La Primera Ruptura

By Julie18_08

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Lo único que Derek deseaba en la vida era equilibrio y tranquilidad, pero con lo exigente que era consigo mis... More

0. Un discurso inolvidable
1. Una residencia casi vacía
2. La ironía de la ventana
3. Era un buen tipo
4. Algunos favores
5. Ventajas y desventajas de una amistad
6. La chica de la fiesta
7. Lo que la gente piensa
8. La inexistencia del amor
9. Respira
10. No está bajo control
11. Patrones
12. Amigos y sus amantes
13. Algo de malhumor
14. Compañeros en la tragedia
15. Malentendidos
16. Terapia: la profesional y la amateur
17. Dos ventanas
18. Un momento
19. Viaje
20. Relaciones fracturadas
21. Cuestionamientos
22. Sigue corriendo
23. Coincidencia
24. Ser cuidadoso
25. Buenos términos
26. La posible existencia del amor
27. Relaciones platónicas
28. ¿Qué?
29. Bajo la lluvia
30. Acuerdos
31. Casi
32. Un poco de caos
33. El glamour de la mañana
34. Un límite difuso
35. Hablando del drama
36. Cambié, ¿tu cambiaste?
37. Un juego perdido
38. Una noche sin sueño
39. Una prueba
40. Se acerca
41. Como lo concretamos
42. Los últimos días
43. Casa
44. Algunas cosas inevitables
45. Más que un hotel
46. En lo público
47. Ir con lentitud
48. Un joven con reservas
50. Unas últimas palabras

49. Perturbaciones

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By Julie18_08


-¿Hay algo más que quieras hacer antes de irte?- le pregunté a Marco, recostándome en el sillón y buscando un cojín para poner tras mi cabeza.

Ocho días. El número de días que duraba su visita, la cual estaba pronta a terminar. En todo ese tiempo habíamos ido a una serie de lugares que en realidad nunca había pensado en visitar, pues con mi familia solíamos salir de la ciudad en busca de atracciones veraniegas. Pero al parecer no le habíamos prestado atención a la cantidad de cosas que podíamos encontrar en los alrededores.

Marco se había encargado de investigar y de encontrar lugares que visitar, por lo que gracias a él había ido hasta al Museo de Historia Natural, el cual sorprendentemente estaba muy cerca del ayuntamiento. Si ser psicólogo no le funcionaba, probablemente podría ser guía turístico.

-Hay un Club de Campo a cuarenta minutos por la carretera.- comentó tomando su teléfono y escribiendo en él.-Sí, cobran en la entrada y está abierto hasta las nueve.- agregó.

-¿Y quieres ir?-

Él me miró desde dónde se encontraba sentado, es decir, en uno de los sillones de mi sala de estar, y dejó su móvil sobre la mesita. Se había recogido el cabello, porque era otro de esos días calurosos, y volvió a acomodárselo exasperado mientras observaba a nuestro alrededor, como asegurándose de que en verdad estábamos solos.

-¿Adónde dijiste que estaban tus padres?- quiso saber.

-Se fueron de vacaciones.- le dije, otra vez.

Le había sugerido sutilmente a mis padres que sería una muy buena decisión para ellos partir antes a nuestro destino turístico de este año, pues era claro que luego de su reconciliación debían darse un tiempo para estar a solas y fortalecer su vinculo afectivo y de confianza y... no sé qué más les dije. Pero en resumen, ambos se habían ido muy satisfechos con mi idea y esperarían que Maya y yo nos uniéramos a ellos en las próximas semanas.

-Que conveniente para ti.- sonrió.-¿Y Maya?-

-Fue a acampar con unos amigos, es como su despedida antes de irse a la universidad.- dije despreocupado.-Alan está en el grupo, así que tengo menos de qué preocuparme.- suspiré relajado.

Puede que también le hubiera sugerido a mi hermana que se fuera de viaje con sus amigos, pero finalmente había sido ella la que había tomado la decisión definitiva de ir a acampar por cinco días al sur.

Marco se levantó del sillón luego de guardar silencio por unos segundos, lo que hizo que yo me irguiera un poco por instinto, sin embargo, él me indicó con un gesto de la cabeza que continuara recostado. Acaté conteniendo una sonrisa y seguí sus movimientos mientras se sentaba a horcajadas sobre mi regazo. Sus ojos me examinaron pensativos, luego una de sus manos encontró su camino hasta mi rostro y, literalmente, me pellizcó una mejilla antes de besarme.

Me había erguido y le sostenía la cabeza con una mano cuando escuché el sonido del timbre retumbar en la sala. Me alejé suavemente con la intención de ver de quién se trababa, pero él volvió a exigir mi atención, o así fue hasta que el timbre volvió a sonar.

-Yo iré.- dijo dejando un fugaz beso en mi boca.

-Debe ser algún vecino...- me quejé, recostándome en el sillón y cerrando los ojos.

Marco se puso de pie para ir a atender la puerta y no pasaron ni dos minutos antes de que volviera e escuchar sus pasos volviendo a la sala. Abrí los ojos y vi que se frotaba la nuca con cierta inquietud.

-¿Qué?- pregunté apoyando mi peso sobre uno de mis codos.

-Es Alice, y no creo que conozcas muchas Alice, o que todas sepan dónde vives... Así que supongo que es la Alice.- dijo, tropezando con sus propias palabras.-Y deberías saber, aunque supongo que lo sabes, que es muy... astuta, porque una de las primeras cosas que me dijo fue "Eres tú..." así que supongo que supo inmediatamente que soy tu... No lo sé, está esperando afuera.- apuntó hacia la entrada.

Me había puesto de pie mientras él hablaba y me acerqué con el ceño fruncido. Marco me sonrió, pero fue una sonrisa forzada que no se reflejó en el resto de sus facciones, quise reconfortarlo poniendo una mano en su hombro; pero él me esquivó con una mueca de incomodidad en el rostro.

-No me toques cuando ella está tan cerca, puede ver.- me advirtió.

-Marco.- lo llamé buscando su mirada.-No estoy tratando de esconderte.-

-Lo sé, no me refiero a eso...- dijo sacudiendo la cabeza.-Sólo ve a ver qué necesita, ¿quieres?- me apremió.

Cerré los ojos sintiéndome intranquilo y opté por seguir su consejo y simplemente ver qué era lo que Alice quería, aunque podía imaginármelo. Me acerqué a la entrada con el corazón pesado, nunca había esperado que ambos se conocieran en persona ni que se dirigieran la palabra; aunque sabía que el mundo era pequeño y que probablemente pasaría. Pero no lo había pronosticado tan pronto.

Alice esperaba dándole la espalda a la puerta y de brazos cruzados. Su cabello rubio estaba suelto y húmedo, caía sobre su espalda pesadamente y se removía con lentitud por la brisa, al igual que el borde de su corto vestido.

-Alice.- dije su nombre, con mesura.

-Derek.- respondió mirando por sobre su hombro.

Se volteó y suspiró profundo al verme, sus ojos grises me recorrieron tristes y cansados, lo que me trajo una sensación de culpa. No me gustaba saber que yo podía ser la fuente de malestar de alguien que quería, y ya lo había dicho incontables veces, Alice aún me importaba.

-Sólo quería visitarte.- dijo al fin.

-No puedes seguir viniendo así.- le dije frotándome los ojos.-No sé por qué no te anunciaron cuando llegaste, pero...-

-Estaba en casa de una amiga, vive a unos minutos.- me interrumpió.-No iba a venir, pero sentí que... sabes lo que sentí.- resolvió.

Ambos guardamos silencio, sin mirarnos. No estaba enojado, a decir verdad no estaba muy seguro de cómo estaba. Nervioso, arrepentido e indignado; preocupado, inquieto, quizás feliz. Mi intención no había sido terminar mi relación con ella y zanjarla de raíz, siempre he querido que sigamos siendo amigos... pero aún se sentía muy pronto, a esas alturas del año aún era necesario que no nos viéramos para evitar confundirnos.

-Hablaremos.- dije al fin.-Quizás en un año, pero por ahora prefiero que...-

-Me habrías invitado a entrar si estuvieras solo.- me interrumpió.

-No lo creo.- negué.

-¿No crees que te apresuraste demasiado trayéndolo a casa?- me preguntó, sus ojos entornándose con cierta dureza.

-No creo haber pedido tu opinión.-

-Lo digo porque te amo y porque te conozco, cuando te enamoras lo haces de golpe y no te detienes a pensar.- indicó con seguridad.-No eres cuidadoso, lo entregas todo demasiado rápido y confías en que recibirás el mismo trato; aún lo recuerdo.-

Sus palabras fueron como un sonido de advertencia, ruidoso y aturdidor, desconcertante. Me alejé de la entrada y caminé hasta la acera de enfrente siendo seguido por ella, no quería que Marco escuchara de casualidad lo que Alice decía, ni tampoco lo que yo le contestaba.

-Alice, por favor, no necesito que me digas eso ahora.- le pedí llevándome ambas manos a las caderas, mirando hacia la calle.

-¿Por qué?- preguntó curiosa.-¿Temes escuchar la verdad o las dudas que te surgen cada vez que hablo?-

La miré con el entrecejo arrugado, mi respiración se estaba saliendo de su usual ritmo y ella continuaba observándome con una intensidad que me atravesaba el pecho. Recordé cuando Alice fue el motivo por el cual me mantenía centrado y el motivo por el cual me desequilibré, no podía dejar que incluso ahora continuara desestabilizándome.

-No voy a continuar con esta conversación.- decidí cerrando los ojos y serenándome.-Puedes buscarme cuando entiendas que no volveremos a estar juntos, no antes.- le dije.

-En verdad espero que sepas lo que estás haciendo.- dijo sin mirarme.-Pero si te equivocas sabes que no voy a darte la espalda.- me sonrió.

Asintió como para sí misma y luego se alejó caminando lentamente por la acera, mirando hacia mi casa hasta que la perdió de vista. Me quedé plantado en medio de la calle, sin encontrar la forma de volver sin que se me notara lo mucho que Alice me afectaba cuando aparecía sin previo aviso.

Me sentía confrontado.

Me froté el cabello con cierta brusquedad y volví a la casa pensando en Alice, en la cantidad de veces que había leído situaciones de forma acertada y en las pocas que se equivocaba cuando analizaba una situación. Me hacía ser consciente de cada una de las señales que indicaban que, otra vez, tenía razón.

Sabía que no conocía a Marco desde hace mucho y que habían muchas cosas que él no me estaba diciendo, pero las personas teníamos ritmos diferentes y desde el principio él me había dicho que no quería apresurarse con el rumbo de nuestra relación; sin embargo, yo ya le había contado todo lo que tenía para contar, había insistido en que viniera a casa y ya me estaba imaginando cómo sería el siguiente año estando con él...

-¿Derek?- escuché.

La voz de Marco me sacó de mi momento de introspección y lo busqué con la mirada, encontrándolo de pie en la mitad de la escalera que llevaba a la segunda planta. Bajó los pocos escalones que lo mantenían alejado del piso con lentitud, como si no estuviera muy seguro de si su presencia era bienvenida o no.

-Está bien, ya se fue.- anuncié.

Me acerqué a él acariciándome la nuca con los dedos y observando el avance de mis pies, de pronto sentí sus manos sosteniéndome de los hombros y manteniéndome quieto. Alcé la vista con una pequeña sonrisa para que no se preocupara y supe enseguida que ese gesto había sido en vano.

-Mierda.- dijo cubriéndose los ojos con un brazo.-Sabía que esto podría pasar, lo sabía; pero quería pensar...-

-Oye.- lo interrumpí.-No pienses en todo lo que estás pensando.-

-Lo dices porque no viste la expresión con la que entraste.- dijo tomando mi rostro con ambas manos.-¿Qué...?- la determinación en su voz flaqueó, pero de todas formas continuó.-¿Qué te dijo?-

-Dijo...- murmuré, evitando su mirada y sintiéndome extrañamente incómodo.-Dijo que me enamoraba demasiado rápido y que era un error.-

Habían varias formas de cometer errores en la vida, y era posible que uno de los más comunes fuera confiar ciegamente en la persona amada. Alice tenía un argumento que había sido probado y comprobado desde que los humanos habían comenzado a ser racionales; el sentimiento de pertenencia, seguridad y cariño que se desarrollaba con un otro era delicado y frágil, mientras que al mismo tiempo podía fuerte y constante: era una contradicción.

-Derek.- dijo en un bufido.-No estás enamorado de mí.- negó.

Me erguí luego de que un escalofrío me recorriera el cuerpo, haciéndome perder la serenidad por un segundo y llevándome otra vez a la inquietud de antes. No me gustaba sentir que él estaba decidiendo eso por mi, sólo yo podía emitir ese tipo de juicio y definitivamente que él dijera que no lo amaba hacía que algo en mi pecho se retorciera.

-¿Y lo dices porque...?- lo insté a continuar, percibiendo el tono distante que envolvió mi voz.

-Tú... no puedes.- respondió desconcertado.

-¿No puedo?-

-No.- sonrió nervioso.

-Ah.- asentí.

No quise continuar interrogándolo y volví a la sala en busca de su teléfono móvil, se lo entregué mirándolo a los ojos con una desagradable sensación de resentimiento e intenté pensar en otra cosa.

-Vamos al Club de Campo, nos hará bien el aire libre.- le dije.

Subí por la escalera sintiendo que el corazón me latía con demasiada fuerza, pero me obligué a calmarlo luego de unas inhalaciones profundas; y con una risa ligeramente delirante pensé en que en verdad la terapia había servido de algo.

Me quité la vieja camiseta que había estado usando y la dejé caer sobre mi cama, luego busqué una que estuviera limpia revolviendo el contenido de los cajones e intentando decidir si hacía suficiente calor o no. Estaba en eso cuando Marco entró al cuarto con una expresión urgente en el rostro y cerró la puerta alejándose de ella.

-Perdóname, lo que estaba tratando de decir era que...- se mordió el interior de la mejilla y otra vez vi la duda en sus ojos.

-¿Quieres seguir hablando de eso?- inquirí alzando una ceja y cerrando el cajón.

-Estaba tratando, no sé cómo decirlo... no puedes porque yo no soy...- miró el piso, ansioso.-No soy ella, no soy Alice.-

Abrí los ojos perplejo y me llevó varios segundos lograr que mi cabeza comprendiera lo que aquella afirmación significaba, de hecho, creo que no logré comprenderla. Para entender necesitaba un momento de tranquilidad en el cual ser capaz de reflexionar, pero no estaba tranquilo y no podía reflexionar.

-¿Qué dijiste?- pregunté, a pesar de que lo había escuchado.-¿Por qué me dirías algo como eso?-

-Por favor, no eres tan despistado como para no entender.- aseguró restregándose los ojos con el dorso de una mano.

-Claro que no eres Alice.- dije y me di cuenta de que mi voz se estaba alzando, pero no podía evitarlo.-¡Nunca vas a ser Alice y ella nunca va a ser tú! ¡Ese es el punto!- exclamé levantando ambas manos y volviendo a mi armario.-¿Acaso se supone que quiera sólo a un tipo de persona y que después de ella sólo logre volver a querer a alguien idéntico?- pregunté sacando una camiseta y colocándomela.

-No lo sé...- lo escuché murmurar.

-Alice no es reemplazable y tu no eres un reemplazo.- solté.-Y si nosotros terminamos la siguiente tampoco será tu reemplazo, porque tu eres irreemplazable.- dije molesto.-Sé que esto también ha sido difícil para ti, lo entiendo y me gustaría poder aliviarte la incertidumbre; pero tienes que creer que te quiero porque eres... tú.-

-No sabes cómo la miras, no sabes...-

-Cuando me hagas el daño que ella me hizo voy a mirarte así, ¿eso quieres?- le pregunté acercándome, mirándolo desde altura a pesar de que éramos del mismo tamaño.-¿Crees que harás algo parecido o será algo peor? ¿No lo haz pensado?-

-No digas idioteces.- me confrontó con los ojos encendidos.

-Entonces no insinúes idioteces.- respondí frunciendo el ceño.

Guardamos silencio mientras nos mirábamos como si quisiéramos que el otro desapareciera, lo que me hizo recordar que el silencio podía ser igual de hiriente que las palabras. Estaba agitado, mis manos se sentían calientes y mi postura era dolorosamente tensa; él se veía similar a como yo me sentía, pero la diferencia era que Marco se veía más atormentado que ofendido.

Suspiré sonoramente y cerré lo ojos, dejando que mis hombros cayeran derrotados; no estaba seguro de lo que había perdido, pero se sentía como si una derrota fuera inminente. Llevé mis dedos a su barbilla y lo contemplé angustiado, aún tratando de comprender cómo era posible que hubiéramos llegado adonde estábamos.

-Marco...- dije en voz baja, mi cara tan cerca de la suya que no era necesario alzar la voz otra vez.-Esto es tan frustrante.- suspiré, soltándolo y saliendo de mi habitación.  










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