6. De Mañanitas...

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No abandones de hacer de tu vida

algo extraordinario...

Walt Whitman.

Linette terminó de amarrar su bolsa para darle un último vistazo a su habitación

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Linette terminó de amarrar su bolsa para darle un último vistazo a su habitación. Cerró la puerta, mientras que la bombilla se apagaba automáticamente.

En el comedor la esperaban sus padres para desayunar mangú —plátanos verdes hervidos, acompañados con cebollas salteadas, salami frito, queso frito, huevos fritos, aguacate y chuleta—. La joven sonrió al ver el manjar que aguardaba por ser degustado, y es que para ella no había nada más maravilloso que la comida de su hogar.

El momento fue muy ameno, y Linette lo aprovechó al máximo, pues no volvería a desayunar con sus padres hasta que cumpliera los veintiún años y finalizara su entrenamiento.

Ya dispuesta a marchar, abordó el vehículo paterno, ayudando a su madre a escoger la música para amenizar el viaje, entretanto su padre se concentraba en conducir.

A pesar de que sus padres podían llevarla hasta el Campamento de Lumen, el protocolo de su Clan establecía que los aspirantes debían partir desde el Terminal de Ómnibus de Cotui.

Con la mirada perdida en algún punto de la Carretera 132, rememoró los momentos pasados en la Laguna Dudú. Aquel lugar de aguas verdeazuladas era para Linette un sitio mágico, especial, que la hacía sentir una con la naturaleza. Mas ahora, iba a un destierro voluntario, sacrificando un tiempo que no volvería a recuperar.

Sonrió, con la tristeza manifiestada en sus ojos.

La hora y media en carretera se le hizo un suspiro. Pronto se separaría de sus padres y no los volvería a ver hasta dentro de dos años. Sin embargo, cada segundo se repetía que el sacrificio valía la pena, porque, independientemente de que llegara o no a ser escogida por el Solem, estaba dispuesta a resaltar, en convertirse en el orgullo de sus padres y hermanos.

El Sr. Altamonte estacionó el auto cerca de la entrada del terminal.

José Manuel Altamonte era un hombre sencillo. Había educado a sus hijos bajo los valores de la responsabilidad y la honestidad.

—Nunca dejes de ser tú, Linette —dijo tomando el rostro de la chica entre sus manos—. ¡Eres mi tesorito y debes dar siempre lo mejor de ti! —Su voz se quebró. Era difícil contener las emociones que le embargaban. Su pequeña ya no los visitaría cada semestre, ni hablaría con ellos diariamente.

—No tendrás queja alguna de mí, papi —se comprometió, recibiendo un beso de su padre en la frente.

—Sé siempre humilde, hija mía —aconsejó la madre, mientras Linette abandonaba los brazos paternos para refugiarse en el pecho que le dio de amamantar—. Recuerda siempre que la humildad es la base para ejercer un buen liderazgo.

Las saetas del Tiempo - Horas [1er. Libro]Where stories live. Discover now