XVII

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Kilenc
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El imponente castillo hizo mella en la herida de orgullo que cargaba Lorand encima, pensando que todo aquello en realidad le pertenecía a él.

¿Pero para qué desear un castillo donde reinaba el odio y todo lo negativo que podría uno imaginarse? Renunció a todo aquello a una corta edad, a pesar de ser el legítimo heredero del título Báthory.

Era él, no Kuna, quien debía estar sentado en aquella especie de trono. Sin embargo, no le importaba en lo más mínimo, era perfectamente feliz estando al cargo de la comunidad.

El gesto de ambos era tan parecido pero tan distinto que era difícil entender que eran hermanos y a la vez, habría que ser muy tonto para no darse cuenta de la similitud entre ambos varones; Kuna era más bajo, por unos escasos centímetros y tenía el cabello castaño, bastante claro en comparación con las negrísimas hebras de Lorand, Kuna tenía el rostro cuidado, limpio y afeitado, Lorand tenía una espesa barba y un bigote bien recortado, aunque los ojos de Kuna eran verdes, los de Lorand eran mucho más intensos y llamativos ¿Quién diría que eran hermanos? Pues lo eran. Y al verse, sólo por un segundo, olvidaron el parentesco.

—Tomad asiento por favor.

—No hace falta, solo he venido a buscar a Pruna.

—¿Por qué tanto interés en mi prometida?

—Si vais a ser así, ¿Para qué me llamasteis en primer lugar?

No, Kuna y Lorand no se parecían, en cuanto abrían su boca eran totalmente diferentes; Kuna era amargo y Lorand era agridulce, ambos sabores fuertes.
Mientras que Lorand buscaba la manera de hacer que los demás se sintieran bien a su alrededor, a pesar de su mal carácter, a Kuna le daba igual lo que sintieran los demás, era reservado, tosco, indiferente y arrogante. Mientras que Lorand era confiable, agradable, terco y en cierta manera, también poseía cierto grado de tosquedad, ¿Para qué mentir? Aquí la cuestión no es definir quién era mejor que quién, ninguno de los dos era mejor o peor que el otro, ambos simplemente eran diferentes... por eso y más a penas se toleraban.

Lorand era sol, ardiente, cálido, agradable a ciertas horas, pero irritante luego de un rato, astuto, perspicaz, determinado y dominante. Kuna era Luna, fría, brillante, indiferente, ausente, pacífica, tosca, malhumorada y fugaz... tal vez, el hecho de que ambos eran opuestos, los llevaba a odiarse a tal punto, ¿O tal vez no?

Ambos sabían que no eran solo sus personalidades irritantes.

Era algo más... porque siempre es algo más.

—No haremos una escena, ni un escándalo, mi lord —repuso—, solo entregadnos a la dama y nos iremos.

—Podéis llevárosla. Está en la alcoba de tu madre, hermano.

Lorand apretó la mandíbula; estaba a un paso de verla, ¿Se detendría a romperle la cara a Kuna? Sonaba tentador, pero sus ganas de verla eran mayores. La violencia que llevaba en la sangre era el orgullo de los Báthory y una vergüenza para él, ¿Se dejaría llevar?

No.

A zancadas se acercó a la habitación que una vez fue de la condesa y la abrió sin tocar primero. Las ansias de verla eran tan grandes que se olvidó de los modales por un segundo.

Pero ojalá no se hubiese olvidado, ojalá no hubiese sido su espalda, lo primero que sus ojos vieron cuando abrió la puerta.

—Oh... Lorand... ¡Lorand!

Gritó ella de felicidad, Lorena a su lado miraba con terror la expresión del caballero, ¿Qué acaso su hija estaba loca que se pavoneaba sin temor teniendo la cara de perro de Lorand casi encima? Y justo entonces Pruna reparó en que el hombre había visto su espalda y por eso estaba inmóvil. Su expresión... oh, a Pruna se le rompió el corazón al ver esos ojos idos, enloquecidos, furiosos.

Boldog Szilva: Ciruela Feliz libro 1 [Sin Editar]Where stories live. Discover now