Belleza Oscura [En Librerías]

By JessRe

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Alayna Novak es una asesina sin corazón, pero cuando su camino se cruce con el de Luca Vitale, despertará en... More

¡Belleza Oscura en Librerías!
Sinopsis 🦋
Prólogo 🦋
Capítulo 1 🦋
Capítulo 2 🦋
Capítulo 3 🦋
Capítulo 4 🦋
Capítulo 5 🦋
Capítulo 6 🦋
Capítulo 7 🦋
Capítulo 9 🦋
Capítulo 10 🦋
Capítulo 11 🦋
Capítulo 12 🦋
Capítulo 13 🦋
Capítulo 14 🦋
Capítulo 15 🦋
Capítulo 16 🦋
Capítulo 17 🦋
Capítulo 18 🦋
Capítulo 19 🦋
Capítulo 20 🦋
Capítulo 21 🦋
Capítulo 22 🦋
Capítulo 23 🦋
Capítulo 24 🦋
Capítulo 25 🦋
Capítulo 26 🦋
Capítulo 27 🦋
Capítulo 28 🦋
Capítulo 29 🦋
Capítulo 30 🦋
Capítulo 31 🦋
Capítulo 32 🦋
Capítulo 33 🦋
Capítulo 34 🦋
Capítulo 35 🦋
Capítulo 36 🦋
Capítulo 37 🦋
Capítulo 38 🦋
Capítulo 39 🦋
Capítulo 40 🦋
Capítulo 41 🦋
Capítulo 42 🦋
Capítulo 43 🦋
Capítulo 44 🦋
Capítulo 45 🦋
Capítulo 46 🦋
Capítulo 47 🦋
Capítulo 48🦋
Epílogo 🦋
SECUELA DISPONIBLE 👑

Capítulo 8 🦋

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By JessRe

Luca

Llamé a mis hombres para que se encargaran del cadáver en la silla. Alayna limpió sus manos con un pañuelo como si nada hubiera pasado. Algunas personas se estremecerían, pero ella ni siquiera pestañeó cuando mató a ese infeliz. ¿Y sus palabras? Había promesas de violencia y lujuria en cada una de ellas. Era la tormenta que necesitaba el desierto de mi vida. Era desquiciada e incontrolable. Sería mi perdición, no tenía ninguna duda.

—Es irónico —comenté—. Odio la sangre, pero siempre quise ser médico.

Se mofó.

—Es lo más ridículo que escuché en mucho tiempo.

—Prefiero ver la sangre en otras circunstancias.

Sus caderas se balanceaban con cada paso mientras se acercaba. Mi pecho se encogió con anticipación cuando se detuvo frente a mí.

—¿Ejemplo?

—En un quirófano.

Una sonrisa burlona crispó sus labios.

—No puedes ser médico cuando ya te ensuciaste las manos. Es estúpido y poco ético.

—No tuve elección.

—Pudiste luchar.

Agarré su muñeca, apretándola contra mí.

—¿Tuviste la opción de luchar cuando fuiste capturada por esa organización?

—Sí, muchas —dijo, sorprendiéndome—. Pude huir, pero no quise afrontar las consecuencias. Siempre hay opciones, príncipe.

Se apartó de mi cuerpo y tiró el pañuelo al suelo. Ella era un enigma. Su alma oscura era contradictoria con su hermoso exterior.

—¿Crees que la opción de huir no pasó por mi mente? Estaría muerto antes de intentarlo.

—La opción sigue ahí.

—No soy idiota.

—Es tu elección.

Ella estaba presionándome, pero no caería en su sucio juego. Prefería concederla la última palabra con tal de salir de ese lugar. Odiaba el olor de la muerte. Quería darme un baño y olvidar ese día.

—Disculpen si interrumpo algo—Gian entró en la bodega—. Los soldados se harán cargo de la basura.

Liberé un suspiro fatigoso.

—Perfecto, ya no soporto verlo.

Siempre había sido del tipo que solo se ensuciaba las manos cuando era necesario. La mayor parte del tiempo permitía que mis hombres o Gian se hicieran cargo. No quería que matar se convirtiera en un hábito vicioso. Estaría más que perdido.

—La diversión está a punto de comenzar —informó Gian mientras los soldados entraron con una gran bolsa para llevar el cadáver y limpiar cualquier evidencia—. Aposté por nuestro chico: Ryland.

—Él siempre gana.

—Y tendremos miles de euros en nuestros bolsillos.

Alayna encendió un cigarro y le dio una calada. Los hombres envolvieron el cuerpo con rapidez y después se retiraron. Probablemente lo quemarían con ácido para que no quedara nada. De cualquier manera, no quería conocer los detalles explícitos ni pensar en que tenía una familia esperándolo.

