La Primera Ruptura

By Julie18_08

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Lo único que Derek deseaba en la vida era equilibrio y tranquilidad, pero con lo exigente que era consigo mis... More

0. Un discurso inolvidable
1. Una residencia casi vacía
2. La ironía de la ventana
3. Era un buen tipo
4. Algunos favores
5. Ventajas y desventajas de una amistad
6. La chica de la fiesta
7. Lo que la gente piensa
8. La inexistencia del amor
9. Respira
10. No está bajo control
11. Patrones
12. Amigos y sus amantes
13. Algo de malhumor
14. Compañeros en la tragedia
15. Malentendidos
16. Terapia: la profesional y la amateur
17. Dos ventanas
18. Un momento
19. Viaje
20. Relaciones fracturadas
21. Cuestionamientos
22. Sigue corriendo
23. Coincidencia
24. Ser cuidadoso
25. Buenos términos
26. La posible existencia del amor
27. Relaciones platónicas
28. ¿Qué?
29. Bajo la lluvia
30. Acuerdos
31. Casi
32. Un poco de caos
33. El glamour de la mañana
34. Un límite difuso
35. Hablando del drama
36. Cambié, ¿tu cambiaste?
38. Una noche sin sueño
39. Una prueba
40. Se acerca
41. Como lo concretamos
42. Los últimos días
43. Casa
44. Algunas cosas inevitables
45. Más que un hotel
46. En lo público
47. Ir con lentitud
48. Un joven con reservas
49. Perturbaciones
50. Unas últimas palabras

37. Un juego perdido

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By Julie18_08


Como me lo prometió a principio de año, el entrenador Sanders decidió llevarme junto con todo el equipo a los primeros dos partidos de las preliminares universitarias de nuestra zona. Seguía en la banca por orden de mi doctor y mi único aporte real eran unos minutos de charla motivacional a quien la necesitara, nada más y nada menos.

Eran alrededor de las siete de la mañana y me encontraba sentado en un banco con mi bolso entre los pies y las manos en los bolsillos de mi chaqueta. Matt estaba a mi lado leyendo acerca de destinos nevados en su teléfono móvil, probablemente planeando sus próximas vacaciones, y de vez en cuando me miraba de reojo como si quisiera hablarme.

Éramos los primeros en llegar al punto de encuentro en el cual subiríamos al autobús que nos llevaría a la locación del partido. Los beneficios de que el equipo de béisbol fuera sostenido económicamente por la universidad implicaba que teníamos buses a nuestra disposición y que los gastos de la estadía en otros lugares estuvieran pagados.

Matt apagó la pantalla de su móvil con un suspiro y se quitó la bufanda verde oscura que llevaba. Otra vez vi que me miraba con cautela y, porque ya me había atrapado la curiosidad, me crucé de brazos y lo miré de reojo.

-¿Qué pasa contigo?- le pregunté.-¿Hay algo que quieras decirme?- especifiqué.

-Eh...- se aclaró la garganta y miró a nuestro alrededor.-Eres amigo de Dana...- comenzó.

-Ah, Matt.- me quejé rodando los ojos.-Sea cual sea el problema, habla con ella.- le dije.

En ese mismo instante un grupo de chicos apareció arrastrando los pies hacia nosotros, ninguno se veía muy animado por estar despierto a las siete de la mañana y era obvio que no tenían muchas intenciones de charlar. Con ellos ya sólo faltaba el entrenador y unos cuantos jugadores más, entre ellos Marco.

-Claro que hablaré con ella.- me dijo Matt en voz baja luego de que saludáramos a los recién llegados.-Pero te contaré de todas formas, ¿sí?- dijo sonriéndome como si pidiera mi permiso.

El autobús, que ya se encontraba estacionado desde antes de que nosotros llegáramos, abrió su puerta y el asistente del chófer nos dijo que ya podíamos entrar. Mientras subíamos me quejé por su falta de consideración al no dejar que Matt y yo entráramos antes, pero ninguno de los dos hombres se dignó a disculparse.

Algo malhumorado me senté en medio del bus y Matt se desplomó sin cuidado junto a mi, sosteniendo su mochila sobre sus piernas y rebuscando en el interior.

-La cosa es que, como ya sabes, tuvimos un encuentro.- dijo abriendo los ojos.-Han sido unos cuantos besos por aquí y por allá, nada muy importante... pero el otro día estoy seguro de que quería acostarse conmigo.- me dijo conmocionado.-Digo, me llevó a su casa...- dijo en voz baja.

-No me digas...- dije alzando las cejas para fingir sorpresa.

-Así que la invité a una cita, porque no quiero que crea que sólo quiero acostarme con ella... no le puedo faltar el respeto así.- dijo con obviedad.

Sin poder evitarlo solté una risa y me cubrí la boca mientras él me observaba como si acabara de reírme de la muerte de su gato favorito. Era tan obvio que mi compañero se había segado con su ideal de Dana que al parecer se estaba olvidando de conocerla realmente y estaba perdiendo sus oportunidades para hacerlo.

-Lo siento, perdón.- me disculpé aguantando la risa.-¿Qué te dijo?-

-Que no creía en las citas... ¿quién no cree en las citas? no es como que fueran un animal fantástico.- dijo frunciendo el ceño.

-Matt, ¿cómo te lo digo?- me pregunté.-La verdad es que no la conoces, tan sólo estas interesado en ella porque, bueno, es bonita y muy agradable cuando quiere...- dije y él asintió con pesar.

-Sólo trataré de invitarla a salir otra vez.- dijo.

-Haz lo que creas que es correcto, pero sólo te daré un consejo.- le dije poniendo mi mano en su hombro.-No te ilusiones, un beso no significa compromiso ¿lo sabes?-

-Sí.- respondió con pesar.-No la entiendo, es...- gruñó.

Matt se cruzó de brazos frustrado y resopló. Se le notaba a leguas que no lograba darle sentido al misterio que podía ser Dana y a decir verdad esperaba que por su propio bien comenzara a darse cuenta de en qué se estaba metiendo. Le di unas suaves palmadas en el pecho mientras le sonreía en un intento de darle apoyo moral, a lo que él simplemente continuó pensando con el ceño fruncido.

Me removí en el asiento buscando la posición más cómoda para el viaje que se aproximaba y miré la hora en mi teléfono móvil. Quedaban solo unos pocos minutos para que el autobús se pusiera en marcha y aún no habían señales de Marco. Había estado tratando de no pensar en él durante toda la mañana, pero ahora sentía la urgencia de llamarlo para saber dónde estaba.

Me di unos golpecitos en la pierna con el teléfono móvil y luego lo guardé en mi bolsillo, lo más probable era que ni siquiera me contestara.

-Oye, Matt.- llamé a mi compañero.-Ya se está haciendo tarde, ¿quienes faltan?- le pregunté.

Él estiró el cuello para mirar por sobre el resto de los asientos y luego miró por la ventana antes de responder.

-El entrenador...- dijo.

-Y algunos chicos.- agregué.-¿Dónde crees que estén?-

-Más les vale que en camino.- dijo.

Me deslicé una mano por el rostro frutado ante las vagas respuestas y falta de creatividad de Matt, quería deletrearle que tomara su tonto teléfono y lo usara. Pero por suerte para ambos en ese instante el entrenador y el resto de los chicos del equipo subieron disculpándose por la demora y comenzaron a buscar asientos mientras el chófer encendía el motor.

Había una sonrisa en el rostro de Marco mientras avanzaba por el pasillo disculpándose y sosteniendo su bolso frente a él. No sabía si quería hablarle o esconderme, ni siquiera sabía qué podía decirle para que dejara de ignorarme.

-Si nos hacían perder el primer partido...- comentó Matt cuando estaba pasando por nuestro asiento.

-Nunca.- le contestó Marco.

Nuestras miradas se encontraron y él se detuvo por un segundo antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, me saludó con un leve asentimiento y luego continuó andando. Esto era lo peor, no saber qué estaba pasando realmente. ¿Seguía enojado? ¿Había decidido ignorarme para siempre? ¿Estaba pensando qué hacer? ¿Haría como si no hubiera sucedido nada?

Fuera lo que fuera necesitaba enterarme, sino era bastante probable que las siguientes semanas se tornaran más complicadas de sobrellevar que las anteriores.







Sentía un nudo en el estomago que se iba apretando cada vez más a medida que se acercaba el final de la última entrada, es decir, la ultima oportunidad que teníamos de ganar el partido. No podía creer que ambos, mi equipo y nuestro oponente, contábamos con el mismo número de carreras y desde hacía varios minutos que sentía la urgencia de pedirle al entrenador Sanders que me dejara jugar.

