La Primera Ruptura

Por Julie18_08

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Lo único que Derek deseaba en la vida era equilibrio y tranquilidad, pero con lo exigente que era consigo mis... Más

0. Un discurso inolvidable
1. Una residencia casi vacía
2. La ironía de la ventana
3. Era un buen tipo
4. Algunos favores
5. Ventajas y desventajas de una amistad
6. La chica de la fiesta
7. Lo que la gente piensa
8. La inexistencia del amor
9. Respira
10. No está bajo control
11. Patrones
12. Amigos y sus amantes
13. Algo de malhumor
14. Compañeros en la tragedia
15. Malentendidos
16. Terapia: la profesional y la amateur
17. Dos ventanas
18. Un momento
19. Viaje
20. Relaciones fracturadas
21. Cuestionamientos
22. Sigue corriendo
23. Coincidencia
24. Ser cuidadoso
25. Buenos términos
26. La posible existencia del amor
27. Relaciones platónicas
28. ¿Qué?
29. Bajo la lluvia
30. Acuerdos
31. Casi
32. Un poco de caos
33. El glamour de la mañana
34. Un límite difuso
35. Hablando del drama
36. Cambié, ¿tu cambiaste?
37. Un juego perdido
38. Una noche sin sueño
39. Una prueba
40. Se acerca
41. Como lo concretamos
42. Los últimos días
43. Casa
44. Algunas cosas inevitables
45. Más que un hotel
46. En lo público
47. Ir con lentitud
49. Perturbaciones
50. Unas últimas palabras

48. Un joven con reservas

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Por Julie18_08


Marco estaba recostado en la cama, con el pecho contra el colchón, y durmiendo plácidamente mientras yo me encargaba de ordenar las prendas que habíamos dejado caer en cualquier parte la noche anterior. Era la tercera vez que nos quedábamos juntos en su cuarto de hotel y, al igual que la primera, yo despertaba antes que él y me ocupaba de hacer lo posible por mantener el cuarto ordenado.

Esa mañana se me ocurrió recoger la ropa y dejarla pulcramente doblada al interior del armario vacío, pues él no había desempacado en verdad, todas sus cosas seguían guardadas en su maleta. Dejé su valija junto al armario y cuando me disponía a volver a la cama escuché el inconfundible sonido que emitía un teléfono móvil al vibrar.

Por instinto me llevé las manos al lugar donde deberían estar mis bolsillos, pero me encontré con que tan sólo llevaba la ropa interior. Bufé ante mi idiotez y luego tomé mis pantalones en busca del aparato, el cual no vibraba. Lancé mi móvil sobre mi ropa y al seguir las insistentes vibraciones encontré el teléfono de Marco sobre la alfombra, junto a la cama.

La pantalla del teléfono estaba encendida y por un segundo alcancé a leer "Papá. Llamando..." antes de que cortara; y cuando lo hizo no sólo apareció el mensaje de que se había perdido una llamada, sino que también otro curioso texto de Laura que decía "No los escuches"

Fruncí el ceño alejando mis ojos del teléfono y fue inevitable que mis pensamientos se fueran a lugares extraños y probablemente engañosos. Laura era su hermana mayor, lo sabía; pero no sabía lo suficiente de su relación con ella como para sacar conclusiones basándome en una frase tan corta. Sin embargo...

Por el rabillo del ojo vi que el cuerpo de Marco se movía lentamente en la cama, como desperezándose luego del descanso. Me senté junto a él y le acaricié la cabeza con suavidad mientras él enterraba la cara en la almohada, negándose a despertar.

-Oye.- lo llamé tratando de apartarle el cabello del rostro.

Se quejó audiblemente, pero ya era demasiado tarde, estaba despierto. Con un suspiro resignado se volteó hasta quedar sobre su espalda, restregándose los ojos con delicadeza y aguantando un bostezo. Se irguió hasta que sus ojos estuvieron a la altura de los míos y, sin abrirlos realmente, me rodeó la cintura con los brazos y apoyó su cabeza en mi hombro.

-No hables.- dijo, su voz ligeramente áspera.

-No lo...- comencé a decir entretenido, pero su siguiente acción me interrumpió.

Ciñó sus brazos alrededor de mi cuerpo y apenas tuve tiempo de resistirme, pues no esperé que me hiciera caer de espalda en medio de la cama. Cuando me tuvo donde quiso me rodeó la cadera con una de sus piernas y el cuello con su brazo, luego se acomodó hasta estar satisfecho y ahí se quedó; acurrucado contra mí.

Por alguna razón aún me sorprendía que los dos fuéramos lo suficientemente fuertes como para poner al otro en la posición que quisiera, aún me sorprendía el peso de su cuerpo y cómo se sentía contra el mío. Era bueno, era diferente y me gustaba.

-No puedes quedarte así toda la mañana.- dije dándole unas palmaditas en la pierna.

-Podría quedarme así todo el día.- respondió.

-Eso no es productivo.- reí.

-¿Quieres hacer algo productivo?- preguntó deslizando su mano bajo mi ombligo.

Me cubrí el rostro con el antebrazo y mordí el interior de mi mejilla mientras me acariciaba con pereza. Fue tan suave y corto que bien pudo haber sido una mano imaginaria y no la suya; como si nada hubiera pasado en realidad.

-No quiero ser productivo.- dijo devolviendo su mano al lugar que había ocupado antes.

La respiración de Marco era profunda y suave, relajada. Cerré los ojos y se me vino a la mente el recuerdo de su respiración entrecortada junto al oído, de su cálido aliento y de los sonidos que se le escapaban de la boca cuando...

-Ah, mierda.- suspiré.

-¿Qué?- preguntó.

-Estoy...- me interrumpí frotándome el rostro.

Él debió de reconocer el agobio en mi voz, porque soltó una risa profunda y me hizo voltear la cara en su dirección. Sus labios se entreabrieron cuando le rocé la boca con el pulgar, busqué su mirada y vi los indicios de nerviosismo y anticipación en sus ojos.

El suave vibrar del teléfono móvil me apartó del momento y lo busqué a tientas, pues hacía un rato lo había dejado deslizarse desde mi mano hasta la cama. Lo levanté a la altura de nuestros rostros para que él lo viera, y al hacerlo toda indicación del buen humor en el que había estado se desvaneció.

-Tu padre llamó cuando estabas dormido.- le dije.

-¿Contestaste?- quiso saber, tomando su teléfono y sentándose.

-No.-

Él observó la pantalla iluminada, absorto por unos segundos, hasta que decidió no contestar. Se inclinó en el borde de la cama y dejó su móvil en el piso, junto a la cama; al menos ahora sabía por qué lo había encontrado allí antes. 

Esperé algún comentario de su parte, sin embargo me fue claro que su intención fue hacerme olvidar el asunto con un beso. Puse mi mano en su cara para detener el avance y lo aparté, también sentándome y apoyando mi espalda en el respaldo de la cama. Marco rodó los ojos a modo de queja y se sentó junto a mi.

-No puedo quitarme la sensación de que hay algo...- dije contrariado.

-La relación con mis padres es tensa.- me interrumpió, como adivinando hacia donde iban mis especulaciones.

-No hablabas de ellos como si lo fuera, al menos antes no.- recordé.-Pero desde que nosotros...-

-No, Derek.- dijo alzando una mano y posándola en mi brazo.-Que les haya dicho que soy gay o bi, o lo que sea, no es la razón de que estén molestos; sólo es como... como otra cosa que los ayuda a justificar una molestia que viene desde hace años.- trató de explicar.

-Estás haciendo esto a propósito.-

-¿Qué?-

-Omitiendo información.- precisé poniendo mi mano sobre la suya.-Siento como si...-

-Te preocupas demasiado.- dijo restándole importancia.

-¿Entonces todo está bien?-

-Bien.-

Reí, principalmente porque su respuesta no me gustó y una risa me ayudaba a evitar la mueca de desacuerdo que amenazó con aparecer en mi rostro. Eché mi cabeza hacia atrás y le acaricié los nudillos con el pulgar, quería saber qué estaba pensando y si acaso era algo de lo cual debería preocuparme. Porque sí estaba preocupado, de la misma forma en la que lo había hecho cuando me contó cómo había sido su ultima conversación con sus padres.

-Entonces no te llevas bien con ellos.- resumí.-¿Por qué?- pregunté sin más.

-¿Por qué?- repitió.

-Tiene que haber una razón, ¿fuiste rebelde de adolescente? ¿piensan muy diferente? ¿querían que hicieras algo que no querías? ¿eres insolente? ¿no son buenos padres?- enumeré.

-No son...- frunció el ceño, como aturdido por la cantidad de preguntas.

-Quizás sí me preocupo demasiado.- murmuré.-Dijiste que estaba bien, no tengo ninguna razón para no creerte.- dije y me hubiera gustado agregar "Excepto que siento que no está bien"

Marco no dijo nada, y cuando giré el rostro en su dirección noté que sus ojos me observaban con una innegable mezcla de angustia e indignación, como si una parte de él estuviera enfadada y la otra le dijera que no tenía derecho a estarlo.

-Tomaré una ducha.- dijo escapando de su sopor y levantándose.







Esperé que Marco saliera del baño sentado en la cama, observando el techo blanco de la habitación mientras me reprendía a mi mismo por mi falta de tacto. No era estúpido, Marco no quería hablar de sus padres, probablemente no quería verlos y sospechaba que ni siquiera sabían que estaba aquí, conmigo. Todas las familias tenían razones para pelear e incluso para guardarse rencores, no era extraño.

Imaginé que mi vida sería diferente si me hubiera enfadado cada vez que mis padres se separaron, podría haber resentido a mamá por cómo echaba a papá de casa cuando discutían; o a papá por la indiferencia que mostraba cuando esto sucedía, como si no le importara. Pero el asunto era que sabía que a él sí le importaba y que ella explotaba por dos días para luego arrepentirse y llamarlo. Las relaciones familiares eran complejas, de eso no había duda.

Me erguí cuando vi que la puerta del baño se abría, me bajé de la cama sintiendo un molesto vacío en el estomago y me encaminé apresurado hacia Marco. Lo intercepté en el umbral de la puerta y apoyé mis manos a ambos costado para retenerlo allí, él se sobresaltó ligeramente, pero no intentó apartarme.

-Marco...-

-Quiero visitar el jardín botánico, leí que había uno cerca.- me dijo, aunque sonaba a una petición más que un comentario.

-Sé dónde está.- asentí, pestañeando confundido por el tema.

-Genial.- dijo poniendo un mechón de cabello húmedo tras su oreja.-Dúchate.- agregó.

Hice lo que me pidió sin poder quitarme la arruga del entrecejo, como si estuviera en un constante estado de confusión y reflexión, tal vez lo estaba. Me arreglé rápidamente, volteándome a mirarlo cada vez que podía, a lo que él simplemente me sostenía la mirada sin una expresión concreta en el rostro.

Conduje con el mismo ánimo inquieto, mirándolo de reojo mientras él observaba por la ventanilla sin prestarme mucha atención. Era claro que estaba guardando silencio a propósito y me estaba costando un montón atreverme a romperlo; era tan simple como que me era imposible actuar como si nada hubiera sucedido.

¿Pero qué había sucedido exactamente?

Dejamos el automóvil estacionado a la entrada del jardín y luego tuvimos que caminar unos pocos kilómetros para adentrarnos en el recinto. Era un lugar gigantesco, tenía varias zonas verdes donde la gente podía jugar o estirarse a tomar sol; había una zona de picnic con parrillas y mesas de madera opaca; no era extraño tropezarse con pequeños estanques artificiales donde pequeños patos nadaban; y hacia el final, donde el bosque se volvía más espeso, había una pileta con una gran fuente de piedra blanca en la forma de algún dios griego de aspecto andrógino.

Marco me dio unas suave palmada en el brazo para llamar mi atención y me indicó un lugar bajo un pequeño y frondoso árbol que brindaba una cantidad justa de sombra. Me senté con las piernas dobladas en el fresco césped y me sorprendí un poco cuando me di cuenta de que él pretendía apoyar su cabeza en mi regazo. Se me hizo un nudo en el estomago, un escalofrío me erizó los vellos del cuerpo.

Esperé con paciencia mientas él se estiraba y encontraba una posición que le acomodara, la cual terminó siendo recostado sobre su espalda y usando mi regazo como almohada. Se había cubierto los ojos con unos lentes de sol oscuros, suspiró satisfecho y asumí que había cerrado los párpados.

-¿Estás enojado conmigo?- le pregunté, necesitaba esclarecer eso.

-No.- negó sacudiendo ligeramente la cabeza.-Un poco.- admitió luego.

-Está bien, quizás hice muchas preguntas.- dije.-Pero eso tiene que ver con que tu no respondes muchas de ellas.- dije tratando de que no sonara como una queja.

-¿Entonces ahora es mi culpa?- rió.

-Diría que es compartida.- reflexioné mirando hacia el bosque que nos rodeaba.

-Me parece justo.- suspiró.-No estoy acostumbrado... nadie me pregunta por mi familia.- dijo.-No es tema en la universidad, a mis amigos no les importa qué hacen mis padres ni cómo son; probablemente nunca los conozcan.-

-Yo siempre hablo de mi familia.- dije ladeando la cabeza pensativo.

-Con cercanos, supongo.- trató de adivinar.

-Sí, con cercanos.- repetí, dándole un golpecito en la frente con el dedo indice.

-No hablo demasiado de mi mismo cuando estoy con alguien y generalmente mis relaciones no duran mucho tiempo...- dijo acariciando el lugar donde estuvo mi dedo.-Ana nunca me lo preguntó, no creo que le interesara.- continuó, como hablando para sí mismo.

-¿Ana?- pregunté.

Esa pregunta pareció traerlo de vuelta a la realidad y se deslizó los anteojos por el puente de la nariz hasta que pude ver sus ojos abiertos, observándome de forma evaluadora. Asintió, pestañeando lento y sin dejar de mirarme.

-La chica con la que salía en la universidad.- dijo.

Siempre asumí que Marco era soltero, nunca lo vi acompañado por nadie; ni en el día a día ni en las fiestas en las que nos topábamos. Es más, esta era la primera vez que lo escuchaba decir ese nombre y mi mente no parecía querer incorporarlo por completo.

-No la habías mencionado.- dije al fin.

-No era mi novia.- dijo con aire desinteresado.-Pero era buena compañía, nos veíamos algunas veces en el mes.- me contó.-Sobretodo al final del semestre, ella me ayudaba con el estrés...- dijo en un innecesario eufemismo.

-Con el estrés.- dije haciendo eco de sus palabras, sosteniéndole la cabeza con suavidad.-Bueno, podrá descansar ahora que me tienes a mí para ayudarte con eso.- indiqué.  

De pronto me sentí extrañamente posesivo y cuando la sensación se disipó creí entender un poco la forma en la que él se había sentido cuando le hablé de Alice. No era una buena sensación.

-No lo dudo.- rió con suavidad.-Dejé de verla a los pocos meses luego de conocerte, se lo tomó muy bien.- me contó.

-¿Sí?-

-Relación casual, Derek.- me dijo con lentitud.-Sé que no estás acostumbrado a eso, pero cuando la gente tiene ese tipo de relaciones no pone problemas cuando el otro decide darle fin.-

-¿Somos casuales?- le pregunté.

Mi tono de voz era ligero y con una onza de provocación, porque a pesar de todo me sentía bastante seguro de saber cuál sería su respuesta. Le delineé el puente de la nariz con el pulgar y cuando quise bajar hacia su boca intentó morderme, lo cual casi logró.

-No creo que nada pueda ser casual contigo.- dijo atrapando mi mano y llevándosela a la boca sólo para morderme un dedo.

-Déjalo, eso no va en tu boca.- lo reprendí de buena gana.

-No te imagino diciendo algo como eso anoche.- dicho esto se quitó los anteojos y los dejó a un lado.

-No es algo que diría en ese contexto.- confesé inclinándome un poco sobre su rostro, sin acercarme lo suficiente como para tocarlo.

Marco sonrió de forma espontanea, toda la tensión de hacía unas horas parecía haberse borrado de sus facciones. Hacía varios minutos que había alejado la conversación de su punto de partida, había sabido qué decir para evitar que siguiera insistiendo y para distraerme. Al parecer no necesitaba besarme para borrarme cosas de la cabeza, sólo necesitaba encontrar las palabras adecuadas.

-Voy a extrañar esto cuando volvamos a clases.- dijo de pronto.

-¿Crees que algo cambiará?- quise saber.

-Claro.- asintió.-¡No tendremos tiempo ni para respirar!- se quejó.

-Nos las arreglaremos, además, tengo planeado que hablemos con calma de algunas cosas.- dije, mirándolo con una intensidad que le transmitiera mi resolución.

Él respiró profundo, cerrando los ojos como si intentara apartar un pensamiento intrusivo, y cuando los abrió se veía despreocupado y entretenido. 

-De acuerdo.- dijo.-Y ya que tienes planeado que pasemos el primer semestre hablando, estos últimos días deberíamos aprovecharlos en otras actividades, ¿no crees?- 





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