Belleza Oscura [En Librerías]

By JessRe

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Alayna Novak es una asesina sin corazón, pero cuando su camino se cruce con el de Luca Vitale, despertará en... More

¡Belleza Oscura en Librerías!
Sinopsis 🦋
Prólogo 🦋
Capítulo 1 🦋
Capítulo 2 🦋
Capítulo 3 🦋
Capítulo 4 🦋
Capítulo 6 🦋
Capítulo 7 🦋
Capítulo 8 🦋
Capítulo 9 🦋
Capítulo 10 🦋
Capítulo 11 🦋
Capítulo 12 🦋
Capítulo 13 🦋
Capítulo 14 🦋
Capítulo 15 🦋
Capítulo 16 🦋
Capítulo 17 🦋
Capítulo 18 🦋
Capítulo 19 🦋
Capítulo 20 🦋
Capítulo 21 🦋
Capítulo 22 🦋
Capítulo 23 🦋
Capítulo 24 🦋
Capítulo 25 🦋
Capítulo 26 🦋
Capítulo 27 🦋
Capítulo 28 🦋
Capítulo 29 🦋
Capítulo 30 🦋
Capítulo 31 🦋
Capítulo 32 🦋
Capítulo 33 🦋
Capítulo 34 🦋
Capítulo 35 🦋
Capítulo 36 🦋
Capítulo 37 🦋
Capítulo 38 🦋
Capítulo 39 🦋
Capítulo 40 🦋
Capítulo 41 🦋
Capítulo 42 🦋
Capítulo 43 🦋
Capítulo 44 🦋
Capítulo 45 🦋
Capítulo 46 🦋
Capítulo 47 🦋
Capítulo 48🦋
Epílogo 🦋
SECUELA DISPONIBLE 👑

Capítulo 5 🦋

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By JessRe


Alayna

Él intentó actuar indiferente, pero su cara me dijo lo contrario. Herí su ego cuando afirmé que no era mi tipo. ¿Pensaba que caería en su juego? No vine aquí para entretenerlo. El plan era acabar con todos aquellos que trataban de dañarlo. ¿Por qué esperaba otra cosa? El príncipe debería ordenar sus prioridades. Su lenguaje corporal lo delató, también la forma en que sus ojos devoraron cada parte de mí. Le gustaba y mucho.

«No me mires así, Luca. Nunca lo hagas»

Si no fuera un cliente quizás le daría una oportunidad. Era atractivo y en la cama pasaríamos un buen rato. Una lástima que solo obtendría de mí una relación estricta y profesional. No arruinaría esta misión, no cuando había mucho en juego. Si empezábamos a involucrarnos todo se complicaría.

Conocía a hombres de su tipo. No iba a conformarse con algo de una vez. Querría más y se volvería adicto. Tuve el mismo efecto en muchos. Utilicé mi cuerpo como arma en varias ocasiones.

El sexo les daba poder a las personas.

Más a una mujer como yo.

Exploré el área sin perderme ningún detalle. Los invitados estaban entretenidos, la música aligeraba el ambiente y una chica en especial nunca dejó de mirarme. Era la prometida de Luca que se sintió amenazada por mi presencia cuando entré. Perdía su tiempo porque no peleaba por hombres y no era ninguna competencia. Finalmente, alguien la agarró de los brazos y la apartó de mi escrutinio. En otro rincón, Leonardo estaba en una acalorada conversación con su padre y El Consigliere. Yo observaba, analizaba y escuchaba. No bajaba la guardia.

—Las mujeres de bajo rango no usan un vestido Versace —Emilia se posicionó a mi lado —. Menos uno que muestra demasiada piel. Recuerda tu lugar.

Sonreí con la postura relajada y la miré con interés. Ella ni siquiera golpeó un nervio en mí, sus palabras me tenían sin cuidado.

—¿Cuál es mi lugar, señora?

—Escolta de mi hijo. Compartes categoría con los soldados —alegó como si fuera algo desagradable para decir—. Eres una mujer vulgar.

¿Mujer vulgar? Mirándola fijamente supe al instante que tipo de persona era. Resentida, amargada y depresiva. Nunca fue feliz en su matrimonio. Su marido la sometía, su voz era silenciada y no tenía autoridad en esta casa. Vivía un infierno. Resistía porque amaba demasiado a sus hijos.

—¿Y eso me hace menos? —inquirí—. Tenga presente que esta mujer vulgar protegerá el suelo que pisa su heredero. Debería darme las gracias.

Sus labios pintados se encogieron con odio.

—No entiendo por qué mi marido escogió a una mujer como tú para el trabajo. Hay soldados que pueden hacerlo mucho mejor.

Mucha elegancia en la ropa, pero su educación dejaba que desear.

—Su marido sabe que soy buena en lo que hago —dije con una sonrisa—. He matado a más hombres de los que cree. La mayoría de ellos me veían como un ser inferior por ser mujer, pero terminaron mal. No me subestime, señora.

Frunció el ceño, sus cejas arrugadas mientras me miraba.

—¿Es una amenaza?

Estaba harta de su existencia mundana. Las personas superficiales como ella me provocaban sueño y dolor de cabeza.

—Tómelo como quiera.

Volvió a lanzarme esa mirada sucia que vi en ella desde que llegué a la mansión.

—Una peste como tú no contaminará a mi familia. Me encargaré de que mi marido te lance a la calle pronto.

Dudaba que sucediera con todos los millones que me había pagado. Además, Vitale no seguiría las órdenes de su esposa. Era demasiado orgulloso y machista. Antes era capaz de matarla.

—Su familia ya está contaminada.

Se giró sobre sus talones y desapareció en la multitud. No podía creer esa ridícula conversación. Lo que menos deseaba era meterme en dramas innecesarios. ¿Pero dónde quedaría la diversión si las cosas fueran tan fáciles?

—Veo que mi madre ya hizo su parte —Se rió Kiara, acercándose—. Ignórala. Ella es desagradable con todos, menos con Luca. Es su consentido.

—Si fuera su consentido, no permitiría que se case con una ardilla molesta.

La sonrisa de Kiara se ensanchó y soltó una risita.

—Lamentablemente ella no puede impedir el desafortunado evento. Mi padre ya lo decidió con el Consigliere.

Una tradición típica en las familias mafiosas italianas. Luca era una marioneta más que nació para cumplir con los caprichos de su padre y el Don. No podía ser él mismo y me parecía triste.

—Supongo que tu destino no es diferente.

Su sonrisa decayó.

—Mi obligación es casarme con un mafioso millonario para aumentar las conexiones de mi familia —Se encogió de hombros—. Ser una buena esposa y complacerlo en todo. Fui criada con ese único propósito. Mi padre me advirtió que me olvide de la universidad, nunca iré.

Escucharla deprimida hizo hervir mi sangre. Muchas chicas de su edad soñaban con cumplir los dieciocho años, pero Kiara no. Su peor pesadilla se haría realidad.

—Ahora eres una oruga, Kiara —solté sin pensarlo—. Un blanco indefenso para los depredadores, pero cuando tengas la edad suficiente serás una mariposa formidable y podrás decidir dónde quieres volar.

Agachó la cabeza.

—¿Cómo sería posible si vivo en una jaula?

Puse un dedo en su mentón y la forcé a mirarme.

—Las barreras se romperán algún día, cariño. El universo tiene una extraña manera de sorprendernos —Le guiñé un ojo—. Todo puede suceder.

Cómo yo matando a su padre...

—Me agradas —sonrió relajada—. Espero tenerte con nosotros mucho tiempo, se siente bien no ser la única chica en la casa.

—No eres cercana a tu madre —asumí.

Se encogió un poco.

—La relación que mantenemos con ella es... limitada —explicó en voz baja como si temiera ser escuchada—. Mi padre no le permite acercarse mucho porque cree que nos malcría y nos hace débiles.

Cada vez odiaba más a Leonardo Vitale.

—Los padres son tan decepcionantes —suspiré con nostalgia.

Me miró con curiosidad.

—¿Tienes familia?

Ignoré la forma en que mi piel se llenó de escalofríos. La última imagen que tenía de mi padre era de él muerto con una bala en la frente y lleno de sangre. Mamá en una cama cutre y su cuerpo inerte.

—No —contesté con voz plana—. Están muertos.

La expresión de Kiara era de pura empatía.

—Lamento escuchar eso.

—Yo no —dije—. Cuando ellos desaparecieron de mi vida dejé atrás a la oruga y me convertí en una mariposa.

🦋

Luca

El anillo de compromiso se sentía como una piedra pesada en mi bolsillo y solo quería lanzarlo al océano para que nadie lo encontrara. Dentro de pocos minutos debía pedir la mano de Marilla. Necesitaba desesperadamente que alguien me despertara de esta pesadilla.

Agarré una copa de champagne, aflojé mi corbata y exhalé mientras me repetía que esto era una actuación. Nada se haría realidad y pronto terminaría.

—Estás a punto de desmayarte —comentó Luciano y me palmeó la espalda—. Relájate. Tú y yo sabemos que todo es parte del espectáculo.

Tomé una respiración profunda que poco a poco ralentizó mis latidos. La confianza en mí mismo me ayudó a sobrevivir durante veintitrés años. Podía con esto y lo que venía. Tenía que gestionarlo mejor.

—Dime algo que me anime.

Luciano se rió.

—Marilla tiene aprecio por su guardaespaldas—expuso, lamiéndose los labios —. Son cercanos.

Lo vi en más de una ocasión. Se llamaba Iker Longo y era un soldado que se ganó la confianza de Carlo.

—¿Muy cercanos?

Mi primo me dio una mirada pícara.

—Aún no tengo pruebas, pero pronto las tendré.

Choqué mi copa de champagne con la suya y sonreímos.

—Lo usaré a mi conveniencia si lo considero oportuno.

—Tú sabrás qué hacer.

Mis ojos indagaron en la multitud de personas en busca de alguien, y una vez que se fijaron en ella, no pude apartarlos. Sonreía complacida con Kiara sin la hostilidad que le mostraba a los demás y me sentí privilegiado. Era una diosa y los demás simples mortales.

—No juegues con fuego —dijo Luciano al notar dónde estaba mi atención—. Vas a quemarte.

—A mí me encantaría arder en las llamas de ese infierno —Me lamí los labios.

El resto de la noche bebí más de la cuenta. Necesitaba un poco de coraje para enfrentar lo que venía. Me enfermaba pedir la mano de Marilla como si ella fuera el amor de mi vida. No lo era y nunca lo sería. Cuando llegó el momento de entregarle el anillo ofreció un espectáculo increíble, interpretando el papel de prometida feliz. Era una gran actriz. Lloró, sonrió y les dio las gracias a todos los presentes. Yo, por mi parte, fingí mi mejor sonrisa y me limité a asentir.

Todos se veían felices por nuestro compromiso excepto Kiara. Me felicitaron y me dieron sus mejores deseos. ¿Cuándo terminaría esta estúpida fiesta?

—¡Pronto seremos marido y mujer! —Marilla besó mis labios y correspondí a pesar de que no quería—. ¡Estoy tan feliz!

Aparté su cuerpo muy cuidadosamente y forcé otra sonrisa. Ya me dolían los labios por tanta falsedad y mi cordura pronto se iría al demonio. Tenía un límite que estaba a punto de pasar. ¿Quién soportaría a alguien como Marilla de prometida?

—Salud, Marilla. Nos casaremos en la iglesia a la que amas ir los domingos —Le concedí una sonrisa—. Espero que tu amor por Dios nunca cambie y le sigas dando la misma devoción durante nuestro matrimonio.

—Mi devoción por Dios nunca cambiará —Me miró confundida y dejó salir una risa nerviosa. Jugueteó con su collar, tragando saliva. Era el inicio de mi jugada.

—Supongo que la de tu guardaespaldas tampoco. Él te acompañará a cualquier lugar que vayas.

Se puso pálida y parpadeó rápidamente. El terror era evidente en su mirada y sus ojos fueron a Iker de forma inconsciente.

—Es parte de su trabajo.

Sonreí porque me encantaba saber que no estaba equivocado en esto. ¿Una menor de edad, hija de un Consigliere, teniendo sexo con su guardaespaldas? Qué escandaloso. Iker no valoraba su patética vida.

—Por supuesto que sí.

Carlo interrumpió el tenso momento cuando me extendió la mano y la estreché. Marilla ofreció unas disculpas para retirarse con las piernas temblorosas. Mis labios contuvieron la carcajada que quería salir. Caíste en la trampa.

—Felicidades, siéntete afortunado —dijo Carlo—. Te llevarás a una joya única y espero que la aprecies.

Era un hombre de aspecto elegante, pero aterrador. Nunca me generó un sentimiento de comodidad por los malos tratos que recibía de su parte desde que tenía uso de razón. No desperdiciaba la oportunidad de herirme verbalmente. Carlo era el protagonista de mis pesadillas y mi padre lo permitía.

—Lo hago, señor.

Sus ojos oscuros escrudiñaron los míos y se mofó. No había nada honorable en él. No respetaba a su esposa, intimidaba a niños y violaba a mujeres. Asumió el rol de Consigliere porque era el mejor amigo de mi padre. Se criaron juntos y eran leales al otro. Me odiaba. Pero no me importaba. El sentimiento era mutuo.

—Marilla es mi tesoro más preciado —dijo y sonaba sincero —. Si la lastimas me encargaré de que lo lamentes cada maldito segundo de tu miserable vida, Luca. Estás advertido

Mis labios se estiraron en una fría sonrisa y él apretó la mandíbula. Marilla no era santa de mi devoción, pero jamás la golpearía ni la torturaría. Quizás la delataría si no me dejaba otras opciones.

—No te reflejes en mí, Carlo. No es mi estilo someter a los más débiles, no me cobraré todas las que me debes con tu hija. Es ofensivo que me consideres capaz de hacer algo tan ruin.

Su rostro se contrajo por el enojo.

—Si fueras la mitad de hombre que es tu padre tal vez le daría credibilidad a tus palabras —masculló con aire de superioridad, pero no me inmuté—. Acepto que serías incapaz. ¿Sabes por qué? Nunca encajaste en la Cosa Nostra, Luca. Eres débil.

Me palmeó la espalda y se retiró con una sonrisa que algún día quitaría a puñetazos. Me encantaba que me subestimaran. Todo el mundo lo hacía, pero con gusto les cerraría la boca.

La única que tuvo la amabilidad de reconfortarme fue Lucrezia, la madre de Marilla. Era una mujer gentil y atenta. Con el cabello castaño suelto y el vestido azul lucía fenomenal. Me besó en ambas mejillas antes de darme un abrazo que correspondí. A veces no entendía como soportaba a los demonios que vivían en su casa. Ella era un ángel.

—Bienvenido a la familia, Luca —sonrió, apartándose—. Estoy muy feliz y agradecida de que seas el prometido de mi hija. Sé que la tratarás con respeto y cariño.

—Gracias por la confianza, Lucrezia —Besé el dorso de su mano.

—Serán muy felices, querido.

No escuché nada más. Mi cabeza buscó su escudo de defensa y me perdí en otra realidad alterna. Nada era fácil en esta vida. Todo tenía un precio, incluso la felicidad. Para alcanzarla estaba obligado a hacer muchos sacrificios.

—Hablé con Carlo —Mi padre se acercó—. Marilla vivirá aquí cuando se casen. Es lo mejor.

Un gusto ácido inundó mi garganta.

—Bien.

Me dio una mirada tosca.

—Nuestro imperio crecerá gracias a este acuerdo, no te atrevas a arruinarlo o te mato.

Me consideraba una simple pieza en este juego, pero era un excelente jugador silencioso. Era rey del tablero y pronto tendría mi revancha. «Pronto» era la palabra clave que no me permitía derrumbarme.

—Compórtate —sentenció antes de retirarse.

Quise responder y decirle cómo me sentía realmente, pero me reservé cualquier comentario. Le daría excusas y usaría su poder sobre mí. Era mejor ser cauteloso. No me gustaba ofrecerle nada. Ni siquiera mis emociones.

Gian regresó después de haber succionado el rostro de una camarera. Lo vi manosearla en una esquina. Su novia estaba ausente, pero eso no importaba. Tenían una relación abierta. Él siempre aprovechaba cualquier ocasión para coquetear con otras mujeres. Luciano, por su parte, hablaba con Kiara.

—Puedo ofrecerte algo para que te relajes.

—Ya no consumo drogas, Gian.

—Una probadita no le hace daño a nadie —Me ofreció una bolsita—. Hará que todo sea más fácil.

Sabía que mañana me arrepentiría, pero asumiría las consecuencias. Al diablo. Ya no quería ser el Luca que trataba de hacer lo correcto. Quizás solo buscaba alguna excusa para que me mataran de una vez. Con un suspiro de resignación, acepté la bolsita y mi primo sonrió.

—Disfrútalo.

Me aseguré de que nadie me observara y llevé la pastilla a mi boca acompañada con champagne. Pasaron unos minutos hasta que finalmente hizo efecto y me relajé. Era embriagante. Los músculos de mi cuerpo ya no dolían como antes y consumí todas las copas que vinieron a continuación. Alayna se acercó con el ceño fruncido al notar mi estado. Sus ojos azules brillaron con decepción y suspiró.

—Eres tan estúpido.

Me encogí de hombros.

—Estoy bien.

—Si tu padre te ve...

Lo dudaba. Se había largado hacía unos minutos con Carlo al prostíbulo más cercano para no lidiar con la fiesta ni sus invitados. Ni siquiera sabía dónde estaba Marilla, quizás follando con su amado guardaespaldas. ¡Qué bien! Iker me haría el favor de mantenerla distraída para que no me molestara.

—Mi padre puede morirse —Me tambaleé—. No hay nada que desee más en este mundo.

—Shh... —presionó un dedo en mis labios—. Alguien puede oírte.

—¡Qué se jodan todos! —exclamé y levanté los brazos—. ¡La maldita fiesta ha terminado! ¡Fuera de mi casa!

Los invitados empezaron a susurrar por mis gritos. Me reí cuando me encontré con la mirada escandalizada y reprobatoria de mi madre. ¿Y? Me daba igual. Ya no quería fingir que todo era perfecto en mi vida.

—Alayna —bramó mi madre—. Acompaña al Subjefe a su habitación.

—¿Qué pasa, madre? —reí—. ¿No quieres que la gente me vea como soy realmente? ¡Una completa decepción que odia su vida!

Escuché las risas de Luciano y Gian detrás de mi espalda.

—Ha sido una noche larga y estás agotado...

La señalé con un dedo y ella se encogió. Su risa nerviosa la delató. Sí, mañana estaría muerto.

—Estoy harto de esta farsa, harto de ti y toda esta mierda...

Alayna atrapó mi brazo y empezó a arrastrarme lejos de la multitud confundida. Mi entorno parecía llenarse y drenarse al mismo tiempo. Los colores desaparecieron y luego regresaron. Lo que sea que Gian me dio trastornó mis sentidos. Estaba riéndome como un idiota, soltando comentarios que me ponían en ridículo. Me sentía tan mal.

—No tan rápido, mariposa —protesté—. No puedo seguirte el ritmo, me duelen los pies y quiero vomitar.

De algún modo llegamos a los pasillos cerca de mi habitación y ella me acorraló contra la pared. Sentir las suaves curvas de su cuerpo era un sueño. Por primera vez desde que había llegado olí un delicioso perfume en su piel. Una extraña mezcla de gardenia y dulzura.

—No me equivoqué sobre ti. Eres un idiota imprudente.

Mis ojos cayeron en sus labios rojos. Tan húmedos y apetecibles.

—Y tú eres hermosa.

Me apartó y abrió la puerta de mi habitación. Me tumbó en la cama y empezó a quitarme los zapatos. A través de mis párpados pesados la vi desnudarme con calma. ¿Era un sueño? Agradecía el cuidado porque estaba muriéndome de calor y quería vomitar. Me sentía fatal.

—Olvida cualquier pensamiento sobre tenerme —La escuché decir—. Nunca pasará, príncipe.

Me cubrí los ojos con el antebrazo y bostecé.

—Eso ya lo veremos, mariposa.

El sonido de su risa me persiguió mientras se sentaba en el sofá que se encontraba en una esquina de la habitación.

—Duerme —ordenó—. Me aseguraré de que no te atragantes con tu vómito.

🦋

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