De pesadillas y besos

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—¡Demonios! Esto nunca va a salir.

Me fijé en la mancha de barro en mi vestido y me encogí de hombros.

—De todos modos no pensaba volver a usarlo.

Irina me hizo una mueca.

—Ya sé, pero de esta forma mi padre nunca tendrá fotos. No es que…

—No voy a tomarme fotos —la interrumpí.

Ella frunció el ceño.

—Pero Mel…

Estábamos en el pasillo camino a nuestra habitación. Después de quemar el cuerpo del hombre que acabábamos de matar como lobo, volver a una fiesta nos hacía sentir miserables. Incluso cuando Nina usó un encapsulamiento dimensional para librarnos del olor.

El cuarto seguía igual, con la caja en la que había llegado el vestido de Nina aún en el baño y la nota de su padre en la cama.

No había dado ni dos pasos en dirección a mi cama cuando Nina usó su velocidad vampírica para coger su cámara y disparó un flash en mi dirección.

—¡Oye! —me quejé llevándome una mano a la cabeza.

—Bueno, revelaré la foto en movimiento, así será perfectamente notorio que no querías que la tomara —dijo ella cuando bajó la cámara—. Ahora tómame una a mí para poder contentar a mi padre, por favor.

Le alcé una ceja.

—Nina, en serio, ¿qué pasa contigo hoy?

—Estoy usando un vestido color de la sangre, es Halloween, acabamos de matar un hombre lobo, desapareciste en medio de la pelea y lucías como si alguien te acabara de apuñalar. Estoy un poco alterada y creo que tengo derecho, ¿me tomas la foto?

Sonaba como la vieja Nina, diciendo que estaba alterada sin que la voz le temblara. Se limitó a esbozar una sonrisa mientras la foto captaba el movimiento. Me quité los zapatos casi a patadas.

Mi cabeza aún se sentía como si alguien la hubiera usado como balón de fútbol y cuando caí en la cama todo pareció volver a mí. Me quedé dormida mientras Irina intentaba escribir una carta que fuera junto a la foto que le enviaría a su padre.

Esa noche, me despertó un grito.

La primera vez que Nina tuvo una pesadilla, pasé todo el rato agazapada en un rincón. No es que esté muy orgullosa de eso.

Pero si lo ves bien, ¿qué podía hacer una chica asustadiza como yo, con un pánico hacia su compañera de cuarto que rayaba en lo absurdo mientras ella gritaba y se sacudía en su cama?

Sólo me preguntaba por qué nadie oía el alboroto y venía a comprobar lo que pasaba. Nina me contó después que sus hechizos aislantes también cortaban que se nos oyera desde fuera. En otras circunstancias, me habría asustado aún más.

Esta vez, sin embargo, me levanté apresuradamente y lancé mi almohada contra ella, potenciada por la fuerza de la magia. La sostuve contra su rostro, y mis dedos se tensaron en un intento de que el hechizo resistiera la fuerza de sus brazos tratando de apartarla.

Si alguien hubiera entrado en ese momento, tal vez pensarían que intentaba ahogarla.

—Por favor —rogué en silencio—, por favor.

Nina se debatía y gruñía, con la cama dando saltos bajo ella. Sus piernas estaban dobladas en un ángulo extraño, sus manos crispadas sobre el colchón, con todas las sábanas en el piso. Si fuera humana, probablemente estaría bañada en sudor.

Nina se incorporó en su cama un segundo después, respirando agitadamente

—Lo siento, Mel —susurró bajito.

—No te preocupes, ¿está todo bien?

—Es sólo… el dolor de nuevo.

Sabía a lo que se refería. El dolor de su transformación, el que la quemaba por dentro. Solía tener esa pesadilla las noches que elegía dormir.

—¿Ves? —bromeé sin ganas—. No debiste besar a James.

No supe cómo salieron las palabras, pero las acababa de sacar. Nina se encogió sobre sí misma. Noté que ya llevaba puesto un camisón mientras yo aún tenía el vestido.

—Esto no es sobre él.

—Nina…

—Mmmm….

—¿Por qué besaste a James?

Ella realmente soltó una risita tonta. Su agitación por la pesadilla se fue como si nunca hubiera estado allí.

—No sé. Fue divertido lo que dijo. Vamos Mel, técnicamente tengo diecinueve años, es el tipo de cosas que debería estar haciendo.

—Es raro pensar en ti como una persona normal.

—También es raro pensar en mí misma de esa manera.

Nos quedamos en silencio un minuto entero.

—Es sólo que con James puedo ser quien quiera. Nadie le va a creer.

—Te gusta.

Ella bufó.

—No, no lo hace.

—Si no es así… ¿por qué lo hiciste?

—¿Besarlo?

Asentí mientras rodaba los ojos.

—No sé… creo que quería volver a sentir lo que era ser humana por unos segundos.

Me puse de pie y fui a mi armario a cambiarme de ropa.

—Bueno, ser humana también implica que James Sandler va a buscarte hasta el fin del mundo.

—Encontraré una forma de evitarlo.

Y, sin otra palabra, dio vuelta en la cama y le oí murmurar un hechizo de sueño.

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora