Las saetas del Tiempo - Horas...

By CiaraSofi

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«Tres flechas fueron disparadas: una para asesinar al Día, otra para devorar la esperanza, y la tercera dest... More

Para mis Lectores
Terminología de la Hermandad del Sol
Sinopsis, Personajes y Reconocimientos
CLAN ARDERE
CLAN ASTRUM
CLAN AURUM
El tiempo...
Introducción. El Oráculo
1. Ocho cero uno
2. La historia escrita en nuestra sangre
3. Berlinesas y sueños
4. Obra prima
5. La oscuridad de un designio
6. De Mañanitas...
7 ...Este 12 de Febrero...
8...Día de la Juventud
9. El último
10. La Voz de los Primogénitos
11. Traidor(a)
12. Costa Azul
13. Estar en casa
14. Desde el malecón
16. Carnada
17. Plan en marcha
18. Hombre muerto

15. Maniobra

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By CiaraSofi

Ser profundamente amaso por alguien te da fuerzas,

mientras que amar profundamente a alguien

te da coraje.

Lao Tzu.

El tiempo de ocio había terminado. Era momento de comenzar a entrenar.

Mauricio y Adrián acordaron con el resto comenzar por el dominio de los Munera Maiorum, dejando el Donum para después, debido a que solo se había manifestado en ellos dos.

—Los Munera Maiorum, una vez que se manifiestan, responderán a cualquier Primogénito, incluso a mi Oráculo, en caso de que sea una emergencia —recordó Mauricio—. Pero si no lo podemos dominar, no podremos manipularlo y eso, podría convertirse en algo fatal para nosotros. 

—Me preocupa mucho ser la menos preparada de todos —manifestó Ximena—. No quiero atrasarlos. 

—Querida, estamos juntos en esto —respondió Camila—. Además, debes saber que lo harás muy bien. El Solem te ha bendecido. 

—Bien, ahora vamos a relajarnos, a cerrar nuestros ojos y a concentrarnos en nuestra respiración —pidió Adrián—. Inhala... siente como el aire penetra tus fosas nasales, baja hasta tus pulmones, nutriendo cada célula de tu cuerpo. Siente tu abdomen expanderse por la vida que acaba de entrar en ti... ahora exhala, suavemente. 

—Siente tranquilidad. Las emociones más puras y honestas nos darán Munera Maiorum más estables —aseguró Mauricio, dejando que Adrián continuara con el proceso de respiración.



Asier observaba los débiles rayos solares caer a través de la ventana de su cuarto. Llevaba tres días amarrado a la camilla, siendo atendido por los enfermeros de Ardere como si se tratara de un psicópata peligroso.

La puerta de la habitación se abrió, haciéndolo voltear con desgano. Con indiferencia vio a Selena entrar empujando una silla de rueda. Inmediatamente, volteó sus ojos hacia la ventana.

—¿Qué quieres? —dijo molesto.

—Es una tarde muy bonita, así que pensé que querrías salir al jardín a ver el día caer —contestó la mujer.

—¿Qué te hace pensar que quiero ir? —Asier la observó con ira—. ¿Um? —insistió, tratando de intimidarla, pero no obtuvo respuesta—. ¡Llévate tu maldita silla! —le gritó.

—¿Crees que con esa actitud podrás salir de aquí y vengar la muerte de tu hermano? —lo increpó.

Con sus ojos desorbitados, Asier la miró, mientras sus labios se hacían un hilo.

—A estas personas no les importa tu vida, así como no moverán ni un solo dedo por, siquiera, atrapar al asesino de tu hermano —confesó Selena con crueldad—. Tú única salida es recobrar la compostura, y vivir tu duelo sin parecer un loco desquiciado... Dentro de la Hermandad, ya no estás en el fondo de la pirámide, pero si no sabes aprovechar la oportunidad que el Solem te ha brindado, jamás la Fraernitatem reconocerá tu importancia y dejarán que te pudras aquí.

En silencio, y sin verla, Asier la escuchó, entretanto sus ojos se llenaban de lágrimas.

—¿Qué sabes tú de duelos?

—Mis padres fueron asesinados por los non desiderabilias —mintió—, hace menos de dos años. También tengo el alma envenenada de rabia, pero sé que ser irracional no me dará la venganza que busco.

Sin decir más, bajó el rostro, dando la media vuelta para marcharse.

—¡Espera, Nicol! —La detuvo Asier—. Te acompañaré.

Selena sonrió. Su plan estaba funcionando.

Los Primogénitos  se habían dividido las responsabilidades del entrenamiento: Imanol se había ofrecido a enseñar defensa a Ximena, mientras que Linette actualizaría a Camila en combate, ayuda que Mauricio y Adrián, los más veteranos del grupo, aprovechaban para entrenar y mejorar los dones que el Solem les había dado.

El horario de entrenamiento era muy completo. Por la mañana, meditaban, centrándose en su yo interno y conectando con sus emociones. Mientras que en la tarde, la dedicaban a la actividad física.

También habían organizado los horarios de limpieza, dde colación y entretenimiento, así como dedicaban un tiempo para compartir sus conocimientos y cultura. Pero también había espacio para la soledad, fundamental para descansar de la diaria convivencia.

Un mes había pasado desde que salieron de la Coetum azteca. Tenían conocimiento de la pronta recuperación de Asier y de la decisión del Primado de que se reuniera con ellos en Costa Azul, aunque tenían que pudiese salirse de control, por lo que estaban evaluando si era propicio asignarle a un miembro del personal de salud que pudiera contenerlo emocionalmente, en caso de que tuviese una recaída.

Pese a las buenas noticias, Mauricio comenzaba a sentir la presión de no saber dónde hallar a Mane. Los asesinatos no se habían detenido, por lo que, tarde o temprano, la dirigencia de la Fraternitatem Solem comenzaría a presionarlos, y lo menos que deseaba era tener soldados del Equipo Elite o, peor aún, miembros del Prima en su playa, dando órdenes sin ofrecer nada de ayuda.

En cuanto al avance, bien era cierto que Camila cada día se ponía en forma, pero Ximena todavía no había desarrollado la resistencia necesaria para sobrevivir a un combate cuaerpo a cuerpo y eso preocupaba a la mayoría de los Primogénitos, aunque no lo decían. Sin embargo, en cuanto al Donum Maiorum tenían la confianza de que despertaría pronto, siendo Ximena la que aventajó al resto del grupo.

Una mañana, la Primogénita de Aurum se sintió invadida por una indescriptible energía que fue impregnando cada una de sus células. Intentó, una y otra vez, abrir un portal que la llevara, efectivamente, a algún lugar que ella conocía.

Se comenzó a sentir agotada. Aquella vez corrió con suerte o quizás fue el instrumento que el Solem usó para reunirlos.

Cuando Mauricio les explicó lo que debía hacer, creyó que todo sería muy sencillo, pero entre el creer y el lograrlo, había una enorme brecha.

Entonces, esa energía naciente se mezcló con la añoranza y el anhelo de estar entre los brazos de sus padres y, sorpresivamente, una pared formada por el reflejo potente del sol apareció frente a ella.

Sonriendo, miró a Mauricio, quien gratamente sorprendido, puso una mano en su hombro, a manera de felicitaciones, observando el extenso bosque que se abría a sus pies. 

Sin decir nada, para no desconcentrar a los otros Primogénitos, ambos atravesarón el portal, el cual se cerró tras ellos. 

—¿Y eso es? —le preguntó el chico.

—Mi Ocozocoautla. Mi tierra. —Lo miró—. ¿Quieres echar un vistazo?

Mauricio asintió, acompañando a la joven en su recorrido por meseta de roca caliza. Era imposible determinar, quién de los dos se encontra más feliz con aquella proeza. 

La curiosidad del Primogénito de Ardere lo llevó a explorar el valle selvático que podía percibirse desde donde estaban. De repente, quedando pasmado ante lo que veía: entre los árboles, profundos agujeros en el suelo se abrían paso.

—¿Ocurre algo? —preguntó Ximena, acercándose a Mauricio.

—Esos... —Señaló las aberturas entre la naturaleza—. ¿Son abismos?

—¿Eh? —titubeó Ximena—. No, no se consideran abismos por ser pocos profundos, pero ya que te interesa saber, son reservas ecológicas.

—¿Esto es tu tierra? —preguntó sin dejar de observar.

—Sí, estamos en la Sima de las Cotorras, ¿por qué?

—Por nada. —Sonrió—. Bien, jovencita, ha superado la prueba. ¡Felicidades! ¡Ahora, debemos volver!

—Dame un momento —pidió Ximena. Necesitaba recuperar energías.

Entretanto, las dudas saltaban a Mauricio: Ocozocoautla tenía algo en común con Sarisariñama.


Con un fuerte suspiro y llena de insastifacción, Ainhara comprendió que no encontraría nada en las bóvedas de Mane.

No deseaba fallarle a su líder, pero se había quedado sin documentos por revisar, todos con información que consideraba innesaria.

Se recostó de una pared, pensando cuáles eran sus opciones ahora que no había encontrado nada. No podía meterse en la habitación de su Primogénita a investigar, pues pronto sería descubierta y castigada, eso si no la mataban. Sin embargo, aunque sabía que Giovanna manejaba más información que ellos, estaba casi segura de que la profecía que buscaba no  estaba en su poder.

Entonces, como un rayo de luz que se cuela a través de la penumbra, se preguntó si en la casa que Amina Santamaría y Aidan Aigner habían construido como regalo de bodas para su hijo en Mane no podía encontrar lo que buscaba.

Emocionada, se puso de pie de un salto, solo para caer en cuenta que solo un Santamaría podía atravesar los linderos de la casa, razón por la cual Giovanna, Primogénitade Mane, aún no se había apropiado de aquel lugar.

En el firmamento, la luna hacía gala de su belleza. Las estrellas refulgían. La brisa fría y fuerte, el oleaje embravecido, era todo lo que el Primogénito de Ardere deseaba en aquel instante.

Siendo prudente, Mauricio aguardó en la orilla, cruzando sus brazos sobre su pecho. Aquella era una de las pocas noches en las que no lograba conciliar el sueño. Detrás de él estaba la casa, sumergida en la penumbra onírica.

Cerró sus ojos, sintiendo el mar en su interior. Su alma era agua mansa, donde se ocultaban los más turbulentos sentimientos, los cuales amenazaban con ahogarlo.

Podía huir del hogar sin ser percibido en la noche, como un sagaz ladrón, pero cómo huír de sí mismo.

Sonrió, dando media vuelta para deshacer el camino transitado, encontrándose con Adrián.

—¿Qué más, mi pana? —lo saludó, entretanto la brisa le alborotaba el cabello.

—Por lo visto, el Solem no permitirá que descansemos esta noche —comentó el Primogénito de Ignis Fatuus.

—¿Tú por qué te sientes presionado? —quiso saber Mauricio.

—Temo que no estemos preparados como equipo para hacerle frente a Mane y a los asesinatos. Y no deseo una invasión del Primado.

Mauricio sonrió, al parecer, ambos estaban en la misma sintonía.

—Bueno, hoy hubo un gran avance —confesó Mauricio.

—¿Imanol?

—No, Ximena.

—¡Ximena! —exclamó Adrián visiblemente emocionado—. Es la mejor noticia que he recibido desde que me hice Primogénito

—Sí.

—No sé por qué siento que detrás de esa afirmación escondes algo —confesó Adrián.

Mauricio sonrió.

—Empiezo a creer que tanta convivencia nos comienza a hacer daño —bromeó, al darse cuenta de que comenzaban a conocerse demasiado bien. Ximena me llevó a la Sima de las Cotorras en Oco... lo que sea. —Mauricio sacudió la cabeza—. Se me hace complicado pronunciar algunas palabras mexicanas, ¡y ellos lo hacen con tanta naturalidad que te hacen pensar que es demasiado fácil! Creo que terminaré haciéndoles un monumento en mi hogar.

—En eso estamos todos —aseguró Adrián—, pero sé que eso no es lo que te perturba.

—No. Tienes razón. Quiero que eches un vistazo a lo que te mostraré —dijo, extendiendo su brazalete. Sobre la arena, aparecieron las imágenes en relieve de Sarisariñama y El Ocote.

—Son parecidas. —Adrián se sobresaltó—. ¿Qué son?

—El abismo de Sarisariñama de donde salió, hace un siglo, el Harusdragum, para causar duelo y sembrar muerte en la última Faternitatem, y este —dijo, apuntando al otro gráfico— es la Sima de las Cotorras, en las tierras de Ximena.

—Eso quiere decir que el Harusdragum encontró una nueva forma de salir. Así fue que dio con nosotros —dedujo Adrián.

—Temo que sí. Salió y se manifestó en puntos claves. Eso lo tengo claro. Pero... —Mauricio sacudió la cabeza—. ¿Por qué en México? ¿Qué hay allí que él desee? —preguntó viendo a Adrián.

—No lo sé... lo único que te puedo asegurar es que debemos dar con Mane lo más pronto posible —dijo Adrián—. ¿Has descubierto algo sobre su paradero?

—Todavía no, y dudo que algún Clan en Venezuela pueda dar con ellos. Sin embargo... —Mauricio hizo silencio, dudando si debía ser prudente o no.

—Sin embargo, ¿qué? —Lo presionó Adrián.

—Existe una persona que conoce la ubicación exacta de Mane —confesó Mauricio viendo fijamente a su par—, pero no sé si quiera ayudarnos.

—Debemos intentarlo. Debemos convencer a esa persona —concluyó Adrián— o forzarla a ayudarnos. No tenemos otra opción.

Mauricio sonrió compungido. Sabía mejor que nadie que no sería sencillo... al menos no, sin una carnada.

***

Imágenes de la Sima de las Cotorras en Chiapas, México y Sarisariñama en la Gran Sabana, Venezuela. 


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