El ataque

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Emmeline giraba la cabeza en distintas direcciones, con expresión ansiosa. Se colocó junto a Irina, como la última vez que habíamos estado los cuatro en el bosque.

—¿Dónde? —la apremió.

—¿Qué pasa? — dijo James intentando que Irina le respondiera.

—¿Está cerca? —insistió Emmeline.

—Allí —le dijo Irina señalando justo frente a ella—. Ya me ha olido, llegará en un minuto, creo. Pensaba alcanzarlo, pero me tuve que detener al escuchar que me seguían y ahora es él quien viene a mi encuentro.

—¿Estás loca? —la voz de Emmeline subió una octava—. ¿Cómo se te ocurre no pedirnos ayuda para esto?

—No…

—Olvídalo. Ya estamos aquí.

Finalmente James soltó un jadeo y se paró como si se dispusiera a saltar.

—¿Otro hombre lobo? —dijo resignado. Cruzó su mirada con la mía y luego recorrió con la vista su carísimo traje. Hizo una mueca de exasperación.

Justo entonces un ruido empezó a hacerse cada vez más fuerte. Al principio era sólo un murmullo, que podría confundirse con el pedido de una nueva canción de Krathog en el castillo. Luego, se transformó en un chirriar de hojas y finalmente en el de algo gigantesco que corría en nuestra dirección.

Me integré al grupo de dos zancadas y me arremangué la camisa. Me bendije mentalmente por la idea de dejarme el saco en nuestra mesa en el comedor a pesar del frío. Intenté pensar en algún hechizo que sirviera pero una parte de mí aún temía mi confusión de la última vez. ¿Y si volvía a pasar lo mismo? Por el rabillo del ojo, observé a Emmeline en su vestido blanco, mirando el bosque con una expresión concentrada. Me patearía a mí mismo si volvía a dejar que se pusiera en peligro para que yo no fuera un bocadillo de hombre lobo.

El ruido, muy semejante al de una avalancha, se incrementó de forma alarmante y empecé a preguntarme si realmente un sólo hombre lobo podía hacer tanto escándalo. Igual que esperaba un poco que se oyera desde el castillo y alguien viniera por fin a aclararnos este lío. Dos hombres lobo tan cerca de Diringher era un asunto extraño. Incluso antes de verlo, supe que sería como el último, con una mirada cien veces más escalofriante que la de un maldito. Alcé la vista al cielo. Aún sin luna llena.

El mundo pareció acelerarse repentinamente. En cuanto una sombra de tres metros se perfiló claramente cerca de nosotros y unos ojos brillaron entre los árboles, un borrón rojo saltó en su dirección.

Higel Numecant —gritó James cuando un lobo del tamaño de un troll se precipitó a nuestra derecha. Irina se apartó a tiempo para que James tomara su lugar sobre la mole rabiosa en la que se había transformado el lobo.

Esperé tres segundos hasta que me di cuenta que no había peligro, me sentía completamente despejado y corrí junto a James para ayudarlo. Salté cuando estaba a la distancia exacta para usar un hechizo que me impulsara sobre sus cabezas.

Acribillat menthel —grité con las manos a centímetros de su lomo. El lobo se estremeció y sacudió la cabeza con tanta fuerza que me sorprendió que James pudiera mantener su agarre.

Era tan difícil traspasar su pelaje que mi hechizo se estaba consumiendo sin hacerle otro efecto que un corte de pelo. Sin contar que en sus denodados esfuerzos por quitarse a James de encima estaba llenándome de tierra.

¿Por qué no se me había ocurrido llevar ningún arma a la fiesta?

—Acribillat… —Irina corrió hacia mí e intentó forzar igualmente a nuestro objetivo. Sin embargo, en el segundo en que estuvo cerca, James saltó hacia atrás, llevándome con él lejos del lobo.

—¿Qué…? —empecé a decir. Pero él negó con la cabeza.

—Tú ve por la derecha —dijo—. Irina, espera a que te dé la señal para que lances ese hechizo.

Fruncí el ceño al no terminar de comprender su plan pero asentí de todos modos. El lobo ya corría hacia nosotros y me aparté por un margen muy estrecho. Mi camisa se desgarró en el proceso y no pude contener una maldición, incluso aunque debiera estar agradecido de que sus garras no me alcanzaron. ¡Me había costado una fortuna!

Ahora sí que no iba a dejarlo con vida. Se lo debía, por lo que me hizo el otro lobo. Y sobre todo, porque no podía permitir que Emmeline se pusiera de nuevo en peligro para… Un segundo… ¿dónde estaba Emmeline?

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora