(ANULADA) Separados - Paw Pa...

By gl-nminspiration

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Después de la trágica muerte de Ryder en una misión, los cachorros han sido forzados a separarse y tomar cami... More

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By gl-nminspiration

Nubes esconden al sol mientras una cachorra cockapoo mira por la ventana de su gran mansión. El brillo de la enorme estrella poco a poco desaparece al formarse más nubes. Da un suspiro y gira sus ojos al suelo, viendo en la calle a unos canes jugando con unos niños a la soga y otros juegos que desea poder realizar. 

«Otra vez esta vida», piensa Skye cansada y harta de estar en ese lugar. Tal vez tenga dinero a montones, y gran fama por los alrededores, pero eso no niega la idea de que ella no quiere estar ahí. Antes de que se una a los Paw Patrol, la cachorra vivía en un lugar parecido al que está ahora; encerrada dentro de una gran casa sin poder salir o divertirse, ni hacer amigos. Y el hecho de que vuelva a esa vida que tanto despreciaba la hace sentir furiosa con su suerte.

Si tan solo Ryder no hubiera muerto, si tan solo ella hubiera podido volar en ese aire y salvarlo tal vez no estaría en este sitio, ni se sentiría como se siente ahora. Pero sabe que era imposible salvarlo, fue como si su destino estuvo sellado. Una rama rota, una cuerda débil, fuertes vientos, pareció que el universo conspiró para hacer que su antiguo dueño caiga al vacío y muera sin dejar una despedida. Como si alguien lo hubiera planeado.

Pero es imposible lo último. Solo fue mala suerte, pésima suerte. Ryder estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado, o tal vez no fue él quien se equivocó. ¿Qué hacía la alcaldesa en la montaña con esa lluvia de todos modos? Se informó a todos los habitantes que no salgan de sus hogares. Si no conociera que la alcaldesa y su gallina no eran tan inteligentes, Skye puede decir que tal vez ellos lo planearon. Pero era imposible, no hay ninguna razón para justificarlo. Solo fue suerte.

La misma mala suerte que ella tuvo cuando fueron llevados al centro de adopción. De varias personas que entraron al lugar y no escogieron algún cachorro, la única persona que sí lo hizo tuvo que ser una millonaria creída y Skye tenía que ser la candidata perfecta. Solo quedaban dos cachorros cuando se fue, Chase y Rocky. Se despidió rápidamente de ambos y en el día treinta de haber llegado a ese lugar, Skye se marchó dejando a sus últimos amigos ahí.
Incluso cuando tuvo la oportunidad de decir adiós de una mejor manera, la desperdició. Su furia del momento de que iba a volver a esa vida del infierno que obviamente despreciaba provocó que diga un adiós simple y frío.

Lamenta eso cada día, pero Skye sabe que es imposible volver a encontrarlos; sobretodo cuando no la dejan salir de casa. Por suerte para ella, la cachorra consiguió un modo exitoso de escabullirse de su mansión y vida por lo menos unos minutos. ¿Su plan? Salir por la ventana que dejaban abierta en el primer piso e ir a la calle por debajo de sus arbustos. ¡Nunca ha fallado!

Skye baja del sillón en el que se encuentra y rápidamente sale de su cuarto para descender por las escaleras a la primer planta. Revista por todas las habitaciones posibles del camino si hay alguien cerca y, para su suerte, no hay nadie. Camina hacia la sala principal y nota la ventana abierta.

«Como siempre», piensa Skye con una sonrisa traviesa mientras corre directo a la pared. Salta de un mueble, luego a otro y  al marco. En el primer intento la cockapoo ya se encuentra fuera de su casa y en su gran patio. Mira hacia la derecha en busca del arbusto que necesita, en el que en el suelo debajo hay un hueco lo suficientemente grande para ella.
Observa alrededor vigilando si hay alguien. Derecha, izquierda y atrás, lo único que encuentra es al duende de jardín que aún no sabe por qué lo tienen, ni por qué alguien se lo regalarían. Skye sacude la cabeza, volviendo su atención a su verdadero objetivo; salir de ahí. Con sus patas escava un poco la tierra para agrandar el hueco. Se mete por debajo y sale por el otro lado. Su pelaje que estaba bien cuidado ahora está con ramas y hojas pegadas a el.

