Simplemente Aristemo.

By elizsba

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«Sí, Aristóteles Córcega. Somos Aristemo.» // One Shots & Stuff // Incluye Emiliaco. •No es una historia. •Ca... More

001 ~ ᴅᴇsᴘᴇʀᴛᴀʀ ᴄᴏɴᴛɪɢᴏ.
002 ~ ᴛᴇ ᴀᴍᴏ.
003 ~ ᴍɪᴍᴏs
004 ~ ᴘᴇʟᴇᴀ ᴅᴇ ʙᴇsᴏs
005 ~ ʙᴇsᴀʏúɴᴀᴍᴇ
006 ~ ᴀʀɪsᴛᴇᴍᴏ ᴄᴏɴ ɢᴀʙʀɪᴇʟ
007 ~ ᴄᴏϙᴜᴇᴛᴇᴏ
008 ~ ʙᴇsᴏs ᴇɴ ʟᴀ ғʀᴇɴᴛᴇ
009 ~ ᴄᴏɴғᴇsɪóɴ
010 ~ sᴏɴʀɪsᴀs
011 ~ ᴀᴅʀᴇɴᴀʟɪɴᴀ
012 ~ ᴄᴇʟᴏs
013 ~ ɴᴏ ᴇʀᴇs ᴍíᴏ
014 ~ ᴅɪsᴄᴜsɪóɴ
015 ~ ʙᴇsᴀʏúɴᴀᴍᴇ ɪɪ
016 ~ ᴛʀᴀᴜᴍᴀs
017 ~ ᴍᴏʀᴅɪᴅᴀ
018 ~ ᴇɴғᴇʀᴍᴏ
019 ~ ᴇʟ ᴄʜɪᴄᴏ ɴᴜᴇᴠᴏ
Holi cara de boli
020 ~ ᴇʟ sᴏʟ ʏ ʟᴀ ʟᴜɴᴀ
[ Gracias + Aviso ]
020 ~ ᴇʟ sᴏʟ ʏ ʟᴀ ʟᴜɴᴀ ɪɪ
021 ~ ᴀɴᴛʀᴏ
021 ~ ᴀɴᴛʀᴏ ɪɪ
🎄eѕpecιal de navιdad🎄
022 ~ ᴏᴜʀ ғɪʀsᴛ ᴛɪᴍᴇ
023 ~ ᴘᴏʀ sɪᴇᴍᴘʀᴇ ʏ ᴘᴀʀᴀ sɪᴇᴍᴘʀᴇ
🌠ғelιz año nυevo🌠
🌠eѕpecιal año nυevo🌠
024 ~ ᴇʟ ᴘʀɪᴍᴇʀ ʙᴇsᴏ
025 ~ ᴜɴɪᴠᴇʀsɪᴅᴀᴅ
026 ~ ʙᴇsɪᴛᴏs
A R T E
027 ~ ᴄᴏᴠᴇʀ ʙᴏʏ
028 ~ ғɪᴇsᴛᴀ
029 ~ ᴘɪᴊᴀᴍᴀᴅᴀ
// M U E R T A //
[ Espacio para ustedes ]
030 ~ ᴄʟᴀsᴇs ᴇsᴘᴇᴄɪᴀʟᴇs
Ahre
✨ 𝑬𝒔𝒑𝒆𝒄𝒊𝒂𝒍 𝟓𝟎𝑲 ✨ •Aristemo
✨ 𝑬𝒔𝒑𝒆𝒄𝒊𝒂𝒍 𝟓𝟎𝑲 ✨ •Emiliaco
031 ~ ϙᴜᴇʜᴀᴄᴇʀᴇs
032 ~ ᴅᴇ ᴄᴏᴍᴘʀᴀs
034 ~ ᴀsᴜɴᴛᴏ ɪᴍᴘᴏʀᴛᴀɴᴛᴇ
• Blind eyes •
Your dream, my dream - Emiliaco.
035 ~ ᴅᴜʀᴍɪᴇɴᴅᴏ ᴄᴏɴ ᴜɴ ᴅᴇsᴄᴏɴᴏᴄɪᴅᴏ
♡ 𝑏𝑟𝑜 ♡
035 ~ ɪ ᴋɪssᴇᴅ ᴀ ʙᴏʏ 🥀
estoy en el hospital :(
• C a l e n d a r i o •
✨{ ¿quieres estar en un team? }✨
Tu ángel de la guarda //
036 - J E N G I B R E

033 ~ ¡sᴏᴍᴏs ᴘᴀᴅʀᴇs!

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By elizsba

ADVERTENCIA: Habrá miles de imágenes mentales en este oneshot que te harán morir de amorshhh.

•×•

—A ver —miró al castaño—, vuelve a repetir todo... Más lento esta vez.

El castaño bufó. —Ese lindo niño que está sentado en el sillón... Es nuestro hijo.

—¡Te dije que más lento!

El castaño rodó por milésima vez los ojos, se cruzó de brazos y elevó las cejas.

El pequeño niño de un año y medio miraba a los dos adultos que parecían tener una discusión frente a él. Era un lindo bebé con cabello castaño rizado, pequeña nariz y ojos grandes, pestañas largas y tierna sonrisa.

—¿Qué más quieres que te diga? Adopté a este adorable niño, es nuestro, Aristóteles. ¿No querías que formemos una familia?

—Pues sí —miró al niño—. Pero pudiste avisarme, pude ir contigo... ¡¿Cómo creías que iba a reaccionar si de repente traías a un niño que ahora es nuestro hijo, Cuauhtémoc?!

—No lo sé, tal vez... ¿Feliz por este paso? ¿Emocionado por la nueva aventura? ¿Alegre porque seremos una familia? No lo sé, Aristóteles, creí que reaccionarias bien —bajó la mirada.

El rizado suspiró, realmente la noticia le llegó de golpe, como si le hubieran tirado encima una cubeta de agua fría, como un balonazo accidental cuando vas caminando cerca de una cancha de fútbol. Pero lo que estaba pasando no era nada malo, al contrario, sólo sí fue una gran sorpresa.

—Mi vida —se acercó a Cuauhtémoc y lo tomó de la cintura, haciendo que éste lo mire—, no estoy enojado ni nada malo. Sólo fue muy repentino esto... A ver, ¿me puedes contar cómo pasó todo esto? Más tranquilos.

Cuauhtémoc asintió y se sentó en el sofá, cargó al niño en sus piernas y Aristóteles se sentó a su lado.

—Creí que sería lindo que empezáramos con la idea de formar una familia, tal vez me adelanté a los hechos... Adopté a este niño porque mi corazón decía que debía hacerlo, y cómo tú dices; el corazón nunca se equivoca. Tienes razón, debí avisarte, debiste acompañarme. Pero lo hecho, hecho está.

—Pues sí, este bonito ya está aquí —dijo tomando la mano del pequeño y éste rio—. ¿Cómo se llama?

—Emilio —sonrió.

—¿Y ese nombre por? —preguntó con una sonrisa.

—Porque al niño le gusta, ¿no es así, Emilio? —preguntó al bebé y éste se hecho a reír.

—Bien, me gusta... El pequeño Emilio López Córcega.

Cuauhtémoc estaba feliz de que Aristóteles hubiera aceptado todo, pero el rizado aún seguía con algo de inseguridad. Un hijo es una gran responsabilidad, y a pesar de que Temo y él ya estaban en una relación formal, eran mayores, vivían juntos y estarían así siempre; nunca se le cruzó por la cabeza empezar a ser padres tan pronto.

—Aristóteles, ¿te das cuenta?

—¿Cuenta de qué, amor?

—¡Somos padres!

-DÍA 1-

Aristóteles cuidaba al niño en brazos mientras que Cuauhtémoc preparaba su biberón, resultó un poco extraño que el castaño ya tuviera preparadas muchas cosas para la llegada del bebé —así como una pañalera con varias cosas dentro, una carriola, diversos juguetes—, pero no quiso sacar el tema, probablemente Temo ya estaba muy ilusionado con esto y fue precavido.

—Recuerdo cuando ayudaba a Pancho y Rebeca con los biberones de los mellizos a pesar de yo ser muy chico —rio—, siempre quería ayudar a que mis calcomanías estén bien cuidadas y felices... Veamos —Cuauhtémoc extendió su brazo y dejó caer unas cuantas gotas de leche en éste para verificar que la temperatura estuviese correcta­—, parece que ya está bien.

Se acercó a los dos rizados y le ofreció el biberón a Aristóteles, éste lo miró con los ojos muy abiertos.

­—¿Quieres que yo lo haga?

—¿No quieres hacerlo?

—Tengo miedo, que tal si no lo hago bien...

—Ay, vamos, yo te ayudo, ¿sí? Cuidaste a Arquímedes cuando era pequeño, esto será pan comido para ti —caminó hacia la sala, seguido por Aristóteles.

Cuauhtémoc se sentó y le indicó a Aristóteles que se sentase junto a él, éste lo hizo con gran delicadeza para que no le pase nada malo al bebé, lo cargó en forma de arrullo y recibió el biberón. Se lo acercó a la boca del pequeño y éste lo intentó tomar con sus manos, puesto que ya estaba aprendiendo a dejar el biberón pero aún no lo sostenía bien. El bebé empezó a tomar y sintió cómo sus ojitos se cerraban; tenía mucho sueño, pues no había podido dormir por el cambio de lugar y se mantenía alerta. Pero bien parece que le estaba agradando su nueva compañía.

Aristóteles miraba con una gran sonrisa al niño mientras seguía dándole de comer, le causaba mucha ternura, pero quien más sentía ternura era Cuauhtémoc al ver a Aristóteles con esa emoción por el bebé.

—Mira, se está quedando dormidito —dijo Aristóteles en un susurro sin dejar de lado su sonrisa mientras veía al bebé.

—Sí, mi amor, lo estoy viendo —respondió de igual manera mientras pasaba el brazo alrededor del cuello de Aristóteles y dejaba un beso en su mejilla para después recargar su cabeza en el hombro del rizado.

El día pasó tranquilo, el niño realmente estaba cansado y durmió casi todo el día. Mientras tanto, Cuauhtémoc le explicó muchas cosas a Aristóteles sobre cómo cuidar al bebé, y éste escuchaba atentamente todo... Pues la idea de ser padres le estaba empezando a emocionar.

-DÍA 2-

­—¿Qué les parece una ida al parque? —sugirió Cuauhtémoc al llegar a la sala donde estaban Aristóteles y el pequeño Emilio jugando en la alfombra con bloques.

Los dos rizados voltearon con emoción al escuchar la palabra "parque", Cuauhtémoc rio por la acción de estos dos y tomó las llaves del auto, mientras Aristóteles cargaba a Emilio en brazos para salir de la mano de su amor. Se acercaron al auto y el rizado notó algo.

—¿Dónde conseguiste el asiento de bebé para el coche?

—Ay, Tahi —abrió la puerta trasera—. No preguntes, sólo gózalo.

Aristóteles rio y entró en los asientos traseros para acomodar al niño en su lugar, luego subió al lugar del copiloto y le lanzó un beso al aire a su novio quien estaba de piloto listo para arrancar.

—¿Lo sentaste bien? —volteó a ver al niño.

—Sí —rio.

—Los cinturones, ¿los ajustaste?

—También.

—¿El asiento está bien acomodado?

—Temo, Amor... —tomó el mentón de Cuauhtémoc para que lo mire— Todo está bien, tranquilo —lo besó—, confía en mí.

—Confío en ti —sonrió y metió las llaves para empezar el viaje.

Ya en el parque, buscaron una banca donde sentarse. Aristóteles se la pasaba haciendo caras a Emilio para que a éste le causen gracia y riera, imagen la cual Cuauhtémoc adoraba ver. Se sentaron en la banca, y Emilio quería bajarse para caminar.

—¿Debería dejarlo?

—Me dijeron que sí sabe caminar —dijo Temo—, pero no lo dejes solo, a veces pierde el equilibrio.

—Pues vamos, juguemos un rato con Emilio —tomó al pequeño de las manos mientras éste estaba parado—. ¿Quieres jugar, pequeñín? ¿Quieres jugar con Ari y Temo? Yo sé que sí, yo sé que sí.

El menor reía cada vez que Aristóteles hablaba con él, le había tomado gran cariño de una manera muy rápida.

—Vamos entonces —se puso de pie Cuauhtémoc.

Aristóteles llevó de la mano a Emilio hacia una cancha sola, donde hubiese más lugar para correr y jugar. Empezaron a jugar de manera en que Aristóteles y Cuauhtémoc estaban separados, Emilio tenía que caminar hacia uno y luego hacia el otro, el niño se la pasaba riendo y los mayores no podía estar más felices con ello.

Emilio llegó con Cuauhtémoc y éste lo cargó dándole una vuelta por los aires, a lo cual Emilio soltó grandes carcajadas, lo volvió a dejar en el suelo y caminó hacia Aristóteles, intentó correr pero el pequeño tropezó con sus pies y cayó.

­—¡Emilio! —Aristóteles se acercó corriendo al niño y lo cargó, el pequeño lloraba por el susto, por suerte nada malo le había pasado porque logró apoyarse en sus manos— Ya, ya, ya, pequeño hermoso. Tranquilo, mi niño, yo estoy aquí. Ya, ya, ya —abrazaba al niño mientras éste escondía su cabecita entre el hombro y cuello de Aristóteles para dejar salir las lágrimas.

Aristóteles y Cuauhtémoc se regresaron a la banca mientras Aris seguía intentando consolar al bebé. Temo tomó la pañalera y empezó a buscar algo, hasta que sacó un pequeño botecito con un polvo blanco.

—Oh, no... —dijo Aris— No de nuevo esos polvos.

—A Emilio le gustan —rio—, ¿no es así, Emi?

El pequeño volteó a ver a Cuauhtémoc, quien sostenía el botecito en alto. Emilio dejó de llorar y se emocionó

—¿Lo ves? Le gustan.

Cuauhtémoc colocó unos cuantos polvos en la palma de su mano y la acercó a Emilio, el pequeño empezó a tomar de poco en poco con un dedo y lo metía a su boca. Era gracioso ver cómo el pequeño hacia muecas por lo ácido que llegaba a ser el dulce.

—Anda, Ari, pruébalo de nuevo.

—No, gracias.

—Anda, sólo un poco —rio.

Aristóteles aceptó y Cuauhtémoc acercó su mano a Aristóteles. Emilio sintió un poco del coraje al ver que tendría que compartir el dulce con alguien más y en un pequeño berrinche empujó la mano de Temo haciendo que el polvo le cayera cerca de la boca a Aristóteles, haciendo que entrase a su nariz.

Aristóteles empezó a toser, pues le disgustaba volver a pasar por esto. Intentó buscar agua en la pañalera pero una voz lo detuvo.

—¿Cómo ve, pareja? Estos dos nunca aprendieron —dijo el oficial a su acompañante policía, aquellos mismos que interrumpieron la primera cita de los mayores cuando eran jóvenes.

-DÍA 3-

Tal vez el día anterior no había terminado como ellos pensaban, pero ¡ey! Las risas no faltaron, eh.

Después de que Aristóteles y Cuauhtémoc intentaran explicarle a los oficiales lo qué pasaba —además de que está vez si pudieron darle a probar a ellos—, lograron dejarlos ir son cargos. Pues mal se veía que pareciera droga y que se la estaban dando a un infante. Los oficiales, al igual que todos los anteriores, hicieron muecas al probar el dulce, eso hizo reír a Emilio. Al final, no salió tan mal.

Ahora estaban camino al centro comercial, irían a comprar un teclado para el que Aristóteles había estado ahorrando.

Encontraron la tienda de música y el pequeño Emilio estaba más que fascinado, todo le llamaba la atención; los instrumentos, el sonido, la melodía que transmitían cuando tocabas ciertos acordes.

—Hola, buenas tardes —llegó Aristóteles al mostrador.

—¡Hola, mi buen Aris! ¡Mi cliente favorito! —saludó con energía el sujeto tras la caja— ¿Qué vienes a buscar hoy? ¿Cuerdas? ¿Un afinador? ¿Algún instrumento nuevo? —se recargó en el mostrador y ladeó un poco la cabeza para lograr ver a las personas que estaban detrás— ¡Cuauhtémoc López! ¡Tanto tiempo! Me alegra que verte de nuevo —miró hacia abajo, a la persona que Temo sostenía de la mano— ¿Y quién es este pequeñín?

