La tristeza de sus ojos

By DeniseAyleen

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Advierto que la novela tiene contenido sensible. Si vas a leer, lees bajo tu propia responsabilidad. "No tene... More

Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Nota
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta (especial)
Capítulo cincuenta y uno | Final
Epílogo | Final Alternativo
Epílogo | Definitivo
La profundidad de su mirada | D4
LTDSO NO SALDRÁ EN FÍSICO

Capítulo diecisiete

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By DeniseAyleen

Emma:

Las mariposas en mi panza amenazaban con explotarme. Estaba cansada de sentir tantas cosquillas, quería evitar eso que Aiden me provocaba con su simple presencia, pero por más que pusiera todo de mí para asesinar a aquellos insectos no podía hacerlo. No cuando me sonreía de esa forma.

Sus sonrisas no tenían nada de otras intenciones, se notaba, pero me hacían dar unos calores en el cuerpo que él tranquilamente podía darse cuenta. Cada que me miraba cuando no entendía algo me daba una ternura bárbara, porque sus ojos detonaban esa preocupación con la que me miraba cuando me pedía ayuda para estudiar o cuando me pedía por favor que le volviera a explicar el tema con más calma.

Creo que Aiden intentaba estar atento, pero que había algo que rondaba por su cabeza que no lo dejaba por completo para mí. Sus ojos estaban sobre los míos, pero aún así era como si estuviesen en otro sitio.

Vi que Aiden resolvía uno de los ejercicios mal, se estaba equivocando en el proceso, pero aún así seguí observando la hoja ahora escrita y no irrumpí su concentración. Luego le explicaría qué era lo que estaba haciendo mal.

—¿Esto está bien? —me miró con duda mientras señalaba la hoja.

—¿Crees que eso está bien? —pregunté amablemente.

Apartó la vista e hizo una casi imperceptible mueca. Estaba dudando. Era la tercera vez que le explicaba las cosas y aún no captaba la información. Sin embargo, mi paciencia no iba a desaparecer. Pero, ¿qué será que pasaba por la mente de Aiden? ¿Qué era lo que lo tenía tan desconcentrado?

Lo escaneé un minuto; estaba raro, no sólo desconcentrado, había algo en sus ojos que me dejaba pensando. Era como si estuviera triste por alguna cosa. Recordé el día que me lo encontré en el supermercado. Le había encontrado un moretón ese día, justo como el que estaba viendo ahora. ¿Será que la madre de Aiden le pegaba? O su padre... O quizás tuvo una pelea en la escuela y yo no me enteré. Pero, de ser esto último, estoy segura de que no le dejarían un moretón en el cuello, sino que en alguna parte de la cara.

—No lo sé... —se encogió de hombros.

Negué con la cabeza y él suspiró.

—Lo siento, pero no está bien.

Negó con frustración.

—No voy a aprobar —soltó el lápiz.

—No seas negativo, Aiden, claro que vas a aprobar. Sólo tienes que dejar de pensar en otras cosas y enfocarte en el estudio.

Se rascó la nuca y bebió un trago de agua que le di después de que dijera que me veía linda en la fotografía de mis quince años. De sólo recordarlo me ponía roja. Era el primer chico que me decía algo como eso. Bueno, James también lo había insinuado, pero sin duda, el de Aiden fue más especial.

—Tú debes ser Aiden, ¿cierto? —La voz de mi padre se oyó a nuestras espaldas. Mi cuerpo no tardó en tensarse y en temer dar la vuelta para encontrarme con él.

Desde que Aiden tocó la puerta me había parecido extraño no tener a mi padre observándonos y dándonos claras órdenes de que teníamos que portarnos bien. Había desaparecido y pude recibir a mi compañero con tranquilidad, pero parecía ser que esa comodidad iba a desaparecer por el pesado de mi padre.

Ahora me costaría hasta a mí concentrarme.

Aiden se dio la vuelta y se puso de pie para rodear el sofá y estrechar la mano de mi padre en un gesto muy educado, uno que pareció dejar un poco sorprendido a mi papá. Seguro se esperaba encontrarse con un chico lleno de tatuajes, piercings, un cigarrillo en la boca y una bolsita de marihuana y papelillos en el bolsillo. Papá a veces era un exagerado total, pero bueno, qué le iba hacer. Seguramente yo sería igual de protectora si tuviera una hija mujer. Lo que sí no sabía era si pensaría mal de cualquier chico. Primero lo conocería y luego daría mi sincera opinión.

—Un gusto, señor. Soy Aiden, compañero de su hija.

—¿Cómo te encuentras? Emma me dijo que tienes problemas para entender un tema de matemática.

Asintió.

—Sí, con el trabajo no tengo mucho tiempo para sentarme a intentar entender las cosas solo, y además, cuando estoy en el colegio estoy muy cansado y por eso me cuesta captar ciertos temas.

Papá le sonrió.

Aiden no parecía en nada nervioso, todo lo contrario a mí, que tenía ganas de decirle a mi padre que se fuera de la sala. ¿Por qué no estaba nervioso? No es que quisiera que lo esté, pero de estar en su lugar me encontraría muy nerviosa.

—Acabo de conocer a tus hermanos allí arriba, Nick es muy adorable —comentó—. Hubiese venido antes a saludarte, pero me retuvieron en el cuarto de mi hija para tomar el té.

Ahora que Katherine tenía compañía no me quería ni imaginar cómo de desordenada estaría su habitación. No por lo invitados, sino por mi hermana, quien cada que se emocionaba por nuevos amiguitos sacaba todos su juguetes para enseñárselos todos.

Sonreí cuando papá me miró.

Le hice una seña con los ojos a papá para que nos dejara en paz.

—Estaré en el patio, chicos, los dejaré estudiar con calma.

Aiden volvió a mi lado y miró las hojas frente a él, pero yo seguí mirando a mi papá, quien antes de salir al patio, se dio la vuelta y movió sus labios para formular un silencioso «Ojo».

Puse los ojos en blanco y suspiré.

Sabía bien que no duraría mucho en el patio, pondría alguna excusa y entraría de vuelta a la casa para poder vigilarnos. Papá no estaba siendo del todo un pesado, pero tampoco se libraba mucho del término. Si mamá no estuviera trabajando de seguro retaría a papá por ser tan controlador.

—Así que tu padre es famoso —acotó y lo observé.

—Sí —respondí.

—Para ser hija de un padre tan famoso no tienes muchos amigos. Bueno, no te veo con mucha gente en los pasillos o en el comedor —se dio cuenta de que lo observaba y se fijó en mí—. Ya has visto películas —se encogió de hombros—, la gente que es pariente de alguna celebridad siempre está rodeada de muchas personas.

Entendí el punto de Aiden, sabía qué trataba de decirme. Su voz era dulce, dijo aquellas palabras con tacto. Ya se había dado cuenta de que yo no era el tipo de chica que tenía miles de amigos por todas partes, que no era popular en la escuela. Me consideraba una chica a la que pocos notaban, de esas que no muchos incluían y a la que casi nadie hablaba a no ser que necesitaran alguna cosa. Sí, él tenía una imagen de lo que en las películas pasaba, pero yo era como un bicho raro, o eso parecía. No nací con esa forma de ser que era como la de mi prima Kendall, esa personalidad que imponía, no miedo, sino seguridad en las cosas que hacía y que casi nunca dudaba para hacer las cosas. Yo era más reservada en todo sentido. Una de las razones por la cual también quería saber bien qué era lo que James pretendía conmigo. Nunca hablábamos y ahora pretendía ser mi amigo.

—No siempre, al parecer. No soy como las demás. No me creo ni mejor ni peor pero, soy distinta.

—¿Por qué crees que eres distinta?

—Me refiero a la personalidad —aclaré. ¿Estaba quedando como una presumida o algo por el estilo? No se me antojaba espantar a mi amigo. Digo, a Aiden—. Todos en el colegio, mujeres y hombres, casi en su totalidad, suelen ser muy extrovertidos, muy despreocupados, y si te pones a comparar... —negué— yo no. A mí me pone nerviosa todo. Me cuesta socializar. Me cuesta ser despreocupada... siempre me siento en tensión cuando estoy con otra gente.

Aiden asintió.

—Es como que tienes miedo de expresar tu verdadera forma de ser. Tienes miedo a que te juzguen —dijo.

Nadie, excepto mi prima, sabía que esto me pasaba mucho, que me sentía así. Aiden estaba siendo el segundo en saberlo y, la forma en la que había comentado las últimas dos oraciones, me daba a entender que él comprendía a lo que yo me refería.

Estaba sintiéndome muy cómoda con él justo ahora.

Asentí, mirándolo a los ojos.

—Aquí dentro soy una cosa, allí afuera soy otra.

Sonrió de lado.

—No te conozco mucho, pero puedo apostar a que aquí dentro y en el mundo exterior, eres genial.

Le sonreí.

Dios, esperaba que papá no estuviera espiándonos, porque de lo contrario, si me veía se iba a dar cuenta de que algo dentro mío pasaba. Seguía diciendo que Aiden no me gustaba, pero sí que me estaba atrayendo de más. La forma de expresarse con aquello último me dejó una bonita sensación en el cuerpo. Con sólo pocas palabras se encargaba de hacerme sentir que era mejor de lo que yo pensaba que era.

Era un tomate, no había duda.

—Estás colorada, Emma.

Solté una risa estúpida, una exagerada, una que me dejó en ridículo y quise que Nick, su hermanito, bajara a buscarme para obligarme a subir a tomar el té. Cualquier cosa con tal de no seguir sintiendo vergüenza.

Bajé la cabeza y carraspeé mi garganta.

Escuché una risa corta de su parte. Y me encantó, no voy a mentir.

—Pude notar que Maddie te gusta —mencioné. Tenía a Aiden en mi casa y él me atraía mucho, no iba a desaprovechar la oportunidad. Puede que quedara como entremetida, pero yo quería que me lo dijera en la cara.

Lo que menos estábamos haciendo era estudiar, pero me prometía a mí misma que era esta pregunta y nada más.

¿Estaba siendo egoísta?

—¿Por qué lo preguntas? —dice. Me remuevo incómoda en el lugar.

Me encojo de hombros.

«Porque te oí hablando con la enfermera.»

—Porque noto cómo la miras. Y cómo ella te ve a ti también.

Tuve un atisbo de celos al recordar lo del otro día en educación física. Madison había caminado hacia Aiden sólo para darle su estúpido número de celular como una excusa para seguir hablándole.

—Sí, es muy bonita.

Bien.

Los celos en mí ahora eran celos de verdad.

Hice una mueca, pero procuré que él no lo notara.

Hacer otra pregunta no le haría mal a nadie.

—¿Y cómo empezó todo?

—Bueno, desde el año pasado ya la miraba y ella me sonreía mucho. El primer día de clases me di cuenta de que ya no estaba más con su novio, así que, como repetí de año y compartimos algunas clases juntos, empezamos a hablar.

Me pidió que le explicara qué estaba mal en el ejercicio que había hecho y ya no pude preguntarle nada más. Bueno, en realidad sí podía, pero veía que estaba ansioso por entender eso que necesitaba. Así que lo hice, le expliqué todo de vuelta y luego le di un par de ejercicios para resolver. Al principio no le fue tan bien, pero luego mejoró.

Las horas se pasaron volando y mamá llegó a casa. Recibió a Aiden educadamente, de una manera más amigable que papá.

Lo que no me esperaba era que invitara a Aiden a cenar.

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