Estaba seguro de que lo había notado en mi expresión, pero ambos sabíamos que en la nomina me encontraba como jugador incapacitado y que en realidad era imposible que me dejaran participar de un partido oficial. Una vez más lo vi observando el campo con el ceño fruncido y los brazos cruzados, probablemente intentando mapear en su cerebro qué hacer para que este partido se extendiera.

Desde mi puesto en el dugout podía ver gran parte de lo que sucedía en el campo, pero me puse de pie y me acerqué más cuando vi que Marco se ajustaba los guantes a la altura de las muñecas. Le entregaron un bate que sostuvo con firmeza y fue a posicionarse frente al catcher.

El ruido de la multitud pareció ir en crescendo a medida que él y el pitcher del otro equipo se preparaban, yo y los chicos observábamos en silencio y con la ansiedad amontonándose entre nosotros. En momentos como ese era como si el tiempo se ralentizara, el nerviosismo combinado con la adrenalina se convertían en una mezcla poderosa y no podíamos pensar en nada más allá del juego.

El pitcher lanzó la primera bola y Marco decidió que batearía, lo vi en la forma en la que sus manos se aferraron al bate y en la postura rígida de sus brazos y hombros. Enseguida llegué a la conclusión de que esa elección era peligrosa, esta era nuestra oportunidad de ganar o nuestro momento de perder.

Bateó y el pronostico fue bueno, pues había golpeado la bola con suficiente fuerza sin sacarla del campo; aún teníamos una oportunidad. La multitud gritó ante el movimiento en el campo y cuando mis ojos volvieron a Marco me sorprendí al ver que se encontraba quieto en su lugar. Me aferré a la reja y me uní a los gritos de mis compañeros.

-¡Corre!- grité lo más fuerte que pude para hacerme escuchar.

Él miró en mi dirección con el ceño fruncido, sin moverse por lo que pareció ser una eternidad. De pronto soltó el bate y corrió. Los chicos del equipo comenzaron a gritar y a apremiarlo, pero yo no dejaba de mirar al resto de los jugadores pasando la bola entre las bases. Marco se lanzó a la base con agilidad, su cuerpo derrapó por la tierra y casi al mismo tiempo el otro jugado atrapó la bola. Hubo unos momentos de confusión en los cuales no se sabía quien había llegado primero, pero pronto por las pantallas del campo se reprodujo la ultima jugada y todos vimos lo que pasó.

Habíamos perdido.

La frustración fue colectiva, mis compañeros maldijeron audiblemente sin creérselo. Marco estaba considerado dentro del equipo como un buen jugador, alguien que no debería haberse congelado en ningún momento durante un partido. Porque ese fue el problema, no que fuera lento, no que fuera mal bateador... Fue una estupidez.

No pude evitar pensar que a mi no me habría pasado eso, que de haber estado recuperado estaríamos celebrando nuestra primera victoria. Bloqueé el sonido de la multitud que gritaba y reía, de la emoción en la voz de los jugadores del otro equipo y la decepción en la de mis compañeros.

Sentía el cuerpo acalorado a pesar de que no me había movido de mi lugar, tenía los dedos de las manos en puños aún agarrándome de la baranda. Me alejé de ella de un salto y me quité la gorra roja de la cabeza para lanzarla al suelo. En ese momento los chicos se retiraban del campo y comenzaban a ingresar al dugout, donde los suplentes y yo esperábamos. La mayoría entró con desanimo y rabia, quitándose las gorras y los guantes mientras mascullaban maldiciones.

Marco llevaba el bate y sus guantes en las manos, se había quitado el casco. Su uniforme estaba manchado con el polvillo rojizo del campo, tenía el cabello húmedo y respiraba agitado. Tuve la molesta necesidad de zarandearlo y gritarle.

-¿Dónde tenías la cabeza?- me encontré diciendo.

-Oye, oye...- la voz de Matt fue conciliadora y mire su mano con el ceño fruncido cuando la puso sobre mi hombro.

