Las saetas del Tiempo - Horas...

Per CiaraSofi

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«Tres flechas fueron disparadas: una para asesinar al Día, otra para devorar la esperanza, y la tercera dest... Més

Para mis Lectores
Terminología de la Hermandad del Sol
Sinopsis, Personajes y Reconocimientos
CLAN ARDERE
CLAN ASTRUM
CLAN AURUM
El tiempo...
Introducción. El Oráculo
1. Ocho cero uno
2. La historia escrita en nuestra sangre
3. Berlinesas y sueños
4. Obra prima
6. De Mañanitas...
7 ...Este 12 de Febrero...
8...Día de la Juventud
9. El último
10. La Voz de los Primogénitos
11. Traidor(a)
12. Costa Azul
13. Estar en casa
14. Desde el malecón
15. Maniobra
16. Carnada
17. Plan en marcha
18. Hombre muerto

5. La oscuridad de un designio

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Per CiaraSofi

Pero ese instante sudoroso de nada,
acurrucado en la cueva del
destino
sin manos para decir nada.

Alejandra Pizarnik.

Asier observó su reloj. tenía poco tiempo para abordar el tren que lo llevaría a Madrid.

«¡Mierda! ¡No llevaré!». Se quejó, luchando contra las personas que desembarcaban del vagón para él entrar.

Logrando su objetivo, se lanzó en uno de los asientos, con una sonrisa de satisfacción. Una vez al año tenía el priviligio de volver a ver a su hermano, así sea a escondidas de sus padres.

No solo le emocionaba volver a encontrarse con Francisco Javier, sino poderle dar la noticia de que el Solem lo había escogido como el Oráculo de su Clan. Estaba más que seguro que su hermanito "fliparía" con la noticia. También sabía que su padre tenía muchos contactos en la Coetum de su Clan, por lo que, de no saber nada, Francisco Javier le ayudaría a dar con el paredero del Primogénito de Ardere, porque era imposible que un Oráculo existiese sin un Primogénito.

Suspirando, recostó la cabeza en el vidrio. Había sido un día demasiado agitado para él, por lo que no vio mal tomar una siesta antes de desembarcar. Sincronizó su reloj, cruzó sus brazos y cerró sus ojos.

En un instante, su cuerpo se encontró sumergido en el más profundo sueño.

Todo era paz  a su alrededor.

Al principio no podía vislumbrar dónde se encontraba. A él llegaba el trinar de algunas aves, cuyo canto desconocía, el susurro de una fuerte brisa que se desplazaba a través de los árboles y el rumor lejano del mar.

Fue complicado para el joven saber si estaba en una selva o en alguna playa; sin embargo, pese a sus dudas, no sentía preocupación alguna.

El sol se mostraba cálido y amable. Se atrevió a cerrar sus ojos, ¡hacía tanto que no se sentía libre! No había en él nada que le mortificara, el pesar y el dolor se habían desvanecido.

Respiró profundo, abriendo sus ojos y extendió sus manos a ambos lados de su cuerpo. Se sentía vivo y completo.

Con el rostro dirigido hacia el cielo, recibió con agradecimiento los suaves rayos solares que bañaban su faz.

Mas, un parpadeo fue suficiente para perder el sosiego. Cuando sus ojos volvieron a abrirse, vio como la cola de un enorme animal terminaba de cruzar por debajo del sol.

No fue difícil para él reconocer aquella cola escamosa, semejante a la de un reptil. Como miembro de la Fraternitatem Solem estaba calificadopara idenificar no solo a los non desiderabilias, sino también a su líder, el Harusgradum.

Su corazón dio un vuelco en su pecho, haciendo que sus sentidos estuvieran alerta, pues si el demoníaco dragón comenzaba a engullir el Sol para luego venir a por él, entonces su vida acabaría en pocos días. Contrario a lo que esperaba, el mítico animal no regresó. En su lugar, la estrella matutina fue cegada por la luna en un eclipse total.

Retrocediendo, Asier quiso correr. Algo en su ser le gritaba que, tan malo era enfrentarse al Harusdragum, como presenciar un eclipse solar.

Dio la media vuelta para marcharse cuando una visión lo impactó, haciéndolo caer en la arena.

Un firmamento estrellado cruzó sus sueños. La Tierra se estremeció. Una joven de cabello castaño corría a través de un frondoso bosque. Su piel trigueña era surcada por gruesas gotas de sudor.

Asier hizo un esfuerzo visual para captar los facciones de la chica, pero algo se lo impedía.

Unas alas de fuego ocultaron a la joven para darle paso a un niño con la muerte marrcada en su rostro, el cual era cubierto por las llamas, mientras se aferraba a las asas de su mochila.

Reaccionando, Asier se echó a correr hacia él, pero una fuerte explosión lo repelió, lanzándolo a varios metros del lugar.

Angustiado, Asier intentó recuperarse, entretanto la herida de muerte que yacía en su corazón volvía a abrirse.

Desesperado, movió con rapidez sus piernas, como si estuviera escalando. Dicha acción terminó por sacarlo del asiento. 

Asombrado, miró a todos  lados, pero se encontraba solo. Los movimientos arrítmicos de su corazón, su frente empapada en sudor y su boca reseca y pastosa, le indicaron que aquella pesadilla era la más vivida que había experimentado en toda su existencia.

Reponiéndose, intentó levantarse, secando su frente. Se apoyó en sus rodillas e comenzó a controlar su respiración.

¿Qué era lo que había visto? Esa era la pregunta que debía responder.

Con las emociones a flor de piel, Ximena seguía de cerca a su padre, quien detallaba minuciosamente cada grano de café que ella había cosechado con tanto esmero.

Por más de media hora, en ese frío lunes, estuvo tras él, en completo silencio, aguardando el veredicto de Guillermo, mas su padre se encontraba absorto en su tarea. Ximena confiaba en el buen juicio de su padre, como experto agricultor de café arábigo.

El hombre olió el grano, examinando la textura del mismo con sus dedos: tamaño, aroma, peso, complexión, todo indicaba que aquella sería una de las mejores cosechas que tendrían los cafetales Cruz Bernal en muchos años. Pero lo que le hacía sentir más orgulloso era el hecho de que su Ximena fue la encargada de organizar y supervisar todo el proceso.

La chica continuaba nerviosa, esperando con ansías el juicio de su padre.

Este se volteó a observarla, fijamente a los ojos. Ximena sintió que se desmayaría, las piernas le temblaban, las frías manos comenzaron a sudarle, escondidas dentro del delantal.

La joven agrandó sus ojos, palideciendo. Ese segundo se volvió eterno, todo a su alrededor se detuvo hasta que Guillermo esbozó una sonrisa, atrayéndola hacia él.

—¡Ven pa'cá, mijita! —Besó sus cabellos—. Serás la más chingona cafetalera que esta tierra conocerá.

—¡Papá! —exclamó emocionada, abrazándose a su viejo—. ¡Me lo dio el Solem! ¡Me ha bendecido!

—¡Te lo dije, mija! ¡Estoy orgulloso de ti! —afirmó con sus ojos lleno de filial amor.

El resultado de su esfuerzo había valido cada desvelo, cada segundo sacrificado y dedicado a cada cafetal. Con tan solo veinte años, había logrado sacar la cosecha adelante, y esa era una enorme bendición para toda la familia.

—Esto amerita una pachanga(1), ¡con mariachis, tequila y todo! —continuó Guillermo—. Echemos un grito a Meche, para que se vaya encargando de la taquiza(2).

—¡Enseguida le digo a mamá! —respondió, recibiendo un último beso de su padre.

Apenas se había echado a correr cuando la tierra se estremeció bajo sus pies. Asustada, se detuvo, para mirar hacia el lugar dónde había dejado a su padre, contemplando con terror como un feroz dragón venía en pos de su progenitor.

—¡Papá! —gritó, sintiendo que su alma se desgarraba al ver a su viejo caer en tierra, arrastrándose como un desvalido sobre sus codos, desprotegido, mientras la bestia abría sus fauces.

Quiso gritar aún más para detenerlo, pero sus palabras no salvarían a su padre, así que, recogiendo su falda, dispuesta a dar la vida por su progenitor, se abalanzó hacia el mítico animal en un intento por interponerse entre este y Guillermo.

—El Solem nos bendecirá —pensó, mientras llevaba a cabo su cometido, mas solo tuvo que dar un par de pasos para que una corriente de aire la envolviera en una sola vuelta.

Impactada por el fenómeno, se detuvo, solo para admirar con temor al alargado cuerpo que, después de protegerla, se lanzó al ataque del dragón. La estilizada figura, de plumaje verde esmeralda, puso en resguardo a su padre, sirviendo de escudo, mientras se enfrentaba al enviado del Harusdragum.

—Quet... ¿Quetzalcóatl(3)? —titubeó Ximena, parpadeando.

Se estrujó los ojos, pues todavía no daba crédito a lo que veía.

Pronto se animó con la idea de que, sin importar que aquella aparición fuera o no la Serpiente Emplumada, o un fenómeno inexplicable de la naturaleza, si los estaba ayudando, no dudaría en agradecerle. Para Ximena, la prioridad era sacar a su padre de aquel lugar.

Reanudó su carrera, mas le bastó mover sus pies para que todo se desvaneciera a su alrededor. La naturaleza verde rojiza de los cafetales, el frío viento, el fuerte y agradable aroma del café y su padre, se habían volatilizado.

Dando una vuelta sobre sí, para otear mejor la habitación en donde se encontraba, asustada, reparó que se trataba de un hall, allí, muchas personas, ataviadas de negro, caminaban apresuradas de un lado a otro, sin reparar en su presencia.

Desconcertada, intentó dar con algún letrero o anuncio que le indicará dónde se encontraba.

—¡Primogénita! —Recibió el saludo de una voz masculina a su espalda. Ximena se volteó a verlo—. ¡Bienvenida a su Coetum! —agregó, haciendo una venia—. ¿Me acompaña?

—¿Primogénita? —cuestionó la joven chiapaneca, justo cuando reparó en el cálido cosquilleo que provenía de su espalda, debajo de su hombro derecho.

Ese día, todo se estaba convirtiendo en bendición, aunque el sentimiento de no estar con su padre en aquel instante, no la dejaba verlo con claridad.

***

(1) Pachanga: Fiesta, celebración.

(2) Taquiza: Buffet de tacos.

(3) Quetzalcóatl: Divinidad azteca, mejor conocida como la Serpiente emplumada. Era considerado el Dios de la vida, la cosecha, la fertilidad, el viento y el aprendizaje. 

***

Quetzacóatl, mural mosaico de Acapulco. Autor: Diego Rivera.


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