El asistente ©

By TatianaMAlonzo

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Los apodos: Bruja, Víbora, Suripanta, Casquivana, Cruella de Vil, Vampiresa, Maléfica, Anaconda, Rein... More

Presentación
PARTE I
1. Se me asigna el apodo: la carnada
2. No me recuerden que la primera impresión es importante
3. Lo que se aprende viendo Keeping Up with the Kardashians
4. La maldad se celebra bebiendo un cosmopolitan
5. Nuevos apodos para Ivanna
6. ¿Me veo bien?
7. Lucalicius
8. Aquí lo que importa es Henry Cavill en traje de Superman
9. Estrellita
10. Lo que me dijeron que no hiciera
11. ¿Quién tiene la palabra?
12. Trátala bien
13. ¿Cómo se supera ver a tus amigos en lencería?
14. Show Me the Meaning of Being Lonely
15. ¿Lo soñé?
16. Ratoncito
17. Lo que diga el Sinhueso
18. El rosa es rojo diluido
19. El escote
20. La perfecta musa
21. No eres opción, eres privilegio
22. Diabolus in caritate
PARTE II
23. Placer culposo
25. Dulce de menta
26. Una rodilla en el suelo
27. Ahora tengo una amiga especial
28. Juguetito nuevo
29. Clase de sexualidad con Sauron y Han Solo
30. La guillotinadora
31. Ya había dicho que es la perfecta musa
32. Como cuando Ivanna te tiene de las bolas
33. ¿Si Lobo es Aquiles..., Ivanna es Helena y yo Paris? ¿Y Marinaro quién es?
34. Monstruos
35. El amor espera, según Radiohead
36. La importancia de saber sobre Kevin Richardson
37. Cuando él aún usaba pañal yo ya me vestía sola
38. La importancia de la cultura pop, el traductor de Google y...
39. Nunca antes había...
40. Con el mismo final que Titanic... pero sin el iceberg
41. Un par de inconvenientes
42. Dejando claro que no es bueno tener expectativas
43. Los consejos de Marinaro
44. Rosa marchita
PARTE III
45. ¡Hasta que te conocí...!
46. Como advertencia: no negocies con Ivanna Rojo
47. Tequilas, besos y un indudable aliento fresco
48. Sí, Ivanna adora a los niños
49. ¿Pulgar arriba?
50. Pulgar abajo
51. One Direction vs. Backstreet Boys, la teoría de...
52. En el juego llamado «vida» sigo siendo la pelota
53. Esto no es una competencia
54. Prudencia
54. Prudencia. Parte 2
55. Rojo
56. Enamorarse de Afrodita
57. Enamorarse de un niño artista
58. Enamorarse
59. Esa cloaca llamada Doble R
60. Las joyas tardan más que las rosas
61. Calorías
62. Contrato
62. Contrato. Parte II
63. Oso
63. Oso. Parte II
64. La perspectiva es importante
65. María Magdalena
66. Las «inesperadas» confesiones de Alex y Roy.
67. Una luna, arena, palmeras, mar y estrellas que se reflejan en el mar
68. El rojo también es el color del atardecer
69. Je vais le regretter
69. Je vais le regretter. PARTE II
70. Victoria
71. Lady In Red
72. Wǒ ài nǐ
72. Wǒ ài nǐ. PARTE II
73. Post-It
Nota de autora

24. Estrellita dónde estás

58K 9.4K 6.9K
By TatianaMAlonzo

Dedicado a JoohaaFunebrera. ¡Gracias por tu hermoso comentario sobre Luca!

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24. Estrellita dónde estás


«Estrellita, ¿dónde estás?

Me pregunto quién serás

En el cielo o en el mar

Un diamante de verdad»

Hermosa.

Así se ve.

Endiabladamente hermosa.

Su vestido color negro cae sobre el piso y le ciñe cada curva desde el busto hasta la cadera; no obstante, a la vista salta un escote generoso, instigador. Además de eso, al tener el cabello sujeto en un moño simple, por segunda vez puedo ver la constelación de lunares en su espalda.

«No la mires», me desafío.

«Estrellita, ¿dónde estás? Me....»

—¿Avisaste que llegarás tarde?  —pregunta, sacándome del ensueño.

—Sí —Intento hacer memoria—. Le avisé a mi ma... —Aunque pronto caigo en cuenta—. Soy un adulto, Ivanna. Puedo llegar tarde.

Ella sonríe divertida y nuevamente la miro.

Sus labios rojos es lo que más sobresale, contrastan con la palidez de su piel y los hilos brillantes de su cabello negro. Por lo demás, camina con gracia, segura de si misma, como si hubiera nacido sobre tacones de aguja. Soy el tipo más afortunado aquí a pesar de que ahora mismo me siento miserable.

No solo trato de no verla para no caer en su hechizo; me siento un traidor. Se supone que debo avisar al señor Rodwell que venimos a Becker Steak House. Eso me pidió antes de darme el adelanto.

¿Qué hago?

Si no aviso, él podría enterarse por otra persona; ya le informaron antes; pero si aviso..., si aviso traicionaría a Ivanna.

El restaurante luce del mismo modo que el miércoles, con excepción de que tiene música clásica en vivo, el personal viste de gala y las mesas fueron adornadas. Al fondo destaca un cartel en el que se lee «Crecemos».

—Me encantan estos canapés —escucho que alaba un invitado mientras nosotros nos abrimos paso para saludar a los Becker. Los señores se encuentran cerca de la entrada saludando en lo que Karin, la hija, parece supervisar cada atraso. No deja de lanzar miradas de advertencia a meseros y al anfitrión.

—¿Y las flores? —pregunta con alarma el anfitrión a dos meseros—. Debían llegar a las seis.

—Dijeron que estarán aquí en un par de minutos. Las colocamos en cuanto vengan.

—¿Con los invitados aquí? No 

—El hombre limpia su frente con un pañuelo—. Déjenlas afuera. Hablaremos con Oliver para que calme a Karin.

¿El chef? Recorro con mi mirada el salón y no parece estar por ningún lado.

—Mierda —escucho que murmura Ivanna a mi lado, le enfada esperar para saludar al señor Becker; pero no queda de otra, la dinámica es saludarles y, de no hablar con algún otro invitado, ocupar una mesa—. ¿Quieres una copa? —Me pregunta a mí y llama a una de las meseras—. A él déjale Champán, a mí tráeme un Whisky —le ordena y después de que me entregan a mí la copa van por la de ella.

—Pensé que lo tuyo eran los Cosmopolitan —digo.

—No cuando necesito relajarme.

«Y necesita relajarse porque va a cazar», me recrimino. Es por ello que, antes de que me atormente más la culpa, me vuelvo hacia ella con la intensión de confesar.

—¿Qué? —pregunta.

¿Haré lo correcto? No tengo idea. Solo no quiero ser el causante de que todo le salga mal hoy y quiero que confíe en mí.

—Hay algo que debo decirte —Ivanna levanta su barbilla. «Tú solo dilo», me animo—. El señor Rodwell habló conmigo el miércoles, sabe que tuviste una reunión con Karin Becker y me pidió que le avisara si vuelve a suceder.

La cara de Ivanna debe asemejarse a la que puso Hitler cuando supo que los soldados del eje quisieron invadir en invierno la Unión soviética.

—¿Y ya le avisaste?

¿En serio ese tipo de persona me cree?

—No. Te cuento porque no sé qué hacer.

Parece querer ahorcarme. Del mismo modo me ve con duda. ¿Digo toda la verdad o no? Debe decidir si confía, por lo que voltea hacia otro lado pensando. ¿Eché a perder lo que hemos avanzado?

—Llámale y dile que preguntaste y yo contesté que nos reuniremos otra vez el domingo a primera hora ahí mismo en el restaurante, que Karin Becker nos atenderá y por último aclara que pudiste llamar porque aparqué en una gasolinera; pero que te di la orden de que apagaras tu teléfono porque tengo una reunión de última hora con el empresario Valentino Marinaro y no-quiero-teléfonos.

Asiento.

—Eso te lo creerá —asegura, pareciendo querer convencerse a si misma—. Anda, marca —ordena y me apresuro a hacer la llamada frente a ella.

—Señor Rodwell, es Luca Bonanni —saludo al jefe con Ivanna mirándome desafiante—. Ivanna acaba de decirme que nos reuniremos otra vez con Becker el domingo ahí mismo en el restaurante.

—¿El domingo? —Él parece tomarlo con humor.

—Sí. Ivanna incluso me cuestionó si quería trabajar domingo, y que si no, que me quedara en mi cama.

Ivanna aprueba esa declaración; puesto que, de cualquier manera, suena a algo que diría ella.

—Ya veo —Rodwell parece pensarlo.

—Y no puedo llamarle más —continuo—. Ella aparcó en una gasolinera, pero vamos camino a una reunión con un empresario de nombre Valentino Marinaro y me pidió apagar el teléfono.

Ivanna se apresura a sacar de su bolso un teléfono para hacer ella misma una llamada.

—Por supuesto... Bien, Luca —Rodwell parece creer lo que se le dijo—. Hazle caso.

No dice más.

—Bien. Lo veo luego entonces —cuelgo.

Nervioso, me acerco a Ivanna cuando termina su llamada.

—¿Te creyó? —pregunta.

Trago saliva.

—Eso creo.

La veo dirigir su atención al ventanal que muestra el estacionamiento. Luce tensa.

—¿Qué pasará el domingo cuando vengan y no nos encuentren? —pregunto—. O si le avisan que nos vieron.

—Asumirá que te mentí camino acá porque sospeché que hablarías y te pedí apagar tu teléfono para que no sigas pasando información —Ivanna me mira—, y creerá que continuas de su lado.

Cambio el peso de mi cuerpo de un lado a otro donde estoy. ¿Continuo de su lado?

—Me lo dirás todo —agrega Ivanna—. Todo.

Asiento pese a que no me atrevo a mirarla a la cara. Ella, mientras, bebe del Whisky que le acaba de traer la mesera.

Hago lo propio con mi burbujeante Champán.

—¿Prefieres un Whisky? —me pregunta.

Niego con la cabeza.

—Estoy bien con la Champán.

Al menos por el momento.

—Quiero que estés pendiente —continúa—. Avísame si ves a alguien de Doble R aquí, sobre todo a Marcelo Lobo.

—Sí.

Después avanza sola hacia donde se encuentra los Becker, ya sin mucha gente rodeándoles, y no me da la oportunidad de que le vuelva a ofrecer mi brazo.



—¿Oliver cocinó? —le pregunta una señora a Karin Becker.

—No. Hoy también es un invitado —contesta Karin mirando en todas direcciones sin dejar de sonreír—. Lo que no sé es dónde se metió —añade, entre dientes.

De nuevo yo mismo lo busco entre la gente. Pero no, ni su rastro.

—Debe estar ocupado con algo, cielo —lo disculpa con su hija el señor Becker—. Oliver es muy solicitado aquí —dice a los invitados—, la gente lo adora, creo que se vuelven clientes frecuentes por él.

—Yo solo vengo por él —confirma la señora.

Ivanna, aprovechando que parece estar de buen humor, se acerca a saludar al señor Becker, cuya mirada recae en el escote de mi jefa. Él es el objetivo aquí. De cualquiera manera, sin reparo, luego de un intercambio de palabras, pasa de nosotros y en compañía de su esposa va en búsqueda de otros invitados.

—Debe sospechar a qué vienes —se disculpa Karin con Ivanna.

Ivanna no deja de sonreír, aunque una sonrisa forzada, de indignación.

—Quiero pensar que tengo el resto de la noche.

—Suerte con eso —contesta Karin Becker con su atención más allá de nosotros. El chef acaba de llegar y saluda de lejos a varios invitados mientras con una mano se acomoda unas gafas de sol y con la otra sostiene una bolsa enorme de Burger King. Además de que masca chicle y trae el corbatín mal ajustado—. Con permiso —pasa de nosotros Karin Becker molesta.

La bolsa de Burger King termina en el bote de basura cerca de la puerta junto con el chicle y a la par ellos discutiendo.

Ivanna pide una mesa para nosotros y el anfitrión nos asigna una de las más lejanas a la mesa de los Becker. Mi jefa dice que no le sorprende, no figuramos en la lista de invitados, estamos aquí por una cortesía de última hora por parte de la hija de los señores.



Seria, posiblemente aún molesta porque le oculté información o porque Becker la trató como a cualquier otro mortal, Ivanna solo parece querer tener cerca a su Whisky. Sentada a mi costado, dos sillas lejos de la mía, me mira a ratos de un modo que no sé describir. Es como si estuviera decidiendo qué hacer conmigo. Dolerá si insiste en no quererme cerca. La mesa es para ocho personas, aunque por el momento solo estamos nosotros. Sin embargo, aún incomoda, luego de un par de minutos se retira para hablar por teléfono. Desde mi lugar la veo instalarse en una esquina para discutir con quien sea que esté al otro lado. No obstante, parece hacerle bien porque regresa de mejor humor.

Cuando vuelve a ocupar su asiento toma aire y sonríe manteniendo sus ojos en mí.

—Valoro tu buena disposición al decirme lo que te pidió Rodwell —dice, volviendo a tomar aire—. Sin duda hice bien en darte un voto de confianza.

Ella no deja de sonreír, de hecho me da un poco de miedo.

—En verdad lo lamento —me disculpo.

—No pasa nada —Ella le resta importancia con un gesto de su mano—. Lo que importa es que estamos aquí disfrutando una buena champán y cualquier momento de la noche puede ser oportuno para que Becker ceda.

—Sí.

—Déjame arreglar tu cuello —Se apresura a decir dejando atrás los dos asientos que nos dividen para sentarse en el que está junto a mí.

—¿Está mal? —pregunto.

—Nada que no se pueda arreglar —Me tranquiliza y, sin quitarme los ojos de encima, se ocupa del cuello de mi camisa.

Puedo sentir el suave roce de sus dedos y el embriagador efecto que tiene en mí su perfume. Es mejor que Diabolus in caritate y, para ser sincero, me gustaría saber el nombre para hacer algo muy enfermo como rociarlo en mi almohada.

—En verdad te ves muy apuesto —dice de pronto; tengo que tragar saliva, y, aún ocupada con el cuello de mi camisa, roza con su dedo pulgar todo el contorno de mi barbilla y cuello.

«Estrellita, ¿dónde estás?

Me pregunto quién serás

En el cielo o en el mar

Un diamante de verdad»

A este paso también terminaré cantando El bosque de la china, la Gallina Turuleca y El ratón vaquero.

«También olvidé cómo respirar»

—Gra-Gracias —consigo decir

—¿Me regalas de tu champán? —pregunta por fin liberándome.

—Caca-claro —Alcanzo la copa, se la entrego y, con su mirada fija en mí, la miro beber de esta,

Aclaro mi garganta debido a los nervios y ella ni pestañea.

Preocupado por estar haciendo el ridículo, miro hacia otro lado y continúo de esa manera hasta que la escucho dejar caer la copa de champán con enojo para en seguida coger su teléfono y alejarse.

Aprovecho para dar yo mismo un trago a la copa de champán. Aunque inmediatamente la miro con duda. ¿Cuánto de alcohol tiene? Porque creo haber imaginado a Ivanna flirteando conmigo.

Se instala en la misma esquina con teléfono en mano y esta vez, además de hablar, zapatea con enojo el piso.

La veo pedir otro Whisky a uno de los meseros y a continuación avanzar hacia acá. Entretanto, en medio del aviso de que pronto el señor Becker nos dará unas palabras, nuestra mesa finalmente es ocupada por más personas.

El único asiento que queda libre para Ivanna es el que está a mi lado. Lo ocupa al volver. En cualquier caso, no conforme con eso, aproxima más su asiento al mío; lo acomoda hasta que estamos hombro con hombro.

Ya lo pensé y no creo que sea mi champán; es su Whisky.

—Ya no tendremos privacidad —susurra en mi oído, en el acto rozando ligeramente mi oreja con sus labios.

—No —musito, casi seguro de estar sudando, pero Ivanna no se aleja.

—Pasé por la mesa de mariscos —agrega—. ¿No me quedó el olor?

—No —vuelvo a decir sin mirarla. ¡Piedad, mujer!

—Desde ahí no lo vas a sentir —insiste y la miro—. Acércate.

¿Cuánto más? Ya estamos hombro con hombro. Pero termino haciendo caso. ¿A alguien le sorprende?

Me inclino sobre ella, mi nariz ahora está a un centímetro de su cuello, dándome de esa manera una vista panorámica de su escote. Y no, no huele a mariscos, huele a pase VIP al cielo.

En esa posición ella eleva su pecho, consiguiendo así que mi nariz se adhiera a su piel y le roce del cuello hasta la parte superior de su pecho. No sé qué me mantiene consciente. Todas mis defensas deben haber abajo con excepción de una única neurona que imagino dentro de mi cabeza con pompones en mano y vestida de porrista gritando a todo lo que da «¡Luca, Luca, Luca!»

Pongo todo de mi para recuperar la compostura y, con un escalofrío recorriendo mi espina dorsal, me alejo de ella y de mí. Ni siquiera tengo que preguntar por el Sinhueso, ya no es un caballo relinchando, ahora es un elefante; un enorme elefante salvaje del África que barrita y mueve sus orejas con mucha más enjundia que Dumbo.

Tomo aire sin importarme lo que piense Ivanna.

También tengo sed.

—Buenas noches, amigos y amigas —saluda el señor Becker a los invitados desde uno de los micrófonos de la orquesta en vivo, su esposa y su hija le acompañan—; para Becker Steak House es un gusto tenerles aquí para anunciar que crecemos. No, Karin no está embarazada —bromea y en seguida mis ojos vuelven a buscar al chef. Camina en medio de las mesas sonriendo con antipatía a quienes insisten en felicitarle. Se dirige a la salida.

He leído suficientes cómics y libros de fantasía épica como para darme cuenta de que el chef es nuestra oportunidad. Da problemas a la familia pese a que es parte de ella. ¿Está dispuesto a hablar?

Becker Steak House se expandirá por el país y nosotros con él.

Al discurso de Becker le siguen intervenciones de amigos felicitándole.

Miro a Ivanna, está sentada de brazos cruzados, cual niña pequeña a la que le arrebataron su juguete preferido, pero no me atrevo a imaginar el porqué.

—¿Necesitas algo? —decido preguntarle.

Se vuelve hacia mí sonriendo y me entrega el vaso de Whisky vacío. Con todo y eso, no me animo a decirle que ya fue suficiente. No cuando su sonrisa me dice «Todo está bien» pero sus ojos gritan «Te quiero asesinar».

Me pongo de pie y empiezo a buscar a los meseros. En eso, miro al chef hurgando el basurero a un costado de la puerta; coge de este una cajita con papas fritas que seguramente aún contenía la bolsa que tiró su novia, y sin reparo procede a comerlas.

Es mi oportunidad.

No obstante, se me adelanta una mesera.

—¿Ya te vas? —le pregunta él.

—Karin —dice ella como respuesta—. Está enfadada porque no traje completo el uniforme. Él se echa a reír—. No es gracioso, Oliver.

—Sí lo es.

—Seguro me descontará el día.

—Yo hablo con ella —promete él y la chica ahora luce feliz.

—No me voy ya —le asegura señalando con insistencia hacia la izquierda—. Estaré un rato allá atrás en caso necesites... un poco de aire.

Hasta yo entiendo esa indirecta.

—Te alcanzo en un minuto —le promete él y para despedirse se sonríen.

Caray.

Yo soy... sigiloso.

—Bastante alegre tu suegro —comento instalándome al otro lado del bote de basura, pero él guarda silencio—. El lugar en general es bonito.

—Dile a tu jefa que tenían más oportunidad de venir ella —contesta luego de mis estúpidos intentos de entablar una conversación.

—Ella no me envió.

—Sí. Becker no quiere poner en manos de otra empresa la expanción. No pierdan su tiempo —aconseja.

—Pero no somos cualquier otra empresa.

—Amigo, la verdad no es mi problema —asegura devolviendo la cajita de papas vacía al basurero—. Ahora si me disculpas —palmea sus manos para limpiar y comienza a caminar hacia la puerta.

—¿Seguro que te conviene hablarle así a la persona que te está viendo marchar con otra chica? —amenazo.

—Dile —Me anima, devolviéndose y sin perder su buen humor—. Por favor ve y dile.

O ella lo ama demasiado para, a pesar de lo que hace, no dejarlo..., o él es suicida. No importa. Dejo caer mis hombros sintiéndome derrotado.

—Lo siento —agrega él, retomando su camino.

—No pasa nada. No es tu culpa —admito, mirando hacia la mesa en la que aún se encuentra Ivanna cruzada de brazos—. Soy yo el que a veces se pregunta qué hace aquí cuando es viernes por la noche. Debería estar jugando Xbox con mis amigos junto a un enorme tarro de Cheetos.

Esta vez Oliver se vuelve lentamente.

—Solo quería quedar bien con mi jefa —sigo confesándome—. Le fallé hace un rato y... ya sabes. No es como si tú necesitaras quedar bien con una chica —Por primera vez serio, él mira de mi al lugar en el que todavía se encuentran recibiendo elogios los Becker.

—Mira, a él no le interesa que le ayuden con la expansión. Cree que puede solo —dice Oliver, sorprendiéndome—. Por otro lado, lo que sí le interesan son los contactos que le pueda ofrecer tu jefa, los contactos que le pueda ofrecer cualquiera. El tipo es un ego. A él le interesa relacionarse con más gente influyente. Sé adulador y dile que con el trato que le ofreces podrá sentarse junto a Dios y lo tienes.

—Gracias —digo, sin palabras. No esperaba que mencionar mis viernes tristes jugando Xbox ayudara.

—Te veo luego —Se despide Oliver con la misma actitud apesadumbrada.

—¡Te debo una! —Le aseguro y él, sin volverse, hace otro gesto de despedida con su mano; después se saca el corbatín del cuello, lo arroja al piso y desde el ventanal lo miro llegar al estacionamiento para abrir una camioneta, subir a esta y, tras apoyar su cabeza durante unos segundos sobre el volante, marcharse.

Quizá no sea tan mala persona como pensé.

Aunque ahora es mi turno de dar cuentas. Ivanna ahora está mirándome; y no es cualquier mirada, hablamos de Ivanna trae-tu-culo-aquí Rojo. Tardé demasiado... suficiente. Pido el vaso de Whisky a un mesero y regreso con ella a la mesa. 

Regreso a pesar de que ella tiene una mirada que me obliga a reconsiderar que en serio ya fue demasiado Whisky. 


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¿Extrañaban a Oliver? Quienes no lo conozcan, él es el prota de la bilogía La reputación: La mala reputación de Andrea Evich y La buena reputación de Oliver Odom; ambas disponibles aquí en Wattpad ♥

Por otro lado, a lo que nos truje chencha, ¿conseguirá Ivanna que Luca ceda? Si saben a lo que me refiero 7u7¿Cazarán finalmente a Becker Steak House? No se pierdan SÍ o Sí el siguiente capítulo porque -como advertencia les digo- tendremos un incendio.  No-leerlo-en-público. 

Gracias por estar siguiendo las cuentas de instagram LucaBonanni93 e Ivanna.Rojo. La de Ivanna subirá más contenido hoy. 

¡Y GRACIAS por votar! ♥

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