El robo

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—Hola James. Hola Kyle.

Scarlett y Rebecca volvían a sentarse con nosotros y ya no me ignoraban del todo, aunque sus ojos seguían fijamente cada movimiento de mi amigo (porque apenas habían pasado cuatro días pero James ya me consideraba, en sus propias palabras, “el tipo del que seré mejor amigo hasta que termine este maldito instituto”).

—¿Cómo les va chicas?

—Estamos complicadas con un hechizo que acabamos de ver en Encantamientos. Tal vez tú podrías ayudarnos.

Debí sospechar algo en sus sonrisas maliciosas pero solo pensé que era una extraña forma de coquetería.

—Con gusto —dijo James chasqueando los dedos, consiguiendo que sus guisantes se unieran para formar un hombrecillo que hizo una reverencia ante ellas. Aplaudieron encantadas.

Realmente el tipo sabía cómo usar los hechizos básicos a favor de un buen show, era como su habilidad innata.

—Entonces James, ¿cómo te ha ido? ¿Alguna dificultad hoy? Podríamos retribuirte lo que harás por nosotras…

—Ayudándote en otro curso —aclaró rápidamente Rebecca al fijarse en la expresión ávida de James.

Este no dejó de sonreír.

—Lenguaje arcano me está dando dificultades. Podrían ayudarme a, ya sabes, traducir un libro —finalizó con un guiño que hizo que soltaran unas risitas divertidas.

—Yo llevo lenguaje arcano avanzado —dijo Scarlett sacudiendo sus rizos y sentándose junto a él — podríamos hacer algo una de tus tardes libres.

—Ahora mismo estoy libre —dijo James acercándose a ella.

Rebecca se acercó por el lado opuesto y colocó su silla junto a él. Lo tomó del brazo y James espió su escote unos segundos antes de levantar la vista para hablarle.

—¿Tú también estás en lenguaje arcano avanzado?

—Cuando quieras, guapo —sonrió ella.

Desvié la vista, incómodo, hasta que me di cuenta que las dos se habían puesto de pie.

—Nos vemos luego —dijeron al unísono. Empezaban a molestarme, de verdad que sí.

—Eh, pero…

Sin embargo, ya estaban a mitad de camino hacia la salida.

—¿Qué ha sido todo eso? —dijo James volviendo a su plato de guisantes.

No respondí hasta que vi que alguien me hacía señas detrás de la espalda de James. Scarlett me dedicó una sonrisa encantadora y colocó un dedo sobre sus labios coquetamente. Luego, alzó un juego llaves a la altura de su rostro.

Esperé que salieran para decirle a James que buscara si seguía teniendo sus llaves con él.

—¡Maldita sea! —gritó saltando en su asiento, lo que consiguió que varios voltearan a verlo. Algunos con unas sonrisas burlonas a pesar de no saber qué pasaba.

—Déjalo, ya volverán. Yo aún tengo mis llaves.

—No es eso —dijo James volviendo a sentarse y empezando a comer como si no hubiera mañana—. ¿Te das cuenta que pueden entrar a la habitación y ver todo lo que tengo?

Alcé una ceja, esperando que dijera que ocultaba algún conejo rosa en su armario pero él se limitó a tomar un gran trago de café para pasar la comida y se puso de pie.

—Vamos Kyle, tenemos que encontrarlas.

No me encontraba de buen humor pero no me gustaría que las chicas se colaran a medianoche para hacernos alguna broma pesada. Con una mirada de lástima hacia mi pedazo de pudín, lo seguí. James empezó a intentar hechizos convocadores para sus llaves pero no logró nada hasta el sétimo piso de las habitaciones, en el corredor de las chicas. No solíamos meternos allí (técnicamente estaba prohibido) pero el chasquido sonaba tan cerca que fuimos tras ellas. Logramos avistarlas al doblar un corredor, activando escudos que brillaron sobre su piel unos segundos.

—Hey —dijo James empezando a correr—, tienen algo que me pertenece.

El ruido era bastante alto. Incluso se abrió una puerta, pero Leslie Morton volvió a cerrarla con enfado al ver que no era nada interesante. O tal vez porque sólo me vio corriendo a mí. James ya había dado la vuelta al pasillo y lo miraba con confusión.

—Se han camuflado —me explicó— pero he oído una puerta cerrarse. Seguro que sí.

Ese pasillo tenía solo cinco puertas. Los números iban del 715 al 720.

—Creo que se ha metido por aquí —James trató de abrir la puerta de la habitación número 718, descartando las primeras tres porque “el ruido sonaba un poco más lejos”.

—Será mejor que nos vayamos —dije volviendo la cabeza tantas veces como me era posible.

—No, las voy a encontrar. No les habrá dado tiempo de cerrar con llave —dijo probando la puerta de la 719.

—James —insistí—, si la señora Harewood nos descubre…

James ya había llegado al final del pasillo.

—Ajá —exclamó con satisfacción al ver que la puerta de la habitación 720 se abría. Se pasó una mano por el cabello y recuperó la sonrisa pícara—. No han podido esconderse por mucho tiempo, ¿eh, chicas? Pensaba que…

Se detuvo en mitad de la frase. Justo entonces, James retrocedió y vi que era porque acababa de interrumpir en una habitación en la que ya había dos chicas. Una de ellas había volteado hacia nosotros y sólo entonces supe que acabábamos de cometer un gravísimo error.

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora