Ella, tú y yo

By LizGoL

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Ser padre a los veintiuno es difícil. Ser padre soltero, desheredado, estudiante y trabajador de medio tiempo... More

Introducción
Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Epílogo
Extras
Mil palabritas
Agradecimientos

Capítulo 36

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By LizGoL

Había perdido la noción del tiempo y de paso se aprendió uno que otro patrón en el techo de su vehículo.

Parpadeaba y suspiraba de vez en vez. Los ruidos del exterior eran lo único que se escuchaba y no se había movido de posición desde que regresó al hospital. Probablemente su cuello resintiría la posición, pero no le importaba, en realidad no podía dejar de ver el gris sobre su cabeza pensando en que así se percibía su vida desde que terminó con el hombre que amaba.

Se sentía vacía, ya ni lágrimas podía derramar porque todas se le acabaron en el trayecto de regreso.

Pero no se arrepentía, si bien amaba a Izan con todo lo que era, no podía seguir permitiendo que jugara así con su relación. Porque cada que podía le recordaba que ella no era familia y eso le dolía. Sabía que no lo hacía a propósito, que la situación estaba nublando su buen juicio, pero eso no justificaba su actitud.

Suspiró sabiendo que debía regresar al hospital para ver cómo estaban Paige y Naím; ahora sus amigos eran prioridad, no podía hacer más por Izan y Sayuri; su ex novio ya tenía todo para luchar por la bebé y solo él podía actuar.

Su ex...

Sintió un punzante dolor en el pecho a la par que jadeaba, ahí iba de nuevo a llorar.

Cerró los ojos con fuerza y puso las manos sobre su rostro. Estaba agotada en todos los sentidos, sentía que se iba a desmoronar en cualquier momento y que nadie podría sostener su caída.

Inhaló varias veces y trató de callar los gemidos de tristeza. Necesitaba ser fuerte; aún tenía que ver a sus amigos, hablar con su hermano, ver cómo iba la situación con Mao, hablar con Thiago para que fuera a buscar a Izan; tenía mucho qué hacer, no podía llorar más tiempo.

Con ese pensamiento en mente exhaló aire con suma lentitud antes de frotarse los ojos. Luego movió el retrovisor de su vehículo y revisó su rostro. Aún estaba roja, sus ojos se veían hinchados pero bien podría adjudicar su imagen a todo a lo que vivió hacía unas pocas horas.

Regresó el espejo a su postura original y tras soltar un fuerte y muy sonoro suspiro, abrió la puerta de su auto y salió de este para encaminarse al hospital.

Mantuvo la cabeza en alto e intentó no recordar lo que terminó. Practicó en su cabeza la plática que sostendría con Thiago y fue tanta su enajenación que levantó las cejas con sorpresa cuando se encontró frente a las puertas automáticas del lugar. Ni siquiera percibió lo que caminó para llegar.

Observó su reflejo en los vidrios y mordió su labio antes de brincar sintiendo un pulsante dolor. Por un momento olvidó lo demacrada que estaba su boca. Las puertas se abrieron frente a ella y no pudo evitar voltear a ver a quien fuera que estuviera saliendo. Cierto inglés llevaba su celular al oído mientras daba instrucciones sobre pagos y contratos.

Cuando sus ojos se encontraron, ella se mantuvo impasible creyendo que se veía normal, incluso se obligó a sonreír, más no se dio cuenta que en realidad tenía un gesto lleno de tristeza que provocó que Thiago frunciera el ceño.

La castaña regresó la mirada a la puerta que se había cerrado detrás del empresario y permaneció en la misma posición sin hacer ningún intento por entrar al hospital.

—¿Sorine? —la llamó el inglés al acercarse sintiéndose contrariado por su actitud.

—¿Sabes cómo están Naím y Pai? Me tuve que ir y no supe si ya hablaron; el idiota de mi amigo puede ser un cabeza dura cuando quiere, tal vez debí llevarlo de la mano como niño chiquito... —Estaba balbuceando y lo sabía, pero se sentía ajena a su entorno, como un globo que estaba a punto de explotar bajo tanta presión.

Sintió una mano en su brazo y detuvo de golpe su absurdo monólogo. Orbes azules la veían con suma preocupación.

—¿Estás bien? —cuestionó el de lentes viéndola de manera fija.

Y fue como si esa pregunta abriera la caja de Pandora: los ojos de Sorine se llenaron de lágrimas, sus labios temblaron y comenzó a negar una y otra vez con la cabeza.

—No —gimió en voz casi inaudible sintiendo su cuerpo estremecerse ante el llanto que estaba a nada de desbordarse.

Thiago suspiró y miró unos momentos al suelo antes de decidir qué acción tomar. Finalmente se acercó a la castaña para abrazarla con fuerza; fue hasta sentir que alguien la sostenía que la chica dejó salir todo: su miedo, desesperación, incertidumbre, dolor... Todo aquello que llevaba horas callando lo dejó salir en un mar de lágrimas; incluso llevó las manos a la espalda del inglés y empuñó con fuerza su camisa.

—No puedo más, ya no puedo —exclamó en el pecho del empresario.

Thiago levantó la cabeza y se encontró orbes aceitunados. Macy lo miraba con pesadez, pero sabía que era por ver a su amiga en tan mal estado y no por encontrarlo abrazando a la castaña. La chica le dio una muy pequeña sonrisa junto a un leve asentimiento antes de articular "gracias" y regresar al interior del hospital.

El inglés volvió a suspirar y dejó que la castaña se desahogara; los sollozos estremecían su cuerpo y podía sentir su camisa mojarse mientras ella balbuceaba palabras inentendibles en su pecho. Pasados unos minutos, cuando el llanto comenzó a menguar, la alejó un poco mientras ella hipeaba.

—¿Mejor? —preguntó en voz baja manteniendo las manos en sus hombros.

Sorine intentó limpiar las lágrimas que seguían recorriendo sus mejillas y le dio un vago asentimiento.

—Perdón, no sé...

Thiago negó y finalmente bajó los brazos.

—Estás cargando con mucho, creo que no te has dado cuenta que no estás sola —le dijo en voz baja.

Ella siguió limpiando lágrimas que no dejaban de brotar cada que parpadeaba.

—Es irónico que lo digas —masculló antes de hipear—. Tomando en cuenta cómo eras hace unos meses.

El inglés le dio media sonrisa antes de llevar la mirada detrás de ella, al interior del hospital dónde cierta chica hablaba por teléfono mientras enredaba su cabello negro en un dedo.

—La vida te puede cambiar en poco tiempo —refutó antes de volver su atención a ella—. No te voy a decir que todo eso quedó atrás; a veces me asusta Macy, es muy...

—¿Aventada? —cuestionó Sorine arqueando una ceja mientras volvía a pasar su manga por los ojos.

El empresario rio ligeramente y negó.

—Entregada; todo lo que hace, lo hace con pasión y eso por momento me supera —confesó en un suspiro—. Pero es justo lo que necesitaba para empezar a cerrar ciclos.

Sorine lo vio contrariada y el inglés sacó un pañuelo de su pantalón antes de entregárselo.

—Hay personas que nos cambian la vida y nos enseñan que el pasado debe quedarse ahí, en el pasado; Izan... él es complicado; jamás terminó lo suyo con Lara, solo huyó...

La castaña bajó la mirada y limpió las lágrimas que ahora parecían salir más rápido.

—Bueno, al menos algo hice bien —murmuró derrotada.

Thiago abrió los ojos con sorpresa.

—¿Terminaron?

La chica se tapó el rostro con el pañuelo asintiendo varias veces.

—¡No quiere luchar! Piensa dejar a Sayuri con esa... ¿por qué no ve que estamos aquí... que estoy aquí?

El inglés bufó y negó llevando la mirada al cielo.

—Porque piensa que al final es él contra el mundo...

Sorine sintió una profunda decepción al pensar que tal vez todos esos meses habían sido una falacia de la que apenas estaba despertando.

Nadie sabía lo que Izan hizo la noche en que su padre murió. Nadie excepto la persona que estuvo con él.

Era uno de esos recuerdos que bloqueó cuando salió de Australia. En su mente, la actitud de la mujer que llamaba madre era un acto meramente bipolar, pues años después, cuando más la necesitó no estuvo. Sin embargo, bien le decía que cuando tuviera sus propios hijos entendería su actuar, ya que el castaño empezó a asimilar lo que la matriarca Moore le quiso enseñar al pasar al papel de espectadora.

No supo cómo ni cuándo, solo se perdió en esa familiar caricia sobre su cabello y en el olor de la mujer que una noche, hacía ya muchos años, le cantó mil veces para aligerar el dolor del duelo.

Tenía los ojos cerrados y respiraba de manera apasible, no estaba dormido, pero se sentía ligeramente relajado; como si estuviera sobre una nube esponjosa observando su vida que por unos momentos se había quedado en pausa.

Su madre tenía ese don: Pausar la vida con solo una caricia.

Supuso que era tarde, pues ya no asomaba nada de luz a través de sus párpados y a lo lejos podía escuchar el cantar de un grillo. Casi no se percibían autos en la calle y los vecinos finalmente habían dejado de alegar sobre quién sacó al gato. Así de silencioso estaba su hogar.

Suspiró y finalmente abrió los ojos, oscuridad lo recibió.

—¿Siempre supiste dónde estaba? —Se aventuró a preguntar.

La caricia sobre su cabello no se detuvo, ni siquiera cuando Yelena decidió contestar.

—Desde que diste un paso fuera de la casa.

—¿Thiago sabía? —susurró.

—No; obviamente le pedí que te mantuviera cerca, pero jamás supo qué te estaba cuidando desde Australia —respondió de manera sincera.

El castaño suspiró y volvió a cerrar los ojos. Tragó pesado y pensó antes de volver a hablar.

—¿Crees que deba dejarla con Lara? —cuestionó en voz casi inaudible sintiendo el latido de su corazón acelerarse y retumbar hasta su cabeza.

Silencio lo recibió y levantó los párpados pensando que su madre le estaba diciendo, sin palabras, la respuesta; sin embargo, la mujer se movió un poco antes de contestar.

—Eso sólo tú lo puedes decidir, Ethan —masculló—. Pero no quiero que lo hagas con los miedos entorpeciendo tu razonamiento.

Izan frunció el ceño y se incorporó para ver a su madre a la cara. Ella, por su lado, movió con ternura el cabello color chocolate que había caído sobre su frente.

—Estabas muy chico para recordarlo, pero hace años la empresa tuvo una caída; la mesa directiva habló sobre vender todo en partes y tu padre lo consideró creyendo que no la podría levantar desde cero —El castaño se incorporó completamente y se acomodó junto a su madre poniendo toda su atención en el relato—. Tus tíos, los padres de Paige, vendieron sus acciones antes de que se decidiera algo. Entraron en pánico; es por eso que no tienen participación en la empresa —continuó con un gesto de molestia—. Tu padre supo desde ese momento que estaría solo... o eso creyó; olvidó que tenía una familia dispuesta a luchar con él.

Izan bajó la mirada con vergüenza, el rostro de Sorine apareció por su mente y comenzó a experimentar culpa al pensar en cómo terminó todo entre ellos y la razón por la que lo hizo.

—Cuando vino a mí con la propuesta de la venta, le pedí el divorcio.

El chico levantó la cabeza tan rápido que se mareó un poco, incluso abrió la boca ante la sorpresa que esa oración provocó.

—¿Qué? —preguntó en un susurro.

Yelena le dio una sonrisa llena de orgullo y eso lo descolocó.

—Le dije que si iba a renunciar a algo que amaba, por miedo, no quería estar para verlo... Y peor, que si estaba tomando decisiones sin preguntarme qué quería, no tenía sentido seguir juntos.

Toda esa conversación se estaba tornando muy personal para Izan. Entrelazó las manos en su regazo y apretó con fuerza.

—Nunca me enteré de eso —musitó suspirando.

Yelena puso su mano en la rodilla del chico llamando su atención, orbes ambarinos se vieron con fijación.

—Porque al final decidimos luchar contra todo, incluso contra la lógica... Fue difícil, tuvimos meses donde no alcanzaba ni para comida y los Hansen nos ayudaban —contó la mujer sacando otro secreto que su hijo desconocía—. Pero solo fue en esos momentos, nos negamos a recibir inversión de ellos.

El castaño cerró los ojos sintiendo que le debía mucho más a Thiago de lo que pensó.

—Al final logramos levantar la empresa; y créeme que para mí no hubiera sido problema que heredaras junto a Taylor si ella hubiera estado contigo por las razones correctas...

Izan cubrió su rostro con las manos y gruñó.

—Nunca los engañó; ni a ti o Thiago o Pa... —Cerró la boca de golpe y frunció el ceño sintiendo acidez inundar su estómago. No estaba listo para hablar de la mujer, tal vez jamás la volvería a mencionar.

Percibió la mirada de su madre sobre él y se movió incómodo. Sabía que tarde o temprano le tendría que contar quien inició todo el desastre. Bufó y abrió la boca para comenzar a confesar cuando el celular de su madre timbró. La mujer lo sacó de la pequeña bolsa que cargaba con ella y frunció el ceño al ver quién llamaba.

—Está afuera, qué sentido tiene llamar... —se dijo a sí misma antes de correr el dedo por la pantalla del aparato y ponérselo al oído—. Noam, sube, no hay nece...

El castaño observó a su madre y notó el gesto de sorpresa que se fue tornando poco a poco en uno de furia que pocas veces le había visto, incluso tenía la mandíbula tensa como si se estuviera conteniendo con todas sus fuerzas.

—¿Dónde? —la mujer preguntó con seriedad antes de asentir varias veces—. Bien, llama y vamos —espetó antes de colgar.

El chico sintió su corazón comenzar a latir rápido no entendiendo la razón.

—¿Has hablado con Paige? —cuestionó su madre guardando el télefono.

Izan esperó sentir la misma acidez de hace unos momentos, pero en vez de eso, un nudo se instaló en su garganta.

—No, tuvimos un problema y... —Sentía la absurda necesidad de justificar sus acciones, algo en la pregunta y la postura de su madre lo estaban llenando de una inentendible culpa—. Ella trajo a Lara y me enteré, no hemos hablado desde entonces.

Yelena asintió lvantándose, cerró su bolsa y se encaminó a la puerta.

—Te espero abajo, no tardes —dijo sin más antes de abrir y salir, nunca cerró la puerta y el chico se quedó con la boca ligeramente abierta.

Parpadeó varias veces antes de pasar una mano por su cabello y negar, pasados unos segundos se dejó caer en el sofá y cubrió su rostro con ambas manos.

Sentía que ese día iba a ser eterno.

Humo salía de la taza frente a ella, tenía la cabeza recostada sobre una de las mesas de la cafetería y aunque los ojos le pesaban, no se atrevía a cerrarlos. El mundo estaba dando vueltas tan rápido que sentía que de descansar, aunque fuera unos minutos, se perdería de algo grande.

—¿Segura que no quieres que te vean las costillas? Cada que te mueves haces un gesto de dolor —dijo Macy viendo a la castaña con consternación.

Sorine negó por lo que que sintió que fue una milésima vez.

—Estoy esperando una llamada; me siento bien, solo cansada —murmuró antes de bostezar.

Orbes azules y aceitunados se miraron unos segundos antes de regresar la atención a la castaña.

—Puedes ir a dormir en mi auto, es más grande y cómodo, te buscamos si pasa algo —ofreció Thiago sintiendo la mano de Macy apretar la suya en un gesto de agradecimiento.

Sin embargo, la chica volvió a negar.

—Mi abuelo va a llamar, no necesito... —Se detuvo de golpe y abrió los ojos con sorpresa al vislumbrar a su hermano en la entrada de la cafetería, pero eso no fue lo que provocó el gesto, fue que la persona de la que hablaba estaba a un lado—. Abuelo —masculló levantando la cabeza.

Sus acompañantes voltearon en dirección a dónde ella observaba, el inglés frunció el entrecejo al reconocer al anciano. Era imposible vivir en Esbjerg y no saber quién era.

Sorine se levantó y casi corrió hacia los dos hombres. Se abalanzó sobre el de más edad y lo abrazó con fuerza mientras le agradecía una y otra vez en voz baja.

Thiago se incorporó y al percibir a la pelinegra a su lado, masculló—: ¿Sorine es una Abrahamsen?

Al no recibir respuesta volteó y se encontró con la mirada un poco endurecida, pero a la vez, divertida de su novia.

—¿Qué pasa, señor Bond, eso no salió en su investigación? —preguntó con un tono lleno de ironía; el aludido levantó las cejas con sorpresa antes de mirarla con seriedad; sin embargo, Macy se mantuvo sonriente—. Supongo que alguien le bloqueó ese pequeño detalle —concluyó antes de encogerse de hombros y dirigirse también hacia los hombres y Sorine.

El empresario cruzó los brazos y se tensó al observar a Macy saludar con suma familiaridad a Masaki. Al parecer no sabía todo sobre las personas que dejaron entrar a sus vidas.

La primera vez que Izan la defendió fue en segundo grado de secundaria: Unos compañeros la estaban molestando porque no le gustaba vestir de manera femenina. Y no es que se le pudiera culpar, pues sus únicos amigos eran su primo y Thiago; así que usaba mas pantalones que faldas. Y si le sumaba que entrenaba parkour con el castaño... Pues, en definitiva sus prendas carecían de ese feminidad que al parecer la sociedad exigía.

Pero ella era feliz así, de alguna manera se sentía protegida por ambos chicos. Sin embargo, cuando la dura realidad golpeó a Thiago, aprendió que también debía ser pilar de los que amaba para que no se derrumbaran.

Así fue como terminó enredándose en una relación de abusos y violencia, todo por ayudar a ese chico que amaba con toda el alma y que bien podría ser su hermano.

Nunca se arrepintió, incluso esa primera vez que Mao la quebró, se sostuvo a su cordura pensando en que Izan y Sayuri lo valían. El amor fraternal era lo único que la mantenía anclada a esa tierra. En múltiples ocasiones pensó en acabar con su vida para ponerle punto final a la mísera existencia a la que su prometido la redujo. Pero el maldito la amenazó con sus seres queridos y no le quedó de otra más que soportar y callar.

Y creyó que su vida terminaría así, a manos de Mao. Nunca esperó nada bueno de la vida, incluso ya se había hecho a la idea de que sufriría hasta que al hombre se le pasara la mano. Pensó que sus únicos momentos de felicidad serían esas pocas semanas en Esbjerg junto a su sobrina y primo.

Pero todo se salió de control, incluso sus planes se fueron por la borda al enamorarse de un abogado.

Llevaba despierta al menos uno hora, Naím permaneció a su lado y le habló sobre cómo inició su pasantía con Joen. Podía notar que el chico evitaba verla a toda costa y eso le dolía un poco, pero se mantenía callada y escuchando anécdota tras anécdota.

No tenía idea de qué iba a pasar, temía un poco por las consecuencias de sus actos. Sobretodo cada que veía la venda en el hombro de Naím. Lo pudo matar, eso no dejaba de darle vueltas en la cabeza. Al parecer destruía todo lo que tocaba, por eso quería alejar al abogado que seguía sin moverse de la cama.

Ambos se sobresaltaron al escuchar un golpe en la puerta. Paige se tensó y Naím endureció la mandíbula. El chico besó su frente antes de incorporarse y dirigirse a abrir. Una vez que lo hizo, la pelinegra escuchó murmullos, lo vio girar la cabeza en su dirección por un momento antes de mirar hacia arriba y asentir con tanta pesadez que la llenó de nerviosismo.

Trató de concentrar su atención en las manos que puso en su regazo y que apretaba una y otra vez.

—Hey, voy a ver a Joen y regreso, ¿ok? —Escuchó de pronto.

Levantó la cabeza con un gesto lleno de terror. No quería quedarse sola, sabía el poder que Mao tenía y le daba pavor que mandara gente a terminarla.

Naím, percibiendo su miedo, la tomó de las manos y las acarició.

—No te preocupes, mi madre se queda contigo, ella trabaja aquí; creo que olvidé contarte que es enfermera —admitió un poco avergonzado.

Paige lo miró contrariada antes de asentir.

—Sí, lo hiciste... —Ella apretó el agarre del chico y tragó pesado—. ¿Crees... crees que lo dejen libre? Él tiene muchos contactos, puede que...

Su acompañante llevó las manos entrelazadas a sus labios y las besó.

—No te preocupes, te aseguro que no sale de esta —dijo sabiendo que la familia de Sorine estaba moviendo todo para que el desgraciado no saliera de prisión en mucho tiempo—. Pero debo ir a rectificar los testimonios; no tardaré, lo prometo.

La pelinegra suspiró de manera temblorosa antes de obligarse a sonreír, asintió varias veces y permitió que el futuro abogado uniera sus labios por unos momentos antes de recibir otro beso en la frente.

Paige lo vio levantarse, decirle algo que no entendió —pues de pronto se sintió ajena a su entorno— y alejarse a la puerta dónde su madre observaba todo con un gesto de preocupación.

Una vez que se quedaron solas, la mujer se acercó a la cama y revisó sus signos vitales. Luego, levantó la cobija de la parte de abajo, dejando descubiertas sus piernas y la vio endurecer el gesto antes de pasar una pluma por la planta de su pie.

—¿Sientes eso? —la cuestionó.

Paige asintió, aunque sabía que debió experimentar cosquillas y no solo el toque.

La madre de Naím suspiró con fuerza y regresó las cobijas a su estado original antes de ver el suero a su lado y revisar más cosas.

—Lo lamento —susurró de pronto la pelinegra cerrando los ojos con fuerza. No quería ver la molestia en los orbes grises de la dama; se sentía culpable por la herida de Naím, pues de no haber sido por ella, jamás se hubiera topado con su prometido.

—¿Qué lamentas, pequeña? —Escuchar el tono de desconcierto y la última palabra la descolocaron, así que levantó los párpados y miró a la mujer sintiendo lágrimas recorrer su rostro.

—Haber lastimado a Naím, de no ser por mí... por mi desesperación, nada de esto hubiera pasado —exclamó Paige con la voz rota—. No quería involucrarlo; intenté... yo traté... —Su garganta se cerró por lo que la voz ya le salía muy aguda, así que se limitó a cerrar los ojos y llorar en silencio.

Pasaron unos minutos antes de que percibiera como su cama se hundió bajo el peso de la mujer que tomó asiento. Se estremeció al sentir el ligero y cuidadoso toque en su barbilla y jadeó a la par que abría los ojos para ver a la mujer que la observaba con orbes llenos de lágrimas.

—Pequeña, nada es tu culpa; tú no eres responsable del maltrato, ni de la violencia de ese inhumano... eres una víctima —aseguró en voz baja. Paige abrió y cerró la boca varias veces no sabiendo cómo responder, la madre de Naím le dio una sonrisa—. También tardé en entenderlo, no te preocupes.

La pelinegra la vio con sorpresa.

—¿Usted... A usted...?

Chiasa le dio otra sonrisa, ésta con un deje de tristeza y asintió con suma lentitud.

—Por muchos años... Creí que así debía ser mi relación, que yo soportaba porque él iba a cambiar; tuvo que llegar alguien más a demostrarme que estaba lejos de entender el amor —confesó poniendo una mano sobre las de la chica.

—¿El papá de Naím? —cuestionó la joven.

Su acompañante asintió y ella mordió el interior de su mejilla; no se sentía identificada ni por error, la mujer frente a ella se veía fuerte, como si hubiera llevado una vida sencilla.

Tragó con dificultad y llevó las manos a su rostro no pudiendo creer que Chiasa hubiera vivido el infierno por el que Mao la hizo pasar.

—Estoy rota, jamás seré una mujer completa —gimió.

Sintió a su acompañante acercarse y bajar sus manos. La veía de una manera muy dulce, era algo que jamás había experimentado pues sus padres siempre la vieron como un trato de negocios. Jamás recibió ese tipo de cariño y eso la descolocaba, su mente no lograba asimilar que Naím y sus padres le tuvieran tanto cariño.

—Pequeña, no es así... No te das cuenta que con cada ataque te hiciste más fuerte —dijo con firmeza—. Las agresiones no definen lo que eres, está en ti ser fuerte para levantarte y salir a comerte el mundo.

Paige dejó salir aire por la boca y sintió su labio inferior temblar.

—No sé cómo... No creo ser fuerte ni...

La madre de Naím miró algo detrás de ella antes de volver a verla.

—Primero debes afrontar tus tropiezos y luego... Al monstruo, pero estaremos contigo cada paso que des —susurró volviendo a apretar sus manos.

La chica la observó contrariada antes de notar que una vez más la mujer veía algo detrás de ella. Giró la cabeza siguiendo su mirada y sintió frío al encontrarse con ciertos orbes ambarinos que hacía pocos días la habían visto como si fuera su peor enemiga.

Minutos antes.

Izan bajó del vehículo sintiéndose confundido. Veía el hospital frente a él con el ceño fruncido mientras se mantenía detrás de la puerta del auto no entendiendo nada de lo que estaba pasando.

—Noam, ¿te dijeron la habitación? —preguntó su madre cerrando la otra puerta.

El mencionado asintió antes de responder y encaminarse junto a la mujer al edificio blanco. Pero el castaño permaneció inerte en la puerta del auto.

—¿Ethan? —lo llamaron al notar que no los seguía.

El chico odiaba los hospitales, solo lo habían llevado de desgracia en desgracia.

—Los espero aquí —dijo mirando al interior del vehículo—. Ni siquiera sé porqué me trajeron —masculló después de unos momentos.

De reojo notó las zapatillas de su madre detenerse a su lado.

—¿Sabes qué hacía Paige en Esbjerg? —preguntó en su lengua natal.

El castaño endureció la mandíbula.

—Arruinarme la vida —espetó manteniendo la conversación en la lengua extranjera.

Sintió la mano de su madre debajo de su barbilla antes de que ella levantara su rostro obligándolo a verla a los ojos.

—Huía de la triste vida a la que tus tíos la sometieron —refutó la mujer.

Izan hizo la cabeza hacia atrás escapando de su agarre.

—Eso nos hizo creer pero la verdad es que me entregó a Lara, ella le dijo todo...

Yelena negó varias veces antes de tomar a su hijo del brazo y casi arrastrarlo con ella. El chico apenas pudo cerrar la puerta, se sentía como un crío al que iban a castigar por hacer travesuras.

—Ethan, nunca te obligo a hacer nada, pero vas a hablar con tu prima en este mismo instante y vas a escuchar todo lo que tenga que decir. ¿Entendido?

Al aludido no le quedó más remedio que cerrar la boca y dejarse guiar. Bien podría escuchar a Paige, pero estaba seguro de que no había nada que lo hiciera perdonar a la que alguna vez consideró su hermana.

—Mao llegó a Esbjerg desde hace una semana... ¿Te imaginas a qué vino? —cuestionó Yelena en voz baja a unos pasos de la puerta de entrada.

El castaño experimentó un fuerte retortijón en el estómago y el miedo comenzó a abrirse paso al levantar la mirada para observar el imponente y blanco lugar.

Pero nada lo preparó para ver a su prima como estaba a punto de hacerlo.

Ahí estaban, frente a frente con unos tres metros de distancia entre ellos. Chiasa observó al chico por unos momentos antes de darle otro apretón a Paige.

—Estará afuera —murmuró.

La pelinegra no dijo nada, solo llevó la mirada a su regazo y trató de controlar el rápido latido de su corazón.

Izan, por su lado, no supo qué hacer. Observó a la enfermera salir y una vez que cerró la puerta, él permaneció en el mismo lugar. Estaba experimentando una horrible revoltura de sentimientos que iban desde el coraje —que irónicamente ya no iba dirigido a la chica— hasta una profunda culpa.

Y no era para menos, su prima estaba llena de moretones en cada pedazo de piel que alcanzó a ver.

—Sé que no quieres estar aquí, no es necesario... —musitó Paige sin levantar la mirada, suspiró cerrando los ojos—. Lo hice mal, lo acepto.

Silencio la recibió y por un momento incluso pensó que el chico había tomado su ofrecimiento y optó por retirarse. Aquello le dolió, pero pensó que lo tenía merecido.

—Sí, lo hiciste. —Escuchó y levantó el rostro no pudiendo creer que siguiera ahí. Izan la veía de manera indescifrable. Tenía la mandíbula tensa y parecía estar luchando por tragar—. Pudimos evitar esto... pudimos hacer tanto...

La chica asintió volviendo a esconder la mirada.

—Lo sé, jamás me perdonaré que hayas perdido a Sayuri; me odio, fui tan estúpida al creer que no me iba a seguir, que me ayudaría...

Se sobresaltó y miró al chico que se había acercado hasta estar a un lado de la cama, él puso una mano en su brazo mientras la veía con los ojos llenos de dureza.

—No, no hablo de eso... Sayuri es importante y lo resolveré pero... —Pasó saliva con dificultad y clavó la mirada en los golpes de sus brazos—. Tú también lo eres y... ¿Fue... Acaso Mao...? —Paige bajó la mirada mientras que él quitó la mano y las empuñó con fuerza—. Jodido bastardo —espetó.

La pelinegra lo vio incrédula.

—Ethan...

El mencionado le dio la espalda y miró hacia arriba, estaba haciendo tanta fuerza con las manos que incluso temblaba.

—No puedo verte sin querer salir de aquí y matarlo con mis propias manos; ¡maldito enfermo! Merece sufrir todo lo que se pueda, debería morir de la peor manera... —Se quedó callado unos instantes antes de dejar salir en un suspiro—: Dios, esto es mi culpa.

La chica se inclinó un poco hacia su izquierda y con dificultad tomó la mano empuñada de su primo.

—No, yo decidí quedarme con él, recuerda que yo...

Izan volteó de golpe.

—¡¿Por quién lo hiciste?! Fue por nosotros y cuando... cuando más me necesitaste no estuve ahí, dejé que afrontaras esto sola; no te pude defender ni...

Paige lo jaló hacia ella y con ambas manos rodeó la que él seguía manteniendo cerrada. Negó una y otra vez.

—No fue tu culpa, ni siquiera... —La voz se le quebró empezando a entender lo que Chiasa le quiso decir—. Ni siquiera fue mía; él tenía la opción de ser un buen hombre y prefirió ser... hacerme...

El castaño se dejó caer de rodillas junto a la cama de su prima.

—¡Perdón! Debí escucharte, dejar que me explicaras, así él no te habría hecho esto —lloró tomando las sábanas blancas en sus manos—. Perdí el sentido de la realidad y me concentré solo en mi desgracia, no...

La chica sintió su corazón desgarrarse al ver así a su primo, cuando él escondió el rostro en la cama para sollozar, no pudo evitar abrazarlo e imitarlo.

—No, Ethan, perdóname tú —dijo entre lágrimas—. Debí decirte lo que había hecho; perdóname, por favor.

El aludido buscó las manos de su prima y las tomó en las suyas, ambos lloraron por unos minutos entendiendo el peso de sus errores. Finalmente, el castaño se levantó y abrazó a la chica con sumo cuidado, tratando de no tocar algún lugar golpeado. Se mantuvo de pie mientras que su prima lloró en silencio en su pecho; sin embargo, cuando la sábana del hospital se fue de lado, dejando ver las piernas casi verdes y llenas de marcas, sintió como si hielo le cayera encima. Suspiró de manera trémula y cerró los ojos tratando de controlar la furia que lo inundaba.

—Pagará, Pai, te juro por mi vida que va a pagar —susurró decidiendo que no necesitaba escuchar por qué Paige se asoció con Lara. De tan solo ver el estado en el que Mao la dejó, entendió que lo había hecho para escapar del monstruo que la violentó en muchas más formas de las que alguna vez se imaginó.

Sorine no podía dejar de ver a su abuelo mientras este hablaba con el grupo de abogados. Entre ellos obviamente estaban Naím y Joen.

Mao no tenía oportunidad, aunque mandó a llamar al grupo de abogados que siempre lo sacaba de apuros, no contaban con que su abuelo ya hubiera pedido las copias de los vídeos de seguridad del hotel y el testimonio de la mucama que la vio con Naím.

Y solo estaba empezando.

Las heridas de Paige hablaban por sí solas y el cinturón encontrado en el suelo no ayudaba a Mao en su defensa. No hicieron nada ilegal, solo aceleraron la recolección de pruebas para no dejar que los abogados del hombre las desaparecieran.

—Vamos por algo de comer, Sorine, te ves pálida —dijo Macy tomándola de la mano.

Orbes verdes la vieron con cansancio y suma tristeza.

—No tengo hambre, quiero saber qué va a pasar.

La pelinegra la tomó con ambas manos.

—Naím nos dirá, ya sabes cómo es —alegó con una sonrisa—. Vamos sirve que tomas algo de aire.

La chica suspiró y asintió levemente mientras que su mejor amiga la llevaba por la sala de espera hasta la salida del hospital. Una vez afuera, caminaron hacia la plaza de comida que estaba a unos cuantos metros.

—¿Ya entraste a verla? Yo no he tenido el coraje —musitó de pronto Sorine.

Escuchó a Macy suspirar más no dejó de caminar.

—La vi de lejos, estaba con Naím y no quisimos interrumpir —explicó.

—Quisimos —repitió la castaña en un hilo de voz.

Su amiga abrió la puerta de un pequeño restaurante de comida típica y recargó la cabeza en ésta.

—Supongo que las cosas salieron mal con Izan.

Orbes verdes la miraron con tristeza y asintió.

—Lo terminé... —La mirada de su amiga se mantuvo inerte y supuso que ya lo había previsto—. No quiere escuchar razones y no puedo quedarme a ver cómo deja ir lo que más ama en la vida.

Permanecieron en la puerta hasta que Macy hizo un pequeño movimiento con la cabeza.

—¿Te despedirás?

Sorine suspiró y su labio inferior tembló, su amiga la conocía tan bien que ya sabía que pensaba hacer.

—No sé, no quiero hacernos más daño...

La pelinegra asintió y la instó a entrar al restaurante.

—Vamos a comer, pensarás mejor con algo en el estómago.

La chica le dio una pequeña sonrisa y juntas se adentraron al lugar.

Thiago nunca había sido de espiar. Sí, investigaba a las personas cuando era necesario, pero no consideraba que espiar e investigar fueran lo mismo. Actualmente estaba espiando a cierto abogado.

Naím caminó de un lado a otro por el hospital, por momentos se detenía, apoyaba en el muro a su lado y empuñaba las manos antes de bufar exasperado. Algo le decía al empresario que no había escuchado buenas noticias en la reunión que tuvieron con Masaki.

Una vez más el chico comenzó a caminar entre pasillos, enfermeras y doctores. Aunque el inglés sí notó un cambio, parecía que avanzaba decidido a hacer algo. Él lo observó y finalmente lo siguió hasta una puerta en dónde Naím miró a ambos lados antes de entrar y cerrar.

Thiago frunció el ceño extrañado y se acercó, una vez frente a la puerta notó que tenía un letrero de "solo personal". El abogado estaba lejos de pertenecer a los trabajadores del hospital. Pensó unos momentos antes de negar con la cabeza y recargarse en el muro de la izquierda con los brazos cruzados.

Pasados unos diez minutos, la puerta se abrió y por ella salió un aparente enfermero que tenía la mitad del rostro cubierto por un cubrebocas.

—¿En esta ciudad uno se gradúa de medicina en cinco minutos? —cuestionó el de lentes manteniendo la mirada en el suelo.

El abogado se sobresaltó y giró para mirarlo con ambas cejas levantadas. Fue cuando Thiago alzó el rostro para observar.

—Es para... pasar más tiempo con Pai, no quiero que me saquen pasadas las horas de visita —se justificó Naím de manera titubeante.

El empresario negó elevando la mirada al techo.

—Estoy seguro de que no te sacarían si Sorine interviene —masculló antes de mirar de nuevo los orbes grises del chico—. Sea lo que sea que estás planeando, vas a tirar tu vida por el drenaje y dejarás sola a Paige —susurró.

El futuro abogado bajó la mirada empuñando las manos.

—No entiendes, ese desgraciado no puede salir del país; en cualquier otro lado podría pagar su libertad y regresar a terminar con ella —espetó.

Thiago endureció la mandíbula.

—Pidió extradición —gruñó antes de quitarse los lentes—. Es inteligente el bastardo.

Naím asintió mientras se retiraba gorro y cubrebocas antes de apoyarse a un lado del inglés.

—Dime que no has pensado en que estaría mejor muerto, nadie lo extrañaría —musitó cerrando los ojos sintiéndose cansado—. Si no es Paige, podría ser otra chica; es un depredador.

Su acompañante asintió y miró a su derecha para encontrar a cierto castaño caminando en su dirección.

—Tal vez sea hora de unir fuerzas —susurró pensando en lo que Macy alguna vez mencionó sobre sus apellidos—. Creo que hay manera de hacer que permanezca en Esbjerg.

Naím lo vio confundido antes de seguir su mirada y comenzar a atar cabos.

Si Mao pensaba usar su nombre para escapar, tendrían que combatir de la misma manera.

Sorine movía el popote de su malteada de lado a lado. Era lo único que se le había antojado, el plato de hoy cakes yacía intacto frente a ella y su estómago no parecía interesado en el alimento.

Macy recibió una llamada y salió del restaurante al escuchar lo que sea que Thiago le estuviera diciendo. De hecho, su amiga la vio unos momentos antes de asentir y decir que no tardaba al levantarse y dejarla.

Todo era un desastre, entre lo de Sayuri y Paige no sabía para dónde hacerse. Esperaba que mínimo Izan hubiera revisado los papeles que le dio o que hablara con su prima.

Estaba tan concentrada en sus pensamientos, que solo percibió la silla frente a ella moverse. No levantó la mirada ni nada, se mantuvo observando la bebida mientras hablaba.

—¿Todo bien con Thiago? No me dijiste... —Se detuvo abruptamente cuando de reojo notó caireles dorados.

Frunció el ceño y alzó la cabeza para encontrarse con ojos azules llenos de frialdad.

—Nos seguimos encontrando, esto parece cosa del destino —se burló Lara poniendo las manos sobre la mesa—. Venía a ver a un amigo, pero te encontré aquí sentada ahogándote en la miseria, tenía que pasar a saludar.

Sorine recargó la espalda sobre su silla y cruzó sus brazos.

—No te cansas —espetó negando con la cabeza.

La chica se encogió de hombros entrelazando sus manos antes de ponerlas debajo de su barbilla.

—¿Cómo está Ethan?

Furia inundó a Sorine así que se limitó a bajar las manos para empuñarlas sin que la otra viera lo que estaba provocando.

—Tu nivel de cinismo me debería sorprender, pero no lo hace —gruñó la castaña antes de suspirar—. ¿Qué quieres, Lara? ¿No hiciste ya suficiente?

Orbes verdes y azules se enfrentaron en silencio hasta que la rubia sonrió.

—Vengo a proponerte algo.

Sorine arqueó una ceja.

—¿Cómo le hiciste a Paige?

La chica no se mostró arrepentida ni nada, de hecho, se mantuvo impasible aún sabiendo lo que había provocado al llamarle a Mao. Tenía cosas más importantes que arreglar.

—Vete, desaparece de la vida de Ethan y dejaré que sea parte de la de Sayuri —dijo con temple.

La castaña la vio con un deje de sorpresa.

—¿Todo esto para que lo deje? —cuestionó incrédula y recibió por respuesta otro encogimiento de hombros. Sorine entrecerró los ojos—. Eres una egoísta, viste que estaba rehaciendo su vida, amando de...

—Jamás te va a amar como a mí, soy la madre de su hija y el amor de su vida —la interrumpió tajante Lara.

La castaña la miró incrédula.

—Si eso es cierto, ¿por qué hacer esto? ¿Por qué vienes a pedirme que me aleje si estás tan segura de lo que eres para él?

La chica echó su cabello hacia atrás.

—Llevaba meses solo, es obvio que se confundió y conformó con lo primero que se le ofreció —ironizó viéndola de arriba a abajo.

Fue entonces que Sorine le dio una sonrisa llena de lástima.

—Él me besó —susurró con tristeza—. No buscaba nada con él, solo apoyarlo con Sayuri.

Lara cruzó sus brazos tratando de mantener la máscara de neutralidad.

—Desaparece de nuestras vidas, si no te vas te juro que jamás volverá a ver a Sayuri.

La castaña negó varias veces.

—Eres tan egoísta que serías capaz de provocarle infelicidad a tu propia hija con tal de vengarte... Ni siquiera la quieres, te aseguro que no sabes cómo tratarla y solo la aventaste con una niñera.

—Lo que yo haga con mi hija no es tu asunto, si quiero mandarla a un internado...

Sorine azotó ambas manos sobre la mesa provocando que todos los comensales voltearan a verlas.

—No te puedes decir su madre cuando todo lo que te mueve es rencor; no la quieres, solo es tu instrumento para dañar a Izan...

—¡La prefirió! ¡Pudimos ser felices y él la eligió sobre mí! —exclamó Lara con los ojos desorbitados—. Perderme era más aceptable que dejar que la niña fuera criada por otra familia...

Sorine se levantó y apoyó las manos sobre la mesa viendo a la chica con dureza.

—¡Eso es amor! Algo que tú jamás serás capaz de entender porque estás ensimismada —espetó—. Tú eres la que no los merece, ni hoy ni mañana ni nunca; podrás separarlos e impedir que sean felices pero el día de mañana, cuando tu propia sangre descubra lo que hiciste y te desprecie te vas a arrepentir... ¡Eres capaz de ver a tu hija sufrir por tu maldito ego!

El restaurante quedó en silencio, Lara se dio cuenta que eran el centro de atención y bajó las manos para alisar inexistentes arrugas de su falda.

—Pagan justos por pecadores —masculló sin un deje de preocupación.

Sorine sintió como si fuego recorriera sus venas, un inmenso odio y coraje tomaron posesión de ella. Se inclinó a la altura de su acompañante y la vio directamente a los ojos.

—Si le haces algo a Sayuri, si te atreves a amargar su vida vas a saber quién soy, Lara... esa niña es mi vida entera y así no esté en carne y hueso con ella, te aseguro que estaré al pendiente. —La mencionada la vio con sorpresa antes de fruncir el ceño y la castaña se enderezó. Tras sacar unos billetes de su pantalón, los dejó en la mesa—. Aún no sabes de lo que soy capaz por aquellos a los que amo; pero ve y pregúntale a Mao quién le está frustrando sus planes —masculló antes de darse la vuelta para salir del lugar.

Lara sintió un escalofrío recorrerla de pies a cabeza.

Si Sorine tenía conocimiento de que estaba asociada con Mao... ¿Quién más lo sabría?

Sentía un dolor punzante en su sien. Las personas a su alrededor hablaban sobre demandar de manera conjunta y que él tomara su posición como un Moore para ejercer incluso más presión. Tenía una mano sobre la frente mientras Macy explicaba cómo sería el actuar de las cuatro familias.

Cuatro, eso le hizo ruido pero siguió escuchando sin realmente poner mucha atención. El dolor de cabeza lo estaba matando.

—Las denuncias que más pesarían son las de Paige y Sorine; Trevor dijo que las lesiones de su hermana no son graves pero que de igual manera la atacó y eso tiene enfurecido a Masaki —comentó Naím.

Aquel comentario fue suficiente para que el castaño levantara la cabeza y se concentrara en la plática.

—¡¿Qué?!

Sus amigos lo voltearon a ver.

—Creí que te había ido a ver... —masculló Macy cruzando los brazos.

Izan asintió.

—Pero no me dijo, me cambió el tema tan abruptamente a lo de Sayuri que no... —Se quedó callado al comenzar a atar cabos. Los golpes de la castaña... el vendaje de Naím—. Estaban con Paige —concluyó en un hilo de voz.

El chico miró hacia arriba recordando que no había querido ir. Si no hubiera sido por su insistente amiga tal vez estarían contando otra historia... o enterrando dos cuerpos. Se estremeció ante este último pensamiento.

—Masaki Abrahamsen no dejará que Mao salga del país tan fácilmente, estamos hablando de que agredió a su nieta —comentó Thiago regresando a la plática inicial—. Pero tú y yo no tenemos nada con qué retenerlo —continuó viendo a Macy.

Todo era un caos en la cabeza de Izan, estaba escuchando pero se sentía ajeno, solo recordaba los golpes de Sorine y pensaba en lo que su amigo estaba diciendo, frunció el entrecejo y miró a Naím.

—Abrahamsen... ¿la familia de Sorine no es Kaspersen?

—Por parte de mi padre soy Kaspersen, pero la familia de mi madre son los Abrahamsen —intervino la aludida apareciendo junto a su mejor amiga. Orbes ambarinos y esmeralda se miraron en silencio antes de que el abogado se aclarara la garganta.

—Supongo que con las denuncias de Pai y Sorine bastará para que no haya extradición —murmuró en un suspiro—. Iré a hablar con Joen.

Se dio la vuelta y tras ver de manera significativa a Macy, comenzó a alejarse. La chica tomó la mano de Thiago y lo jaló con ella.

—Te esperamos en la cafetería —dijo viendo a su amiga.

Sorine le dio una diminuta sonrisa y una vez que se quedó sola con Izan, suspiró.

—¿Estás bien? —cuestionó el mencionado observando a la chica y centrando su atención en el moretón de su boca. Tenía ganas de tocarla, pero se mantuvo alejado pues ya no eran nada.

Ella asintió y señaló hacia atrás con su pulgar.

—Supongo que ya hablaste con Paige.

El castaño pasó una mano por su cabello moviendo la cabeza de manera afirmativa.

—Tenías razón, debí escuchar —susurró arrepentido notando que también había un moretón en su brazo derecho. Endureció la mandíbula antes de negar—. ¿Por qué no me dijiste lo que sucedió?

Ella se abrazó y brincó un poco al posar los brazos debajo de sus costillas, un acto que no pasó desapercibido por su acompañante.

—Tenías que ver esos papeles, mientras más rápido metas una contrademanda, menos posibilidades tiene Lara de llevarse a Sayuri —explicó cansada cerrando los ojos—. Aquí ya estaba la situación bajo control, no permitiré que se haga otra injusticia —murmuró.

Izan entendió la extensión de sus palabras.

—Sorine yo... no sé...

—Me voy a América —interrumpió tajante ella mientras apretaba un poco el abrazo sobre su cuerpo.

El chico la vio incrédulo mientras ella evitaba su mirada a toda costa.

—¿Qué? —preguntó en un susurro.

La castaña mordió su labio y brincó al sentir ardor. Tragó pesado fijando la vista en el suelo.

—Tengo una pasantía y beca esperándome allá, no lo había mencionado porque... honestamente no pensaba irme pero creo que es lo mejor —dijo tratando de contener el temblor de su voz—. Tenía miedo de no ser suficiente, ¿sabes?

El castaño se quedó sin palabras, aunque su corazón latía dolorosamente fuerte y a gran velocidad al entender que la chica que amaba con el alma se iría del otro lado del mundo.

—Lo eres —alegó él en voz baja.

Sorine sonrió un poco y lo miró con lágrimas en los ojos.

—Me hiciste ver eso, que puedo lograr las cosas; aunque el proyecto... pues en sí tú lo desarrollaste, pero como dijiste, era mi idea.

Izan metió las manos a las bolsas de su pantalón.

—¿Cuándo te vas? —preguntó en voz baja.

La chica miró hacia arriba.

—Apenas se resuelva todo esto... cuando las cosas se encaminen a lo que deben de ser.

Él entendió que eso también incluía su situación con Sayuri. Asintió y la vio obligándose a sonreír.

—Te irá mejor que aquí, te lo puedo asegurar.

La castaña le regresó el gesto y lo vio llevar la mirada a algo detrás de ella. Notó en sus facciones algún tipo de decisión y suspiró en silencio.

—Ve —masculló, Izan la miró extrañado y ella hizo un movimiento con la cabeza—. Iré a ver a Paige, haz lo que tengas que hacer.

Se observaron por unos segundos antes de que él se acercara y, sintiendo su corazón romperse, depositara un beso en su frente.

—Gracias —susurró sobre su piel antes de casi correr hacia el abogado que acababa de ver saliendo de uno de los pasillos.

Sorine se quedó en el mismo lugar tratando de grabarse la sensación de los labios de Izan para la eternidad.

—Gracias a ti, mi amor —musitó con la voz quebrada.

Lo encontró justo con la última persona con la que quería lidiar, pero se tragó su vergüenza y se acercó al abogado de lentes que hablaba con cierto doctor que ya lo veía con cara de pocos amigos.

—Moore, no sabía que estabas aquí —exclamó Joen al notarlo.

Izan se aclaró la garganta y trató de no mirar a Trevor quien hasta había cruzado los brazos.

—Sí... vine a ver a mi prima y... ¿estamos a tiempo de meter una contrademanda?

El doctor y el abogado se voltearon a ver antes de mirar de nuevo al chico que parecía querer que la tierra se lo tragara.

—Te escucho —dijo Joen.

El castaño asintió y comenzó a relatar lo que suponía que ya estaba evidenciado en los papeles que Sorine le dio.

Por amor uno a veces deja ir... como lo haría con Sorine, la dejaría volar para que la chica llegara tan alto como se merecía.

Pero también por amor se lucha, y pensaba usar todas sus cartas y llegar hasta las últimas consecuencias para recuperar a su hija.

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