Boldog Szilva: Ciruela Feliz...

By harriet_hor_sty_ma

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Historia ganadora de los wattys 2020 en la categoría de Novela histórica. Historia destacada en ficción histó... More

Nota Importante.
Bevezetés: Pruna Boldog
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
Következtetés
Aclaraciones
Anexo
¡Portada Nueva!
LA REVELACIÓN

XXI

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By harriet_hor_sty_ma

Tizenegy
●ღ●

—¿Qué vamos hacer entonces, necesitamos llegar a un acuerdo? —inquirió Lorena desesperada por zanjar el asunto y llevarle algo de comer a su hija, puesto que se habían tomado la libertad de encerrarlos a Lorand, a Imara y a ella, mientras Kuna procesaba todo y José preparaba la forma en la cual reconciliarse con su hermano.

—No será posible... —inició el rey, más fue interrumpido.

—Firmaré esos papeles.

—Si firmas esos papeles Lorand, publicaré de inmediato tu acta de nacimiento —amenazó Imara

Lorand no dijo nada, era un hombre lo suficientemente grande como para poder asumir las responsabilidades y consecuencias de sus actos.

—Pero hay un detalle, mi lord —interrumpió Lorena.

—Los descendientes de un fallecido, todos los varones heredan cantidades iguales. ¿Cómo podéis pedirle que renuncie a su heredad?

—Aquí están los papeles Lorand...

—Lorand no lo hagas.

—Mamá... solo quiero salir de aquí, encontrar a mi esposa y resolver esto juntos.

—No Lorand, ¡Deja de escudarte detrás de Pruna! Si bien es cierto que tienes malos recuerdos del castillo, te pertenece por derecho, no huyas de ese derecho solo porque tienes la oportunidad de desembarazarte de él, ¡Tú no eres así! No huyes de tus responsabilidades.

—Pues esta vez, quiero tomarme la libertad de hacer de la propiedad Báthory una responsabilidad menos, no interfieras. —era la primera vez que Lorand le decía algo así.

Siempre había sido tan complaciente y considerado, era su orgullo y pilar, sabía que sin él le sería muy difícil andar por el mundo, era su apoyo moral y físico. Le gustaba pensar que no tenía favoritismo con ninguno de sus hijos, pero de que Lorand se había ganado que ella pensara así sobre él era un hecho; a pesar de que no era el hijo legítimo de Francisco, se parecía tanto a él, claro que con un carácter unas 10 veces más fuerte, ¡Siempre quería salirse con la suya! Era todo un Báthory después de todo... No, Lorand se parecía a ella, era demasiado parecido a ella y por eso no pensaba bien las cosas, cegado de amor no podía ver que le estaban quitando lo único bueno que pudo heredar de su padre.

—Con una condición.

—Os escucho.

—Tendréis que redactar de nuevo el documento. Yo no tocaré ninguna propiedad Báthory, vosotros anularéis el matrimonio de Kuna y Pruna... Podéis quedaros con las propiedades, no tengo objeción, pero el título nobiliario si me pertenece, eso lo quiero de vuelta.

—Vuestro pedido es imposible.

—No lo es, dado a que me pertenece, si Kuna no es un Báthory... eres despiadado —dijo mirándolo fijamente, sin una pizca de rencor y Kuna quien no sabía cómo sentirse respecto a quien había considerado su hermano toda la vida, bajó la mirada— eres un tirano con los aldeanos y no te preocupa su bienestar, la prole bajo tu protección anda descalza, sucia, ni siquiera tienen suficiente pan para alimentar a sus hijos. Quiero el título, porque quiero legárselo a mi hijo y unificar los terrenos que no son Báthory, para que los mercaderes y comerciantes menores que trabajan en la aldea, trabajen para mí.

—No se puede ser conde y no vivir en el castillo Báthory.

—¿Es la casa lo que me haría conde?

—No es eso, pero...

—Señor, con todo respeto, entiendo que no podáis darle un lugar a vuestro hermano en cualquier otro puesto de la corte, pero, eso no quiere decir que por vuestro poder podáis hostigarnos hasta conseguir que él tenga una buena posición, que todos sabemos ni siquiera merece por derecho. ¿Por qué no le compráis un título nobiliario de otro tipo? Sois el rey...

—No entiendo por qué en los últimos cuatro días, he tenido tantas sugerencias acerca de mi forma de gobernar, cuando no las he pedido. Madre e hijo, sois iguales, no puedo daros lo que pedís.

—¿Y por qué?

—No tengo que daros explicaciones, además casi debo partir a Viena, por lo que tendréis que resolver vuestras diferencias...

