¡Esto NO es Un Fanfiction! (T...

Oleh MY_REALLY_MACHINE

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TodoBaku/Bakutodo «-Hola -saludó Todoroki, con aquel tono neutral de siempre- ¿Me recuerdas? Soy el chico que... Lebih Banyak

Nota importante
Capítulo 01: Un tropiezo conveniente.
Capítulo 02: Pizzas debajo de la luna.
Capítulo 03: Sigamos adelante.
Capítulo 04: Por la razón o la fuerza.
Capítulo 05: Una fiesta cualquiera.
Capítulo 06: Chico lindo con vida linda.
Capítulo 07: Prejuicios confesados.
Capítulo 09: El pasado fue mejor.
Capítulo 10: Una desastrosa navidad.
Capítulo 11: Lo que se evitó contar.
Capítulo 12: ¿Quién se supone que somos?
Capítulo 13: Desempolvando recuerdos.
Capítulo 14: Cuando Troya arda en llamas.
Capítulo 15: Con amor, de COLD_Fire a Blasty_23.
Extra: Molestas telas que nos ocultan.
Capítulo 16: Prueba y error, quiero seguir intentando.
Capítulo 17: Cosas y personas buenas.
Capítulo 18: Lo que se anticipaba.
Capítulo 19: Ciclos que se cierran
Epílogo: Solo queremos ser felices.
Extra: Locos, jóvenes y enamorados
Comentario final

Capítulo 08: No hay mejor lugar que el hogar.

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Oleh MY_REALLY_MACHINE

Dejó los bolsos en la entrada, tan pronto Kayaku vino a derribarlo. En el suelo, con el animal lamiéndole el rostro, Bakugou tuvo que darle unas buenas caricias, para lograr tranquilizar la euforia de Kayaku.

—¡Mitsuki, baja! ¡Llegó Katsuki!

Ante el llamado de su padre, Masaru; de las escaleras bajó Mitsuki, vestida con una bata color crema y una mascarilla color verde que le limitaba el movimiento facial.

—¡Pero mira que feo estás, mocoso! —dijo su madre a modo de saludo "afectuoso". Bakugou puso los ojos en blanco y miró los brazos abiertos de Mitsuki—. Ven, ahora. A una madre no se le deja esperando.

—Lo que sea.

Bakugou se acercó para ser casi aplastado por los brazos de su madre. Mitsuki no lo demostraba, por su esbelto aspecto, pero se trataba de una mujer atareada y fuerte.

Kayaku, se trataba de un cruce entre una Golden retriever y un perro callejero gris; que desde pequeño fue un perro hiperactivo y leal a Katsuki. Kayaku ahora lo seguía a cualquier lado. Subió con los bolsos al segundo piso, con el gran perro chocando la cola contra las pantorrillas de Katsuki, buscando en todo momento jugar.

Su cuarto estaba tal y como lo dejó. El catre pegado a la pared, con la colcha azul de siempre. La estantería, con los libros de segunda mano, el escritorio maltratado, que ocupó durante toda su vida y el par de figuritas que recordaba cuidar, en su tiempo, con excesivo aprecio.

«Bienvenido a casa» Pensó Katsuki, y se dejó caer encima de la cama quizas demasiado blanda, pero que le proporcionaba el descanso tan anhelado. Recién en ese minuto se daba cuenta de lo propio que era ese metro cuadrado en su vida.

『 °*• ❈ •*°』

«—Eres un perro.

—No seas idiota, Stiles, soy un hombre lobo, no un perro.

Stiles soltó una risa y tomó una vara que agitó frente al rostro de Scott quien se limitó a alzar una ceja; antes de que Stiles la tirara con la misma fuerza que usaba al jugar Lacrosse.

Scott puso los ojos en blanco, dio un paso, pero se detuvo alarmado; Stiles, ahogó una risa el instante anterior a quedar apresado entre un árbol y el cuerpo de Derek que traía el palo de madera en la boca.

Derek escupió la vara y se lamió los labios con una sonrisa burlesca:

—¡Grr!¡Woof!»

De: No es lo mismo, Por COLD_Fire, publicado en enero de 2017.

『 °*• ❈ •*°』

Esa tragedia comenzó mal.

Enji asustaba tanto con su presencia que las personas alrededor se apartaban de él. Se encontraba en una postura impenetrable; brazos cruzados y cejo fruncido, como si la mera espera era demasiado esfuerzo para una persona de renombre.

Shoto se lamió los labios, apretó el agarre de la manilla de la maleta y se acercó a Enji, que le doblaba el tamaño.

