Cuenta Conmigo [Hardzello]

By hardzzellogoals

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Ben Hardy estaba acostumbrado a resolver situaciones de emergencia,pero cuando aceptรณ dirigir temporalmente l... More

Introducciรณn.
Prรณlogo.
Capรญtulo 1.
Capรญtulo 2.
Capรญtulo 4.
Capรญtulo 5.
Capรญtulo 6.
Capรญtulo 7.
Capรญtulo 8.
Capรญtulo 9.
Capรญtulo 10.

Capรญtulo 3.

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By hardzzellogoals

—Adiós —se despidió la última niña.

— Hasta mañana. Y gracias —añadió su madre.

—A usted —contestó Ben, agotado.

Iría a visitar a su hermana al hospital y después se iría a dormir,pensaba durante horas y horas. Pero, cuando miró alrededor,descubrió a un pequeño sentado en el suelo intentando hacer un rompecabezas de madera. Eran las seis y media, hora de cerrar,pero el padre de Jack no había ido a buscar a su hijo. Suspirando, se acercó al niño y se tumbó en el suelo a su lado, con la cabeza apoyada en una mano. Ben había echado un vistazo al archivo y se había enterado de que Jack era el producto de un hogar roto. Otro ejemplo de lo que ocurría cuando un matrimonio fracasaba. ¿A quién podía extrañarle que él no quisiera saber nada de esa institución?

—Ben —sonrió el niño mostrándole una pieza del rompecabezas que parecía un saxofón.

—¿Necesitas ayuda,pequeño Jack? —preguntó, sintiendo simpatía por el niño. Él mismo era el producto de un matrimonio infeliz.

—No —contestó el niño.

—¿Quieres hacerlo tú solo? —sonrió—Mira la pieza. Tiene forma de «S» —añadió, dibujando una S en el aire.

Jack seguía buscando el lugar adecuado para la pieza, torciéndola y colocándola de diversas maneras, con la tenacidad de un carpintero empeñado en que entrara de cualquier forma. Cuando por fin consiguió colocarla en su sitio, su cara se iluminó—. Muy bien. Ahora sólo te quedan dos piezas más.

—¡Ya está! —exclamó el niño,orgulloso cuando colocó la última pieza.

—Ya está —repitió Ben—. Bien hecho,Jack.

El pequeño empezó a reírse y tomó el rompecabezas con sus dedos regordetes para darle la vuelta y enviar las piezas volando por todas partes.

—Veo que quieres hacerlo otra vez —susurró Ben, burlón. Mientras Jack
colocaba las piezas, él empezó a hacer balance de aquel primer día de trabajo.

Después del primer impacto al ver a tantos niños juntos, no se le había dado tan mal. Por supuesto, las empleadas lo habían rescatado en más de una ocasión, pero después del incidente del pipí, había conseguido mantenerse seco. O casi, porque
había que exceptuar la salsa de tomate, la saliva y las manchas de chocolate de su camisa.Y había aprendido algo muy importante; no podía darle la espalda ni siquiera a la cara más angelical porque el resultado podía ser catastrófico.

Bostezando, volvió a mirar el reloj. Las siete menos cuarto. ¿Dónde estaba el padre de Jack? Cerrando los ojos, volvió a recordar su encuentro con él aquella mañana.

Lo intrigaba aquel hombre tan atractivo y le gustaba su cara,enmarcada por su cabello. En sus ojos color avellana había visto una luz cálida hasta que le había dicho quién era. Además del parecido físico, el niño parecía tan independiente como su padre. Ben lo había estado observando durante todo el día y se había dado cuenta de que no quería que lo ayudaran a hacer las cosas-igual que su padre-pensaba Ben,recordando la desgana con la que Joe lo había dejado ayudarlo con el cinturón. Desde luego, no era el tipo de hombre con el que uno pudiera tener fantasías. Si bien Ben sabía que era bisexual, esto lo pilló por sorpresa, pues hacía tiempo que no sentía algo así por alguien.

