Belleza Oscura [En Librerías]

By JessRe

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Alayna Novak es una asesina sin corazón, pero cuando su camino se cruce con el de Luca Vitale, despertará en... More

¡Belleza Oscura en Librerías!
Sinopsis 🦋
Prólogo 🦋
Capítulo 1 🦋
Capítulo 2 🦋
Capítulo 3 🦋
Capítulo 4 🦋
Capítulo 5 🦋
Capítulo 6 🦋
Capítulo 7 🦋
Capítulo 8 🦋
Capítulo 10 🦋
Capítulo 11 🦋
Capítulo 12 🦋
Capítulo 13 🦋
Capítulo 14 🦋
Capítulo 15 🦋
Capítulo 16 🦋
Capítulo 17 🦋
Capítulo 18 🦋
Capítulo 19 🦋
Capítulo 20 🦋
Capítulo 21 🦋
Capítulo 22 🦋
Capítulo 23 🦋
Capítulo 24 🦋
Capítulo 25 🦋
Capítulo 26 🦋
Capítulo 27 🦋
Capítulo 28 🦋
Capítulo 29 🦋
Capítulo 30 🦋
Capítulo 31 🦋
Capítulo 32 🦋
Capítulo 33 🦋
Capítulo 34 🦋
Capítulo 35 🦋
Capítulo 36 🦋
Capítulo 37 🦋
Capítulo 38 🦋
Capítulo 39 🦋
Capítulo 40 🦋
Capítulo 41 🦋
Capítulo 42 🦋
Capítulo 43 🦋
Capítulo 44 🦋
Capítulo 45 🦋
Capítulo 46 🦋
Capítulo 47 🦋
Capítulo 48🦋
Epílogo 🦋
SECUELA DISPONIBLE 👑

Capítulo 9 🦋

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By JessRe



Luca

Veintitrés años siendo sometido a la mafia. Me enseñaron a ganar todo bajo coerción: dinero, poder y mujeres. Los Vitale éramos reyes, pero mi padre y mi abuelo me consideraban un esclavo. Quería dejar de serlo. Más de una vez había pasado por mi mente la idea de acabar con este imperio. Destruirlos era un sueño lejano hasta que apareció ella.

Alayna...

Compartía la misma sangre con estos hombres, pero eso no significaba nada. Perdieron el poco respeto que les tenía. Nunca los consideré una familia real. Terminaría con la peste de raíz y ganaría con el mismo método que ellos usaban. El poder no estaba en manos de hombres buenos ni honorables. Eso lo tenía más que claro.

Con ese pensamiento, entré a mi habitación. Cerré la puerta, tiré el celular en la cama y me froté los hombros. Había sido un día agitado, pero también productivo. El olor de su perfume aún persistía en mi chaqueta.

Mi pulso latió salvajemente cuando recordé su cuerpo presionado contra el mío, sus labios rojos y su sonrisa seductora. Alayna Novak era el pecado más tentador que quería cometer. Nuestro momento en el auto fue mi parte favorita. La había conmovido cuando le dije cómo me sentía. Ella iba a aceptar y era hora de mover las piezas a mi favor.

Mientras tuviera a la reina de mi lado, ganaría este cruel y retorcido juego de supervivencia.

🦋

Al día siguiente me vi en la obligación de visitar al abuelo antes de iniciar con la rutina. Su sufrimiento era parte de mi felicidad y pronto sucedería lo que tanto quería. Solo necesitaba un pequeño empujón para enviarlo directo a la tumba. Ya no aportaba nada bueno. Sus ideales jerárquicos perjudicaban a mi familia desde hacía décadas y con su muerte empezaría una nueva era.

Luego tenía que deshacerme del principal causante de nuestras desdichas, eliminar al león que lastimaba a sus propias crías. Si ellos estaban muertos las cosas serían diferentes. Kiara no sería obligada a casarse con un degenerado y mi madre viviría en paz. Tantos planes que cumplir... ¿Era muy ingenuo? Quizás sí, pero mi vida no tendría sentido si no aspiraba a algo más que la miseria. Soñar era gratis.

—Abuelo —Incliné la cabeza y lo miré con una sonrisa forzada.

Estaba en la cama con respiradores y cada vez más pálido. Un contraste gris que lo volvía irreconocible. Me pregunté si recibiría su castigo cuando ya no estuviera con nosotros. No me producía ni el más mínimo sentimiento de empatía o lástima. Esta basura no merecía nada de mí.

—Luca —dijo con un débil jadeo—. Pasa, pasa.

Cerré la puerta lentamente y apoyé mi espalda contra ella. No me acerqué ni mostré intenciones de hacerlo. No toleraba su presencia porque me traía recuerdos espantosos que dolían: era un niño arrodillado cuando él le ordenaba a mi padre que azotara mi espalda para que aprendiera a respetar. Mi piel se estremeció y me encogí.

—Me odias, ¿no es así? Lo veo en tus ojos —susurró, mirando mi rostro—. Nunca vas a perdonarme.

No respondí porque cualquier palabra podría ser usado en mi contra y lo que menos quería era tener a mi padre como enemigo. No iba a complicar mi vida más de lo que ya estaba.

—¿Por qué me llamaste? —pregunté a cambio, mi voz plana y carente de emociones.

Sus ojos nublados parpadearon y sus labios arrugados se curvaron en una sonrisa torcida. Mi estómago se hundió por la rabia que me estaba costando contener. Ni siquiera la muerte lo volvería sensible ni lo animaría a pedirme disculpas. Esta escoria no lamentaba absolutamente nada.

—Deberías darme las gracias porque te volví más fuerte —tosió—. Todos creen que tu padre es el indicado para ocupar mi cargo cuando ya no esté, pero nunca lo vi a él como mi sucesor. Siempre fuiste tú.

Mis manos se cerraron en puños y el shock me ahogó. No podía estar hablando en serio...

—¿Yo? —Me mofé y di un paso cerca—. ¿El niño a quién en más de una ocasión le gritaste que era débil y cobarde?

—Eran lecciones que necesitabas aprender. Te abrí los ojos para que te dieras cuenta de que no había escapatoria cuando naces en la mafia. Eres uno de nosotros, Luca. Lo llevas en tu sangre —le costó pronunciar las siguientes palabras—. No hay otro destino para ti y es hora de que lo asumas. Leonardo nunca te dejará ir.

Sacudí la cabeza.

—No quiero nada de ti.

—Voy a protegerte —Sus manos empezaron a temblar—. Muchos aprenderán a respetarte y verte como eres realmente.

Solté una carcajada irónica.

—Tú y mi padre me humillaron toda la vida. ¿Piensas que será diferente con tu muerte? Me trataron como basura y le dieron permiso a los demás para hacer lo mismo.

—Escúchame...

—No —Lo señalé con un dedo—. No me importan tus excusas de mierda o lo que consideres mejor para mí. No te atrevas a poner una carga más sobre mis hombros o nunca te lo perdonaré. Ya me has quitado suficiente.

Salí de la habitación, dando un portazo. Me convertí en un revoltijo de emociones descontroladas: confusión, dolor, rabia, ansiedad y conmoción. Durante años sobreviví siendo la sombra y el peón de mi padre. Si heredaba el título del Don le entregaría mi cabeza en una bandeja y me masacraría. Porque había algo que Leonardo Vitale anhelaba más que cualquier cosa en el mundo y era el puesto de mi abuelo. Era capaz de matarme para sacarme de su camino.

🦋

El aroma a croissant con café inundó el interior del auto mientras Alayna desayunaba. No la dejé comer en la cocina porque se hacía tarde y quería terminar esto de una vez. Me molestaría si lo hiciera otra persona, pero curiosamente con ella lo disfrutaba. Era entretenido verla tan entusiasmada. Si algún día me lo permitía la llevaría a unas de las mejores cafeterías de Palermo.

—No dejé de pensar en lo que me dijiste anoche —comentó cuando terminó y guardó la taza en una pequeña bolsa de papel. Limpió algunas migajas con la servilleta—. ¿De verdad las llama mulas?