—Hoy tengo un poco de éxtasis y ácido —dijo Gian—. La mejor calidad.

La noche anterior me había sentido relajado, sin preocupaciones. Quizás...

—Ni se te ocurra —Alayna interrumpió mis pensamientos—. Él no puede consumir esa mierda de nuevo.

Elevé una ceja.

—¿Y quién lo dice?

—Tu padre —contestó, exhalando el humo cerca de mi cara—. Recuerda que yo sigo sus órdenes.

Gian se rió.

—¿Y se supone qué debe obedecerte? —bufó, ofreciéndome la pequeña bolsita—. Luca es un Subjefe y tú su escolta. No tienes autoridad aquí.

Todo sucedió en un parpadeo. Alayna dejó caer su cigarro, empujó a Gian contra la pared y presionó un codo en su garganta. Mi primo palideció por el arrebato inesperado. Mierda. Eso fue rápido.

—El Capo ordenó que matara a cualquier idiota que se pase de listo —siseó Alayna en su oído —. ¿Crees que jugaría con algo así?

Gian tragó saliva.

—No.

—Podría romper tu cuello en este instante. —Agarró su cabello y lo obligó a mirarla—. Las drogas están fuera de sus límites. ¿Entiendes? ¿O debería arrancarte un brazo para que te quede claro?

Mi pulso se aceleró y mi piel ardió con rabia. No me gustaba que decidiera por mí. Seguí ordenes de terceros y obedecí durante toda mi vida. ¿Por qué con ella sería la misma historia? No.

—Suéltalo ahora —ordené.

Alayna captó la orden y sonrió mientras Gian tosía con brusquedad. Su rostro estaba rojo por la furia, nunca lo había visto así de indefenso con nadie. Aprendería una lección después de este altercado: nunca subestimar al sexo opuesto.

—Esto no quedará así —tosió Gian.

—¿Qué harás? —Lo desafió Alayna—. Al Capo no le gustará saber que robas parte de su mercancía y le ofreces drogas a su heredero. ¿Cuántos euros le has hecho perder porque también eres un consumidor?

Gian me miró en busca de ayuda. Si mi padre se enteraba iba a haber represalias. Ambos perderíamos, pero yo sería el más afectado. No nos convenía que nuestro desliz quedara en evidencia.

—Vuelve con Liana, yo me haré cargo.

Asintió con la mandíbula tensa y salió de la bóveda sin echarle otro vistazo a Alayna. Me agradaba mi primo, pero había veces que sobrepasaba los límites. Era caprichoso y siempre obtenía lo que se proponía. Trataría de vengarse, aunque dudaba que pudiera con la mariposa negra. No había rival para esta mujer.

—Nunca vuelvas a decidir por mí, no me importa que trabajes con mi padre. Yo no soy tu peón.

—No eres capaz de negarte a los vicios y anoche lo demostraste.

Maldita sea... ¿Cuántas veces iba a arrepentirme por cometer ese error?

—No me conoces, Alayna. No sabes de lo que soy capaz.

Su sonrisa fue instantánea y sus manos aterrizaron en mis hombros antes de que mi espalda golpeara la sucia pared. con promesas crueles. Estaba atrapado bajo su hechizo, no quería escapar.

—Soy otra adicción —Su lengua me rozó los labios—. Si te pidiera un poco de sexo no me negarías nada.

Me burlé.

—Estás muy llena de ti misma, ¿no?

Se presionó un poco más y perdí la capacidad de respirar. Sí, tenía razón. Deseaba desnudarla y hacerla mía hasta que no pudiera soportarlo. Oírla gritar mi nombre se había convertido en mi nueva fantasía favorita.

—Tus pasiones te controlan —prosiguió—. Eso te convierte en una presa fácil.

Mis manos cayeron en su culo y apreté su cuerpo contra el mío. La única reacción que mostró fue la débil agitación de sus pechos. Estaba afectada, aunque se negaba a demostrarlo.

—No me importaría caer en tus redes.

Tocó mi nariz con la punta de su dedo.

—El control es poder, Luca —susurró—. Tú no lo tienes.

Se apartó de mi cuerpo y a mí me costaba recuperar el aliento. ¿Cómo podía actuar tan natural mientras yo ardía por dentro? Necesitaba una ducha desesperadamente y orientarme. Esta mujer nublaba cualquier sentido común.

—¿Hay otros asuntos que debemos resolver? —preguntó.

Aclaré mi garganta y lamí mis labios secos. Disciplina, necesitaba gobernar el arte de la disciplina porque tenía razón. El control escapaba de mis manos cuando ella estaba cerca.

—Veremos la última carrera de la noche, aposté dinero.