—Ho...

—Al auto, vamos atrasados.

Cerró la boca y suspiró, casi se olvidaba de su desagradable relación.

Caminaron por la terminal, con Shoto cabizbajo, mientras contaba las baldosas. La camioneta de su padre ocupaba dos estacionamientos y Enji ni siquiera se molestó en preguntarle a Shoto antes de agarrar la maleta y aventarla dentro del auto.

Se sentó en el copiloto, con los brazos cruzados y la mano aferrada al teléfono. Trató de buscar consuelo en los mensajes de texto, pero todavía no le llegaba ninguno.

En ese punto, Shoto era inconsciente de lo que hizo en esa ocasión para molestar a su padre. O tal vez era la disposición en si de Enji, que lo irritaba. Se alegraba de que el desprecio fuera mutuo; así no se sentía tan miserable y podía excusarse que el mal genio venía codificado en sus genes Todoroki.

Con la mochila entremedio de las piernas y el cinturón de seguridad rozándole el cuello, Enji puso el auto en marcha, permitiendo que la voz del presentador de las fatales noticias de la jornada fuera el "ruido blanco" del viaje.

Se trató de uno de los trayectos más incómodos de su vida. Media hora de agonía silenciosa, esperando que el auto se detuviera, por fin, frente a una inmensa casa de estilo japonés tradicional, con un patio de lujo y dos autos, igual de grandes que esa camioneta, estacionados en el porche.

Bajó la maleta y la arrastró a la puerta principal. Tocó un par de veces y Fuyumi le abrió, quien sin pensarlo abrazó a Shoto con fuerza.

—¡Cuánto te extrañé, Shoto! Ven, pasa.

Enji le dedicó un último vistazo y se marchó sin mirar atrás. Fuyumi siguió a su padre con el rabillo del ojo, y formó una línea recta con la boca. Shoto, por su parte, no se mostró alterado. Ya era un maestro en lidiar con la indiferencia de Enji.

Se sacó los zapatos y entró con el par de pantuflas que dejó hace tiempo acumulando polvo. Hace dos años que no tocaba ese sitio, a pesar de que la promesa inicial era ir a visitar a sus padres mínimo una vez al mes. El olor a desinfectante era nuevo, al igual que la ausencia de varios cuadros familiares en las paredes.

Se paró frente a una gran pared, que hace años se encontraba repleta de imágenes específicas de una persona: Toya. Todos los Todoroki poseían una dedicada a ellos, la de Shoto se ubicaba en el segundo piso, el baño de visitas y el antiguo cuarto de Fuyumi.

Casi como si el viento se lo hubiera llevado. Aunque pensaba que su madre nunca dejaría sacar las fotos.

—Toya... —suspiró Shoto, rozando con la yema del índice la rugosa textura de la pared—. ¿Desde cuándo no hay fotos de él?

Fuyumi hizo un mohín con los labios, mientras Todoroki tomaba las maletas.

—Papá las retiró el día en que discutieron. Fue la manera que utilizó para no hacer ninguna estupidez ¿Por qué no vas a dejar las maletas a tu pieza? Luego nos acompañas en el patio interior... mamá preparó té.

Asintió y pasó de largo por el estrecho pasillo que daba a cinco puertas de las cuales una era su cuarto. Aquella casa era tan antigua y grande, que si no vivías ahí; te perdías con facilidad. Shoto tenía habitación y baño propio, las otras tres puertas eran de almacenamiento, un cuarto de invitados que no recordaba haber sido usada y la última no guardaba nada.

Sacó del bolsillo de la mochila la llave del dormitorio. Recordaba que antes de largarse de esa casa hecho una furia, se robó del llavero de la casa la llave del cuarto para impedir que se metieran. Tal vez su padre pudo darse el trabajo de llamar al cerrajero, pero Shoto se hallaba seguro que Enji, no contenía ni la más remota idea de cuál era la pieza de su propio hijo.

La puerta se abrió y un fuerte olor a encierro lo hizo morderse el labio. Dejó la mochila al lado de los pies de la cama. Abrió por completo la ventana, sin importar que afuera estuviera nevando y pasó los dedos por los muebles, polvorientos y llenos de recuerdos.

Hundió la cabeza en la almohada y esta olía a Shinsou. Al perfume que Shoto le compró para su cumpleaños diecinueve y que durante el tiempo (años) que salieron utilizó. Se arrodilló y buscó debajo de la cama una caja. La abrió y ahí estaban, las fotografías que le faltaban por olvidar.

Tantas heridas. Cicatrices. Los ojos le ardieron y supo que quería llorar, pero no porque siguiera amándolo o se arrepintiera de la ruptura; sino que quería llorar por el chico que se mostraba tan avergonzado en esas fotografías. Que no se esperaba en un par de años tocar fondo.

Lo que no negaba, es que en las fotografías, ambos lucían como dos buenos amigos que eran, en exceso, guapos. Solo una era romántica, y fue la que Shoto partió en ocho pedazos y tiró a la basura. El resto las dejó intactas dentro de la caja.

Se puso de pie y salió del cuarto. Su familia lo esperaba.

『 °*• ❈ •*°』

«—Ciertas cosas no se pueden reparar.

—Pero eres un brujo, tú puedes hacerlo, Magnus.

Magnus negó con la cabeza, y tomó el trozo de papel entre las manos de Alec.

—No puedes reparar lo que se destruyó con las bases de la magia más fuerte de todas —explicó, uniendo un par de trozos de la fotografía—; Una magia que fue hecha gracias al poder de un corazón roto.»

De: Lo nuestro es extraordinario, capítulo 20: Corazones rotos. Por COLD_Fire, publicado en octubre de 2016.

『 °*• ❈ •*°』

No era una persona melancólica, pero aun así, no evitaba sentirse un poco extraño al ver a través de la ventana el extenso mar.

Su perro le ladró y Katsuki fue consciente de que acababa de levantarse demasiado temprano, acostumbrado del horario de las clases matutinas. Era madrugador de naturaleza y un vigorizante ánimo lo invadía en las mañanas.

Abrió las ventanas, para recibir una gélida brisa en el rostro y, de este modo, despertarse por completo. Empezó a rebuscar en la ropa, hasta dar con un buzo negro, una camiseta, la sudadera azul y la inmensa chaqueta que tanto le gustaba.

—Vamos a dar un paseo —le dijo a Kayaku, quien agitó la cola emocionado y salió corriendo por la correa.

Hasta en esos momentos, recaía en lo pequeño del pueblo. Katsuki nunca avisaba a sus padres (ni cuando era un chico de doce años), si iba a salir. Al final de cuentas, el sitio era tan pequeño que resultaba imposible perderse.

Ató la correa al collar de Kayaku, y salió metiendo el teléfono en un bolsillo y las llaves en el otro.

Reconocía, que la única razón por la que llevaban a Kayaku con correa era por los perros pequeños que, en algunas ocasiones, podían llegar a cruzarse, ciertos turistas que llegaban a ver el santuario de Itsukushima (2) o los ciervos (3); que en más de una ocasión, tuvieron algún que otro inconveniente por el carácter juguetón de Kayaku.

Como se lo esperaba, las calles yacían desiertas a esas horas por el frío creciente en la zona, que aumentaba a medida que se acercaba a la costa. El oleaje, movido por las ráfagas de frío las cuales chocaban con el rostro de Katsuki, ocasionándole que la nariz no le dejara de moquear.

Bajó a la playa, donde soltó a Kayaku. El perro salió disparado al agua, aunque se percató que hacía demasiado frío como para jugar, ya que tan pronto le salpicó unas ínfimas gotas de agua, regresó donde Katsuki.

Miyajima, era una isla. A Katsuki le molestaba tener que viajar en tren durante horas y aguantar el leve mareo que le ocasionaba navegar, por esas mismas razones, las visitas a sus padres eran reducidas. Existía una escuela, donde los pocos niños que nacían estudiaban y se conocían como si fueran hermanos.

De alguna forma no se arrepentía, para nada, el haberse cambiado de carrera a cambio de un año y mucho dinero. El viajar a diario a Hiroshima lo agotaba más que el ejercicio de estudiar en sí.

Las distancias eran cortas y el bus que pasaba cada media hora, lo manejaba (en aquel tiempo) un anciano decrépito, que se daba una vuelta por los alrededores y se detenía en los paraderos que desde hace décadas no eran cambiados. En si el bus era destinado a quienes llegaban de paso, además de que el minúsculo número de personas que vivían en Miyajima, solían trabajar en algo relacionado con la extorsión a turistas sin noción del exacto cambio de moneda; con precios desorbitados, pero que no se tardaban de cambiar si ya conocían tu rostro como otro residente.

Por esa misma razón, fue que se tardó media hora de un paseo lento y tranquilo, en encontrarse frente a la escuela. Volvió a ponerle la correa Kayaku, y subió a la vereda, con los zapatos llenos de arena que se quitó en un movimiento practicado.

Se sorprendió ante la cantidad infinita de recuerdos que le llegaron al ver la entrada de ese lugar. A pesar de que la reja estaba cerrada y, por las vacaciones de navidad, que los estudiantes no rondaban por ningún lado. Aferró la correa de Kayaku y se aproximó a la portería.

Por protocolo, recordaba que los profesores, siempre se quedaban a hacer administración una semana más que los alumnos. No se sorprendió para nada al ver al conserje, que lo miró alzando una ceja.

—Vaya... Bakugou ¿no?

—¿Se acuerda de mí?

—Y como no muchacho —dijo el hombre, presionando el botón para que la reja se abriera automáticamente—. Al final de cuentas eras el primero en llegar al colegio todos los días. No me acuerdo de que ninguna vez hayas llegado atrasado.

Bakugou se encogió de hombros—. Me gustaba andar en bicicleta.

—Me acuerdo de eso. Ven, pasa, los exalumnos tienen que firmar un par de documentos para darse una vuelta.

El hombre lucia una calva incipiente y andaba con un polerón muy abrigado. Se agachó para saludar a Kayaku, que meneó la cola y soltó un ladrido encantado; buscó un par de documentos dentro de las estanterías, sacó un papel y un lápiz que le entregó. Katsuki rellenó la información rápido, para acabar recibiendo una identificación que dictaba "VISITA".

—Por protocolo, debería ir yo, pero como no hay estudiantes, puedes ir donde quieras —dijo el hombre, señalando las cámaras—. Hay varios profesores rondando por el lugar, quizás te encuentres con alguien interesante.

Katsuki miró a Kayaku y el hombre se adelantó:

—Déjalo conmigo, me encantan los Golden retriever.

Bakugou le entregó la correa y entró al establecimiento, para quitarse los zapatos húmedos en la entrada. Se cambió a un par de sandalias y metió las manos en los bolsillos. La calefacción no se hallaba encendida, ya que era un gasto innecesario si no había clases.

No evitó el impulso de ir a su casillero, donde colocaba, en el pasado el par de zapatos. Quedaba al lado izquierdo del de Kirishima, y al derecho del de Himiko.

En la época cuando todo iba bien.

Cuando los problemas no comenzaron a afectarlos más de la cuenta.

『 °*• ❈ •*°』

«—¿Qué clases tenemos hoy?

—Encantamientos, transformaciones y...

—¡Adivinación! —contestó una voz a espaldas de ambos, Draco se acercó dando zancadas que querían lucir orgullosas—. Nos encontramos deseosos de saber si por fin se cumple el augurio del Grim, Potter. ¡A lo mejor, al fin tengamos algo de suerte!»

De: Presagios no tan malditos, capítulo 2: El Grim. Por COLD_Fire, publicado en septiembre del 2017.

『 °*• ❈ •*°』

Su madre, Rei, era una modelo retirada, no por edad, ya que a sus cuarenta podría continuar modelando para líneas más adultas, sino por salud.

Saludó a Shoto levantando un esquelético brazo. El cabello le caía opaco por los hombros y, aunque conservaba esa belleza casi mística del modelaje, el aspecto que poseía era enfermizo.

—Mamá —murmuró Shoto, abriendo la puerta corrediza. Ignoró al resto de la familia que estaba ahí reunida, ya que no lograba quitarle los ojos de encima a la mujer que acaparaba su atención, como un delicado copo de nieve—. Te extrañé.

Lo dijo porque de verdad la extrañó. A ella, solo a su madre. La casa, Enji, el contexto, no lo apreciaba, pero Rei era una situación diferente y la principal por la que acabó convenciéndose de que era la hora de regresar.

—Yo también te extrañe mucho, hijo.

Esa singular frase bastó para que Shoto fuera, casi corriendo, a abrazar a Rei. La mujer no se quejó y Shoto tuvo que hacer el mayor esfuerzo para no hacerle daño al momento en que sostuvo el delicado cuerpo de Rei; tan delgado, que incluso con las capas excesivas de ropa, notaba las costillas y la columna vertebral que se curvaba.

Rei, posó la mano en la mejilla de Shoto y le apartó el cabello que le caía por encima de los ojos con ternura, para depositar un beso.

—Qué guapo estás...

Se limitó a asentir a pesar de que quería cuestionarle acerca de su estado. La razón por la que lucía de esa forma, tan enferma, pero se mordió el labio y se puso de pie para saludar al resto.

—¡Shoto! —llamó Natsuo (4), su hermano más mayor, que se levantó de un salto y lo acercó a él— ¡Cuánto tiempo!