—Él cree que están en el mismo rango que los animales.

Sus labios se torcieron con disgusto.

—Tu padre es un misógino asqueroso.

—Lo sé —concordé—. Se vuelve más ruin con el transcurso del tiempo. Aún no viste nada.

—¿Cómo te guías? ¿Qué requisitos deben cumplir para que puedas elegirlas?

Apreté mi mandíbula y la acidez trajo un gusto desagradable a mi boca.

—No quiero hablar de eso.

—Debes hacerlo si quieres mi ayuda—expuso—. A partir de ahora me dirás todo sobre tu mundo.

Una sonrisa se formó en mis labios. Sabía que ella jugaría en mi equipo, pero no deduje que aceptaría tan rápido. ¿Qué le hizo cambiar de opinión? Detuve el auto frente a la vieja fábrica abandonada y pude ver la familiar furgoneta negra estacionada. Era una zona desierta que pasaba desapercibida, ubicada cerca de unas vías de tren. Debía echarle un vistazo a las nuevas mujeres que fueron secuestradas y elegir quiénes trabajarían en el prostíbulo de mi padre.

—Escojo a las que tienen experiencia.

—Experiencia sexual.

—Sí —respondí—. Evito a las niñas.

—¿Y qué pasa después?

—Oculto a las niñas en un lugar dónde nadie puede lastimarlas ni venderlas—dije en voz baja—. a mi padre de que las experimentadas son mejores.

—¿Y tu padre creyó eso? Las vírgenes son joyas en este mundo de perversión.

—El negocio genera millones de euros al año. Él no tiene motivos para cuestionar mis métodos.

Alayna soltó un pesado suspiro.

—Esto es... demasiado. ¿Dónde están las niñas?

—Pronto lo sabrás—respondí—. Ahora conoceremos a las nuevas víctimas que capturaron. Algunas serán subastadas y otras llevadas al prostíbulo de mi padre.

Alayna me dio una expresión mortal y llena de indignación. El desprecio brilló en sus intensos ojos azules. Si ahora estaba enojada en unos cuantos minutos estaría furiosa. Tenía el mismo sentimiento de impotencia cada vez que venía a este infierno.

—¿Cuántas mujeres secuestraron?

Tragué saliva.

—Diez —contesté—. Mi padre está más que satisfecho por las ganancias cuando son vendidas y se ocupa de otros asuntos. No quiere ser muy obvio.

—¿Quién es la persona que te ayuda?

No dudé en responder. Sabía qué podía confiar en ella. No tenía idea de cómo, pero lo sabía.

—Madame Marino —expuse—. Ella las conserva en su prostíbulo como favor y le hicimos creer a mi padre que las niñas fueron vendidas.

Ensanchó los ojos.

—¿Y tu padre realmente lo creyó? ¿Cómo?

—Vendimos a algunas mujeres por un precio doble—admití avergonzado.

Me aseguraba de encontrar clientes con excelentes posiciones económicas. No estaba orgulloso de ello, pero era un buen vendedor. Necesitaba ser inteligente, frío y egoísta si quería proteger a las niñas. Sacrificaba a otras a cambio de salvar a las más pequeñas Era injusto, lo sabía. Lamentablemente no podía salvar a todas. Debía escoger.

—Joder...

—Genero millones de euros todos los años con este negocio. Él no tiene motivos para desconfiar—espeté—. En cuanto a las niñas, les prometí que pronto regresarán con sus familias.

—Eso va más allá de lo estúpido. Nunca hagas promesas si no puedes cumplirlas.

Mis puños se tensaron.

—Voy a cumplirlas.

Sacudió la cabeza y salió del auto.

—Suerte con eso, príncipe.

Minutos después, entramos a la vieja fábrica custodiada por veinte hombres en total. La policía había estado rondando y mi padre necesitaba mantener seguro su negocio más exitoso. Aquí había todo lo que necesitaban las mujeres secuestradas: cama, comida, ropa, baño, etc. Mi atención cayó sobre Alayna: la repugnancia en su rostro era imposible de pasar por alto. Le advertí que no sería fácil.

—Gregg —saludé al guardia.

Inclinó la cabeza y me dio su típica sonrisa arrogante. Cada vez que lo veía tenía ganas de matarlo. Los otros hombres se limitaban a hacer su trabajo, pero él era repulsivo. Maltrataba a las mujeres por diversión.

—Señor Vitale.

—¿Cómo van las cosas por aquí?

Reventó la goma de mascar en su boca y apuntó con su arma a las mujeres arrodilladas. Diez en total. Sollozaban, suplicaban y lloraban a pesar de que era inútil. No podían salir de aquí a menos que fueran vendidas. Quería rescatar a todas, ser el héroe que necesitaban, pero no podía. No por ahora. Miré con detenimiento sus rasgos y casi suspiré de alivio al ver que no había niñas esta vez. La mayoría rondaba los veinte años.

¿Quiénes eran? Muy pocas veces investigaba porque no quería sentirme peor, pero sabía cómo funcionaba este negocio. Eran mujeres que fueron engañadas por falsas promesas para ser atraídas a la trampa y otras arrebatadas de sus familias. Historias desgarradoras que me partían el alma. ¿Lo peor? Muchas de ellas morían por años de abuso, suicidio o intentos de escape. Pensar en la salvación era un sueño lejano.

No podía salvarlas a todas. Era un constante recordatorio que repetía en mi cabeza.

—Las bañé con agua fría —informó Gregg con falta de humanidad en su tono burlón —. Una recibió su merecido por insolente.

La aversión hizo que mis puños temblaran con la necesidad de estamparlos en su cara presumida. Odiaba a este hijo de puta. Tuve inconvenientes con él antes porque violó a varias víctimas, pero no podía matarlo ni despedirlo. Mi padre confiaba en él.

—¿Qué pasó con ella? —preguntó Alayna, mirando a la menuda rubia de ojos azules.

La chica se encogió aterrada en el suelo y abrazó sus piernas. Su rostro estaba cubierto de hematomas y la sangre manchaba sus muslos. Joder... Lo había hecho nuevamente. La furia estalló en mis venas y lo enfrenté. —Hablamos de esto, Gregg —siseé—. ¿Qué carajos hiciste?

Él gruñó.

—Le enseñé una lección. La zorra intentó escapar.

La chica lloró más fuerte y las demás la acompañaron en su miseria. Imaginar lo que había pasado me destrozaba. Pensar en la desolación que sentía su familia por ella rompía mi corazón. Kiara podía ser una de ellas...

—¡¿Tú quién eres para decidir qué castigo deben recibir?! ¡Respóndeme, sucio violador!

—Señor...

Alayna lo miró con odio feroz. Sabía que esperaba mi orden así que asentí y ella se lanzó hacia Gregg, hundiendo un cuchillo en su muslo izquierdo. El bastardo gritó y trató de defenderse, pero era tarde. El arma rozó su entrepierna.

—El subjefe ordenó que estas mujeres sean tratadas sin violencia y tú desobedeciste a la pobre víctima—. Nadie la comprará, los clientes odian a las chicas dañadas. No les resultan atractivas. La mayoría desea un buen cuerpo y rostro bonito. Ella no provoca ni un espasmo.

Gregg me miró, pero no intercedí. Deseaba que Alayna arrancara sus patéticas bolas.

—¿Quién eres tú? —escupió—. No me toques.

Alayna le dio un puñetazo en la nariz. La sangre fluyó y Gregg chilló como un perro herido.

—Soy Alayna Novak. Juro que cortaré tu pene la próxima vez que vuelva y encuentre a otra mujer golpeada y violada antes de que llegue el comprador. ¿He sido clara?

La garganta de Gregg se movió mientras tragaba bruscamente.

—Sí, sí.

Alayna retiró el cuchillo y Gregg presionó su mano en la herida para detener el flujo de sangre. Era fascinante verla tan salvaje. Ella era incontrolable e indomable.

—¿Cómo te llamas? —Le preguntó a la chica que lloraba en el suelo. Tenía unos veinte años, tal vez. Me quité la chaqueta y me agaché para cubrir su cuerpo tembloroso. Ella no me apartó ni reaccionó. Estaba tan rota—. Ponte de pie, por favor. No te lastimaré, lo prometo.

Se puso de pie con dificultad y la miró con agradecimiento. Las demás temblaban con ojos aterrados y llenos de lágrimas. Una pequeña pelirroja se orinó encima y había restos de vómitos en el suelo. Maldita sea, quería que esta tortura terminara.

—Sienna —contestó en voz baja y ronca. No era la primera vez que veía este tipo de situaciones y mi corazón sangrante estaba acostumbrado. Necesitaba mantener la compostura para imponer mi autoridad o Gregg haría lo que quisiera con ellas.

Alayna le ofreció su mano. Ella dudó, pero aceptó. Estaba mirándola como si fuera su héroe, el héroe que yo nunca podría ser.

—Ven conmigo, Sienna —dijo Alayna con suavidad—. Déjame ayudarte.

Mi padre no estaría feliz cuando supiera, pero me alegré de involucrar a Alayna. Sabía que ver a las mujeres en estas condiciones despertaría su lado más humano. No me equivoqué. Ahora oficialmente formaba parte de mi equipo.

—¿Desde cuándo una mujer se ocupa de los negocios? —espetó Gregg sin soltar su muslo —. No debería tocar a las putas.

Mi aliento se ensanchó y crují mi cuello antes de darle una fuerte patada en la cara. Él aulló y un diente escapó de su boca por el golpe inesperado. Mis hombros estaban tensos y las venas contraídas. Violó a una chica cuando ordené que no les pusiera una mano encima de manera inapropiada. No respetó mi autoridad.

—Estás muerto —enfaticé.

Se atragantó con la sangre y el resto de los hombres se mantuvieron en silencio sin cuestionarme. ¿Por qué Gregg no podía ser como ellos? Se sentía poderoso porque le agradaba a mi padre. Le bajaría los humos para que recordara su lugar. Ya no toleraría otro error de su parte.

—¿Dónde está el baño? —inquirió Alayna.

Rechiné los dientes, tratando de calmar la tormenta que se desataba en mi cabeza.

—Sígueme.

Tuve que cargar a Sienna en mis brazos porque no podía mantenerse de pie y la llevamos al baño. La dejé sobre el retrete mientras Alayna buscaba una toalla en el botiquín. Durante unos dolorosos momentos, me costó respirar. Mis pulmones estaban demasiado secos, demasiado tensos.

Gregg no escucharía mis órdenes, mucho menos mantendría sus manos fuera de las mujeres. Al contrario, haría cosas peores y mi padre lo respaldaría. Mierda. Tenía que matarlo pronto o no dejaría de ser un problema.

—¿Luca? —dijo Alayna—. Necesito ayuda aquí.

Me entregó la toalla y lo humedecí con un poco de agua. Sienna lloraba sin control mientras Alayna trataba de tranquilizarla. Sus manos magulladas se aferraban a ella como si no quisiera soltarla nunca. Mi corazón estaba hecho trizas.

—Shh... tranquila —susurró Alayna—. Prometo que no voy a lastimarte, estás bien.

Sienna asintió y abrazó mi chaqueta contra su débil cuerpo. Me hacía pedazos pensar en las horas de tortura que sufrió desde que la secuestraron. Le entregué la toalla húmeda a Alayna y ella limpió los muslos de la víctima. Apreté la mandíbula porque era demasiado para ver. Si mi padre no quería despedir a Gregg me haría cargo de él. Había muchas maneras de hacerlo parecer un accidente y nadie sospecharía que fui yo.

—Lo que hiciste ahí no tiene precio —dije en voz baja—. Gracias.

Cuando me miró de nuevo, había rastros de lágrimas en sus ojos azules.

—Lo haría de nuevo sin importar quién sea—respondió Alayna. Me sorprendió que su voz se quebrara completamente—. Ella lo vale.

🦋

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