Boldog Szilva: Ciruela Feliz...

Da harriet_hor_sty_ma

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Historia ganadora de los wattys 2020 en la categoría de Novela histórica. Historia destacada en ficción histó... Altro

Nota Importante.
Bevezetés: Pruna Boldog
I
II
III
IV
V
VI
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
Következtetés
Aclaraciones
Anexo
¡Portada Nueva!
LA REVELACIÓN

VII

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Da harriet_hor_sty_ma

Négy
●ღ●

Mientras caminaban, Pruna se cercioró de ir lo suficientemente cerca de Lorand como para poder esconderse de cualquier guardia que quisiera llevársela, para el caballero no fue extraño, dadas las circunstancias. Así que se limitó a acompañarla haciéndose el desentendido.

La primera casa que visitaron fue la del señor Akos Dali, un gigante más de la comunidad, rubio y de ojos cuales lagunas verdes, quien se mostró todo el tiempo amable y calmado, recibiendo la canasta muy agradecido. Fue una buena visita y a Pruna le agradó poder conocer gente nueva en aquella extraña comunidad de la cual ahora sería parte.

No le pasó desapercibida la incomodidad de Kriska al ver el rostro del señor Dali... pero no era tan cercana como para hacer preguntas.

La segunda casa fue la de los Kádár, el matrimonio de Marget y Zsiga, quienes también fueron muy amables e incluso les ofrecieron unos minutos de descanso y un pequeño refrigerio.

—Sois todos muy amables —sonrió Marget mientras ofrecía que beber a cada uno de sus invitados.

—Permitidme ayudaros por favor —ofreció Pruna con una sonrisa amable, misma sonrisa con la cual Marget declinó su oferta y en cambio le tendió algo que tomar para refrescar su garganta. Pero la verdad era, que Pruna tenía la garganta cerrada, no podía pensar en comida, no cuando estaba tan ansiosa esperando a que un guardia saliera de cualquier lugar y se la llevaste de vuelta al castillo. Y encima de eso, la preocupación por su hermano quien muy probablemente llevaba días sin comer, o beber algo ¿Cómo podría ella disfrutar de semejante placer teniendo todo aquello en su cabeza? No podía.

La caminata con Lorand, Kriska y Jency la ayudaba a despejar su mente, pero en pequeños lapsos como aquel regresaba a su realidad desesperante, y quería sin duda y ante todo resolver su preocupación.

—Marget, dejaos de cosas, que Pruna y yo os acompañaremos a la cocina, mientras estos hombres hablan de sus aburridas pláticas de negocios —dijo Kriska levantándose y dejándole espacio a sus dos hermanos y a Zsiga para que continuaran en lo suyo.

Y así ambas acompañaron a Marget a la cocina, mientras esta acomodaba los utensilios que habían utilizado para los bocadillos.

—Sois una esposa ejemplar, Marget. El nivel de entrega que tenéis por vuestro marido no lo he visto en nadie.

—Pues no hay una fórmula, Kriska —dijo amable—, solo se llama amar. Cada pareja debe encontrar la manera correcta de hallar paz y armonía para con su unión, sea cual sea la manera... ¿Cómo está la situación con vuestro marido? —Marget sonrió comprensiva, pero el lado paranoico de la pelinegra le hacía creer que tal vez aquel comentario no había sido bien intencionado, sacudió la cabeza despejando tales pensamientos y habló entristecida

—No quiero hablar de mi marido, Nandor puede hacer lo que le dé la gana. ¿Y vos Pruna, estáis casada?

—No aún no...

—¿Qué edad tenéis?

—Veinte años

—Estáis casi pasada, sabéis que las jóvenes de vuestra edad ya están casadas y con hijos.

—Se me han ido los años, supongo —masculló Pruna riendo en modo cortesana, ¿Por qué todos tenían que comentar algo sobre su edad?

—No os ofendáis mi lady, no lo decimos de mala manera, solo nos extraña que una beldad como vos no tenga marido.

—Pues, es una larga historia Marget, pero ya os lo contaré en otra ocasión. Ahora, disculpadme.

Sonrió, se secó las manos en la falda y salió con el porte arrogante de cortesana que le habían obligado adquirir con el paso de los años, ese que sacaba a relucir lo peor de ella.

La razón por la que las mujeres de la corte la envidiaban, era un ángulo perfecto y ellas... no muy sinceras a decir verdad.

Era bastante sociable y podía entablar una amistad con facilidad, pero sacar el tema de su edad con tanta constancia empezaba a ponerla susceptible.

No, no era solo eso, era todo junto y ella que se había esforzado por llevarlo todo bien y con calma. Era de esperarse que sucediera algo así, no podía soportar más situaciones donde se viera vulnerable.

Si quizás estaba exagerando un poco, no le parecía en absoluto, además no le importaba, ¿Seríais capaces de lanzar la primera piedra?

Lorand al ver como salió, se disculpó y fue tras ella.

—Señorita Bold... ¿Estáis llorando?

—No —sorbió su nariz.

—¿Qué ha pasado allí dentro?

—He sido muy grosera al salir así, ¿Verdad? Solo quería un poco de aire.

—Salisteis como si os hubieran despedazado uno de vuestros vestidos más caros...

—Hubiese tenido una reacción semejante si algo así hubiera pasado, ¿Para qué mentir? —intentó reír para aligerar el ambiente, mas, no lo logró, debido a que en Lorand persistía la determinante idea de descubrir qué le había pasado.

—Eso quiere decir que sí pasó algo.

—No es nada del otro mundo, en realidad señor Császár, es solo que es un poco molesto que me estén recordando que estoy un poco pasadita para mi edad.

—No me parece relevante...

—¡Pues para mi si lo es!

—Dispensadme mi lady, parece que me habéis malinterpretado, no era mi intención ofenderos. Lo que quiero decir, es que vuestra edad no es relevante, seguís siendo la misma persona.

—La misma persona que morirá soltera, porque el único hombre que se casaría conmigo, lo iba hacer por obligación y de plano me ha rechazado y humillado como si hubiese ido a mendigar su amor... y ¿Sabéis qué señor Császár? He tenido humillaciones peores que no me han importado —mintió con descaro—, lo único que quiero... es encontrar a mi hermano e irme a cualquier otro país a empezar una vida nueva, tal vez me haga maestra, o me dedique hacer obras de caridad con la iglesia.

Ella sabía que la prostitución no era una opción, aún si en un momento de debilidad lo había considerado, no sería capaz de llevar a cabo dicha... profesión.

—No entiendo por qué pensáis que Kuna es el único hombre que se casaría con vos mi lady.

—Es porque esa es la verdad, ¿Quién más se casaría conmigo?

Hizo una pausa y se giró para no mirar aquel hombre a los ojos, su presencia la desarmaba... y tenía la sensación de que él lo sabía. Tomándola por sorpresa la hizo girar, mirándola a los ojos.

—Sois una dama muy especial, hermosa y con una gracia envidiable, no dejéis que el fattyú de Kuna destruya vuestra confianza... y respondiendo a vuestra pregunta, cualquier hombre que tenga el privilegio de compartir con vos tan solo dos minutos, sería capaz de decidir tomaros por esposa... yo, mi lady, estaría dispuesto a tomaros por esposa —sonrió ladino, aquello dejó a Pruna sin palabras y estuvo a punto de ahogarse con su propia saliva. Viendo su reacción, él sonrió con más amplitud y regresó a la casa.

No tardaron en despedirse agradeciendo la atención de los Kádár y de inmediato se dirigieron a lo que restaba de su recorrido.

Pruna no pudo verle la cara a Lorand en lo que restó del trayecto hasta la siguiente casa.

●ღ●

Los caminantes dejaron otra canasta en la casa de la soltera de la comunidad, —Que todos supieran, pues la mujer ya tenía 30 años y no se le había conocido siquiera un pretendiente—, porque claro, toda comunidad que se respeta tiene que tener una solterona entre los suyos.

Así que en la comunidad Császár, dicha solterona era Klarika Farkas, quien en aquel momento no se encontraba en casa, pero igual una de sus criadas los atendió con agilidad de manera que pudieran continuar con su camino.

—¿Hacia dónde vamos ahora? —cuestionó Pruna por fin, mirando sus manos.

—Vamos a visitar a la mujer más bella del mundo —respondió Jency con una enorme sonrisa en el rostro. Pruna se preguntó si irían a ver a la esposa o novia del susodicho, pero le sorprendió que al llegar a quien vieron fue a la madre de los tres individuos: Imara Császár.

—Pasen, pasen por favor...

—Madre, te haremos la visita oficial en otro momento, debemos irnos aún faltan canastas que entregar... —dijo Lorand, mas, fue interrumpido por la voz cantarina de su hermana.

—Sigan llevando las canastas, yo me quedaré con madre. Señorita Boldog, ha sido un placer conoceros, espero veros mañana en la mueblería, y espero que os guste vuestro nuevo hogar.

—Gracias señorita Kriska, ha sido un placer conoceros también. Dispensadme por mi comportamiento grosero en casa de...

—No, tranquila. He sido yo quien ha incitado comentarios desagradables, tenéis todo el derecho de enojaros, perdonadme vos a mí.

—Oh, no hay nada que perdonar, gracias por vuestra amabilidad, enserio. Hasta luego señora Császár.

—Hasta luego, mi lady.

—Oh, por favor, llamadme Pruna.

—Hasta luego Pruna —dijo Imara con una cálida sonrisa, para luego mirar a sus hijos con la misma expresión —hasta luego hijos míos.

—Hasta luego, madre.

Ambas mujeres se despidieron con la mano mientras los tres caminantes continuaban su marcha.

—Señor Császár, el sol está cerca de ponerse, hace rato que abandonamos la mueblería, ¿No creéis qué...?

—Descuidad, ahora iremos hacer la última visita junto a Jency, allí le dejaremos y continuaremos nosotros dos, así que no os preocupéis, enviaré a que vaya a cerrarla... ¿Oíste Jency?

Ay... nosotros dos.

Pruna seguramente moriría.

—Sí señor —respondió burlón el hombre.

El siguiente lugar que visitaron fue la casa de Jency y su esposa Linka, quien estaba afuera con una de sus pelirrojas cejas enarcada. Cuando los visitantes llegaron, Pruna no la había visto bien, hasta que Lorand dijo que era la dueña del burdel.

—¿Estáis seguro?

—¿Cómo no iré a estar seguro de cuál es mi cuñada mi lady?

—Tenéis razón, lo siento.

—Hemos venido a ver a la mujer más hermosa del mundo —dijo Jency haciendo ademanes exagerados y arrodillándose como si en verdad estuviera contemplado a la mujer más bella del mundo... quien Pruna podría asegurar que si no era la más hermosa, por lo menos era la segunda. No era nada parecida a la mujer que la había condenado en el burdel.

—Sí crees que voy a perdonarte porque has venido a montar un numerito para los vecinos, estás muy equivocado, Jency.

—Esposa mía no seas así, mira que estoy arrepentido, no voy a volver a desordenar tu cajón, es que quería ayudarte un poquito...

—Destrozaste los vestidos de mi madre con tus... con tus... ¡Con tus ásperas manos...!

—¡Eh!, pero si sabes que tengo las manos de un bebé

—Un bebé que se pasa el día entero trabajando, ¿En cuál lugar coherente del mundo sería esto una realidad? Sí, claro.

Pruna y Lorand miraban algo incómodos la escena, puesto que era cómica pero no se atrevían a reírse. En eso Pruna miró una gatita cruzar cerca de la disputa, como si su andar en medio de la pareja hiciera una improvisada tierra de nadie que ninguno de los dos que discutían se atreverían a cruzar. Pruna se fijó en su caminar que era irregular, y entonces vio en una de sus patitas un trozo de tela.

—¡Destrozaste mi vestido...!

—¡Azul! —exclamó Pruna.

—Sí mi vestido az... aguarda, ¿Quién sois vos...? —jadeó y miró con expresión acusatoria a Pruna

—Soy Pruna Boldog, señorita

—Que nombre más simpático —se burló.

—fue huésped tuya en el burdel, Linka

—¿Mia?... seguro Marizza la registró, ya que tengo un par de semanas que no voy al negocio... ¿Y qué? No doy devoluciones de pagos, y mucho menos si no he sido yo quien os ha rentado una habitación.

—La acusaron de ladrona y la pusieron a limpiar todo el burdel, esto logró que fuera casi violada en aquel lugar por uno de vuestros clientes —escupió Lorand

—Oh... lo lamento mi lady, hablaré con mis empleadas...

—¿Por casualidad tenéis alguna empleada pelirroja?

—Tengo dos, ¿Por qué?

—Porque una pelirroja, me dijo que era la dueña y fue quien me puso el castigo de limpiar el piso del burdel.

—¿Tenía algún tipo de marca o rasgo que podáis recordar?

—Tenía una cicatriz en la frente.

—Lo siento mucho mi lady, os aseguro que mi empleada pagará esta horrible treta.

—No os preocupéis Linka, e iba a deciros que sabía que vuestro vestido es azul, porque vi una gatita con un trozo de tela en una pata...

—¿Blanca y esponjosa?

—Sí...

—En efecto es una gata ¡Klarika Farkas! —gritó aproximándose al lugar donde la susodicha vivía —si no sabes dónde meter tu gata, metela por el...

—¡Linka no mates a la gata! —Gritaba Jency tratando de que Pruna no escuchara el lenguaje soez de su mujer —me disculpo mi lady, tengo que salvar la vida de aquella pobre criatura.

—Creo que debemos continuar —expresó Lorand risueño.

—Estoy de acuerdo. 

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