Condenados - #2 Trilogía Rede...

By Kerana_isabella

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Segundo libro de la Trilogía Redención. Ares dios de la guerra tiene dos hijos, son sus armas mas letales, Pá... More

Prólogo.
1. Van a volverme loco.
2. Simples bastardos.
3. Craso error.
4. Provocamos una guerra.
5. Ten cuidado.
6. Malditas momias.
7. ¿Ayuda?
8. Tranquilo hijo.
9. De vida o muerte.
10. ¿Será verdad?
12. ¿Pelear? ¿Clavar? ¡Matar!
13. ¡Era mi hijo!
14. ¿Mal día?
15. Despierta.
16. Nunca.
17. O gios mou.

11. La más hermosa.

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By Kerana_isabella

—Que bueno que están bien, pero ¿Cómo es que no pudiste hacer nada?  —cuestionó Afrodita, la diosa estaba en su balcón, observando a la humanidad, tratando de imaginarse el rostro de su hijo, ¿Se parecería a ella? ¿O habría heredado los rasgos de Ares?

—Ya habían conseguido la cura para cuando llegué al palacio — explicó Eris detrás suyo, recostada sobre unos almohadones de seda comiendo uvas —Al parecer, Hades y Poseidón les han tomado cariño, sobre todo Poseidón, fue hasta Medusa a conseguir el antídoto, ¿Puedes creerlo?

—Medusa… la mujer más hermosa que pisó la tierra, podía haber tenido a todos los hombres a sus pies pero ella prefería estar en el templo —comentó Afrodita —Ayudar a los pobres, cuidar de los enfermos, no se merecía…

—¿Qué es lo que te sucede? Odiabas a Medusa, tú le tendiste la trampa mortal —interrumpió Eris divertida —¿Desde cuando sientes pena por alguien?

Afrodita volteó para encarar a su invitada, Eris era tan hermosa como peligrosa, no sólo por los poderes de destrucción que tenía, sino por aquella lengua voraz, que con unas pocas palabras podría corromper el corazón de los hombres hasta el punto de armar una guerra.

—¿Nunca te has arrepentido de algo? —preguntó Afrodita curiosa.

—Jamás, nunca, el Olimpo caerá antes de que yo tenga algún arrepentimiento —respondió en burla —De lo único que deberías arrepentirte es de abandonar a tus hijos, no de las cosas que hiciste por vanidad.

El amor dejó brotar unas lágrimas, sus hijos, Hefesto le había negado no sólo su crianza, también se aseguró que no pueda verlos a través de ningún portal o espejo, sólo Eris, su única amiga, era quien le traía noticias de ellos.

—Por cierto, hay algo que va interesarte… —comentó Eris acercándose a la diosa con una pícara sonrisa —La hija mortal de Zeus se ha casado, nada más y nada menos que con el hermano de Agamenón, el rey de Micenas.

—La hermosa Helena se casó, ¿Por qué habría de interesarme? —dijo Afrodita tratando de disimular su molestia, amaba los chismes pero sólo si eran sobre héroes, no sobre mujeres que atentaban contra su estatus de «la más hermosa», su ego no lo soportaría.

—Porque ella es más hermosa que tú —le susurró Eris al oído, dejando salir un humo rojo de sus labios que perpetraron la piel de la diosa, pequeños hilos rojos recorrieron su perfecto rostro hasta llegar a sus ojos para luego desaparecer.

—Nunca habrá mujer más hermosa que yo, es una simple mortal —reprochó Afrodita molesta por la ofensa —Puede volverse gorda, con los años le saldrán arrugas y su belleza morirá.

Eris se deleitaba con su obra, corromper a los demás era un juego que amaba, pero esta vez, tenía una misión que cumplir.

—Quizás, pero tu ausencia en los templos desde que tu marido te encerró, ha causado que los mortales olviden tu belleza Afrodita —siguió Eris con una falsa sonrisa —Empiezan a decir que el rostro Hera es el más hermoso, que sólo tiene comparación con Athenea.

La furia se apoderó de Afrodita, que salió despedida hacia el Olimpo, donde su padre Zeus tenía un banquete, estaban presentes todos los dioses del panteón, excepto Poseidón que se había excusado por tener algo que atender.

Afrodita se acercó a Hera, que estaba sentada en su trono, con un provocador vestido de gasa rosa, su melena dorada adornada con pequeñas flores blancas y sus ojos grises le devolvían la mirada con superioridad. Mientras Athenea estaba parada en medio de los tronos conversando con Zeus, ambos tenían ojos azules casi blancos, una melena dorada y togas en tonos azules, sumidos en una amena charla.

—Es imposible que logren superarme, ambas son frías y toscas, ¿Como podrían los mortales asegurar que son mas bellas que yo? —cuestionó Afrodita de brazos cruzados, estaba parada frente a los tronos molesta por la ofensa de la humanidad.

—En realidad no quiero saber siquiera de que estás hablando —comentó Athenea con frialdad, mientras Zeus se acomodó en el trono.

—¿Qué es lo que quieres, Afrodita? —preguntó Zeus curioso.

—Los mortales aclaman que estás dos son más hermosas que yo, exijo que eso sea corregido —reclamó Afrodita.

—Estás histérica, tantos años encerrada te han afectado el cerebro —río Athenea.

—¿Acaso temes perder ante mí? —desafío Afrodita.

Una sombra vagaba por el salón, oculta a la vista de todos, se había puesto detrás del trono para soplar humo rojo, que ágilmente se impregnó en las diosas, que cambiaron su actitud desinteresada.

—No sabes ni como agarrar una espada, jamás podrías vencerme —recalcó Athenea con soberbia —Que complazcas en la cama a los hombres no te hace hermosa, sino promiscua.

—Lo dice la eterna virgen, la que nunca sabrá lo que es doblegar a un hombre a su voluntad sin una espada...

—Eres la diosa del amor, del sexo en todo caso pero eso no te hace más hermosa —interrumpió Hera.

El rostro de Afrodita se volvió rojo de rabia, sabía que Hera nunca la quiso por ser hija de Zeus con otra mujer, pero odiaba menos a Athena ya que ella nació de la  cabeza de su padre y no de una de sus amantes.

—Eres la diosa del matrimonio, ¿Cómo te va con eso? —replicó Afrodita logrando enfurecer a la reina, quién sin dudar lanzó una bola de energía hacía la diosa que apenas lo esquivó, terminó golpeando a una ninfa que estaba detrás.

—¡Basta! —gritó Zeus, su esposa quedó de pié en su lugar con la respiración agitada, mientras él se levantó de su trono para quedar en medio —Son diosas del Olimpo, deidades con poderes más allá de la imaginación de los mortales, ¿Cómo es que se ponen a discutir por asuntos tan banales?

Eris se hizo visible, sentada en el trono del rey, el desagrado de los presentes fue inmediato, la diosa era conocida por sus juegos.

—Me gustaría hacer una propuesta —sonrió Eris.

—Temo siquiera saber que tienes en mente —suspiró Zeus restregándose los ojos, veía venir un dolor de cabeza.

—El problema está en que los humanos dicen quién es la más hermosa, cada una de ellas aparece en el templo que le corresponde —explicó Eris —Nunca un mortal las vio a las tres, no tienen forma de compararlas.

Las tres diosas cruzaron miradas, sabían que eso era verdad, ya que ninguna toleraba estar cerca de la otra por mucho tiempo.

—Sugiero a un hombre joven, noble y de corazón puro —dijo Ares, había disfrutado el enfrentamiento apoyado por uno de los pilares del salón, con una jarra de vino en la mano y una ninfa en la otra.

—¿Tienes a alguien en mente, hijo mío? —preguntó Hera, disfrutando la incomodidad de Afrodita, que había estado tan envuelta en su rabia que no notó la presencia de su antiguo amante.

—Así es, pueden ir ahora mismo, está en el campo a las afueras de Troya, su nombre es Paris —respondió Ares, que no podía evitar observar a la diosa del amor, ella le estaba dando la espalda, su toga en un tono verde no hacía nada para ocultar sus curvas, él sabía de memoria cada parte de su cuerpo.

—Muy bien, ya tenemos un voluntario —dijo Eris saltando del trono, con un movimiento circular de sus manos, un humo rojo fue dando forma a una manzana dorada, para luego lanzarla por el balcón —Ahora, irán las tres ante Paris, la manzana será entregada a la ganadora, quien ostentara el título de la mas hermosa.

Sin dudar, las diosas desaparecieron del palacio para ir junto a Paris, un joven pastor hijo del rey de Troya. Paris apenas había encontrado la manzana a la orilla de un lago cuando las diosas aparecieron ante él.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó el joven sorprendido. Con la piel un poco bronceada, unos rizos negro y ojos marrones, era un muchacho apuesto con una bella sonrisa.

—Soy Hera, reina del Olimpo.

—Soy Athenea, diosa de la sabiduría.

—Y yo Afrodita, diosa del amor.

Paris se puso de rodillas en reverencia a las diosas.

—¿A qué debo el honor de ésta vista?

—Debes escoger Paris, a la más hermosa de nosotras —respondió Hera.

La voz de la reina era dulce y suave, que lo tenía hipnotizado, observó el rostro de cada una, sus ojos, sus labios, sus cabellos, para volver a observar a Hera.

—Si me escoges, prometo hacer de ti un gran guerrero —dijo de pronto Athenea, para sacar al joven de la nube en la que estaba, éste la miró sorprendido ante la oferta, él sólo era un pastor, su hermano Hector era el luchador.

—Si me eliges a mi, haré que te conviertas en un gran rey —ofreció Hera poco dispuesta a perder. El joven pensó la oferta, Hector era el heredero, era listo, fuerte e inteligente.

—Yo te haré un gran amante —sonrió Afrodita. Haciendo a Paris replantear las propuestas.

Al cabo de unos minutos, Paris tomó una decisión, entregó la manzana a Afrodita, nombrandola la más hermosa de las tres.

Hera y Athenea desaparecieron, molestas por no haber sido escogidas.

—En tres días irás a Esparta con tu familia —explicó Afrodita — Las mujeres más hermosas del reino estarán ahí, escoge la que tu quieras y sera tuya para siempre.

Con esa promesa, Afrodita volvió su palacete a celebrar, para ella fue un maravilloso día, su amiga Eris la había traído buenas noticias, sus hijos estaban sanando, estaban rodeados de personas que cuidaban de ellos; para terminar, oficialmente será reconocida como la más hermosa de las diosas, nada puede salir mal.

_________________________________

«Nada puede salir mal», ¿Será verdad? ¿Que estará tramando Eris?

Espero les haya gustado, lamento la tardanza.

Nos leemos próximamente.

XOXO
Kerana

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