Harry me miró en la oscuridad.
—Quizás ocurriera algo que podemos cambiar ahora —dijo pensativo—. ¿Qué puede ser? Hace tres horas nos dirigíamos a la cabaña de Hagrid...
—Ya estamos tres horas antes, nos dirigimos a la cabaña —explique suspirando—. Acabamos de oírnos salir. Espabílate, Potter.
Harry frunció el entrecejo.
—Dumbledore dijo simplemente... dijo simplemente que podíamos salvar más de una vida inocente...¡Laila, vamos a salvar a Buckbeak!
—Por supuesto que haremos eso...¿pero qué ayudará eso a Sirius?
—Dumbledore nos dijo dónde está la ventana del despacho de Flitwick, donde tienen encerrado a Sirius con llave. Tenemos que volar con Buckbeak hasta la ventana y rescatar a Sirius. Sirius puede escapar montado en Buckbeak. ¡Pueden escapar juntos!
Me quede pensando un rato, eso era casi imposible, en especial que alguien no nos viera, sería más fácil darle mi alfombra mágica pero entonces no salvaríamos a Buckbeak, sonreí y le revolví el pelo.
—Así me gustas, cuatro ojos.
—Gracias Fleuphemia—el rio, mi sonrió despareció de mi rostro.
—Te estás ganando un buen golpe, James.
Se levantó y pegó el oído a la puerta
—No parece que haya nadie. Vamos...
Harry empujó y abrió la puerta del armario. El vestíbulo estaba desierto. Tan en silencio y tan rápido como pudimos, salimos del armario y bajamos corriendo los escalones. Las sombras se alargaban. Las copas de los árboles del bosque prohibido volvían a brillar con un fulgor dorado.
—De acuerdo, si alguien se asoma por la ventana...
—Huiremos —dijo Harry con determinación
—Yo iba a decir que lo embrujáramos, pero eso suena mucho más sencillo—respondí.
—Nos internaremos en el bosque. Tendremos que ocultarnos detrás de un árbol o algo así, y estar atentos.
—¡De acuerdo, pero iremos por detrás de los invernaderos! —susurre—. ¡Tenemos que apartarnos de la puerta principal de la cabaña de Hagrid o de lo contrario nos veremos a nosotros mismos! Ya debemos de estar llegando a la cabaña. Atravesamos los huertos hasta los invernaderos, me detuve un momento detrás de éstos y reanudamos el camino a toda velocidad, rodeando el sauce boxeador y yendo a ocultarnos en el bosque...
—Bueno —dije con voz entrecortada—, tenemos que ir a la cabaña sin que se note. Que no nos vean, Harry.
Anduvimos en silencio entre los árboles, por la orilla del bosque. Al vislumbrar la fachada de la cabaña de Hagrid, oí que alguien llamaba a la puerta. Me escondí tras un grueso roble y miré por ambos lados. Hagrid apareció en la puerta tembloroso y pálido, mirando a todas partes para ver quién había llamado. Y oí la voz de Harry:
—Somos nosotros. Llevamos la capa invisible. Si nos dejas pasar; nos la quitaremos.
—No deberían haber venido —susurró Hagrid. Se hizo a un lado y cerró rápidamente la puerta.
—Esto es lo más raro en que me he metido en mi vida —dijo Harry con entusiasmo.
—Concuerdo, y siento una rara sensación de emoción—susurre luego señale con mi cabeza—. Tenemos que adelantarnos, hay que acercarnos a Buckbeak!
Avanzamos sigilosamente hasta que vimos al nervioso hipogrifo atado a la valla que circundaba la plantación de calabazas de Hagrid.
—¿Ahora? —susurró Harry
—¡No! —dije, pensando en todas las posibilidades que le había dicho a mi abuelo Newt de liberar a Buckbeack y él me había dicho lo peligrosas que eran para Hagrid—. Si nos lo llevamos ahora, los hombres de la comisión creerán que Hagrid lo ha liberado. ¡Tenemos que esperar hasta que lo vean atado!
—Eso supone unos sesenta segundos —dijo Harry.
—Bueno...Los sesenta segundos más emocionantes de tu vida, claro, después de conocerme a mi—respondí,
En ese momento oí romperse una pieza de porcelana.
—Ya se le ha caído a Hagrid la jarra de leche —dije—. Dentro
de un momento estará la rata.
Efectivamente, minutos después oímos el chillido de sorpresa de
Hermione.
—Laila —dijo Harry de repente—, ¿y si entráramos en la cabaña y nos apoderásemos de Pettigrew?
—¡No!. ¿No lo entiendes? ¡Estamos rompiendo una de las leyes más importantes de la brujería! ¡Nadie puede cambiar lo ocurrido, nadie! Ya has oído a Dumbledore... Si nos ven...
—Sólo nos verían Hagrid y nosotros mismos.
—Harry, ¿qué crees que pasaría si te vieras a ti mismo entrando en la cabaña de Hagrid? —pregunte con cansancio.
—Creería... creería que me había vuelto loco —dijo Harry—. O que había magia oscura por medio.
—Exactamente. No lo comprenderías. No dudo que yo me tiraría encima mío y trataría de noquearme. Pasan cosas muy malas si te ves a ti mismo
¿Cuantas personas crees que han asesinado a su yo pasado o futuro?
—Vale —dijo Harry—, sólo era una idea. Yo pensaba nada más que...
Pero en cuanto vi a Dumbledore, Fudge, el anciano de la comisión y Macnair, el verdugo, que bajaban los escalones, le di un codazo a Harry
—¡Estamos a punto de salir! —exclame.
Efectivamente, un momento después se abrió la puerta trasera de la cabaña de Hagrid y nos vi a Los cuatro saliendo de ella con Hagrid.
—Dios santo...¿así se me ve el cabello por detrás?—exclamé sorprendida—. ¿Por que nunca me lo habías dicho?
—¡Shh Laila!—Harry me regañó.
—No temas, Buckbeak —dijo Hagrid—. No temas. —Se volvió hacia los cuatro amigos—. Venga, márchense.
—Hagrid, no podemos... Les diremos lo que de verdad sucedió.
—No pueden matarlo...
—¡Márchense! Ya es bastante horrible y sólo faltaría que además se metieran en un lío.
Hermione nos puso la capa invisible y los cuatro nos fuimos en el huerto de calabazas.
—Marchaense, rápido. No escuchén.
Llamaron a la puerta principal de la cabaña de Hagrid. El grupo de la ejecución había llegado. Hagrid dio media vuelta y se metió en la cabaña, dejando entreabierta la puerta de atrás, vi como la hierba se aplastaba y supe que Los cuatro nos habíamos puesto en movimiento. Pero como yo y Harry nos ocultábamos entre los árboles podíamos ahora escuchar por la puerta trasera lo que sucedía dentro de la cabaña.
—¿Dónde está la bestia? —preguntó la voz fría de Macnair.
—Fu... fuera—contestó Hagrid.
Harry escondió la cabeza cuando Macnair apareció en la ventana de Hagrid para mirar a Buckbeak. Luego Fudge.
—Tenemos que leer la sentencia, Hagrid. Lo haré rápido. Y luego tú y Macnair tendrán que firmar. Macnair, tú también debes escuchar. Es el procedimiento.
El rostro de Macnair desapareció de la ventana. Tendría que ser en ese momento o nunca.
—Espera aquí —susurró Harry—. Yo lo haré.
—Si, claro—dije con sarcasmo—. Como si tu fueras el encantador de hipogrifos aquí.
Mientras Fudge volvía a hablar; Harry me tomó la mano y dimos la carrera más rápida que alguna vez había dado, saltamos la valla del huerto de calabazas y nos acercamos a Buckbeak .
—«La Comisión para las Criaturas Peligrosas ha decidido que el hipogrifo Buckbeak, en adelante el condenado, sea ejecutado el día seis de junio a la puesta del sol...»
Harry volvió a mirar fijamente los feroces ojos naranja de Buckbeak e inclinó la cabeza. Buckbeak dobló las escamosas rodillas y volvió a enderezarse. Harry soltó la cuerda que ataba a Buckbeak a la valla.
—Hey, hola amigo—susurré.
—«... sentenciado a muerte por decapitación, que será llevada a cabo por el verdugo nombrado por la Comisión, Walden Macnair...»
—Vamos, Buckbeak —murmuró Harry—, ven, vamos a salvarte. Sin hacer ruido, sin hacer ruido...
—«... por los abajo firmantes.» Firma aquí, Hagrid.
Harry tiró de la cuerda con todas sus fuerzas, pero Buckbeak había clavado en el suelo las patas delanteras.
—Bueno, acabemos ya —dijo la voz atiplada del anciano de la Comisión en el interior de la cabaña de Hagrid—. Hagrid, tal vez fuera mejor que te quedaras aquí dentro.
—No, quiero estar con él... No quiero que esté solo. Se oyeron pasos dentro de la cabaña.
—Hazte un lado— empuje a Harry y tome la cuerda.
Chica Lizzy graznó
Harry me miró alarmado sin querer hacer ruido.
—Tenemos que irnos. Ahora
El hipogrifo echó a andar agitando un poco las alas con talante irritado. Aún nos hallábamos a tres metros del bosque y nos podíamos ver perfectamente desde la puerta trasera de la cabaña de Hagrid.
—Un momento, Macnair; por favor —dijo la voz de Dumbledore—. Usted también tiene que firmar. —Los pasos se detuvieron. Buckbeak dio un picotazo al aire y anduvo algo más aprisa.
—Si, eso es, buen muchacho—le sonreí nerviosa.
Aún oía la voz de Dumbledore en la cabaña. Dio otro tirón a la cuerda. Buckbeak se puso a trotar a regañadientes. Llegamos a los árboles...
Mire por encima del hombro de Harry. Ya estábamos fuera del alcance de las miradas. Desde allí no veía el huerto de Hagrid.
—¡Para!—me dijo —. Podrían oírnos.
La puerta trasera de la cabaña de Hagrid se había abierto de golpe. Harry, Buckbeak y yo nos quedamos inmóviles. Incluso el hipogrifo parecía escuchar con atención.
Silencio. Luego...
—¿Dónde está? —dijo la voz atiplada del anciano de la comisión—. ¿Dónde está la bestia?
—¡Estaba atada aquí! —dijo con furia el verdugo—. Yo la vi. ¡Exactamente aquí!
—¡Qué extraordinario! —dijo Dumbledore. Había en su voz un dejo de desenfado.
—¡Buckbeak! —exclamó Hagrid con voz ronca.
Se oyó un sonido silbante y a continuación el golpe de un hacha. El verdugo, furioso, la había lanzado contra la valla. Luego se oyó el aullido y en esta ocasión pudimos oír también las palabras de Hagrid entre sollozos:
—¡Se ha ido!, ¡se ha ido! Alabado sea, ¡ha escapado! Debe de haberse soltado solo. Buckbeak, qué listo eres.
Buckbeak empezó a tirar de la cuerda, deseoso de volver con Hagrid. Harry lo sujetó con más fuerza, hundiendo los talones en tierra, yo le di un par de caricias tratando de calmarlo.
—¡Lo han soltado! —gruñía el verdugo—. Deberíamos rastrear los terrenos y el bosque.
—Macnair; si alguien ha tomado realmente a Buckbeak, ¿crees que se lo habrá llevado a pie? —le preguntó Dumbledore, que seguía hablando con desenfado—. Rastrea el cielo, si quieres... Hagrid, no me iría mal un té. O una buena copa de brandy.
—Por... por supuesto, profesor —dijo Hagrid, al que la alegría parecía haber dejado flojo—. Entre, entre...
Escuche con atención: oyeron pasos, la leve maldición del verdugo, el golpe de la puerta y de nuevo el silencio, sonreí.
—¿Y ahora qué? —susurró Harry, mirando a su alrededor.
—Tendremos que quedarnos aquí escondidos —suspire—. Tenemos que esperar a que vuelvan al castillo. Luego aguardaremos a que pase el peligro y nos acercaremos a la ventana de Sirius volando con Buckbeak. No volverá por allí hasta dentro de dos horas... Esto va a resultar difícil y muy suicida, pero bueno al parecer así son todos nuestros años no?
Mire por encima del hombro, a la espesura del bosque. El sol se ponía en aquel momento.
—Habrá que moverse —dijo Harry, pensando—. Tenemos que ir donde podamos ver el sauce boxeador o no nos enteraremos de lo que ocurre.
—De acuerdo —dije, sujetando la cuerda de Buckbeak aún más firme—. Pero hemos de seguir ocultos, Harry, recuérdalo.
Nos movimos por el borde del bosque, mientras caía la noche, hasta ocultarnos tras un grupo de árboles entre los cuales podía distinguir el sauce.
—¡Ahí está Ron! —dijo Harry de repente.
Una figura oscura corría por el césped y el aire silencioso de la noche les transmitió el eco de su grito.
—Aléjate de él..., aléjate... Scabbers, ven aquí...
Y entonces vi a otras tres figuras que salían de la nada. Me vi a mi misma, a Harry y a Hermione siguiendo a Ron. Luego vi a Ron lanzándose en picado.
—¡Te he atrapado! Vete, gato asqueroso.
—¡Ahí está Sirius! —dijo Harry. El perrazo había surgido de las raíces del sauce. Lo vimos derribar a Harry y sujetar a Ron—. Desde aquí parece incluso más horrible, ¿verdad? —añadió mientras el perro arrastraba a Ron hasta meterlo entre las raíces—. ¡Eh, mira! El árbol acaba de pegarme. Y también a ti. ¡Qué situación más rara!
El sauce boxeador crujía y largaba puñetazos con sus ramas más bajas. Podía verme a mi misma corriendo de un lado para otro en su intento de alcanzar el tronco, tenía ganas de gritar e "¡A la izquierda no Idiota, a la derecha! Y de repente el árbol se quedó quieto.
—Crookshanks ya ha apretado el nudo —explique.
—Allá vamos... —murmuró Harry—. Ya hemos entrado.
En cuanto desaparecimos, el árbol volvió a agitarse. Unos segundos después, oí unos pasos cercanos. Dumbledore, Macnair, Fudge y el anciano de la Comisión se dirigían al castillo.
Vimos a los cuatro hombres subir por la escalera de entrada del castillo y perderse de vista. Durante unos minutos el lugar quedó vacío. Luego...
—¡Aquí viene Lupin! —dijo Harry al ver a otra persona que bajaba la escalera y se dirigía corriendo hacia el sauce. Instintivamente mire al cielo. Las nubes ocultaban la luna.
Vi que Lupin tomaba del suelo una rama rota y apretaba con ella el nudo del tronco. El árbol dejó de dar golpes y también mi tío Remus desapareció por el hueco que había entre las raíces.
—¡Ojalá hubiera tomado la capa! —dijo Harry—. Está ahí... —Se volvió hacia mi y no tuve que ver su mente—. Si saliera ahora corriendo y me la llevara, no la podría tomar Snape.
—¡Harry, no nos deben ver!
—¿Cómo puedes soportarlo? —me preguntó con irritación—. ¿Estar aquí y ver lo que sucede sin hacer nada? —Dudó—. ¡Voy a tomar la capa!
—¡Harry, no!