La marca

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Al día siguiente, mi cabeza se sentía como si los tinyeks que ponían en peligro las rosas de la madre de James hubieran decidido cambiar su dieta de plantas a cerebros.

Afortunadamente, cuando bajé a desayunar el resto de Diringher parecía tener una resaca diez veces peor. Al menos así lucían los pocos que bajaron.

James, sin embargo, ya estaba allí, comiendo panecillos como si no hubiera mañana.

—Buenos días —saludó con la boca llena.

Moví la mano para convocar un plato lleno de bollos a la mesa y contuve un quejido ante el dolor que me causó la magia. Entendí la prisa de James por comer, recuperar energías y tomar café mezclado con una poción analgésica.

Cuando salió del comedor, lo seguí aún terminando los bollos.

—Oye James, ¿y ese beso?

—Vete a la mierda.

—Vamos, ¿Irina Britt te besa y ya desconoces a tus amigos?

Pude ver su sonrisa pero de todas maneras negó con la cabeza.

—Podemos solo… ¿cambiar de tema?

—Pero…

Antes de que pudiera decir algo más, James desapareció. Me detuve, sin saber si me impresionaba más que tuviera la capacidad de desaparecer o que pudiera hacerlo después del día de ayer. Afortunadamente, nadie lo vio, pues eso implicaba que lo castigaran por romper las normas. Escribí a mis padres por la mañana y leí sobre sus respectivas fiestas para pasar el día. Ninguno de ellos tuvo ningún hombre lobo involucrado. Aunque El Séptimo Día traía notas sobre submundos intentando causar alboroto aprovechando las fiestas.

A mitad de la tarde, me absorbí en el libro de la señora Drayton. Sabía que me dijo que no lo leyera hasta fin de curso y parecía muy empeñada en que le hiciera caso, pero no tenía nada más que hacer. Las clases habían sido suspendidas, James no regresó y mis tareas sólo agudizaban mi dolor de cabeza.

A medio camino, me tropecé con una poción que lucía realmente genial. Era evidente que el diseñador se había esforzado con ella. Cuatro hojas llenas de ingredientes e instrucciones. Mis ojos recorrieron ávidamente las líneas, disfrutando del placer de poder imaginar cómo quedaría todo si me decidiera a hacerla. Sólo a la mitad me di cuenta que no había una descripción inicial, ni nada que me dijera para qué servía aquella poción. Volví al inicio para asegurarme. Pasé a la poción anterior por si estaba al final de la hoja, pero nada. Fui al final, esperando que después del último paso las cosas se aclararan. Pero allí encontré algo más. Después del paso final, ocupando toda una página, estaba grabada una marca. Era la misma que había visto en el cuello del hombre lobo antes de matarlo, la otra noche en el bosque. La misma que tenía el lobo de esta madrugada.

Había pensado que era un tatuaje o incluso una cicatriz brillante. ¿Qué hacía en un libro?

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora