La marca del lobo (Igereth #1)

By ValeGarbo

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Ganadora Premios Watty 2014!! Él: El nuevo rompecorazones del instituto. Ella: La piedra en su zapato y la ch... More

La marca del lobo
Prólogo
El recién llegado
Chico nuevo
James Sandler
Día número 1
El robo
Interrupción
Salvados
Salvo a los chicos (y de paso a Irina)
Ataque y defensa
El entrenamiento
Cuentos de miedo
Visita a medianoche
La historia de Irina
Interrogatorios
Preguntas rutinarias, respuestas indiscretas
El juego secreto
Ataque en equipo
Sanción ejemplar
Preparativos
Preocupación
Trabajo de rutina
Descanso
El intruso
Perro del infierno
Trabajo en equipo
Temeraria
El colgante olvidado
La carta
A tres metros sobre el suelo
Gruñidos
El libro de la señora Drayton
Halloween
La invitación
Respuestas en latín
Familias antiguas
Preparativos
El ángel
La fiesta
Cenicienta
El rastro iluminado
El ataque
Ofuscación
El héroe
De pesadillas y besos
La marca
Actividad definitivamente-no-normal
Evasivas
Ala rota
Coincidencias
La biblioteca de Nina
Confianza
El ritual
El portal
Acceso
El hada
La cabaña
Obsesión reciente
La sombra
Persecución
El sótano
El voluntario
Amuletos de plata
Los pergaminos
El ritual de invocación
Driggers
Examen
El descubrimiento
La mesa de cuatro
La carta
Estimado señor Anderson
Preguntas Frecuentes

Posesión

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By ValeGarbo

Estaba petrificado mientras Emmeline se colocaba frente al pentagrama hasta que comprendí lo que hacía. Mis ojos seguían sus dibujos completando la invocación. La preocupación estaba haciendo que me costara respirar, sin contar mis heridas por la pelea con las hadas.

¿Por qué Irina no la detenía?

Seguía agachada junto a Driggers. Estaba a punto de gritar su nombre cuando se puso de pie. Entonces noté por qué no lo había hecho antes. Había un corte en su estómago, tan grande que me sorprendía que no la hubiera partido en dos. Driggers había hecho costar cara su muerte. De hecho, ahora estaba sorprendido incluso de que Irina pudiera hablar. Estaba rogándole a Emmeline.

Prácticamente me arrastré hasta ella.

—¡Mel, no lo hagas! Driggers ha muerto y tu sangre está allí dentro.

Era verdad, noté al instante. El demonio era más claro con cada respiración. Sus dedos delinearon el pentagrama que era su prisión y tomó algo del piso. Una gota de sangre se deslizó dejando un camino rojo a su paso y extendiendo una sonrisa en su horripilante rostro.

—¡No!

El grito era de Irina. Desgarrador y completamente aterrado. Sentí que se me venía el mundo abajo. Emmeline también gritó.

Fue como estar en una película. Por rápido que corriera, no podía evitarlo. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras el demonio se transformaba en una sombra y cruzaba su pentagrama sin dificultad hacia Emmeline, como si hubiera una conexión entre ambos.

Emmeline ahora gritaba en silencio, con la expresión congelada. Conforme la sombra la rodeaba, se alzó unos centímetros del suelo y su cabello se alzó como si corriera un fuerte viento.

—¡No! —seguía gritando Irina. No sabía si me horrorizaba más ver a Emmeline siendo poseída que a Irina golpeando impotente contra el hechizo escudo. Poco a poco, incluso sus gritos fueron perdiendo fuerza. Irina se derrumbó sobre sus rodillas. El charco de sangre a sus pies me dio la explicación que necesitaba. Un segundo después, se desmayó.

—¡Irina!

La voz de James era casi enloquecida. Corrió hacia ella y se derrumbó a su lado, acunándola con cuidado, sin preocuparse de la sangre ni de sus heridas. Ni siquiera parecía notar que allí donde la tocaba, se le formaban ampollas.

Sólo yo noté cuando Emmeline cayó al suelo. Era justo como la primera vez que luchamos contra el hombre lobo. Pero ahora no se había sacrificado por mí, sino por todos nosotros.

Me dieron ganas de golpear algo.

Emmeline empezó a moverse y el terror de hace unos minutos me pareció nada con el que me atravesó en ese instante. El demonio. Emmeline poseída. Íbamos a tener que matarla para acabar con eso. No. Emmeline no podía morir. ¿Con qué valor la iba a asesinar a sangre fría?

Ella preferiría morir antes que matarme si estuviera en mi lugar. Y aunque todos mis instintos me empujaran en la dirección contraria, tenía que haber una manera.

¿Qué sabía sobre las posesiones? Maldito cerebro, sé útil al menos una vez.

La posesión demoniaca sólo se puede revertir mediante un exorcismo o asesinando al poseído, con lo que el demonio pierde su conexión con esta dimensión y regresa a la suya.

No sabía mucho de exorcismos y dudaba que James fuera el mejor candidato al sacerdocio.

Pero esta no era una posesión ordinaria, me recordé mientras Emmeline se incorporaba. El cuerpo de Emmeline, corregí. Ella estaba siendo poseída porque su invocación tomó una parte de ella: su sangre. Sólo era una lucha de poderes. Si podíamos hacer que su consciencia regresara, tal vez podría conseguir que el demonio entrara a su pentagrama y regresarlo de vuelta a donde pertenecía.

De repente, Emmeline soltó un grito ahogado. Me estremecí.

Irina aún estaba desmayada y sabía que no podía acercarse. James estaba en shock, incapaz de pensar y su única reacción fue alejar a Irina de Emmeline.

Piensa, me dije mientras ella soltaba otro chillido, te han entrenado para esto.

Sólo había una posibilidad, acepté mientras caminaba hacia ella: Tenía que hacerla volver.

—Emmeline.

Volteó en dirección a mi voz. Me helé hasta los huesos. Sus ojos, usualmente amables y hermosos, eran negros y se clavaron con odio en mí.

—Emmeline, soy Kyle.

Hubo un parpadeo de confusión y sentí la esperanza crecer en mi interior.

—Emmeline Swift. Me recuerdas. Soy Kyle Anderson, por favor.

Otro parpadeo mientras una sonrisa se extendía por su rostro. La misma que había pertenecido al demonio. Me eché para atrás pero ya era muy tarde. Me tomó por el brazo y me lanzó contra el suelo. El golpe me desorientó y cuando pude volver, Emmeline estaba sobre mí. Bueno, el demonio lo estaba. Había una ventaja en esto. Emmeline era buena esquivando y defendiéndose pero su cuerpo delgado y frágil no la ayudaba en el ataque directo. Sabía lo que mi padre me había contado sobre los magos poseídos. Tardaban un tiempo en aprender a controlar su magia y los poderes que el demonio les daba. Sin la capacidad de usar su magia, esto era puramente físico. Y Emmeline no llevaba las de ganar. Pidiéndole perdón mentalmente, me retorcí para quitármela de encima y le lancé el primer hechizo que me vino a la cabeza.

¡Tempo rigentem!

Se quedó allí, tirada sobre su espalda, totalmente quieta. Me coloqué a su lado y la miré a los ojos.

—Emmeline, regresa, por favor. Recuerda. Estás en Diringher. Irina es amiga tuya… Em, por favor.

Podía ver la rabia brillar en el fondo de sus ojos así que le giré la cabeza con cuidado, hacia donde James había empezado un hechizo de curación básico que no ayudaría mucho a Irina, pero no había tiempo para decírselo.

—Tu mejor amiga fue atacada por Driggers, mira su estómago, casi la corta en dos. Em, recuerda quien eres, por favor. Somos amigos, ¿lo recuerdas? Nos conocimos en primero, te pedí prestado un lápiz. Eras muy tímida pero ahora eres increíblemente fuerte. Sé que ser amiga de Irina te ha ayudado.

Podía sentirla debatiéndose contra mi hechizo y empezaban a agotárseme las opciones. ¿Qué podía decirle? Irina debería estar despierta. Ella la conocía mejor que yo.

—Emmeline —continué, improvisando sobre la marcha—. Recuerda el año pasado, cuando Marcus nos puso juntos en Casos Criminales. ¿Recuerdas que me contaste… muchas cosas?

La sentí dejar de debatirse y me esforcé por deducir qué dije que la estaba haciendo volver. ¿Diringher? ¿Las cosas que me contó?

—En Diringher eres una gran… —Emmeline volvió a retorcerse y cambié de nuevo mi discurso—. Me contaste sobre tu familia, ¿lo recuerdas? Tus padres viven en Madrid. Tu madre es humana, ¿cierto? —podía sentir que funcionaba, lo vi en sus ojos y me contuve para no perder la ilación—. Me contaste que se conocieron cuando tu padre gestionaba permisos de trabajo por una misión de la Cofradía. Dijiste que fueron las referencias de sus trabajos anteriores las que hicieron dudar a tu madre porque había llamado y nunca le contestaron. Cuando encaró a tu padre, él se puso nervioso y acordaron entrevistarse en persona. Él planeaba borrarle la memoria y me hiciste reír al imaginar la cara que puso cuando se dio cuenta que no podía, que con sólo hablar diez minutos con tu madre estaba más interesado de lo que estuvo en toda su vida. Dijiste que él creyó que tenía la voz más hermosa que oyó jamás.

Estaba funcionando pero no sabía qué más decir. Emmeline había dejado de luchar; sin embargo, sus ojos seguían perdidos.

—¿Los recuerdas Emmeline? Seguro te pareces a ellos. Probablemente a tu madre. Lo descubrí el año pasado, ¿sabes? Deberías hablar más seguido. También tienes la voz más hermosa que jamás he oído. Eres la chica más dulce que he conocido y estoy seguro que Irina piensa lo mismo. Ella es tu mejor amiga, ella vio lo especial que eres y estoy seguro que no escoge a sus amigos al azar. Sé que la quieres. Todos te queremos, Em. Vuelve.

Mi última palabra fue casi un ruego. Estaba perdiendo las fuerzas y ni siquiera tuve tiempo de reaccionar cuando me di cuenta que ya no tenía el hechizo de congelamiento sobre Emmeline.

Se me escapó un jadeo ahogado y, al segundo siguiente, ella me lanzó hacia un lado con una fuerza que me quitó el aliento. Gritó y se debatió como si estuviera quemándose viva.

—¡No! —exclamé sin comprender qué pasaba.

Pero, con un último grito, una gran masa negra salió expelida de su cuerpo y entró en el pentagrama. Era incapaz de ver las cosas claramente. Supe que Emmeline estaba de vuelta cuando gritó las palabras del conjuro que me había hecho pasar el examen de Harewood el año pasado. El mismo que enviaría al demonio de vuelta a su dimensión. Con cada letra, el mundo se desdibujaba un poco y la cabaña empezó a temblar como si un tornado estuviera a punto de llevarnos por los cielos. Solo que dudaba que termináramos con el mago de Oz.

El aire se calentó tanto que me revolqué por el piso, al borde de la asfixia. Emmeline aún seguía de pie. Fue entonces que descubrí lo que causaba el sonido de cataclismo: los gritos del demonio en el interior del pentagrama. Al principio era una criatura oscura y viscosa, en la que podía reconocer los diagramas de Schramm sobre los demonios de primer grado, pero ahora no era más que un remolino oscuro que cada vez se hacía más pequeño.

Hubo un instante en el que el aire tembló, la tierra se quedó quieta y un pitido llenó mis oídos. Un segundo después, el demonio se había ido. Emmeline se derrumbó sobre el piso, con la palidez de los muertos.

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1° Parte: "Criada por el vampiro" Portada realizada por @TinaLRoss