La Quinta Ola - El Inicio (Be...

Oleh LiliWalkerOTK

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La Quinta Ola - El Incio "Los Otros nos crearon, y lo van a lamentar" ... Lebih Banyak

Aviso💥
Capítulo 1
Capítulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capítulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30

Capitulo 8

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Oleh LiliWalkerOTK

Veo a Sophie en el autobús. Está sentada junto a mí y me observa con ojos vacíos. Aunque no tiene la peste, se ve triste.

-Yo podría estar aquí contigo, Liv. Yo iba a mejorar, pero no me dejaste- me dice y dos lágrimas ruedan por sus mejillas de niña. Dos lágrimas brillantes y cristalinas, no rojas como las recuerdo.

-Lo sé, lo siento- le digo intentando tomar su mano pero mis dedos la atraviesan como si fuera de humo -. Creí que era lo mejor, lo hice por ti.

-¡No, no es cierto!- ahora grita con la voz rota -¡Lo hiciste por ti! ¡Lo hiciste porque querías librarte de nosotros y huir!

-No...

-¡Y eso hiciste! ¡Huiste, como una cobarde! ¡Nos abandonaste para salvar tu propio pellejo!- sigue llorando y se encoge sobre sí misma. Intento rodearla con un brazo pero desaparece.

Abro los ojos. Observo a mi lado, pero mi hermana no está conmigo. Por un momento no sé dónde estoy, luego, los recuerdos del Campo de Refugiados se me vienen a la cabeza de repente y me mareo. Autobuses. Soldados. Niños. Base militar.

No entiendo mucho lo que sucede a continuación. Viene un soldado y nos pone un pequeño disco plateado en la frente; a algunos les brilla en rojo, a otros verde. Nos dicen que quieren saber si estamos enfermos. El mío da rojo, así que me ponen un sello carmesí en la mano, y me hacen bajar.

Escucho a un soldado explicándole a un niño que irá al hospital para curarse, y que porque su luz es verde debe permanecer en el autobús un poco más que los otros. No me parece del todo bien, pero no digo nada. Solo sigo al resto.

Nos hacen ubicarnos a todos en enormes círculos rojos pintados en el suelo, nos dan un número y nos dejan esperando.

Observo a mí alrededor; estamos en un hangar. No hay aviones ni nada parecido, solo soldados sonrientes y niños asustados. Veo que las enormes compuertas se abren e ingresan tres autobuses más, luego los muros se vuelven a cerrar. Hay un soldado en la torre de vigilancia justo al lado y hace algunas señas a los efectivos que se encuentran en el hangar, no comprendo lo que significan pero los demás parece que sí, porque asienten con la cabeza.

No pasa mucho rato cuando escucho que dicen mi número por un altavoz. Empiezo a caminar algo perdida y un soldado se acerca y me guía hacia una puerta de metal. También está sonriendo, no me gusta que lo haga.

Entro en una salita blanca con olor a desinfectante, y me quedo sola unos minutos. Momentos después aparece una enfermera y me lleva a un rincón; aunque no me gusta nada me hace quitarme la ropa y dejarla en un cesto de basura. Luego, me meto en una ducha y me doy un baño.

Hace tanto que no me daba un baño caliente que casi se me saltan las lágrimas. Me hace ponerme una bata de papel blanca casi transparente y me lleva a una camilla en otra habitación.

Se va a buscar a la doctora que "tarda solo un segundo" según ellas, y me deja sola nuevamente.

Siento frío. La bata es tan delgada y ligera que me siento desnuda, y técnicamente, lo estoy. Todo esto me pone nerviosa.

No confío en éstas personas y que se comporten tan amables me incomoda. Tal vez he estado con personas tristes tanto tiempo que ahora la alegría no parece real.

La puerta se abre y entra una mujer con rostro amable que se llama "Doctora Pam" y me hace todas las preguntas posibles.

¿Cómo era mi vida? Normal. ¿Qué pasó con mi familia? No le respondo. ¿Están vivos? No. ¿Estoy sola? Sí. Etcétera, etcétera, etcétera.

También me revisa todo el cuerpo, y por último me muestra un dispositivo tan pequeño como un grano de arroz de color plateado.

-¿Qué es eso?- le pregunto con desconfianza.

-Es un microchip. Está conectado a la computadora central de la base y emite una señal rastreable de un kilómetro y medio de distancia. Se inserta bajo la piel y no duele casi nada. Es para poder localizarte en caso de que pase algo.

No me parece mal, tampoco me parece bien. Dejo que me lo inyecte en la nuca, casi en la base del cráneo, y me duele mucho aunque me aseguró que no. Me aguanto, no le digo nada, ella tampoco pregunta. Luego me lleva a una habitación adjunta donde hay una camilla, aunque es diferente a las otras. Esta tiene correas. Aun así me siento.

-Liv, esto es sencillo. Durará apenas unos segundos pero puede que lo sientas eterno. Es un programa muy interesante y útil que pertenecía a un sujeto "infestado"- no sé a qué se refiere con infestado, pero no le pregunto -. Crea un mapa de personalidad basado en tus experiencias y recuerdos. No te dolerá nada, solo intenta no moverte demasiado- dice mientras me ajusta las correas en las muñecas y en los tobillos.

Se aleja y se coloca tras un monitor que está a unos cuantos pasos, yo me pongo nerviosa, pero ella cuenta hasta tres y todo desaparece en un estallido de luz blanca que me penetra hasta el cerebro.

De repente estoy de pie en mi habitación. Tengo cinco años y espero junto al marco de la puerta para que papá puedan marcar mi nueva altura con un lápiz. Luego tengo ocho y estoy frente a un enorme pastel de cumpleaños mientras todos esperan a que pida mis tres deseos y sople las velas. Once, mi mamá me dice que voy a tener una hermanita.

Después, trece años, allí están Ben y Daniel esperándome para entrar a clases el primer día del año. Ahora tengo quince y también estoy con ellos en la piscina de la casa de Daniel, y su madre nos grita que nos cubramos de protector solar pero sólo nos reímos y la ignoramos.

Dieciséis, Sophie camina hacia mí con un vestido de princesa que había pedido por medio año, me sonríe. Otra imagen viene, es la sonrisa de Ben, está riendo por un chiste mío. Sus ojos brillan y me observan. Sé que ambos estamos felices.

Y aunque no quiero, el momento se desvanece.

Ahora, tengo diecisiete años, y camino por la acera en dirección a mi casa.

Acabo de tener una rabieta, estaba llorando y pateando basureros de la calle después de hablar con mi papá, hasta que no pude más. Sostengo algo en las manos pero me da miedo bajar la vista.

Oh no.

Sé lo que está por venir. He huido tanto de esto y ahora lo voy a revivir una vez más. Y no hay nada que pueda hacer para evitarlo.

Cruzo la puerta a paso lento y voy directamente hacia las escaleras. Las subo despacio dudando en cada escalón.

Doblo por el pasillo en dirección al cuarto de Sophie. Me detengo un segundo frente a su puerta, y luego la empujo suavemente. El chirrido que provoca me da escalofríos, es casi como un llanto, pero me obligo a entrar.

Allí está ella, en su cama. Apenas abre los ojos cuando me ve, empieza a balbucear. Hace más de una semana que no habla, el virus ha alcanzado su cerebro y lo ha hecho gelatina. Al ver que me acerco intenta incorporarse pero se desespera al no poder hacerlo, ha olvidado como.

-Shhh, cálmate bebé- me recuesto a su lado y le canto hasta que se tranquiliza. Acaricio su cabello cubierto de sangre seca, ha perdido su brillo y está áspero.

Pasan varios minutos hasta que se queda dormida.

"Sálvalas, Liv" escucho la voz de mi padre en mi cabeza.

El impacto del revólver al disparar me hace trastabillar y el sonido me aturde. El cuerpo de Sophie pega un salto, pero sé que ya se ha ido. Sin echarle otra mirada salgo de su habitación y entro en la de mamá.

Está durmiendo y no parece que vaya a despertarse muy fácil. Estoy junto a su cama, la observo. Es una mujer hermosa, aun en ese estado. Imagino que todos piensan eso de sus madres, es nuestra obligación como hijos amar a las personas que nos dieron la vida.

Y justo aquí y ahora, yo voy a quitársela.

Ésta vez el impacto del revólver me tira al suelo. Se me nubla la vista pero nada tiene que ver con el golpe. Veo el artefacto negro brillar a un metro de mi mano, pero no tengo el valor de sostenerlo otra vez. No puedo.

Papá me pidió que se lo llevara a él y que después huyera, pero no estoy pensando.

Me pongo de pie como puedo y no sé cómo, pero cuando me doy cuenta estoy en la base de las escaleras. Sé que papá está en la sala esperándome, pero no puedo ir con él, no después de lo que hice.

La puerta está justo ahí, a unos pasos. Mis pies se mueven y me lanzan al porche. Empiezo a correr por la calle alejándome de mi casa y de mi familia.

Corro y corro hasta que las piernas se me vuelven de cemento y ya no puedo moverlas.

Me siento en el suelo y apoyo la espalda en un auto abandonado en medio del asfalto. Entonces me quedo allí hasta que recupero el aliento.

¿Qué acabo de hacer?

Lloro y no paro de llorar en lo que parecen horas.

Abandoné a papá. Le fallé. Tal vez pueda volver pero... me da miedo lo que pueda encontrar.

No puedo. Lo siento papá, te decepcioné, soy una cobarde.

Me pongo de pie una vez más y sigo corriendo. No me detengo, solo quiero alejarme de allí.

Fui cobarde. Soy cobarde. Y merezco el peor castigo por eso.

Una eternidad después mi mente vuelve a la sala blanca en la base militar de Wright -Patterson, entonces entiendo para qué eran las correas de la camilla.

-¿Por qué? ¡¿Por qué me mostró eso?!- le grito a la Doctora Pam.

-Escucha Liv...

-¡No!- grito y lloro - ¡Me hizo vivirlo otra vez!

-Tranquila Liv, todos hemos tenido malas experiencias desde que los Otros llegaron. Pero son parte de nosotros ahora y tenemos que aprender a lidiar con ellos- me da un minuto para reponerme, me observa con ojos llenos de simpatía y me sonríe. Me molesta porque parece que en verdad entiende lo que siento -Tengo que hacerte una pregunta ¿Liv, has visto ya a algún alienígena?

Me sorprende tanto que titubeo un momento antes de responder -No, claro que no.

Ella sonríe como si se esperara esa respuesta -Me temo que eso no es cierto. Claro que has visto, incluso tal vez más de uno.

La observo intentando descifrar si es una broma o no pero parece que habla enserio. Esto no tiene sentido.

-De ser así lo recordaría. No es algo que se olvide fácilmente- digo dudosa.

-Claro Liv. Entonces... ¿te gustaría ver a uno de cerca?

Entramos a otra habitación y la Doctora Pam me asegura que podré irme luego de esto.

Es un espacio reducido, del tamaño de un armario grande, y hay un espejo frente a un pequeño panel con muchos botones y perillas. Me hace sentarme en la silla que está frente a la consola y observo mi reflejo. Hace mucho que no me veía en un espejo y lo único que quiero es dejar de hacerlo. No reconozco a la persona que está ahí.

La mujer alarga una mano y oprime un botón que hace que el espejo se vuelva transparente dejando ver la habitación que hay del otro lado. Y no está vacía.

Hay una persona.

Es un chico de no más de mi edad y tiene los ojos entrecerrados, pero veo que son de un azul brillante intenso. Muchos cables cuelgan de su cabeza y se conectan a varios monitores que parpadean y titilan en diferentes colores.

-¿Quién es el?- pregunto con la voz temblorosa. Su rostro se me hace familiar, pero no logro descifrar de dónde.

-Es uno de ellos.

-Pero no es más que un muchacho.

-Sí, se ve muy normal, ¿no crees? Pero déjame mostrártelo más de cerca.

Toca otros botones y vemos en una pantalla una vista panorámica de su cráneo. La doctora me muestra su tejido cerebral en donde hay un pequeño bulto verde, con muchos tentáculos, adherido al lóbulo frontal de su cerebro.

Lo pienso un momento porque se ve tan humano, tan normal. Es ahí cuando un escalofrío me recorre; el chico, lo he visto antes, en el campamento del bosque. Él era uno de los que siempre estaba alegre y ayudando a todos, recuerdo que me vendó la muñeca una vez que caí de un árbol.

No puede ser. Es imposible que sea uno de ellos.

-¡No, no es un alienígena, su nombre es Mike! ¡Estaba conmigo, en el campamento!

-Lo siento.

La doctora me explica que ellos son "infectados" y que han estado entre nosotros desde el principio.

Me dice que esos malditos han tomado humanos inocentes y los han convertido en marionetas. La rabia me hace apretar los dientes.

-¿Hay forma de sacarlo?

-No. Lo hemos intentado todo. Electrochoques, quimioterapias, medicamentos, cirugías... pero nada sirve. La única forma de matarlo es matar al huésped que lo alberga.

-Mike.

-Es sencillo.- dice -Él no sentirá nada- me señala un botón rojo en el panel que dice "ejecutar".

-Pero...

-Tú puedes salvarlo. Es tu deber para con la humanidad, con aquellos que no pudieron estar aquí. Sálvalo.

"Sálvalas Liv".

Los Otros nos hicieron esto, pero no se van a salir con la suya. Juro que me cobraré venganza con cualquiera de ellos que se me atraviese. Y éste es el primero.

Asíque sin dar más rodeos, aprieto el botón.

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