Cuando oyó la puerta, Ben levantó la mirada y se encontró con el hombre en el que estaba pensando. Por la mañana le había parecido tan serio y estricto como un guardia, pero en aquel momento parecía exhausto.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó. Ben, que hasta aquel momento había sentido simpatía por Joe, se preguntó por qué lo estaba mirando como si tuviera a su
hijo atado y amordazado.

—Buenas tardes, señor Mazzello —dijo él sarcástico, levantándose.

—¿Por qué no le está leyendo un cuento?

—Porque está haciendo un rompecabezas.

—Se supone que no debe estar haciendo eso. Su programa de educación individual dice que a esta hora debería estar oyendo cuentos. Geraldine lo sabe muy bien.

—Yo no soy Geraldine, señor Mazzello —le recordó él con frialdad.

—Obviamente —replicó Joe, tomando al niño en brazos—. ¿Te encuentras bien,Jack?

Ben se puso a mirar al techo. Aquella pregunta debía de resultarle tan ridícula al niño como a él, porque empezó a dar patadas para volver al suelo.

—Bájame —protestaba el niño.

—¿Ha dormido la siesta?

—Sí. Y ha comido a su hora, como el resto de los niños.

Joe lo miraba como si no lo creyera.

—Tenemos que irnos a casa, Jack —le dijo al niño con voz suave.

—Noooo. Quiero jugar —seguía insistiendo Jack, intentando soltarse de los brazos de su padre.

—Tenemos que irnos a casa a cenar —insistía Joe con firmeza.

—No —replicó con la misma firmeza el niño haciendo un puchero.

—¿No tienes hambre?

—Debería tener hambre. Son casi las siete —contestó Ben.

—Sé muy bien qué hora es —replicó Joe, mirándolo.

—Cerramos a las seis y media. Y su hijo no está llorando porque le haya dejado hacer un rompecabezas en lugar de contarle un cuento.

—Nunca había tenido problemas para llevármelo a casa —acusó Joe.

—Pues tiene suerte. Es el primer niño en llegar y el último en marcharse.

—¿Qué quiere decir con eso, señor Hardy?

—Usted trabaja muchas horas, señor Mazzello. Y lo lógico es que un niño se ponga nervioso después de pasar tanto tiempo sin su padre.

Durante un segundo, Ben vio la vulnerabilidad de aquel hombre reflejada en sus ojos, pero desapareció enseguida. No iba a dejarse intimidar.

—¿Quién estará a cargo de la guardería mañana? —preguntó Joe, mirándolo a los ojos.

Ben no podía dejar de admirar el carácter de aquel hombre. Y era realmente precioso.

—Yo.

Ben observaba las reacciones que despertaba su respuesta. Ansiedad, preocupación, determinación, resignación. Qué hombre tan complejo parecía ser aquél.

—Ya veo —dijo Joseph por fin, dirigiéndose hacia la puerta con el niño en brazos.

—Buenas noches, Jack —dijo Ben, acompañándolos—Nos veremos mañana—añadió—. ¿O no?

Joe salió de la guardería sin decir una palabra y Ben lo observó hasta que
estuvo dentro del coche.
Quizá había sido un poco grosero con él, se decía. Quizá había mostrado una confianza exagerada, pero creía que las cosas serían diferentes al día siguiente.

Jack se quedó dormido en el coche y, después de cenar, Joe le leyó un
cuento mientras lo metía en la cama.
Cuando el niño estuvo dormido, sacó la lista de guarderías que le había dado su amigo Rami y llamó a todos los números. Media hora más tarde, no había encontrado plaza para su hijo en ninguna de ellas.

Mientras limpiaba la cocina,intentaba no pensar en su problema. Aunque, en realidad, no era la guardería en lo que estaba pensando, sino en el hombre que la dirigía. Aunque odiaba admitirlo, la auténtica razón por la que estaba buscando una nueva guardería para su hijo era la extraña atracción física que sentía por Ben.

Hacía mucho tiempo que no sentía algo así. Desde su divorcio, había evitado a los hombres y acababa de descubrir que, a pesar de lo que le decía su cabeza, su corazón se aceleraba cada vez que ese hombre estaba a su lado.Y todo por culpa de aquellos ojos verdes. Lo había pillado con la guardia baja y a Joe no le gustaba en absoluto. Podía ser peligroso tanto para él como para
Jack.Sabía que era una irresponsabilidad intentar cambiar a Jack de guardería porque el niño adoraba a Geraldine. Sería muy duro para él y Geraldine volvería al trabajo en cualquier momento, así que decidió esperar.

Cuando sonó el timbre de la puerta, se secó las manos y fue a abrir. Era Linda Blake, su vecina.

—¿Me puedes prestar un poco de pegamento? —preguntó—. Jenny tiene que terminar un proyecto y nos hemos quedado sin él.

—Claro. Entra —sonrió Joe—. Creo que lo tengo en la cocina.

—¿Dónde está Jack? —preguntó Linda.

—En la cama. Ha tenido un mal día en la guardería.

—Creí que le encantaba.

—Y le encanta —dijo Joe. Después le explicó que Geraldine estaba en el
hospital y que, durante unas semanas, su hermano se había hecho cargo de todo.

—¿Y qué vas a hacer?

—He llamado a otras guarderías —dijo, encogiéndose de hombros— pero no había plaza —añadió, sacando el pegamento de un cajón—. Toma. Me lo puedes devolver mañana.

—Gracias —dijo Linda—. Si no quieres llevarlo a la guardería, puedes dejar a Jack conmigo hasta que vuelva Geraldine.

—Muchas gracias, pero sé que sería una molestia —sonrió Joe. Linda tenía cuatro hijos y sabía que cuidar de otro más sería imposible.

—No me molestaría, de verdad. Mañana tengo que ver a mi abogado a las tres,pero para entonces Steven ya habrá vuelto del colegio y se quedará con los niños.

—¿No me digas que tienes problemas con Jonathan otra vez?

Jonathan era el ex marido de Linda y, aunque Joe no lo conocía, sabía que era un hombre muy conflictivo.

—Me ha estado amenazando —contestó Linda, incómoda—Sabe que me han dado un aumento y quiere dejar de pasar la pensión de los niños.

—¿Vas a volver a los tribunales?

—Yo creo que sólo quiere molestarme, como siempre. Mi abogado dice que,
aunque llevara el caso a los tribunales, no tiene ninguna posibilidad. ¿Seguro que no quieres que me quede con Jack mañana?

Aunque la oferta era tentadora, Joe sabía que no podía aceptarla.

—Tú ya tienes que ocuparte de demasiadas cosas, Linda. Muchas gracias, de todas maneras. Pero me gustaría que me hicieras un favor. Si Steven no tiene nada que hacer esta noche, me gustaría que se quedara un rato cuidando de Jack mientras voy al hospital a ver a Geraldine. No tardaré mucho —añadió, mirando su reloj—. La hora de visita está a punto de terminar.

—Ningún problema. Le diré que venga ahora mismo.

De camino al hospital, Joe compró un ramo de rosas para Geraldine,pero cuando entraba en el vestíbulo se encontró con Ben Hardy.

—¿Geraldine se encuentra bien?

—Sí, pero me temo que está dormida.

Joe esperaba que le dijera algo sobre la hora que era, igual que le había recordado que había ido a buscar a su hijo demasiado tarde, pero él no dijo nada y simplemente se quedó mirándolo.

—Había venido a traerle estas…flores —empezó Joe a explicar, nervioso—Para animarla,ya sabes…

—¿Y sólo ha venido para eso? —preguntó él, escéptico.

—¿Por qué otra razón iba a venir?

—No tiene que hacerse el tonto conmigo, señor Mazzello. Sé muy bien que desaprueba mi presencia en la guardería.

—¿Y cree que he venido para decírselo a su hermana, que está convaleciente de una operación? —preguntó Joe, indignado—¿Qué clase de persona cree que soy?

—¿Está diciendo que ha venido sólo como amigo?

—¡Claro! —insistió Joe, acalorado—Pero como veo que es usted tan suspicaz,dejaré aquí las flores para que las lleve la enfermera—añadió, dándose la vuelta hacia la recepción, con las mejillas coloradas de furia.

¡Aquel hombre era insufrible!,pensaba mientras conducía de vuelta a casa. Al
día siguiente volvería a buscar otra guardería para Jack. Haría lo que hiciera falta para que Ben Hardy no volviera a verlo ni a él ni a su hijo. Desde luego, no pensaba volver a soportar esa actitud. Ese hombre no sabía nada de niños…






















A la mañana siguiente, Joe no podía abrir los ojos. Incluso la tenue luz del
amanecer lo molestaba y sentía que la cabeza le iba a estallar. Otra de sus jaquecas. El dolor que sentía mientras se daba la vuelta en la cama era tan fuerte que tuvo que llamar a su vecina.

—¿Linda? —susurró en el auricular.

—¿Joe? —inquirió su amiga—. ¿Te encuentras bien?

—Me duele mucho la cabeza. ¿Podrías quedarte con Jack durante un par de horas? Si me tomo ahora las pastillas, se me pasará enseguida.

—Ahora mismo voy.

—No llames al timbre —rogó Joe antes de colgar.

Linda estaba esperando en la puerta cuando Joe la abrió con Jack en brazos y, con una sonrisa, tomó al niño medio dormido.

—¿Quieres alguna otra cosa?

—Llama a la guardería y diles que Jack no va a ir hoy. Yo voy a volver a la cama. Muchas gracias, Linda. Te debo una.

Linda asintió, familiarizada con los dolores de cabeza de Joe,que habían desaparecido desde su divorcio. Evidentemente, algo estaba ocurriendo si las jaquecas habían vuelto.

—Que duermas bien —dijo Linda,cerrando la puerta con cuidado.















Cuando Joe se despertó, el dolor había desaparecido, dejando en su lugar
una sensación de mareo, pero cuando miró el reloj se quedó horrorizado.

Eran las seis y media de la tarde.Había estado durmiendo todo el día.

Rápidamente, marcó el teléfono de Linda.

—Mi madre no ha vuelto todavía —contesto su hijo Steven.

—¿Cómo está Jack?

—Bien. Estamos comiendo perritos calientes. ¿Te apetece uno?

—No, gracias —contestó Joe, sintiendo una náusea—Pero gracias por ofrecérmelo.Si Jack está bien, voy a ir a correr un rato. A veces es lo mejor para mi cabeza.

—Claro. Puedes venir a buscar a Jack cuando quieras, porque hoy no tengo deberes.

—Gracias por salvarme la vida,Steven.

Joe se puso un chándal y unas zapatillas de deporte a toda velocidad. Correr un poco ayudaría a que desapareciera la sensación de mareo, pero deseaba volver junto a Jack lo antes posible.

El aire vespertino era agradable y corrió durante un rato, dejando que el ejercicio aclarase su cabeza. Pero no había comido nada en todo el día y, al tropezar en un agujero del pavimento, sus piernas no tuvieron fuerzas para sujetarlo.

—¡Ay! —exclamó, sujetándose a lo primero que encontró; un chándal oscuro bajo el cual parecía haber un sólido pecho masculino.

—No esperaba verlo hoy.

Al oír aquella voz tan grusa y familiar, Joe levantó la cabeza y, sobresaltado, se encontró frente a frente con los ojos verdes de Ben Hardy.

—Ah… hola.

—¿Esto es lo que hace cuando le duele la cabeza? ¿Correr?

Joe se dio cuenta de que aún seguía sujetándose a su pecho y se soltó inmediatamente.

—Supongo que piensa que no he llevado a Jack a la guardería por usted.

—¿Y no es así?

—Claro que no —contestó Joe, indignado—No dejaría la guardería sin haberlo notificado antes —añadió, sintiéndose culpable.

—Entonces, ¿está pensando en buscar otra? —preguntó él, mirándolo tan
fijamente a los ojos que Joe sintió un escalofrío.

No podía evitar darse cuenta de lo guapo que era aquel rubio. El pantalón remarcaba sus fuertes muslos y, con el pelo despeinado por el viento, parecía aún más atractivo.

—Jack irá a la guardería mañana —dijo Joe con firmeza—Ya no me duele la cabeza y no puedo perder otro día de trabajo.

—¿A qué se dedica, exactamente? —preguntó Ben.

—Soy jefe de negociado en un banco.

—Vaya. Eso lo explica todo.

—¿Qué es lo que explica?

—Por qué siempre parece tan tenso.

—No estoy tenso.

—¿No me diga? —rió él. Joe prefería no discutir con aquel hombre. De hecho, lo que tenía que hacer era alejarse de él lo antes posible, pero sus piernas no parecían responder a su cerebro. Cuando fue a moverse, se tambaleó y Ben volvió a sujetarlo, pero Joe lo apartó de un manotazo—Será mejor que me deje acompañarlo a casa.

Demasiado débil para protestar, Joe dejó que lo acompañara y, cuando llegaron al apartamento, Ben insistió en subir y ayudarlo a sentarse en el sofá.

—¿Dónde está Jack?

—En casa de una vecina.

—¿Puede quedarse allí un rato más?

—Lleva allí todo el día y tengo que ir a buscarlo —dijo Joe, intentando
levantarse. Pero Ben se lo impidió.

—No se levante ¿Ha comido? —preguntó. Joseph negó con la cabeza—Siéntese.Le traeré algo de comer.

Debería haber comido algo antes de salir a correr, se decía a sí mismo mientras le oía abrir la nevera. No había podido dejar de pensar en Ben desde el día anterior y que lo viera en esas condiciones lo hacía sentir incómodo. Normalmente, nunca
estaba enfermo y había tenido que marearse precisamente delante de él.

—Mire, traje esto —indicó el rubio,entrando de nuevo en el salón con un té y un plátano en la mano.

Joe hizo lo que le pedía, esperando que se diera por satisfecho y se fuera lo antes posible.

Había luchado mucho para no necesitar a un hombre en su vida.Depender de alguien que no fuera él mismo era un lujo que no se podía permitir y sabía que, con un sólo guiño, Ben haría que se olvidase de todas sus convicciones.Pero no era un guiño lo que hacía que su pulso se acelerase. Era la ternura que había en aquellos ojos verdes lo que hacía que se sintiera tentado de dejarle hacer.

¿Cómo sería ser acariciado por un hombre como Ben Hardy?, se preguntaba. Aquel pensamiento hizo que se pusiera colorado.

—Puede marcharse cuando quiera —dijo Joe cuando terminó el té—. Ya me encuentro bien.

Por su expresión, se daba cuenta de que él no le creía. Sentándose a su lado en el sofá, Ben le puso la mano en la frente para tomarle la temperatura.

—Tiene fiebre.

Claro qué la tenía. ¿Cómo no iba a tenerla si aquel hombre lo miraba como si fuera una pieza de porcelana a punto de romperse?

—El té estaba muy caliente.

—Y su pulso está acelerado —añadió él, sujetando su muñeca.

—He estado corriendo —replicó Joe, apartando la mano—Estoy bien. De
verdad—añadió, mordiendo el plátano y rezando para que se fuera. Pero no lo hizo—De verdad, ya me encuentro bien.

—¿Quiere que vaya a buscar a Jack?

Joe estuvo a punto de decir que sí. Por una vez, le hubiera gustado que un
hombre la ayudara con su hijo.

—No, gracias —dijo por fin—. Jack y yo nos arreglamos solos.

Se sintió un poco decepcionado cuando Ben no insistió y tuvo que recordarse a sí mismo que el rubio no era más que el hermano de Geraldine y que no tenía por qué sentir nada por él. Sin embargo, mientras lo veía caminar hacia la puerta, en lo único
que podía pensar era en cómo le había gustado sentir los dedos del hombre en su piel.

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