—Supongo que después volveremos a tu aburrido castillo.

—Sí —carraspeé.

¿No podía formular una oración más larga? ¿En qué ser patético me había convertido? Todavía seguía aturdido cuando nos encontramos con Gian, Liana y Luciano. Los apostadores estaban eufóricos por el espectáculo que tenía lugar en la pista.

—El escándalo que hiciste ayer es tema de conversación en todo Palermo —masculló Luciano a mi lado—. Tienes suerte de que se presentó algo importante y tu padre se fue temprano con Carlo.

Mientras Gian se retiraba a buscar una bebida, Alayna platicaba cómodamente con Liana. Me gustaba que se llevara bien con mi familia. Logró ganarse las sonrisas de Kiara y ahora congeniaba con Liana. Algo que Marilla nunca podría. ¿Por qué demonios las comparaba?

—A Marilla no le importó mucho, no recibí mensajes de ella.

Luciano se rió.

—Tú nunca le importaste, Luca. Ella estaba teniendo una despedida de soltera en privado con su guardaespaldas.

Mis cejas se levantaron y mis labios se curvaron en una sonrisa.

—Eso suena maravilloso. ¿La viste personalmente?

Su carcajada resonó en la pista y bebió un trago de cerveza.

—La seguí mientras estabas divirtiéndote con un par de pastillas —Su tono bajó y me miró con seriedad—. Discutían y él la tocó de una forma que un guardaespaldas no debería hacerlo.

Apreté la mandíbula.

—Por supuesto que no. Ella es menor de edad aún.

—Sucedió en cuestión de segundos —prosiguió Luciano—. Y tengo la prueba justo aquí.

Sacó el celular de su chaqueta y me enseñó a qué se refería. Exploró sus archivos multimedia y después hizo clic en la galería. La sonrisa regresó a mis labios mientras miraba atentamente la imagen. Veía a Marilla presionada contra la pared en una escena sugerente con su guardaespaldas sobre ella. Conocía esa expresión. Él estaba celoso.

—Esto fue después de que pediste su mano.

—Interesante —murmuré—. Ella fue infiel en mi propia casa.

—Y sin miedo.

No me sorprendía por parte de Marilla, pero su guardaespaldas era una historia diferente. Carlo lo mataría si supiera que puso una mano sobre su hija consentida.

—No es suficiente, necesito más. Es mejor tener todos los recursos posibles. Ella es muy capaz de negarlo y acusar a su guardaespaldas de acoso.

—No se veía como acoso.

—Lo sé, pero Carlo adora a su hija —dije—. Si ella sostiene que Iker es un abusador lo matará y será perdonada. Es una excelente manipuladora.

Asintió comprendiendo mi punto. Yo la conocía mejor que nadie, a mí no podía engañarme como a sus padres. La edad siempre era un factor favorable. Nadie creía que una chica de diecisiete años fuera capaz de hacer tanto daño. Marilla era mala y tarde o temprano lo demostraría.

—Seguiré investigando.

Le palmeé la espalda.

—Gracias por no dejarme solo.

—Estoy a la orden.

Acepté dos latas de cervezas y me acerqué a Alayna. Estaba entretenida mirando la carrera que transcurría en la pista. Gian y Liana se besaban explícitamente. Siempre fueron muy demostrativos y no les importaba tener público.

—¿Cerveza? —Le ofrecí una lata a Alayna.

Giró la cabeza, mirándome con esos helados ojos azules.

—No, gracias. No bebo mientras trabajo.

—Eso suena muy aburrido. ¿Qué edad tienes?

—Veintiocho.

Bueno, era cinco años mayor que yo.

—¿Cuál es tu fuente de diversión?

—La muerte y el sexo.

Lo supuse.

—Queda bien con tu personalidad —La miré de arriba abajo.

Quería conocer sus secretos, sus sueños, sus miedos. Cosas simples como su comida favorita, su tipo de música y los lugares que amaba frecuentar. Lo necesario para ver quién era realmente por dentro. Sabía que había mucho más detrás de la mujer ruda y fría.

—¿Qué hay de los tuyos?

Abrí la lata sin quitar mis ojos de ella. Me complacía que estuviera interesada en mis pasatiempos. A la mayoría de las personas no les importaba nada de mí excepto lo que significa ser un Vitale en Italia.

—Escuchar música, leer, ir al gimnasio —mascullé—. Cosas banales que disfruto cuando tengo tiempo. Veo series y películas. El terror es mi género favorito junto al misterio.

Una sonrisa se apoderó de sus labios y acorté la distancia que nos separaba. Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que había sonreído conmigo ese día. Me hacía sentir afortunado porque podía jurar que muy pocos tenían el mismo privilegio.