-¿Dónde tenía la cabeza?- inquirió Marco de vuelta.-¿Por qué no tratas de adivinarlo?-

Sus ojos marrones me escudriñaron el rostro con una intensidad que no había visto antes en él y sentí que me decía "Lo sabes" Me llevó apenas un segundo entender que las semanas de silencio se estaban haciendo ver en ese instante, en la tensión sobre sus hombros y el filo en su voz. Quizás me había estado evitando para que no pasara esto, porque sabía que estaba enojado conmigo.

-Eso no tiene nada que ver con esto.- negué como si fuera obvio, sin pensarlo demasiado.

-Oigan...- esta vez fue Mani quien habló.

-¿No?- continuó Marco.-Nunca te he visto reprender a nadie cuando cometía un error, ¿acaso lo ha hecho alguna vez con ustedes?- preguntó dirigiéndose a los chicos.

Ninguno se atrevió a abrir la boca, pero la respuesta se reflejó en sus rostros acomplejados y en la inquietud de sus movimientos. Todos sabían que me alejaba a consciencia de las discusiones y las peleas, dos cosas que al parecer no estaba haciendo ahora.

-No eres un niño, no necesito reñirte.- contesté.

-Bueno, entonces cuida tu tono.- bufó.

Sólo lo había visto molesto una vez y en aquella ocasión fue todo calma y control; pero ahora su voz fue dura y su expresión demandante. Se acercó a mi con tanto ímpetu que Matt lo detuvo a medio camino plantando un brazo en su pecho.

-¿Acaso no escuchas cómo me estás hablando?-

-¿Acaso tu no te escuchas?- frunció el ceño y avanzó un paso, apartando a Matt.-¿Te vas a comportar como un idiota porque no te di la respuesta que querías?-

-¿Qué respuesta?- resoplé con una risa incrédula.-No me haz dicho ni una mierda en semanas.- le recordé acercándome.

-¡Y no te diré nada hasta que sepa qué quiero!-

-Marco, cállate.- lo interrumpí alzando una mano.

De pronto recordé que no estábamos solos, vi la confusión en la cara de mis compañeros, al igual que la curiosidad por entender qué estaba sucediendo. Ellos sabían que no era propenso a la hostilidad y recé porque verme así llamara más su atención que la forma en la que Marco había perdido su centro. Se iba a arrepentir si decía algo que pudiera siquiera sugerir la verdadera razón de esta discusión.

Él guardó silencio, claramente volviendo a la realidad, y dejó que su mirada cayera en el piso mientras respiraba, se restregó los ojos con el dorso de la mano y luego me dio la espalda. Intenté avanzar en su dirección, pero Matt me cerró el camino parándose frente a mi con una mirada reprobatoria en el rostro.

-¿Qué fue eso?- me preguntó indignado.

-Mierda.- mascullé deslizando mi mano por mi cabello.

-Creí que se llevaban bien, ¿qué mierda, Derek?- exigió.

En ese mismo momento el entrenador Sanders apareció entre el conjunto de chicos que se había quedado observando y nos examinó con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

-¿Qué sucedió?- quiso saber, usando un tono fuerte y estricto.

-Faulkner y Valenti iban a pelearse.- dijo Mani.

-Gracias, Mani...- le sonreí sin alegría.

-Creo que me di cuenta.- anunció el entrenador.-Ustedes, conmigo.- nos apuntó.

Suspiré resignado y fui en busca de la gorra que había lanzado al piso, la tomé y le di unos golpecitos para desempolvarla mientras caminaba tras ellos. Sabía que el entrenador estaba a punto de llevarnos a una esquina silenciosa para darnos una charla entorno al respeto entre compañeros y el significado del trabajo en equipo; luego nos obligaría a darnos la mano para cerrar el asunto con algo de dignidad.

A medida que avanzaba me obligué a mantener los ojos en el piso, repitiéndome constantemente que me había equivocado al provocar a Marco. Fue una estupidez, tal vez no me gustaba que me ignoraran y sin darme cuenta me hice notar de la peor forma posible.

Como predije el entrenador monologó por unos interminables minutos y se quedó entre nosotros hasta que vio con sus propios ojos que nos estrechábamos la mano; nos dio unas palmadas en la espalda y cerró el caso con un "Buen trabajo" dejándonos con un silencio incomodo de por medio. Ninguno de los dos trató de continuar con esa tregua impuesta, por lo que simplemente volvimos con el resto del equipo ignorándonos mutuamente.

Esto estaba mal. 








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