Heterochromia • ADAPTACIÓN •...

Af BITIEZ03

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Lágrimas doradas, pieles cayendo a los suelos y un joven que todo lo ve. ADAPTACIÓN DEL FIC JOSHLER HECHO PO... Mere

Heterochromia
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
FINAL
EPILOGO
Extra

XXIV

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Af BITIEZ03


🍂


El sudor almacenado entre medio de sus párpados eran sólo una demostración de lo mucho que estaba sintiendo, así como el sonrojo de esas puras mejillas de piel pálida y cabello húmedo casi tapando por completo su frente con bailes elegantes. Sus rodillas en el suelo eran el único soporte, su estabilidad necesaria para no caer desmayado ante todas esas cosas que retorcían sus entrañas y dejaban marcas pecaminosas dentro de sus propios sesos. Jungkook suspiró, detallando con locura ese pecho delgado y delicado que tenía Taehyung. Como si con la mirada pudiera recorrer caminos que jamás habría imaginado, sabía que esa sensación insana de querer tenerlo era mortal. Al ver esos pezones erectos, sus costillas tratando de mantener un equilibrio constante para que los pulmones no fallen. Su cabeza comenzaba a doler ante tanta perfección, y su cerebro armaba demasiadas conjeturas. No sabía que diablos hacer en esos momentos, tampoco entendía esa necesidad de querer infiltrarse debajo de la bronceada piel.

Su necesidad de verlo desnudo.

Tragó saliva casi apenado, con las yemas de los dedos rozando el aire que rodeaba a Taehyung. Y para colmo este sólo podía actuar de la manera más cuerda, resistiendo la maldita tentación de que su ángel lo toque. De que por fin pase la palma sagrada por sobre su piel para saciar la sed de Jungkook. Sintió el gusto metálico de sus propios labios al ser mordidos con tanta intensidad, un brote carmesí se vio rozando sus propios dientes. Y el pelinegro sólo podía pasar su bella mirada por ese semblante que tanto lo estaba confundiendo.

La chimenea daba demasiado calor.

¿O eran ellos mismos los que emanaban ese vapor?

—No entiendo que me pasa... Pero quiero tocarte... —Dijo tratando de acercar su mano al pecho del menor, que se dejaba hacer con el autocontrol que podría tener. Entonces Taehyung se acercó hasta la orilla de la cama, quedando con sus piernas a cada lado del torso trabajado del contrario, casi encerrándolo entre su propia miseria. Sus miradas nuevamente se encontraron con leves toques románticos, de colores dorados y destellantes ellos vibraban con las fuerzas del fuego. Y eran testigos de como sus labios temblaban, de como el mismo deseo recorría caminos desesperados.

Jungkook tragó saliva antes de acercar sus dedos a la piel que parecía quemarlo, recorriendo de arriba a abajo como si fuese un bello cristal a punto de partirse en millones de pedazos. El tacto celestial lo cegó por varios momentos, notando que dentro de su propio vientre crecían las angustias del verano, los lamentos de dos cuerpos que pensaban todo el tiempo en el contrario. Taehyung, con los labios pecadores desesperados entre abiertos, lanzó un leve jadeo cargado de sensaciones jamás experimentadas. Como si los ríos de su consciencia se apaguen y comience la sequía dentro de su mente, aquella que le decía con todas sus fuerzas que tome a Jungkook y hagan lo impensable. Lo prohibido y lo tentador.

Pero su poder de autocontrol fue más fuerte, por lo que colocó cada mano a los costados de su cuerpo para crear un soporte contra la cama. Tratando así también de no tocar con sus deseosas extremidades todo lo que tanto añoraba. De igual forma Jungkook no era de gran ayuda, porque sus leves contactos comenzaron a hacerse más bruscos y con ambas manos. Palpando, contando con su propia mente las veces que podría abrazarlo hasta el cansancio. Porque necesitaba que sean mucho más, sólo una persona.

Y no sabía cómo.

Tragó saliva para luego pasar la lengua por sobre su boca, dejándola más reluciente para el bicolor. Fue testigo de como ese ojo celeste brillante subía y bajaba por el porte entero, degustando, saboreando esos momentos tan fervientes que de repente comenzaron a revivir su corazón marchito. Y a pesar de que su cabeza gritaba en idiomas incomprensibles que no lo haga, que era un maldito suicidio para ambos hombres que se observaban de la manera más pura y más sucia, encerró el cuello del mayor entre sus dedos juguetones. Con rostro nervioso e impasible, las yemas palparon ese dulce cabello húmedo negro que había sido protagonista de sus sueños más profundos y pensamientos sin sentido. Notó como su propia sangre se acoplaba en las mejillas, de seguro estaba tan sonrojado como el mismo Jungkook y tenía razón. Ambos poseían esos pómulos rubí parecidos a los ocasos de otoño y montañas rusas malditas.

Jungkook no sabía lo que hacía, ciertamente su maldito autocontrol se había safado desde hacía minutos atrás. Lo único que tenía en claro era que necesitaba a Taehyung, quería ver su rostro fruncido y sus pestañas húmedas con esos toques destellantes. Quería que sus bicolor sean los testigos impasibles del perfecto torso, acercar tanto sus pieles para que sean sólo una.

Unirse a él.

¿Pero cómo unirse a él?

Supo que era el instinto, sus movimientos torpes lo guiaron hasta colarse apenas de pie y subir a la cama, quedando en dos simples segundos sobre el mismísimo Taehyung, con las piernas del menor enlazadas detrás de su cintura y sus ojos observándose como las maravillas más preciosas del maldito universo.

—Nunca vi a alguien tan hermoso como el cielo. —Susurró sobre su rostro, logrando que todo el aire caliente colisione de manera directa y cree escalofríos extraños. Sus dedos enseguida se colocaron a cada lado de su rostro para poder tener un soporte, y el castaño sólo podía seguir con sus danzas fervorosas en el cabello. Eran letales, se veía en su forma de mirarse a los ojos. Porque nadie podía ver los ojos de Jungkook excepto Taehyung, y Taehyung...

Taehyung amaba el aura invisible de Jungkook.

—Yo nunca vi a alguien hermoso. —Respondió con sus bicolor destellando en pasión y deseos escondidos, sus caricias comenzaron a contar diferentes historias de amor imposibles. Porque esas almas pedían demasiado para seguir existiendo, buscaban tener todo lo que jamás pudieron. Parecía que una dulce melodía guiaba los movimientos del pelinegro, con sus leves lágrimas doradas atoradas en los orbes comenzó a regalar besos minúsculos y tímidos en la garganta del menor. Un camino de bellos aleteos. Tuvo que cerrar sus ojos, contener el movimiento que sus propias caderas buscaban ejercer debajo del mayor, porque Jungkook lo mataba y ni siquiera lo sabía.

—Lo único que sé es que quiero unirme a ti. Yo sé... Yo sé que los humanos tienen la forma de unirse para siempre, y quiero hacerlo contigo Tae. Pasé tanto tiempo viéndote desde lejos, sintiendo como mi corazoncito latía rápido cuando llorabas en silencio, y está tan mal que nos hayamos cruzado. Pero necesito... Ni siquiera entiendo por qué eres una necesidad para mi... ¿Qué me pasa cuando te veo? —El pelinegro se lo dijo desde su posición en el pecho del menor, apoyando de manera leve su mentón para ser el espectador número uno de su belleza descomunal. Taehyung era precioso, merecía ser observado con el mayor de los cariños y devoción. Sus manos viajaron rápidamente a su cintura, que ciñó en un débil abrazo con sus fornidos músculos de ensueño. En seguida notó como el rojo se apoderaba del rostro, la respiración se agitaba dentro de sus débiles costillas y las manos sudaban sobre el mismo manto oscuro de fantasías.

Tragó saliva, y Jungkook dio un beso en la nuez de Adán.

Tenía la necesidad de besarlo y no sabía porqué.

—Existe una manera... —Vio que su ángel esbozaba una sonrisa feliz, con dientes incluidos. De aquellas que sólo él con su alma pura y preciosa podían dar. —Pero te costaría las alas, y no... No puedo permitir eso... —En seguida el semblante de Jungkook terminó por caer a los abismos de la decepción, aún así decidió abrazarlo con muchísima más fuerza hasta que su nariz quedó aprisionada y olfateó el bello aroma de Taehyung. Lo seducía, lo intrigaba y todo eso sin saberlo.

—¿Tan mala es esa manera? —Preguntó con un puchero adorable, tratando de enfocar sus ojos tristes en algún otro lugar de la habitación. No quería que su bello bicolor sea testigo de esas gotas coloridas que pretendían despedirse de las cuencas. Taehyung asintió totalmente abatido, pero bajando sus manos curiosas a la enorme espalda de Jungkook para así sentir el contacto suave y perfecto. En seguida se topó con la marca negra de sus alas, sintiendo ese relieve que le gritaba en el rostro, como con horror, como burlándose de él y de su estúpido destino.

Tragó saliva, porque a pesar de todo lo malo, no quería que Jungkook dejara de estar entre sus piernas.

—¿Qué... Qué es lo que se hace Tae? —Preguntó con ese tono curioso que tanto lo caracterizaba, subiendo sus perlas oscuras para observarlo con dulzura.

—Se hace el amor.

Luego de aquellas palabras un silencio extraño se coló entre sus cuerpos, esa tensión sexual era tan visible que no podían tan sólo evadirla como algún asunto convencional. Se observaron por largos segundos sin emitir sonido alguno, sólo sus respiraciones profundas al compás y calando hasta la parte más profunda de sus almas a punto de explotar.

Entonces Taehyung se dio cuenta de algo.

—¿No te duele la marca de las alas?

—No, para nada. —Respondió volviendo a quedar sobre su rostro, en aquella posición en la que compartían mucho más que sólo oxigeno marchito.

—¿No te duele como cuando nos besamos?

—No Tae... ¿Por qué? —Preguntó con su gesto confundido. Pero el menor fue mucho más rápido, por lo que logró sentarse sobre sus hombros para quedar muchísimo más cerca de sus labios. A sólo centímetros de distancia, a sólo roces desquiciados...

—Acuéstate...

Jungkook obedeció con la intriga colocándose como piedras hirviendo sobre su espalda, logrando quedar boca arriba en pasos rápidos y ansiosos. Intentó calmar sus nervios y esas cosquillas que crecían desde su bajo vientre mientras los orbes llorosos se enfocaban directo en el techo de su habitación. Taehyung se perdió de vista por algunos momentos que parecieron eternos, hasta que oyó un sonido bastante peculiar, como telas siendo acariciadas con esa piel bronceada y delictiva. Subió un poco su torso quedando apoyado con sus codos, para tener la visión perfecta del bicolor sólo usando un par de calzoncillos negros.

Se encontraba de pie al borde de la cama, con sus cabellos castaños desenfrenados y esa mirada matadora, felina y cautivante. Su perfecta figura fue recorrida en segundos por el pelinegro, que escarbó con su mirada las bellas costillas logrando caminos desesperados hasta su ombligo, y los muslos temblantes que le daban ese aspecto tan precioso que no podía comprender. Era como una pieza bellísima del más fino arte, con esas caderas parecidas a las nubes en el atardecer y sus lluvias internas queriendo lavar las tragedias que se aproximaban.

Los suspiros del bicolor se escucharon como el canto de un grillo desesperado, fuertes y concisos, como pianos trágicos que calaban su voz. Intentó mantener todo el autocontrol a raya, buscando la forma de impedir su mirada cargada de eso que no entendía.

—Querías verme, ¿No? —Susurró con sus bellos cantos torcidos, a lo que el pelinegro asintió desviando sus propios pensamientos impuros. Todo aquello que se remontaba a "Hacer el amor" con poemas cantados y plumas caídas. —Acá me tienes, listo para que me veas.

Y volteó sobre sus propios pies para bajar lentamente el elástico de sus boxers.

No quiso ver las reacciones de Jungkook, sólo escuchó una leve exclamación de algo sin sentido y fuertes juegos de aire entrando y saliendo por sus fosas nasales. Cerró sus ojos sintiendo el contacto de la tela bajando por entre sus piernas, bañando esos muslos y pantorrillas con deseos fervientes. Cuando por fin pudo quitarlo del todo dejo a la vista su bello trasero, tan suave y brillante que parecía no tener comparación con nada en el mundo.

Volteó el rostro sonrojado para ver la reacción de Jungkook, y se sorprendió al encontrarlo con sus ojos tapados con ambas manos, labios entre abiertos y sorprendidos y algunos jadeos que escapaban de su garganta tan nueva e intacta.

Y Taehyung lo notó.

El bulto que se formaba debajo de su calzoncillo.

—¿No quieres verme Jungkook? —Le preguntó con un tono de voz afinado, acercándose de manera lenta al pelinegro para quedar justo en frente de él. Sus perlas bicolor jamás habían brillado con tanta intensidad, con tanto descaro y tonalidades preciosas. Jungkook tomó aire de algún lugar para poder seguir respirando de manera correcta.

—Es que... Cuando te vi sentí algo muy extraño ahí abajo y me dio miedo... —Se quitó de manera lenta las manos de sus párpados pero aún los tenía cerrados con fuerza. Los pómulos parecían querer ejercer explosión con sabor a cereza y los temblores en sus manos se hicieron más visibles, como pequeños terremotos bestiales dentro de ese porte encantador. Decidió que lo mejor era alejarse, por lo que retrocedió sobre el colchón hasta que quedó con la espalda tomada por el respaldo y varias almohadas tan blancas como su pureza.

Taehyung, totalmente cegado por ese precioso y encantador ángel, caminó sobre sus rodillas siguiéndolo y se sentó a horcadas. Con sus dedos curiosos palpó el cuero cabelludo del pelinegro y Jungkook cayó en cuenta de lo cerca que estaban de explotar.

De caer a los abismos más oscuros hacia aquello que llamaban infierno.

—Me di cuenta de que si no te beso, no te duele. Y puedes aprender a tocar mi piel, puedes recorrer con tus dedos mis muslos y mis piernas para entender un poco como es que los humanos nos unimos para siempre entre nosotros. A pesar de todo, a pesar de lo que nos pasa cuando nos vemos, si tú dices que puedes curar tus sentimientos hacia mí, quiero creerte. Puedes hacer tus cosas con el carbón, quemarme hasta calcinar mis huesos. Pero antes déjame sentir lo que es ser querido por alguien a quién quieres de la misma forma... —Tomó su mano derecha y enlazó sus dedos con dulzura, logrando que queden en una sintonía perfecta y repleta de cariño. Sólo entonces Jungkook abrió sus ojos de manera lenta, comprendiendo a medias la razón de la caída de sus plumas, la forma en la que deseaba a Taehyung con tanto ímpetu.

—¿Nosotros nos queremos? ¿Es por eso que me pasan estas cosas cuando te veo? —El castaño se acercó más a su cuerpo, sintiendo el bulto de Jungkook como algo bastante catastrófico, porque no podría desearlo más de lo que ya lo hacía. En cambio el pelinegro, confundido, sólo intentaba mantener su mirada en los bicolor. Tratando de no enrojecer ante ese bello porte, esa piel bañada en dorados magníficos.

—Creo que es mucho más que querer. —Y quiso unir sus labios en un beso. Pero debía controlarse, a pesar de esos ojos llorosos y dulces y esas manos que ceñían su cintura con delicadeza. A pesar de que Jungkook haya sido la primera persona que lo vio completamente desnudo, él no podía lastimar más a su ángel.

Ya lo hacía demasiado con su asquerosa existencia.

Unió sus frentes en un suave contacto, rozando nariz con nariz para tratar de aliviar esas horribles ganas de estampar sus labios hasta quedar sin aire. Que sus alas salgan a flote para poder refugiarlo de todas sus torturas miserables, de las pieles podridas cayendo a los abismos y de los gusanos degustando los rostros de las personas.

—Toca todo lo que quieras, es como... Una despedida a lo que nos pasa... —Susurró el castaño y a los segundos los dedos de Jungkook masajearon su espalda con seguridad, aunque su timidez desmedida seguía siendo la característica más letal de sus roces.

—No existen las despedidas. —Contestó para luego esconder su rostro en el cuello del menor, repartiendo besos pequeños y llegando hasta su cintura baja.

Sólo tocar.

Sólo por una noche.

¿Sería suficiente para satisfacerlos del todo?



Fortsæt med at læse

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