—Sí, definitivamente suena banal.

—¿Has hecho lo que mencioné?

Alzó los hombros en un gesto de indiferencia.

—Antes de la organización me distraía con esas cosas insignificantes.

—¿Cómo cuáles?

Su risa era suave.

—Otra vez la mierda de querer conocerme, ¿eh?

—Tenía que intentarlo.

—Ríndete —dijo—. Nunca te daré lo que quieres.

—Eso ya lo veremos.

Los siguientes minutos observamos transcurrir la carrera. Ella no volvió a hablar, pero su presencia opacaba cualquier espectáculo que se desarrollara. Alayna Novak era más que interesante.

🦋

Alayna

Me encantaba jugar con él.

Divertirme con el príncipe mafioso haría que mi estadía con los Vitale fuera menos insípida. Me pidió que matara a ese infeliz y lo hice. Quería descubrir sus debilidades, pero también abrazar su perversión. Su gentileza me atraía lo cual era curioso. Su aura era diferente a la de otros hombres que había conocido. Con Luca no sentía la constante necesidad de estar a la defensiva. Me transmitía un tipo de sentimiento que no lograba entender. Sonaba cliché, lo sabía, pero cuando hablábamos no me juzgaba.

—Mañana viene la parte más difícil —comentó mientras conducía.

Observé su perfil. Lucía inquieto y nervioso. Me tensé cuando deduje que lo tenía tan atormentado.

—Las mulas que mencionó tu padre. ¿Te refieres a eso?

Odiaba el maldito término porque consideraba a las mujeres como animales. Leonardo Vitale era un monstruo que no amaba ni a su propia esposa. No esperaba nada bueno ni decente de él.

—Sí, es el negocio que genera más dinero —Me observó por un breve segundo, la rabia transformó sus rasgos en un rostro que no había visto antes—. Una vez al mes visito al proveedor de mi padre. Yo me encargo de escoger a las mujeres que venderán.

El dolor obstruyó mi garganta y me ahogué en la amargura.

—¿Cómo puedes?

Luca sacudió la cabeza.

—No lo sé, Alayna. A veces tengo pesadillas —Sus ojos brillaron mientras mantenía su atención en el camino frente a nosotros—. En mis sueños veo a miles de chicas pidiéndome ayuda y yo no puedo hacer nada.

La angustia en su voz me quebró y entendí porque estaba tan alterado cuando lo vi dormido. Su conciencia lo torturaba día y noche.

—Lo siento.

—Nunca tuve una infancia como el resto de los niños —continuó—. Mi padre y mi abuelo se encargaron de destruirla para convertirme en un peón.

El corazón empezó a latirme con fuerza a pesar de que traté de controlarlo.

—¿Por qué me dices esto?

—Porque necesito una aliada en este infierno —Sus palabras eran roncas, su sonrisa era dolorosa—. Sueño con matarlos a cada uno de ellos.

—¿Tú harías eso?

Finalmente, detuvo el auto frente a la mansión.

—Estoy cansado de ser un títere. Solo quiero vivir y romper las reglas que me mantienen atado desde que nací. No deseo casarme con Marilla, odio vender mujeres, odio mi vida, Alayna.

Me concentré en observar la enorme mansión. No soportaba ver la vulnerabilidad en sus ojos.

—No puedo ayudarte.

Agarró mi barbilla, llevando de regreso mis ojos a los suyos.

—Sí, si puedes —señaló—. Cuando veas a las chicas me darás la razón —Se estremeció un segundo—. Es desgarrador verlas en esa situación y no poder hacer nada. ¿No me dijiste que matabas a hombres que las lastimaban?

—Hay asuntos que no me incumben.

Escuché su risa cuando bajé del auto, cerrando la puerta.

—Eres una asesina, pero eso no te hace indiferente. Altruista, ¿recuerdas? —Se precipitó a mi lado—. Sé que no estás aquí solo por Ignazio. Matar a mi padre también es tu objetivo.

Mi temperamento se encendió y apenas pude controlar la ira.

—Tu padre no es mi problema —mentí—. Si piensas que vas a convencerme estás tomando un rumbo equivocado. No me gusta que me manipulen.

Tenía una enorme sonrisa en el rostro.

—Estoy pidiendo tu ayuda —corrigió él y miró detrás de mi espalda—. Odias a tipos como mi padre y es una razón suficiente —Hizo una pausa y emitió un suspiro—. Mañana me darás la razón, Alayna. Confía en mí.

Se adentró en la mansión, dejándome sin palabras. Ahora me daba cuenta de que me había equivocado sobre él. Luca Vitale no era un idiota inmaduro como yo creía. Maldita sea, odiaba que me gustara demasiado.

🦋

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