La tristeza de sus ojos

By DeniseAyleen

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Advierto que la novela tiene contenido sensible. Si vas a leer, lees bajo tu propia responsabilidad. "No tene... More

Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Nota
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta (especial)
Capítulo cincuenta y uno | Final
Epílogo | Final Alternativo
Epílogo | Definitivo
La profundidad de su mirada | D4
LTDSO NO SALDRÁ EN FÍSICO

Capítulo trece

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By DeniseAyleen

Emma:

El día libre de ayer se había pasado volando y me quedé con ganas de seguir disfrutándolo viendo alguna peli o simplemente pegada a la cama, durmiendo un par de horas más.

Me levanté de la cama maldiciendo entre dientes y me fui directa al baño a tomar una ducha. Me vestí con unos leggins de color negro y una camiseta algo desgastada que hace mucho no usaba. Tomé mis zapatillas y me las coloqué a los apurones cuando vi que se hacía tarde para ir al colegio y que apenas iba a tener tiempo para desayunar.

Como supuse, no pude comer ni tres tostadas porque mis padres ya me estaban apurando para que me subiera al auto. Subí las escaleras para cepillarme los dientes y me di cuenta de que casi me olvidaba de meter el teléfono en la cartera.

Cuando me subí al auto, el viaje hasta la escuela se me estaba haciendo de lo más rápido, todo lo contrario a mis deseos; quería tardar todo lo posible así no pisaba tan pronto la cárcel. ¿Por qué cuando esperabas que el tiempo pasara rápido éste transcurría tan lento y por qué cuando querías que se pasara lento éste se pasaba volando?

Rodé los ojos al pensarlo.

—¿Hoy verás a ese chico...?

Miré a mi padre.

—¿A Aiden?

No me miró de frente pero sabía que lo estaba haciendo de reojo. Dobló en una esquina mientras asentía con lentitud y hasta creo que con algo de disgusto.

Papá ya se estaba haciendo la cabeza y no quería que después me saliera con sus cosas. De todas formas entre Aiden y yo no iba a pasar nada, así que él no tenía que preocuparse por que su hija anduviese de noviecita con algún muchacho del colegio. Podía estarse tranquilo, Aiden había dejado en claro con sus actitudes que gustaba de otra. Además... repito: no lo conocía de nada.

—No sé.

—¿No sabes?

—Quizás no venga al colegio.

—¿Hablas con él por mensaje?

Suspiré silenciosamente.

Papá y sus celos.

—No.

Mi respuesta pareció agradarle, no sonrió ni nada, pero conocía a mi padre lo suficiente como para saber cuándo algo le disgustaba y cuando algo lo dejaba más relajado.

—Y eso, ¿por qué?

—Porque no somos cercanos, sólo me pidió ayuda. Apenas he hablado con él, papá.

—¿Apenas has hablado con él y ya quieres invitarlo a la casa?

Negué con la cabeza.

Detestaba cuando se ponía así.

—Si lo invito es para ayudarlo con matemática, no para otra cosa, ¿puedes creerme, papá? Además, tú vas a estar vigilándonos de cerca, no tienes por qué hacerte drama.

Bien, sabía que eso me iba a traer mucha incomodidad a la hora en que Aiden y yo estemos en el comedor estudiando, ya me imaginaba a papá sentándose con nosotros para vernos sin vergüenza alguna o poniendo alguna excusa para quedarse cerca.

Los próximos dos minutos de viaje él se quedó en silencio y yo lo imité. Detuvo el auto frente al instituto y me acerqué para darle un beso en la mejilla.

—Emma —dijo cuando salí al exterior y bajó la ventanilla para que pudiera escucharlo con una mejor claridad.

—¿Qué pasa?

—¿Estamos bien...? —preguntó con un atisbo de duda en sus ojos.

Fruncí las cejas un momento pero después comprendí a qué se refería. Ayer no habíamos estado conversadores entre nosotros —algo que no suele pasar muy a menudo— porque aún seguía con la molestia de lo que había visto sin querer en el televisor la otra noche. Cada que veía un beso pasadito de tono de mi padre con alguna otra mujer que no fuera mi madre me ponía furiosa, bueno, quizás no en todo el sentido de la palabra, pero sí me disgustaba bastante.

Podían decirme infantil y todo lo que el mundo quisiera, pero yo sabía que mi madre, aunque lo aceptara porque a él le apasionaba actuar, se ponía muy triste cuando papá se tenía que ir y más aún sabiendo que tenía que compartir saliva con alguien más. Varias veces la había encontrado llorando por ello y cada que le preguntaba me decía que era porque él se iba, pero yo sabía que había algo más.

Por supuesto que mi molestia no sólo se debía a que ella se sintiera mal, sino que también era porque a mí me daba asco ver eso. Ver y saber. O sea... él es mi papá. Lo admiro y todo, pero ciertas cosas no acepto ni porque sea su pasión.

¿Era eso egoísta?

De todas maneras, el enfado había ido disminuyendo concorde iban corriendo las horas y se esfumó del todo después de anoche, cuando dormí plácidamente como un bebé.

—Estamos bien, pa.

Me observó atento, analizándome poco a poco, intentando averiguar si le mentía o no. La preocupación no abandonó su cara, es más, permanecía de la misma forma y lo entendí... A mí tampoco me gustaba cuando estábamos de aquella forma. Era incómodo.

—En serio —aseveré—. Ya se me pasó.

—No puedes vivir enojándote por esas cosas, Emma.

¿Ah, no?

Mi semblante despreocupado cambió para transformarse en uno de confusión.

¿Había escuchado bien?

—Si puedo o no, eso no lo decides tú —solté con más disgusto del que quería palpar. Suspiré y me encogí de hombros.

—Emma —me habló serio y me arrepentí de haberle contestado de esa forma.

—Olvídate del tema, no vamos a andar discutiendo de esto a esta hora de la mañana y menos cuando tengo clase.

—Después hablaremos en casa.

Negué.

—¡No! Papá, no es necesario. ¿Podemos simplemente dejarlo pasar y ya?

Lo que menos quería era que después de la escuela tuviésemos que discutir por un tema que poco me gustaba tocar.

—No me vuelvas a hablar así, ¿entendiste? —dijo entonces volviendo a ese tono amable con el que siempre solía hablarme—. Ve, Emma, se te hace tarde.

Afirmé con la cabeza.

—Adiós, papá.

—Adiós, Emma —arrancó el motor del auto y me hizo una seña con la mano para despedirse.

Me aferré a la tira de mi cartera y caminé hacia la entrada con todas las energías fingidas. Joder, extrañaba las vacaciones, extrañaba no hacer nada... hoy en la tarde iba a tener que estudiar mucho para la evaluación de la semana entrante si quería tener el fin de semana libre.

Me acomodé los lentes cuando sentí que estaban en peligro y abrí las puertas para adentrarme en aquel lugar. Junto cuando iba entrando sentí que alguien me rodeó la cintura con su brazo y que me besaba en la mejilla.

Me sobresalté ante aquellos gestos y miré al autor.

—Hola, Emma.

—James —musité—. ¿Por... por qué hiciste eso?

—¿El qué? ¿El saludarte? —me despeinó el cabelló y lo aparté, incómoda. Tras que apenas me había peinado bien él estaba estropeando el trabajo que muy somnolienta realicé.

—Hum, pues sí.

—¿No puedo saludarte? —dobló por el mismo pasillo que yo. Claramente no iba a apartarse de mi lado.

—Sí, supongo que sí.

—¿Entonces?

—Fue muy de repente, no me lo esperaba.

—¿Por qué no? Eres mi amiga.

Me detuve frente a mi casillero y él se pegó al de al lado.

¿En qué momento nos habíamos convertido en amigos y yo no me había enterado? Si mal no recordaba el día en que me fuimos compañeros en educación física yo le había comentado que me gustaba elegir a mis amigos, que para serlo primero tenía que conocerlo para ver si su amistad me convenía.

—¿Somos amigos?

—¿No lo somos? —intervino.

—¿Recuerdas lo que te dije la otra vez? —pregunté mientras sacaba un libro y veía cómo me sonreía como si le encantara hacerlo. Sólo ahí me fijé en él... en lo lindo que era. Llevaba puesto unos vaqueros ajustados de color azul y una remera roja con una imagen de el hombrecito verde de Star Wars.

—¿De que primero tienes que conocerme?

Justo en el clavo.

—Claro.

Sonrió de forma completa y dejó a la vista sus lindos dientes. Miré sus azulados ojos y me perdí en ellos por un segundo. El pelo lo llevaba algo alborotado, pero recordé que siempre que él aparecía en mi campo visual el cabello estaba de esa forma, así que no fue difícil deducir que era parte de su personalidad.

—Hoy tenemos una hora libre, Emma.

¿En serio? ¡Qué bien!

—¿Qué clase no tenemos? —pregunté cerrando mi casillero.

—Filosofía, el otro día la profesora lo dijo —¿Lo hizo? ¿En qué mundo estaba yo?—. Podemos estar un rato juntos y así conversar y conocernos.

Fruncí las cejas. Otra vez volvía a pensar que él podía traerse algo malo en manos, pero no tenía toda la certeza de que fuera así, el universo no conspiraba en mi contra porque yo no era el centro del mundo.

Me apoyé en mi casillero y noté que él se paraba frente a mí.

—¿Qué tramas?

—¿Que qué tramo?

—Ajá.

—¿Por qué debería de tramar algo? ¿Siempre eres así de desconfiada?

Me encogí de hombros y me quedé en silencio mientras lo alejaba y me marchaba escaleras arriba.

—¿Me das tu teléfono? —me siguió.

—¿Para?

—Chatear contigo. Si vamos a ser amigos tengo que tener tu número, ¿no crees?

—No vamos a ser amigos —repliqué sacando su brazo de mi cintura. ¿Qué se creía para hacer eso? Según veía en las otras personas, que te tomaran de la cintura era algo normal, pero no tanto para mí... no muchos chicos hacían eso conmigo, en realidad, nadie lo había hecho según mis recuerdos.

De todas formas, si mi prima me veía con James de aquella forma me iba a matar a preguntas y hacerse la cabeza con cosas que nada que ver.

—¿Ah, no? Dijiste que nos teníamos que conocer.

—Exacto —entré al salón y él me siguió hasta mi asiento. El banco de mi lado estaba vacío, Kendall no había llegado aún y me extrañó. Generalmente ella estaba en el salón antes de que la clase comenzara. Noté que varios compañeros míos nos regalaban una mirada rápida y, cuando se percataban de que yo los observaba, simplemente seguían mirando como si fuésemos la televisión en un día de mucho aburrimiento—. Pero no te dije que en el primer instante serías mi amigo. Nos conoceremos en el colegio si quieres, pero te consideraré como un compañero hasta que me demuestres que podemos ser algo más —James me observó divertido y supe qué pasaba por su cabeza—, y algo menos que novios —declaré.

—No hacía falta que lo aclararas.

—Sólo por las dudas.

Se rio.

—Eres interesante con todo ese aire de chica tímida y desconfiada, me dejas intrigado, ¿sabes?

Por más que no fuese uno de los mejores cumplidos, me había hecho sentir bien que me dijera que le parecía interesante, había sido un cumplido interesante que me había robado una sonrisa.

—Gracias.

—Entonces, ¿me darías tu número? Por favor.

—Te respondo al final del día —respondí simplemente acomodando mis libros, mis bolígrafos y mi cuaderno sobre la mesa.

—¿Vas a sentarte conmigo en la hora libre?

—Pregúntame después —sonreí.

—Anda, dímelo ahora, por favor —suplicó con una sonrisa en su semblante.

—Después.

James no pareció contento pero tampoco pareció muy sorprendido por la respuesta que le había dado, era como si se esperase aquél «después». Me saludó y me dijo que luego me preguntaría sin falta, a lo cual asentí y lo vi marcharse por la puerta trasera del salón un minuto después de chocar su puño contra el de uno de sus amigos.

¿Por qué le interesaba tanto a James que fuésemos amigos? ¿Por qué aquél interés en conocernos un poco más? Recuerdo haberle preguntado el motivo y su respuesta había sido que no había razón, que le estaba gustando compartir un momento conmigo en aquella clase del demonio.

Pero si no había razón... ¿por qué había comentado después que cuando nos habían dicho la dinámica de la clase él había pensado en mí para ser su compañera?

Esa pregunta se coló durante un rato en mi cabeza, la clase ya había comenzado y mi prima por fin había llegado. Le comenté sobre aquel tema y me dijo que no me vendría mal dejar mis inseguridades y miedos apagados para que estos no se interpusieran de manera automática cuando alguien parecía estar interesado en entablar una conversación conmigo. Le di la razón porque, como muchas veces había pensado, mi desconfianza era muy arremetedora con mi confianza.

El timbre sonó y me levanté de mi asiento para caminar por los pasillo junto a Kendall. Vi a su novio Chad acercarse y me despedí con la mano para alejarme de ellos y no tener que aguantar las molestias de Chad, quien apenas llegó ya había comenzado a molestarme. A veces lo sentía como un maldito grano en el culo.

Caminé hacia las gradas de la escuela para aprovechar el sol en aquellos minutos que tenía libre y saqué mi teléfono cuando lo escuché vibrar.

Era un whatsapp.

Lo abrí y el número sin registrar llamó mi atención. Presioné el mensaje porque la foto pequeña del remitente era la de un perro negro con las orejas un poco salpicadas de blanco.

James me había mandado una foto en la que él levantaba su pulgar hacia arriba mientras sonreía, volviendo a dejarme asombrada por sus perfectos dientes. Él estaba en línea, y un segundo después un mensaje que decía «Conseguí tu número» llegó.

Negué con la cabeza.

¿Cómo lo había conseguido?

Tecleé un mensaje justo cuando James se desconectó.

¿Cómo lo conseguiste?

—Emma —dijo una voz a mis espaldas que consiguió que los vellos se me pusieran de punta y que casi se me callera e teléfono por las gradas.

Joder, reconocía esa voz, no habíamos hablado mucho pero sabía a quién le pertenecía. Las cosquillas en mi panza hicieron presencia y miré de reojo hacia atrás, pero no conseguí ver lo que quería.

Antes de ayer había querido verlo para decirle que mis papás me daban el permiso de que Aiden fuera a casa, pero ahora mismo sólo quería esconderme en algún sitio porque me sentía muy incómoda con él detrás.

Aun así, me armé de valor y giré mi cabeza para ver hacia atrás.

—Aiden —musité sin querer hacerlo y me sentí estúpida. ¡Tenía que hablar fuerte y claro, no musitar!

Me escaneó con sus ojos y aguanté la respiración unos segundos. Iba vestido como la última vez que lo había visto, con una remera blanca con pequeñísimos agujeros, unos vaqueros azules algo desgastados y unas zapatillas negras.

—¿Puedo sentarme a tu lado? —me preguntó y aguardó a una respuesta.

Asentí.

—No tienes que preguntar.

Sólo cuando estuvo sentado a mi lado me dediqué a ver su rostro más de cerca. ¡Joder, estaba tan lindo! ¿Por qué justamente de todos los chicos que habían me venía a atraer el que tan introvertido parecía y el que gustaba de otra?

Llevaba el pelo alborotado, casi tanto como el de James y debajo de sus ojos habían unas ojeras palpables que me llamaron mucho la atención. Deparé en su altura otra vez y aún sentado él seguía haciéndoseme enorme. Aiden me miró dudoso y miró hacia al frente, achinando los ojos por culpa del sol.

—¿Cómo estás? —le pregunté cuando me sentí hundir en un río de incomodidad absoluta al haberse quedado callado.

—Bien.

—Antes de ayer te busqué pero no habías venido al colegio.

Asintió y el teléfono vibró entre mis sudorosas manos.

—No pude venir —se limitó a decir. Yo quería preguntarle por qué, quería detalles por más que eso me dejara como una curiosa, pero no quería espantarlo, no iba a divagar cosas de su vida privada que poco tenían que importarme. Además, ¿cómo iba a sentirme si en el peor de los casos Aiden me decía que no me metiera en sus cosas?—. ¿Y tú como estás? —preguntó, ahora mirándome.

—Con sueño pero bien.

—Me alegro.

—Yo por ti.

Sí, me quería ir, ¡me quería ir corriendo porque, por corto que fuese el lapso de silencio entre cada palabra yo sentía que se hacía eterno! No estaba acostumbrada a hablar con muchachos, ¿lo había dicho?

—No quiero ser pesado pero... ¿podrás enseñarme lo de matemática? ¿Hablaste con tus padres?

—Sí, hablé y me dijeron que sí.

Aiden suspiró algo aliviado y eso me dio ternura. Parecía agradecido si juzgaba su sonrisa y sus ojos de cachorrito.

—Te lo agradezco un montón, Emma, me estás ayudado mucho.

—Agradéceme cuando apruebes el examen.

—No sé qué hubiese hecho sino, me estás salvado.

Iba a responder, pero la tierra y las hojas del suelo se levantaron a causa de que el viento sopló con fuerza. El timbre sonó y sentí un pinchazo de decepción porque iba a tener que dejar de hablar con él. Sí, quería irme pero a la vez no quería.

Me sentía como en mis días.

—¿Podemos hablar mejor en el almuerzo? Tengo clase —dijo, levantándose de su lugar y yo lo imité.

—Claro.

Me miró desde su altura y otra vez odié ser tan enana. Ese chico me llevaba como treinta centímetros o más.

El sonido de su risa me inundó los oídos y esa sensación de cosquilleo se quedó grabada en mi cuerpo cuando su mano viajó hasta mi cabello y quitó una hoja de allí.

Me sentí avergonzada pero a la vez agradecida.

———

¡Comenten mucho! Hasta el siguiente capítulo. ¡Gracias por leer!

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