XXV

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Tizenhárom
●ღ●

La ciudad de Szombathely yacía en una paz tan tangible que quienes habitaban en ella ni siquiera se molestaban en reñir unos con otros, no se oía la voz de Linka por ahí regañando a su marido, ni los constantes gritos de algún obrero malhumorado, no, nada de eso.

Pero, como vosotros podéis saber, nada bueno perdura para siempre y a veces la calma momentánea es solo la paz que antecede la tormenta.

Como un rayo devastador llegó Lorand a la ciudad y al mismo tiempo su tío Markus y el padrino de su madre, Vincent.

Al enterarse de que Lorand se había casado y no lo había consultado con ellos, se apresuraron en viajar desde Francia hasta la residencia de Markus en Pest, para luego desplazarse a la ciudad donde Imara habitaba.

Y un hombre cansado, que tenía el peso de un viaje largo infructífero, mas la pérdida de su hijo clavada en sus entrañas, no podían esperar que reaccionara de buena manera cuando al llegar a su hogar lo primero que se encontró fue a su tío queriendo forzar a Pruna a entrar a una diligencia.

Lorand se acercó y sin medirlo o importarle siquiera, atestó su puño maltrecho en el rostro de su pariente, aturdiéndolo al instante y lanzándolo al suelo.

-¿Estás bien?

-Sí estoy bien, gracias

Odiaba verla así, asustada como un animalillo enjaulado, estaba dispuesto a morir incluso con tal de no tener que verla así de asustada una vez más.

-¡Lorand Császár! No puedes golpear a tu tío cada vez que se te antoje.

Os he engañado...

¿En realidad creísteis que el tormento aquí sería Lorand?

Ágnes Ivanna Balassi, nieta de Vincent había llegado junto con ellos y estaba en la diligencia donde anteriormente habían querido obligar a Pruna a subir.

Lorand estaba demasiado agotado como para poder lidiar con todo aquello.

Entonces sin que alguien a su alrededor pudiera evitarlo, cayó desplomado al suelo.

Fatiga y una pérdida mezcladas, no eran la combinación perfecta para ningún ser humano por más fuerte que fuera y Lorand no era la excepción, de hecho el médico en cuanto lo vio lo único que pudo recomendar fue reposo y observación.

Pruna quiso lanzarse a sus brazos y llorar, pero entonces quien se había derrumbado había sido él, era un poco irónico y no pudo evitar soltar una risilla. ¡Cuántas ganas de abrazarlo! ¡Cuántas ganas de besarlo! Sin embargo el médico había indicado reposo.

Para su desgracia.

Así que se resignó y amarró su corazón para estar lo suficientemente fuerte para lidiar con él, lo que Pruna no esperaba era que una intrusa recién llegada se entrometiera beligerante en medio de su relación.

Era una bonita mañana cuando Pruna recién despertaba, se había quedado dormida en la habitación donde Lorand reposaba y en cuanto abrió los ojos bajó un momento a lavarse y ponerse en condiciones para que su marido al despertar lo primero que viera fuera la visión de su mujer acicalada para él.

Sin embargo, al subir de nuevo se encontró con Ágnes quien sostenía la mano de su marido y susurraba unas risillas bobas que a Pruna no le agradaron en absoluto.

-Yo cuidaré de él, ya podéis iros -dijo con gesto apretado.

-No mi lady -la otra se incorporó y la sacó de la habitación empujándola para luego cerrar la puerta bajo cerrojo por dentro.

Boldog Szilva: Ciruela Feliz libro 1 [Sin Editar]Where stories live. Discover now