¡Yo Voy Arriba! [Gay] [PAUSAD...

Von 20_KYRIEL_20

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[PAUSADA INDETERMINADAMENTE] El hijo del rey del Infierno se ve obligado a ayudar por primera vez a una manad... Mehr

BIENVENIDOS
SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4.
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 7

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Von 20_KYRIEL_20

Las hebras de luz solar se cuelan entre los altos arboles cubiertos de nieves. El terreno vuelve a sacudirse por cuarta vez esta mañana a causa de los combates entre algunos lobos. Están fanfarroneando descaradamente delante de nosotros, pero Dalila está más concentrada en morbosear sus abdominales, Beez esta como un tarado hablando hasta por los codos con las chicas que se encuentra sobre cosas mundanas y a mí no podría importarme menos, Mazi ni siquiera los mira y está concentrada en beber su biberón de sangre tibia.

Este de pie contra un tronco que me encontré por ahí, aburrido hasta el culo de ver aun montón de adolescentes con olor a culo sudado tratar de demostrar su inútil valía en inofensivos combates. Tomo mi sexta bolsa de sangre en la mañana bufando. Es mucho mejor si se bebe directamente del humano, pero ya que, les da miedo que les muerdan el cuello.

Del alfa no he visto ni sus narices, mando a decir con el lobo lame culos que se ocuparía de algunos asuntos en la mañana, y en la tarde veríamos los otros cadáveres que quedan almacenados. Debe estar ocupándose del bebé milagro o yo que sé, espulgándose las pulgas o algo.

«Aggh»

Malditos lobos, huelen a patas.

Sin poder soportar un minuto más me tapo la nariz, tomo a Mazi en brazos y me alejo de ese lugar, ni siquiera sé cómo llegamos ahí, simplemente nos dejamos guiar de Beez que como todo un tramador ya había conocido a la mitad de las personas en este lugar en 24 horas. Típico de él.

Caminando llegamos hasta este lugar atestado de establecimientos, como un mercado o algo así. Los lobos se quedan mirando el color rojo dentro del biberón de Mazi, pero ella ni los mira, está más distraída viendo la nieve y los colores de los lugares.

Hoy la vestí abrigada con suéteres de lana color café, con su gorrito y sus guantecitos tejidos. Se ve hermosa, como su padre.

El olor dulce de alguna clase de comida mundana llega a mi nariz, Mazi voltea hacia un pequeño puesto de colores azules, donde una señora prepara unas bolitas, llena cada una de un polvo marrón algo brillante y aplasta la bolita en una plancha con aceite. El aroma que emite es dulce.

Mazi me mira con sus grandes ojos sin dejar de tomar del biberón.

— Ya estas tomando sangre — le digo.

Parpadea.

— No sabemos qué clase de comida es esa — alego.

Parpadea más rápido.

— No.

— Papi — dice retirando el biberón.

— Ni si quiera sé qué clase de dinero usan aquí Mazikeen.

Hace un puchero pronunciado que solo significa PELIGRO. Esta niña tiene pulmones enormes.

— Deme dos por favor — una voz profunda y ronca me toma un poco por sorpresa.

Estaba ensimismado con Mazi, así que no lo sentí a mi alrededor. Su aroma es pronunciado, es raro, porque ni siquiera se a que huele. Va vestido con un pantalón blanco recto, una camisa tejida de mangas cortas color negro, por dentro de la cintura del pantalón. Hoy sus manos solo están adornadas con un reloj y una pulsera delgada. Esa camisa de mangas cortas me permite apreciar sus brazos trabajados surcados por finos vellos.

— Claro alfa — la señora coloca dos de esos platillos fritos en dos servilletas y se las entrega.

— Gracias.

El alfa da la vuelta y me las a mí. Están muy calientes para que Mazi sostenga la suya por sí misma. Las acepte con el ceño de un gruñido que a la final no salió de mi garganta. No le quiero decir gracias. Así que solo hago un ruidito.

— La moneda que se maneja en esta parte del continente es el rublo, aunque también se puede pagar con euros — explica — Los proveeré de dinero para su estancia en la tierra.

— Bueno, tengo dinero, pero no uno que acepten aquí o se pueda cambiar — afirmo. Que no me vea cara de pobre.

Inclina un poco la cabeza hacia un costado.

— ¿Qué moneda se maneja en Infierno? — pregunta.

— ¿Ahí?, ninguna, no les van a dar dinero a los muertos — digo — En Saeva se manejan argentis.

— Ah — traga hondo — ¿Infierno y Saeva no es lo mismo?

— No, en Saeva vivimos las especies del dios Abbaton, las especies robadas también, en Infierno solo van los muertos, los demonios irracionales y algunos seres peculiares que se encargan de que todo funcione correctamente — explico mientras parto pequeños pedazos de la masa dulce para Mazi.

— Mmm — suspira — Todo parece más complicado de lo que creí.

— Hay cosas muy raras que son simplemente inentendibles — acoto.

— ¿Qué son las especies robadas? — pregunta.

De alguna forma empezamos a caminar los tres a paso lento.

— Los lobos, vampiros, las hadas, esas y más especies fueron creadas por otros dioses, pero el dios Abbaton siempre ha sido descarado y retador con los otros dioses y después de crear a los demonios, guardianes y a los jinetes, tomo las invenciones de otros y los transformo a su manera. El problema es que creo sus especies con mucho poder, y pocas debilidades, que en comparación con las especies originales eran superiores, pero también volátiles, eso genero la furia masiva de los demás dioses — narro — Supongo que por eso hablan tan mal de nosotros, somos muy temperamentales, no te lo puedo negar.

— Ah — suspira — Hay asuntos de los dioses que nadie entiende.

— Son peores seres de lo que parece — comento.

Le doy el ultimo pedazo del disco dulce a Mazi, y le doy una mordida al mío aprovechando que aun esta tibio. Es suave y crocante al mismo tiempo, la parte externa, que fue dorada en la plancha tiene un raro sabor ligeramente salado, y por dentro es húmedo, con un jarabe marrón espeso y pequeños trocitos blancos. Es rico, pero muy dulce para mi gusto. Como hasta la mitad, Mazi trata de que le de lo que deje, pero ya comió una entera y no es muy bueno para sus colmillos la comida mundana, así que le paso la mitad restante al alfa, quien recibe el gesto con una mirada interrogante.

— No quiero que Mazi coma más, y no me gusta tanto el dulce — explicó brevemente.

Froto la lengua dentro de las paredes de mi cavidad bucal tratando de hacer desaparecer el sabor dulzón que permanece en mi paladar.

— ¿Te empalagaste? — pregunta.

— Si.

— Dame un momento.

Mira los alrededores, camina hacia la derecha ubicándose frente a una pequeña caseta de color marrón oscuro, con luces cálidas y un letrero en amarillo, con palabras que no entiendo.

— Me puede dar dos medianos, por favor — lo escucho.

El señor de edad algo avanzada se da la vuelta y empieza a hacer algo del otro lado del mostrador. A los pocos segundos le entrega al alfa dos vasos de cartón, de un tamaño significativo, pero en las enormes manos del alfa se ven diminutos. Mazi alza la punta de la nariz curiosa por el olor que emiten los humeantes vasos.

Cambio a Mazi para mi brazo izquierdo y tomo el vaso que me ofrece el alfa.

— Es café americano — dice.

—¿Qué es café? — pregunto.

— Es un fruto que es tostado, procesado y se prepara de una forma especial hasta que termina en este líquido amargo — explica rápidamente — Este es colombiano.

— Mmm.

Lo miro dar un trago a su vaso, sus ojos claros están en mí, sus pestañas despeinadas me llaman la atención. Muevo un poco el vaso antes de que Mazi intente quitármelo, el color del café es similar al de los ojos del alfa, mismos ojos que vuelvo a ver, y me están observando.

Le doy un trago al vaso, el sabor caliente y amargo alivia el irritante sabor dulzón que me tenía hastiado. Es amargo y robusto, me gusta.

— Yo quiero papi — me pide Mazi.

— Es amargo bebe — no le gusta el sabor amargo.

Hace un puchero.

— De pronto le puede gustar, preparado de otra forma — comenta el alfa y se dirige nuevamente al mismo puesto.

— Yo quiero ver papi.

— Bueno.

Seguimos al alfa hasta el puesto, inmediatamente el señor que atiende se pone tenso, mira al alfa persistentemente y sus pupilas tiemblan. Sus manos casi sueltan los instrumentos que sostenía debido a los temblores. El alfa lo mira unos instantes, coloca una de sus manos en la nuca del señor de una manera extraña y a los pocos segundos el señor se calma.

— Dame un capuchino de vainilla — le dice el alfa.

El señor me observa con temor, luego mira a Mazi, con sus mejillas regordetas rosáceas y su puchero pronunciado. El señor suspira y se pone a hacer sus cosas raras con unas máquinas extrañas. Después de un tiempo y muchos movimientos toma el café oscuro y lo mezcla con leche, haciendo con la espuma una figurita de un animal, le pone un anillo de cartón al vaso pequeño y se lo da a Mazi, quien lo recibe con sus dos manitos.

— Un ositooo — dice emocionada.

Con un poco de cuidado bebe un pequeño sorbo y forma una "O" con sus labios para después beber otro sorbo.

— ¿Qué tal? — le pregunta el alfa.

— Es suave y dulce — le contesta Mazi — Gracias.

El alfa forma una sonrisa suave en su rostro y bebe un sorbo de su café. Sus cejas se alzan ligeramente cuando traga, al bajar el vaso un poco de espuma permanece alrededor de su bigote, relame sus labios. Es como si el movimiento de su lengua sobre la carnosidad rosada pasara en cámara lenta frente a mis ojos. Muy, muy lentamente, por el labio superior y luego el inferior.

«Joder»

Una cosquilla extraña me recorre todo el cuerpo, me es necesario cerrar los ojos un momento para centrarme. Por un momento me sentí como un puto crio en plena pubertad. Poniéndome caliente por unos labios de un lobo humano, carajo, hasta donde he caído. Suspiro.

Al abrir los ojos el alfa me está mirando extraño.

— ¿Qué? — pregunto.

— Hueles raro — dice con el ceño fruncido.

Malditos lobos con su maldito olfato, hasta los de Saeva son así.

— Mmm ¿A guapo? — sonreí creído.

Simplemente sonrió y no dijo nada. Ni si quiera sé cómo huelo, o como me percibe este perro de buena raza. Cuando estuve a punto de sacar un poco de sorna de mi boca apareció un Beez atolondrado, con unas raras gafas y con dos lobatos hablando estupideces.

— ¿De verdad? — pregunto un lobato.

— Claro — afirma Beez — Este bastardo — me señala — Era tan problemático en la academia que hoy en día los instructores lo ven y la sangre les corre al revés.

Este bastardo está hablando otra vez de las mierdas que decían de mí en la academia, yo me gane la mala reputación. Tome un trago grande de café, a ver si encontraba mi paciencia en el fondo del vaso, lastimosamente no.

— No distinguía el rango de nadie para darle una paliza a alguien, solo gritaba "Puto punk débil" y le cargaba a golpes — dice eufóricamente.

Las cosas no son así, solo golpeaba a los de mirada arrogante, malditas mierdas que se creían fuertes, punks.

Me acabo el café y quedo con una enorme sed en la garganta, solo me queda un poco de sangre en los bolsillos, pero es de Mazi. Así que tomo el café que queda de la mano del alfa y me lo bebe de un trago, hasta el hierro fundido sería mejor que andar escuchando las tonterías de Basther.

— Eres la honda, viejo — dice un lobato tratando de palmear mi hombro.

Gruño fuertemente y le saco los colmillos. Los dos lobatos dan un traspié.

— Jeje es como un gato erizado — se burla Beez.

— Papi está enojado — comenta Mazikeen.

Respiro hondo buscando mi paciencia. Le paso mi bebe a al alfa, el único que tiene una cara de confusión.

— Sostenla.

Arremango las mangas mi suéter y Beez ya sabe lo que viene.

— Si no dejas de decir tonterías te voy a meter tal patada por la boca que vas a cagar dientes por una semana — lo amenazo.

— Esta bien, pero primero déjame contarles cuando partiste una roca con la polla, jeje — se ríe. Eso nunca paso, joder.

Emprende una carrera estúpida alrededor de los puestos, el bastardo esta desequilibrado, seguramente por lo del bobalicón de Adam, y a mí me toca aguantarlo sin que llegue a mayores, por eso siempre fue un busca pleitos.

— ¡Ustedes par de idiotas tarados! ¡Ya tienen pelos en las bolas y todavía pelean por tonterías! — una Dalila muy enojada me sujeta fuertemente por la oreja.

— Ay, Ay, Ay, duele, duele — exclama Beez adolorido, a quien sostiene de la misma forma.

Inclinado y agarrado dolorosamente miro hacia arriba observando los ojos brillantes enfurecidos de Dalila, su cabello se ondea por un viento casi mágico, es como si se oscureciera el ambiente solo por ella. Trago hondo.

— Tu ve a atender a tu retoño — me lanza en dirección al alfa, quien sosteniendo a Mazi contra su costilla con una mano, me atrapa con la otra, sujetándome por el pecho — Y tu vienes conmigo.

Observo como Dalila se lleva a Beez prendido de la oreja y los dos lobatos se desvanecen en alguna parte. Por otro lado, me quedo ensimismado en el tibio calor de la mano del alfa que atraviesa mi ropa y calideces mi fría piel.

— Tía regaño a papi otra vez, jeje — se burla Mazi — Tía es fuerte.

— ¿Ah? — me indigne separándome del tacto del alfa — ¿Y yo no?

La pequeña hace un puchero con las mejillas infladas. No me contesta, y yo me indigno más, mi hija no me cree fuerte. Esta niña testaruda. Antes de que pudiera decir cualquier cosa, el alfa habla.

— Veo que son muy unidos ustedes — comenta con una ceja alzada.

— No, a veces cagamos por separado — comento voraz y él suelta una risa baja.

— Deberíamos ir a seguir con la investigación — comenta.

— Deberíamos, pero primero déjame tomar otro vaso de hierro fundido — digo dirigiéndome al mismo puesto, del cual nos habíamos alejado significativamente.

— ¿Hierro fundido? — pregunta con las cejas fruncidas, pasando a Mazi a mis brazos.

— Café.

— Ah.



...



Deje mi séptima taza de café sobre la mesa con una profunda expresión de desprecio. El olor a bóxer sudados después de hacer tres horas de ejercicio intenso me pone de muy mal humor. Maldito sudor, malditos lobos, maldito espacio cerrado y maldita tierra en general.

— Jackson.

— ...

— Jackson.

— ...

— Supongo que estas muy concentrado buscando el camino hacia la iluminación en el fondo de una taza, de nuevo — dice Dalila, a la que temerariamente he estado ignorando.

— No, solo te estoy ignorando.

— Hijo de pu— la interrumpen las estruendosas risas de lobatos en el comedor.

Se supone que íbamos a continuar con la investigación, pero el hijo de perra de Beez insistió en querer comer comida mundana, en un maldito comedor enorme, lleno de lobos sudorosos. Esos lobos bastardos nos miran y sonríen confianzudos, solo porque son más en número se sienten en confianza, ni siquiera puedo sacarle los colmillos porque el alfa me pidió que les tuviera paciencia. ¿Paciencia? Paciencia mi culo, voy a crear un detector de paciencia ver si la encuentran.

Beshter se llena la boca con un montón de comida extraña para mí. Tuve el impulso de golpear su nuca para que se ahogara, pero se supone que a las bestias no se les molesta cuando comen ¿Verdad?

Lo único que me apetecía comer de todo ese bufete que pidió Beez, son unos palitos dorados delgado crujientes, hay de dos tipos, unos suaves por dentro y otros con una cosa blanca gomosa dentro. Según unas señoras que nos atendieron las suaves por dentro son papas fritas y los otros son bastones de queso frito.

En medio de mi frenesí por las papas, las puertas del establecimiento se abrieron abruptamente y la presencia de una figura agitada causo el silencio absoluto entre los lobos.

— Encontramos otro cadáver, esta vez es un cachorro — un agitado y pálido Logan nos avisa — El alfa los busca.


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Corto, pero es capitulo transitorio. 

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