—Si... —contestó Shoto, separándose de su hermano y bajó la vista a la niña que se escondía detrás de la piernas de Natsuo—. Nara está grande... ¿Tiene cuantos ya?

—Vamos Nara, es tu tío Shoto —dijo Natsuo, posando la mano sobre la cabeza de la niña que se dejó ver algo temerosa—. Dile cuantos años tienes.

—Cumplí siete... —respondió la niña, en un tono de voz bajo—. Entré a primaria este semestre.

Nara se enderezó un poco, demostrando las largas piernas, el par de coletas blancas desiguales y una tenida mal combinada; falda rosa con un polerón fucsia de gato.

Aquello dejaba implícito que Natsuo se encargaba, por completo, del cuidado de Nara. Al final de cuentas, Natsuo quedó viudo el año en que Shoto cursaba último de preparatoria y tuvo que hacerse cargo de Nara, viviendo cerca de sus padres para una mano extra. El problema principal recaía en el armario de Natsuo que consistía en ropa deportiva; así que le tocaba vestir a su hija como creía que las niñas les gustaba.

No negaba que Nara era preciosa, privilegiada de la belleza que compartían los Todoroki por naturaleza. Se lamentaba al saber que Enji ya se encontraba haciendo los contactos adecuados para llevar a Nara al mundo del modelaje. Según tuvo entendido Shoto, la última vez que se puso en contacto con Natsuo; Nara iba a clases de Ballet y Actuación infantil.

—Igual de alta que su familia —señaló Shoto con una sonrisa serena—. Kitty, igual está grande.

—¿Aún tienes a la gata? —preguntó Nara emocionada— ella es tan linda...

Kitty se trató de un regalo de Natsuo y Nara cuando entró a la universidad. Una gatita blanca similar a Hello Kitty, que en ese entonces, era casi una obsesión para Nara, que no podía ir a ningún lado sin una gigantesca mochila de la marca.

De cierto modo le ponía algo triste saber que se acordaba más de la gata que de él, pero tampoco la culpaba; los niños siempre tenían un único sentido de la palabra "prioridad".

—Si quieres, le dices a tu papá y vienes a verla.

Se dio media vuelta para encontrar a Kenji, de brazos cruzados y mirándolo algo escéptico. Hiro, se parecía a su padre, por el cabello castaño revoltoso y los ojos en extremo rasgados.

—Hola, Kenji —saludó Shoto extendiendo la mano que Kenji aceptó en un gesto rápido y poco genuino—. Es bueno ver a la familia ¿no te parece?

—Si.

Shoto se agachó para recibir a Hiro que se le abalanzó encima y entrelazó los brazos alrededor del cuello de Shoto, quien dio un par de vueltas y lo regresó al suelo.

—¡¿Trajiste regalos?!

—¡Hiro! Eso no se pregunta —regañó Fuyumi, sentándose al lado de su marido—, no seas maleducado.

—Tranquila, no me molesta. Y si, traje regalos para todos, pero están en la maleta. Después los acomodo debajo del árbol.

Ambos niños exclamaron emocionados ante esto y Todoroki, se percató que tal vez, ese viaje no iba a salir tan desastroso como el de la última vez.

『 °*• ❈ •*°』

«Un arco de globos decoraba la entrada al gran comedor. Ron, sin embargo, no posaba los ojos en la sublime decoración, sino que se enfocaba en la estrella más brillante del lugar.

Hermione, que bajaba en ese deslumbrante vestido azul, con una sonrisa igual de inmensa que los sentimientos que lograba hacerlo sentir.

No obstante, él no era una estrella. Quizás era la luna o un cometa que pasaba sin pena ni gloria; porque Hermione se aferró al brazo de Viktor Krum y entró al gran comedor, ignorando lo desdichado que Ron se sentía al verla ir con el mismo sol.»

De: ¿Bailemos? Por COLD_Fire, publicado en diciembre de 2015

『 °*• ❈ •*°』


Notas:

1) Kayaku, significa Pólvora. No soy original para los nombres srry no srry.

2) El santuario de Itsukushima, fue declarado patrimonio de la humanidad en 1993.

3) Los ciervos son considerados animales sagrados, y aunque se encuentran con mayor frecuencia en la cima del monte Misen, también suelen rondar por la isla, como protectores del santuario de Itsukushima.

4) Hice a Natsuo mayor que todos los hermanos Todoroki por conveniencia en la trama, por eso Nara es mayor y estimo que quedó viudo cuando Nara tenía uno o dos años, aproximadamente.

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