—¿Puedo yo decir algo?

—Adelante Kuna.

—No estoy de acuerdo con dicho contrato.

Todos los presentes exhalaron al unísono, sorprendidos.

—Pero Kuna tú...

—No Lara, no digas nada —tomó una bocanada de aire y continuó—. Nunca he sido bueno para gobernar, ni me ha gustado el puesto de conde, preferiría dejarlo, en cuanto a las condiciones, quisiera que fuera al revés, una pequeña propiedad de pa... no, de Leónidas, una que tiene un pequeño rancho y algunas siembras, quiero ese lugar para mi... todo lo demás podéis quedároslo, es vuestro.

—Estoy de acuerdo.

—Pues esto no es como queráis vosotros —interrumpió el rey—, yo soy vuestro rey y haréis lo que os ordene, no os atreváis a cuestionar mis mandatos. Lorand, bien podéis aceptar el trato u os impongo mi voluntad por la fuerza, ¿Qué preferís?

●ღ●

La bienvenida de Hannah y Rupert a su "hogar" fue una cachetada para la castaña por parte de su padre y un escupitajo en la cara por parte de Trina, a Rupert no le fue mejor, su padre le pegó con un látigo en la espalda y luego los encerraron en la antigua habitación de Hannah, donde comía, dormía; vivía. Pensó que volvería a su estilo de vida normal, definitivamente había sido un error estar allí.

—Oh —se quejó Rupert colocándose boca abajo sobre la cama de Pruna —me han dolido más que los anteriores —gimoteó.

Su hermana fue a socorrerlo y de inmediato trató de quitarle la camisa sin lastimarlo mucho, y entonces miró el rastro de las cicatrices de una azotaina anterior —Oh, Rupert... ¿Esto es lo que te ha hecho Lorand? Lamento mucho que te haya malinterpretado.

—Ahora también te disculpas por él, ¡¿Cómo pudiste casarte con semejante bastardo sin decirme primero?!

Pruna frunció el ceño, se había acostumbrado demasiado rápido a la actitud de Lorand, a hablar sin pedir permiso, a creer que los hombres y las mujeres podrían estar a la par como iguales. Pero aquel comentario, no solo la regresó a la tierra, al mundo real, a la perfecta sociedad inglesa donde las mujeres no podían si quiera hablar.

Sino que también la hizo enojarse con Rupert.

—¿Tengo que pedirte permiso para casarme?

—Pruna... tal vez Lorand te deje hacer lo que te dé la gana mientras estás en la comunidad, pero esto no es Hungría, aquí van hacerte migajas y tú al igual que siempre te dejarás pisotear...

—¿Entonces qué se supone que haga?

—Una dama inglesa noble, tiene que llevar las apariencias, ya no eres una campesina húngara, que anda descalza y hace lo que quiere, ahora eres una aristócrata de nuevo, deja esa actitud pedante, que pareces Linka, no tú.

—¿Dónde está el Rupert que siempre se quejaba porque me dejaba pisotear de los demás? Ahora intento no hacerlo, ¿Y esto es lo que me dices?

—Exacto, "señora Császár".

—Oye ¿Qué te pasa? —chilló enojada

—¡Me pasa que no tolero que te hayas casado con ese hombre! ¡Qué no me hayas consultado!

—¡Eres un niño!

—¡Y un bastardo también, sí, lo sé! Pero soy tu hermano, llevamos la misma sangre y esperaba que a la hora de casarte, me tomaras en consideración.

—¿Eres mi marido o mi padre? ¿Por qué debería pedirte permiso para casarme?

—Tú ibas a casarte con un conde, ¿Cómo crees que afecta mi honor el haber dejado que la dama que escoltaba adulterara?

Pruna estuvo a punto de pegarle. Nunca en su vida habían colmado tanto su paciencia, considerando lo práctica que solía ser en semejantes circunstancias, y definitivamente estuvo bastante cerca de magullar su rostro, pero esa hermana protectora que yacía dentro de ella necesitaba saber la verdadera razón de su animadversión hacia Lorand. Era una tonta, ¿No? Acababa de ser juzgada e insultada por su hermano y ella aun pensaba en su opinión acerca de su marido.

—Dime por qué lo odias tanto —demandó.

—Porque no era con quien debías casarte.

—Aun sabiendo el daño que me hizo sigues pensando así ¿Cómo puedes?

—¿Quién eres tú para juzgarme? ¿Te atreves hacerme el malo de la situación? No he sido yo que le he levantado las faldas a Lorand.

Y entonces Pruna no se contuvo, no le importó sangre, azotes, nada, solo permitió que su mano impactara contra el rostro del malcriado e ingrato niño que la insultaba —Ahora entiendo por qué Lorand te hizo esto... y yo en su lugar hubiese hecho lo mismo.

—¿Me acabas de pegar?

—Oh sí... y me lo he disfrutado bastante —agregó cínica—. Fuiste la primera persona que me dijo "no te dejes pisotear de los demás, se fuerte, no seas confianzuda" es exactamente lo que hago a pesar de que no tengo el derecho de hacerlo, porque lo sé, sé que no es bien visto que una dama actúe de esta manera, te juro que sé bastante bien cómo debe comportarse una dama, he visto a la reina en persona y a su esposo, que en paz descanse —tomo una bocanada de aire y destiló amargura por sus bonitos labios rosáceos—, te aseguro, que ninguno de los dos tienen quejas sobre mi comportamiento. Sin embargo con Lorand aprendí que tengo un valor y que puedo decir lo que se me venga en gana.

—Eso solo puedes hacerlo cuando estés en la comunidad, este es el mundo real...

—No decías nada de eso mientras estabas comiendo de la misma mesa de mi marido, y recibiendo una paga... me imagino que en ese entonces el concepto "innovador" de la comunidad te parecía tolerable.

—Siempre fui conservador, por eso siempre estuve entre en medio de vosotros para que no fornicaseis.

—¿Sólo piensas en eso? Adulterio, fornicación, es lo único que escucho salir de tu boca, ¿Enserio me conoces tan poco? ¿No te ha servido de nada 15 años conociéndome? ¿Crees que sería capaz de arriesgar mi vida y el mandato real solo porque sí? No, no fue adulterio, mucho menos fornicación, porque nos casamos primero y fue luego de ser repudiada por Kuna, esperamos hasta estar casados para yacer juntos y fue con el único propósito de ser... no, no te lo diré ¿Para qué? Hoy he visto tu verdadero rostro y estoy decepcionada, porque esperaba más de ti... esperaba que me entendieras.

—No, no te entiendo.

—No, jamás lo harías. Hay cosas que uno se atreve hacer por amor, a confiar ciegamente y escuchar todo lo que esa persona dice... nunca vas a entenderme porque ni siquiera te esfuerzas en ello, solo te preocupa el estúpido pensamiento de que tu honor y honra han sido puestos en ridículo...

—¿Y eres capaz de juzgarme? —Gritó—. ¿Eres capaz de juzgarme cuando sabes que lo único que tengo es eso? Tú tienes un padre y una madrastra, incluso una madre ¿Y yo que tengo? ¡El estúpido puesto de escolta de mi ridícula hermana!

—Lárgate —rugió furiosa la castaña, no podía más, estaba cansada de escuchar insultos por parte de una de las personas que más amó en el mundo.

—¿A dónde iré? ¡¿Eh?! ¡Abre la puerta y sácame! —gritó

Se giró y lo ignoró por completo, temblando de rabia y con unas tremendas ganas de brincarle encima y arañarle el rostro, lo cual fue en cierta manera sorprendente, porque ella no era así. Era pacífica, tranquila, amable. No sabía si era por el embarazo o qué, pero era como si una parte de ella se hubiese puesto salvaje, tal vez fue lo rústico de la comunidad... o fue el amor de Lorand lo que la infundió de valor. ¿Qué podía saber ella? Solo sabía que en el último año había cambiado demasiado y le gustaba ese cambio.

—Estoy deseando que ese monstruo que llevas en el vientre se muera antes de nacer.

Pruna se paralizó y escuchó solo el zumbar de su corazón ¿Qué acababa de decir Rupert? No lo pensó, tomó un orinal que había a su lado y se lo plantó en la cabeza, no obstante, eso no fue suficiente, encolerizado saltó sobre ella y golpeó su vientre con fuerza, iba en serio, no era una broma, realmente deseaba la muerte de ese bebé... ¿Por qué todos querían matarlo? ¿Por qué todos querían deshacerse de él?

No lo entendía, golpe tras golpe el corsé se clavaba en sus costillas robándole el aliento, el dolor era tan potente que apenas podía soportarlo, nubló sus sentidos, lo suficiente como para que entendiera menos... solo supo que cuando pensaba que su vida y la de su bebé llegarían a su fin, por manos de su propio hermano, de repente la puerta fue abierta y alcanzó a ver un soldado que llamaba a una extraña.

—¡Hannah! —gritaron, pero ya era tarde, se había desvanecido... entonces la tomaron en brazos y se la llevaron.

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