It was real: A love story

Bởi Enactuada

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Macarena Achaga es una atractiva, inteligente y carismática actriz que es contratada para personificar en la... Xem Thêm

Capítulo I: ¿Coincidencia?
Capítulo II: ¿Vamos por un café?
Capítulo III: Entre grabaciones
Capítulo IV: El tiempo es efímero a tu lado
Capítulo V: Aprendiendo a flotar
Capítulo VI: La invitación
Capítulo VII: El show de Betty
Capítulo IX: No volverá a pasar
Capítulo X: Nuestro primer baile
Capítulo XI: Siempre te cuidaré
Capítulo XII: La fiesta de Guillermo Carvajal
Capítulo XIII: Sentí miedo
Nota de la escritora

Capítulo VIII: Fueron los tragos

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Bởi Enactuada

Estaba viviendo una de las noches más eternas de toda mi vida, porque sentir a Bárbara tan cerca de mí luego de ese beso repentino era como estar en el cielo atada de manos y pies, sin la mínima posibilidad de liberarme para hacer lo que tanto deseaba. Pero finalmente el efecto del alcohol en complicidad con la somnolencia me hizo caer en un profundo sueño hasta la mañana siguiente.

En cuanto abrí los ojos, como un efecto inconsciente, lo primero que hice fue buscar la figura de Bárbara a mi lado, pero ella no estaba. Al no hallarla todos mis sentidos se activaron y rápidamente me levanté para corroborar si se encontraba en el baño. A decir verdad, no estaba segura de cómo sería nuestra primera mirada después de lo sucedido, sin embargo, necesitaba sentir su presencia.

Improvisé una voz calmada:

—¿Bárbara? —le di unos toquecitos a la puerta y aguardé unos segundos antes de seguir indagando—. ¿Estás aquí?

No hubo respuesta.

Decidí, entonces, girar el picaporte de la puerta con el mayor cuidado posible, atinando, infortunadamente, a lo que ya me presentía.

No había nadie allí.

Di unos cuantos pasos para llegar hasta mi bolso con la pretensión de localizar mi celular, luego de tener que sacar la cartera, el labial y otras de mis pertenencias, lo encontré.

Abrí su chat y tecleé un mensaje con rapidez:

8:49 a.m: Bárbara... acabo de despertar y no te encuentro. Me da pena salir de la habitación sin ti, please, come and save me!

Mientras esperaba la respuesta de Bárbara me senté en una esquina de la cama, y de inmediato llegaron a mi mente todos los interrogantes que fueron silenciados al quedarme dormida unas cuantas horas atrás. Le di vueltas a la decisión impulsiva de haber tomado el primer avión de New York a Ciudad de México por ese afán incontrolable que tenía por escuchar a Betty, pero sobre todo por estar con su hija. Fui capaz de rechazar otra velada mágica al lado de Ghassan para regocijarme con la existencia de Bárbara López, realmente quería pasar tiempo con ella, pero todo se estaba saliendo de control, yo estaba maniatada, tenía miedo y ciertamente no sabía lo que sentía.

El tiempo seguía pasando y mi serenidad disminuía cada minuto en el que Bárbara no me respondía. Sin miedo a sonar vehemente le escribí por segunda vez:

9:03 a.m: Bárbara López, quiero que vengas ya mismo a tu habitación porque estoy desesperada.

Me levanté de la cama sin control a caminar alrededor de la habitación. La ansiedad se apoderaba cada vez más de mí y al darme cuenta que la espera era en vano resolví meterme al baño para empaparme no sólo el cuerpo, sino también algunos pesares del alma.

Mientras el agua descendía por mi rostro mi mente se complacía en recordar la finura y delgadez de los labios de Bárbara. En muchas conversaciones con amigos insinué que no debían existir diferencias entre besar a un hombre y a una mujer, pero estaba totalmente equivocada. Aquel beso no sólo llegó como un plácido rocío a mis labios, también me entumeció el cuerpo y al mismo tiempo lo incendió como si una llamarada me cubriera por dentro. Nunca me había sentido de tal forma.

Entretanto, al salir del baño me esforcé por mantener mi mente en este planeta, lo que también fue posible gracias al toque somero que se produjo en la puerta de la habitación de Bárbara, acompañado por la voz de Alejandra.

—¿Maca? Buen día, ¿ya despertaste? —Me apresuré en abrirle la puerta sin ofrecerle respuesta a su llamado y tratando de no presentarme tan ansiosa, así que al encontrarnos frente a frente respondí:

—¡Ale! Aquí estoy, me levanté hace un par de minutos y de una me alisté. ¿Ustedes dónde andan? ¿Bárbara está contigo?

Observé cierta intranquilidad en la mirada de la mejor amiga de Barbie, mientras tanto yo sólo podía guardar interés por hallar de su parte alguna réplica a mi pregunta.

—Maca, es que... —Alejandra vaciló sospechosamente en continuar su sentencia, pero tomó un impulso y continuó—, Bárbara salió desde muy temprano, me pidió que viniera por ti a esta hora más o menos para que desayunaras con nosotras.

El corazón empezó a latir un poco más rápido de lo habitual, sin embargo, me obligué a guardar compostura y aclaré mi garganta antes de volver a pronunciar palabra.

—¿No dijo nada más? No sé, ¿la vamos a esperar? ¿Regresa pronto? Porque le he escrito al celular y no me responde.

Alejandra tardó un momento en responder.

—No sé, Maca, a mí tampoco me ha querido responder, pero cuando pasó por nuestra habitación no me pidió que la esperáramos. Lo que podemos hacer es matar el tiempo, ¿no? vamos echándole combustible al estómago y ahí vemos si llega.

No tenía otra opción, me sentía en medio de la nada con un nudo en la garganta por mil razones a las cuales no les encontraba explicación. Estaba llena de rabia e ira porque hubiese preferido mil veces que ella me despertara y se despidiera de mí, pero también tenía tristeza porque no sabía qué sucedía, si Bárbara estaba bien, si realmente salió a hacer algo importante o simplemente no tenía ganas de verme después de aquel instante en medio de la oscuridad de su habitación, que tan sólo duraría los segundos más interminables de mi existencia.

Bárbara López me había dejado en un limbo emocional.

—Sí, tienes razón. —Acepté finalmente a la propuesta cordial de Alejandra—. Vayamos a comer que muero de hambre.

Cuando salí de la habitación de Bárbara en compañía de su amiga sentí que era la primera vez que pasaba por esos pasillos, y por supuesto, era entendible teniendo en cuenta que los había transitado en un estado de ebriedad inaudito. Soy muy poca amiga de tomar alcohol, pero la noche anterior estaba en un instante de éxtasis que no me permitía elegir adecuadamente lo que quería o no hacer.

A medida que nos íbamos acercando a la mesa de comedor logré identificar a Betty y a Paloma sentadas plácidamente conversando; y justo cuando la madre de Barbie se percató de nuestra presencia se levantó y me cubrió con sus brazos de esa forma en la que las madres saben hacerlo, con ternura y protección.

—Mi vida, ¿cómo amaneciste? Ay, qué dicha la noche que pasamos ayer, estábamos hablando de eso Palomita y yo.

Me conmovieron mucho sus palabras y sospecho que lo notó.

—Betty, ha sido de los mejores festejos que he tenido en mucho tiempo, de verdad mil gracias por haberme invitado. —Murmuré, con una sonrisa débil.

—¿Cómo no hacerlo, corazón? Si Barbie no hace otra cosa que contarme lo maravillosa que eres. —Comentó ella, devolviéndome el gesto a uno más alegre.

Claro, le dice a su madre que soy un ser excepcional, pero me abandonó a mi suerte en su habitación notablemente fría, y tenía la osadía de ignorar mis mensajes de angustia, pensé.

Betty siguió:

—No sé qué se hizo Bar, Ale me dice que salió, pero de todas formas les tengo el plan de la vida para que sigamos compartiendo este domingo con un sol espléndido —la madre de la señorita López nos señaló un espacio increíble que estaba al fondo de la casa donde se estaba preparando una suerte de parrillada que pintaba lo más de bien—. Las invito a que se queden al asado que tenemos hoy, y así esperan a Barbie. ¿Qué dicen?

Las demás chicas aceptaron la invitación gustosamente, pero yo no tenía ánimos para quedarme en esa casa sin la presencia de Bárbara y tampoco tenía la seguridad de querer verla después de presentir, con notables evidencias, que había escapado sin decirme una sola palabra. Traté de ser lo más delicada posible en mi declinación:

—Me encantaría, Betty, pero no puedo. Quedé con Santi, mi hermano, en acompañarlo a hacer unas compras hoy y me mata si no llego a tiempo. —Todo se me agitó por dentro porque detestaba mentir, pero no tenía otra opción a la mano y no le iba a vociferar que me estaba muriendo de la angustia por no saber nada de su hija.

Cuando terminé de desayunar fui por mis cosas  a su habitación y me encontré, sin quererlo, con el libro que la castaña me había prestado, muy amablemente, esta madrugada. Su voz llegó a mi cabeza en ese instante, pero la deseché tan rápido como vino. Respiré hondo y despegué la mirada de aquella portada. No debía.

Regresé al mismo lugar donde me encontraba con las amigas de Bárbara, pero Betty ya no estaba. Aproveché esos minutos para indicarles que me marcharía.

—Chicas, fue encantador haberlas conocido, así que espero que podamos coincidir en otra oportunidad. Me encantó todo, todo lo de anoche —me acerqué y les di un abrazo muy fuerte tanto a Alejandra como a Paloma.

—Eres una preciosura, Maca —exclamó Ale con una sonrisa de boca cerrada—. Estamos muy felices de que Bar pueda contar contigo como compañera de trabajo. Ya sabes, cuando quieras chupar aquí nos tienes.

Todas nos echamos a reír a carcajadas, mientras Paloma también me confesaba que se sentía muy a gusto de haber compartido el show de Betty a mi lado. Luego de la despedida me dispuse a salir para esperar mi Uber, y fue en ese momento cuando noté que Gonzalo Peña venía entrando con su habitual actitud de presuntuoso:

—Querida Maca, te veo un poco desaliñada y de mal humor —expresó con burlita, quitándose sus lentes de sol—. Veo que la noche estuvo muy loca.

Su presencia era lo que menos necesitaba mi espíritu, así que, con total desinterés, le respondí:

—Sí, la celebración estuvo increíble, lastimosamente no puedo contarte detalles porque ya me voy. ¡Besos, Gonzi!

Para mi buena suerte, el Uber llegó en ese instante, lo que me permitió acelerar la despedida y huir de esa situación tan incómoda, que para bien o para mal, hizo que retomara el pensamiento de Bárbara en mi cabeza. Tomé el celular una vez más para abrir la pantalla del chat con ella y por tercera vez le escribí.

10:45 a.m: Bárbara, no sé qué rayos pasa, pero no te voy a perdonar que te hayas ido sin decirme una sola palabra y ahora no respondas mis mensajes.

Iba a continuar escribiéndole cualquier otra cosa que se me ocurriera cuando vi que estaba en línea, que había visto mis mensajes y me estaba escribiendo. Durante más de un minuto estuve expectante a ese chat, era obvio que Bárbara escribía y borraba una y otra vez, mientras yo me rendía ante la intranquilidad que me ocasionaba toda esa situación.

Por fin su respuesta se hizo visible:

10:48 a.m: Macarena, necesitaba hacer algo y no me dio tiempo de avisarte.

Su pretexto tan escueto ocasionó que la ira contenida me invadiera de nuevo.

10:48 a.m: ¿Qué? ¿Qué tenías que hacer un domingo por la mañana a las 7:00am, Bárbara? ¿Por qué no me dices la verdad? ¿No quieres que hablemos sobre lo que pasó ayer?

Seguía estando en línea, y en cuestión de segundos leyó mi mensaje y lo respondió.

10:48 a.m: ¿Qué pasó ayer, Macarena? Nada trascendental, simplemente fue una noche de tragos y eso provocó que toda mi ansiedad por el primer beso entre Juliana y Valentina me hiciera perder el control, eso fue todo.

No podía creer lo que mis ojos estaban leyendo, ahora ella simplemente tomaba a "Juliana" como un colchón.

Repliqué, con más enojo que antes:

10:49 a.m: Okay, perfect! Entonces ahora todo se debe a que Juliana, de repente, tomó control de tu cuerpo y tu mente.

10:50 a.m: No sé qué te estás imaginando en tu cabeza, pero quiero decirte una vez más que me gustan los hombres y que eso que sucedió ayer no fue nada. No voy a seguir perdiendo mi tiempo con esta conversación, estás pasada.

Noté que iba a seguir escribiendo, pero no le iba a permitir que continuara redactando lo que sea que iba a enviarme y por última vez alegué:

10:51am: Bárbara, de acuerdo. No pasó nada, que estés bien y te pido que por ahora no me escribas más. Vete con tu grosería a otra parte. Adiós.

Leyó mi mensaje y dejó de estar en línea.

Bárbara no volvió a escribirme.

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