónde vivía, sabía que en el primer piso pero nunca había necesitado ir allí.

Busqué por números pero ninguno decía administración o conserjería, me di por vencida. Comería pastel recalentado mañana. Ya me iba cuando oí una melodía muy hermosa. Alguien tocaba el piano de manera prodigiosa, las notas subían y bajaban, me acerqué a la puerta de dónde provenía tan hermosa música. El apartamento 1, la puerta estaba entreabierta así que me asomé, era muy espacioso, quizás porque había pocos muebles, exquisitamente decorado, caminé siguiendo la música embelesada, cerré mis ojos y me moví al suave ritmo de las notas.

La música cesó de pronto. Abrí los ojos y me encontré con los de Edward, su mirada ardiente, su boca entreabierta me sorprendió. Me acerqué un poco y él no retrocedió.

—Edward— murmuré acalorada.

—Bella, ¿Que haces aquí?— se acercó y suavemente me dio un beso en la mejilla, noté que me humedecía, cómo en mis sueños, sentirlo tan cerca me alborotaba por completo.

—Te traje pastel— debí parecerle tonta, es que mi mente no funcionaba bién cuando él andaba cerca.

—Gracias. ¿Quieres quedarte a cenar?— me invitó. Yo ya había servido mi cena en el departamento. Honestamente ¿Quién le diría que no?

—Claro—que débil era.

Fue a cerrar la puerta, regresó tomó el pastel de mis manos y me condujo a la cocina. Para ser un conserje, su departamento era muy hermoso, no quiero decir que los conserjes vivan mal, sólo que nunca vi uno que viviera con tanto lujo. Había un hermoso piano de cola negro al centro de su salón.

Le ayudé a poner la mesa y nos sentamos, él prendió unas velas y apagó las luces, sus movimientos y sus gestos me estremecían.

—Es más… mágico así— se excusó.

Apenas hablamos mientras comímos, nos mirábamos a cada tanto. O al menos yo lo miraba, no podía quitarle los ojos de encima.

Me sirvió una copa grande de vino rosado y brindamos. Pero yo no era muy buena bebiendo, así que a la primera copa ya estaba contándole mis experiencias estudiantiles.

—Era una pequeña rata de biblioteca, hasta tenía mis lentes así de grandes— me reía contándole como era de niña.

—Estoy seguro que eras la más bonita de tu clase— dijo mirándome intensamente.

—Claro que no, usaba frenos, era cuatro ojos y me caía con frecuencia, eso no es atractivo— me reí con fuertes carcajadas.

—No, creo que es adorable— dijo encendiendo otra vela.

— ¿No vas a prender las luces?— le pregunté.

—No. Me gusta verte con luz más tenue—dijo encendiendo una cuarta vela.

—Tal vez sea mejor que me vaya— dije tratando de levantarme pero torpe como siempre me tropecé con mis propios pies y acabé encima de él para variar.

—Estás bién— parecía preocupado.

—Lo siento, siempre tropiezo— me sentí tan tonta.

—Yo no tengo problemas con eso, creo que podría acostumbrarme a que cayeras sobre mí— acarició una de mis mejillas. Me estremecí de placer, sus manos eran tan suaves.

—No lo creo— dije perdiéndome en sus ojos. Me ayudó a ponerme de pie.

—Pruébame, verás lo feliz que soy cada vez que caes en mi— sonrió torcidamente. Dios, que hombre más sensual.

—Estás de broma— sonreí.

—Bella, tal vez no recuerdes mañana o tal vez nunca reúna el valor para pedirte esto… déjame darte un beso— susurró cerca de mi boca.

Lo mire, no supe que decirle, creo que yo deseaba más ese beso que él. Había tomado solo dos copa, no estaba tan ebria como para no recordarlo después ni tan sobria como para detenerlo.

Lo vi acercarse más y lentamente sentí sus labios cálidos sobre los míos, era una sensación divina, me faltaba el aire. Estaba tan emocionada que empecé a mover mis labios con desesperación, llevé mis manos a sus cabellos, me apegué cuanto pude. Lo besaba con frenesí, dejando salir todo aquello que guardaba, aquella pasión que tenía encerrada en mí como una fiera. Pero Edward fue bajando la intensidad del beso, hasta juntar nuestras frentes.

—Eso fue… wow—jadeaba sin aliento. Volví a intentar besarlo nuevamente pero me evitaba.

—Bella… por favor… no me tientes más o…

— ¿O que?— pregunté lamiendo su oreja.

—Basta— me tomó por los hombros y me miró.

El sopor del licor había desaparecido y la verdad me envolvió. Él no me deseaba, sólo había querido un simple beso. Y yo era una reprimida sexual, quería saltarle encima como una gata en celo.

Lo mire molesta, ¿Por qué me atormentaba así? No me di por vencida, necesitaba un poco más de él. Sabía que luego, cuando estuviera sola en mi habitación, me tocaría recordando este beso. Si tan sólo pudiera sentir sus manos en mi cuerpo.

— ¿Ahora que?—pregunté, pasando mis manos por su pecho. Él cerró los ojos.

—No Bella, no debemos, no podemos…

—Deja de hablar— volví a apoderarme de sus labios, lo necesitaba tanto que dolía.

Mis manos vagaron por su cuello, sus hombros, sus brazos, abracé su cintura y pude sentir que su respiración se aceleraba, abandonó mis labios y bajó lentamente por mi cuello. Quería gritar de placer, instintivamente lo atraje de las caderas y al chocar nuestros cuerpo sentí su masculinidad, de inmediato mis deseos se fueron por las nubes.

Edward tomó mis manos y las quitó de él, se alejó un poco. Eso me dolió mucho, me estaba rechazando, y yo no era quien había empezado esto.

—No quiero ser una aventura en tu vida…— dijo evitando mi mirada.

—Bien, porque no necesito una—le respondí acercándome, casi rogándole con la mirada que me tomara. Él no sería una simple aventura, no. Él sería el primero, el único. La pasión, el deseo y tal vez… el amor.

—Estás casada…— murmuró.

—Y tú me besaste— me defendí.

— ¿Por qué viniste aquí?— preguntó.

—A traerte algo… ¿Acaso piensas que vine con otras intensiones?

—Como saberlo, a lo mejor extrañabas a tu marido…— no lo dejé terminar y estampé mi mano en su rostro.

–De ahora en adelante limítate a tus quehaceres… conserje— le grité.

—Lo que usted diga… señora— dijo mirándome herido.

Di media vuelta y regresé a mi apartamento, controlando el llanto y con la cabeza bien en alto. Pero ya a solas me tiré a llorar en mi cama. Fui una estúpida. Todo estaba mal, jodidamente mal.

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