—Tendré que limpiarme después —murmura fastidiada con el ceño fruncido. La peor parte de su plan es ensuciarse, ya que luego tendría que bañarse, peinarse, probablemente vestirse y obviamente inventar una excusa por la cual llegó en ese estado. Pero no le importa, la recompensa vale la pena si lo comparamos con un poco de palos y hojas.
Skye sacude su cuerpo entero con la esperanza de que algo de la inmundicia se separe de ella, con poco éxito. Comienza a caminar por las limpias calles. Al vivir en la parte millonaria de la ciudad, la limpieza es un factor importante para ellos. Incluso los árboles son impecables mientras pasa por otras mansiones. En la de su lado derecho, hay otra cachorra mirando por la ventana que Skye supone que tiene el mismo deseo que ella.

—Buen día —escucha una voz detrás suyo, asustándola ligeramente. Voltea su cabeza y se encuentra con un dóberman demasiado más alto que ella. Da un suspiro de alivio al darse cuenta que no es nadie más que Fletcher, su amigo perruno que hacía guardia unas tres mansiones al costado de la suya. Cada vez que ella iba en camino a su destino y pasaba por esa calle, lo cual era siempre, se encontraba con él cuidando el hogar de sus "dueños", aunque realmente no lo sean.
En ese lugar, las personas tienen tanto dinero que pueden adquirir o comprar perros guardianes, ya sean directo de la policía o de un centro de adopción. Y aunque sea en cierta parte ilegal, lo esconden diciendo que son sus mascotas y que cuidar su mansión de posible ladrones es solo un pasatiempo para ellos aunque pasen todo el día sentados sin hablar con nadie.

—¿No se supone que debes estar callado? —le pregunta Skye sin mala intención. Sabe que si lo atrapan distraído del trabajo podría traer consecuencias inimaginables para él y probablemente no lo vuelva a ver.

—No hay nadie vigilando —responde casualmente el perro guardián — aparte de mí —continua y aunque el tema es extremamente depresivo en un modo, lo dice con una sonrisa alegre que demuestra que lo dice en tono de broma.

—De todos modos, me tengo que ir. Ya sabes donde —Skye se despide mientras Fletcher asiente. El único perro que sabe su secreto, y el único que conoce, es él; quien prometió no contarle a nadie sobre sus pequeñas escapadas a la calle.

La cockapoo sigue caminando por la vereda y, aunque no conoce a nadie de la zona, decide mantenerse en cierto sigilo por si alguien la reconoce o conoce a sus dueños. Pasa por unas cuantas cuadras más hasta que llega a su destino principal; el parque, el único lugar donde puede estar al aire libre, hablar con otros cachorros y estar lo suficientemente lejos de su casa.

Esa magnífica y estúpida a la vez idea, como lo llama ella, se le ocurrió pocas semanas luego de llegar a su nuevo hogar. Harta de estar sola y encerrada en su casa o cuarto, sin siquiera jugar o divertirse, recordó un parque que vio en el camino de llegada y decidió ir ahí cada día si podía. Mínimo cuatro veces por semana va, y los otros tres no se anima a ir por las visitas en su casa.

—Aire libre —suspira mientras siente el viento pasar por su cara, moviendo sus grandes orejas. Se escucha la risa de unos niños y el ladrido de unos perros y cachorros; todos felices jugando en el pasto, la fuente o cualquier otro lado. Algunos adultos están sentados conversando mientras sus hijos juegan, y otros están ahí solo para relajarse, como Skye misma.

La cockapoo comienza a caminar hacia la parte menos poblada del lugar. No se fija en nadie ni nadie se fija en ella, tal como lo quiere. Se sienta en el pasto, que llega hasta la mitad de su cuerpo, y mira al cielo. Las nubes siguen tapando el sol y aunque recién sea las cuatro de la tarde, parece que va a llover. 
La lluvia siempre le trae malos recuerdos, ya que lo relaciona mayormente con días o cosas tristes y depresivas. Sin embargo, el recuerdo que más inunda su cabeza al pensar en tormentas es el día que Ryder cayó al vacío en esa misión, esa maldita misión.

Cada noche, y día algunas veces, los recuerdos de ese trágico día vuelve a su cabeza, como si su cerebro se estuviera riendo de ella al recordarle que en cierta parte fue su culpa. Si tan solo hubiera podido volar con ese viento tal vez, solo tal vez, hubiera logrado salvar a Ryder de caer. Su memoria sabe que ese día le traumatizó por siempre, y sabe que recordárselo a cada momento que puede.

Y así nunca olvide cada detalle que sucedió

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—Skye, prepárate para atraparlo —la cachorra cockapoo escuchó la voz de Marshall advertirle. Aunque los demás ya le habían dicho lo mismo, mayormente Chase, ella de todos modos ya estaba lista para hacerlo. Era su trabajo después de todo y dejar caer a Ryder a su muerte era algo que definitivamente no quería hacer.

Alisto sus alas y propulsor, sin decir su frase típica. Eso no era una misión normal, era una situación de vida y muerte en el que quien está en juego es su dueño, la persona que la acogió y le dio un hogar con muchos amigos.

Comenzó a levantarse del suelo, lista para salir volando y agarrar a Ryder para que todo eso acabe de una vez. Sin embargo, cuando apenas se elevó unos centímetros, volvió a caer al suelo por el fuerte viento que había y sobretodo por una ráfaga de aire que la tumbo duro contra al piso.
Esa misma ráfaga hizo mover al tronco, cortando la débil soga en dos. Skye y los demás vieron indefensos e impotentes como su dueño dio un grito ahogado al ver la cuerda y cayó rápidamente al vacío desde el acantilado gritando con todos sus pulmones.

—¡¡¡Ryder!!! —escuchó el grito de Marshall, Chase y Rocky.  La cachorra cockapoo intentó volar de nuevo, con menos éxito que el intento anterior. Vio como Marshall y Chase se acercaban al borde con lágrimas en sus ojos en busca de Ryder mientras ella seguía intentando elevarse, aunque sea un poco. Necesitaba ir por él, hacer algo para salvarlo, pero no pudo. Se rindió.

Se acercó al acantilado al igual que los otros cachorros y lloró todo lo que pudo. Como los demás, no lo podía creer. Ryder, su dueño, amigo, compañero, la persona que le dio un hogar y amigos, se había ido. Ya no iba a volver a verlo, ni hablar con él, ni escuchar su voz. Ni siquiera sabía que iba a pasar con ellos sin un dueño, pero por el momento no le importó. Todo lo que pasaba por su mente fue haber presenciado la mayor parte de la muerte del niño y no poder hacer nada para evitarla.




Skye vuelve a la realidad con lágrimas en los ojos, que caían rápidamente por sus mejillas y llegaban al suelo. No le importa si alguien la ve en ese estado, es su momento de pensar y recordar ciertas cosas por más dolorosas que sean. Y aunque sabe que debería olvidarlo, es su única manera de alejarse de su vida actual.

Se seca las lágrimas de sus ojos con sus patas y aunque salen nuevas, decide levantarse y volver a su casa. Ya disfrutó la libertad suficiente que quería en ese día. Lentamente se voltea y retoma su camino a su vida que desgraciadamente tiene que llevar.

Y la vida que desgraciadamente no puede escapar por más veces que venga a este parque.

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