—Bueno, Alex —empezó Aristóteles—, es nuestro-

—¡Es el pequeño Emilio! —se apresuró a decir Cuauhtémoc— Estará con nosotros un tiempo —sonrió, Aristóteles estaba extrañado.

—¡Hola, pequeño Emilio! —saludó Alex y Emilio saludó de regreso con su manita— ¿Quieres una paleta? ¡Te daré una paleta!

Alex buscó en un cajón el frasco lleno de paletas que tenía para sí mismo, sacó una y se la ofreció al pequeño, quién la tomó con mucha emoción.

—Y bien, Aris, ¿qué buscas hoy?

—¿Aún tienes el teclado por el que pregunté la otra vez?

—Uy, hombre, no lo sé... Te dije que era edición limitada, pero voy a checar en el almacén. Aguarden, les encargo el changarro.

Alex entró por una puerta que estaba de su lado y desapareció de la vista de los demás, Aristóteles volteó hacia Emilio y éste aún tenía sujetada la mano de Cuauhtémoc mientras disfrutaba de su paleta de uva. Se hincó frente a él y lo miró con una sonrisa.

—¿Cómo estás, pequeñín? —preguntó Aristóteles.

El pequeño rio y sacó la paleta de su boca para ofrecerle a Aristóteles, éste rio y se la ofreció de regreso.

Emilio dejó el dulce en su boca y apuntó hacia una guitarra que estaba cerca mientras miraba a Aristóteles, se notaba emocionado por lo que veía.

—¿Te gusta? ¿Quieres que toque algo? —preguntó para después ver al pequeño asentir con emoción.

Alex salió del almacén con una gran caja en manos.

—Alex, ¿puedo? —preguntó apuntando a la guitarra.

—¡Claro, mi amigo! Deleitanos un poco.

Aristóteles tomó la guitarra y empezó a tocar dejándose llevar al escuchar la melodiosa música que emergía de la guitarra, y comenzó a cantarle a Emilio.

Desde el día en que te vi sentí como que ya te conocía, un minuto fue suficiente y ya sentía quererte —se puso de pie y ahora se colocó frente a Cuauhtémoc para cantarle totalmente a él, mientras Emilio lo veía con gran admiración—. Me encanta que seas tan ocurrente, de repente dices cosas que me vuelan la mente simplemente, pero siempre estás presente... Aunque no pueda verte.

De locura, casi estamos igual... De un día a otro me volví tu mega fan... —siguió Temo.

Y ya eres mi persona favorita, cada minuto a tu lado es genial, y no hay nadie en el mundo mundial que ame más que estar contigo. Cada momento lo haces especial... Tú eres mi persona favorita, y aunque no siempre lo ando diciendo, es buen momento de decirte que te quiero, te quiero —cantaron juntos, su voz se volvía una sola y su canto se escuchaba perfectamente coordinado, además de que sus voces parecían sacadas de los mismos ángeles.

¡Te quiero y siempre así será! —terminó de cantar Aristóteles para separar un poco la guitarra y besar a Cuauhtémoc.

Aplausos se hicieron presentes de parte de Alex, Emilio lo vio y se unió a la celebración.

—¡Bravo, bravo! —gritó Alex.

Bavo, bavo, bavo —dijo Emilio.

Aristóteles y Cuauhtémoc rieron. El rizado se acercó al mostrador donde estaba Alex con la caja.

—Aquí está, chico. Un teclado rojo, edición limitada de colección, importado desde Alemania. Son difíciles de conseguir, eh, pero como eres tú... Te lo dejo en veinticinco.

—¡¿Veinticinco mil?! No, hombre, me lo estás bajando mucho...

—Tú lo tienes bien merecido, Aristóteles... Te lo dejo en eso, y cuando estés en la cima de tu carrera, me pagas con un pase VIP a tu concierto —rio.

—Está bien, trato hecho —rio y extendió su mano para estrecharla con Alex—. ¡Muchas gracias, hermano! ¡En serio te lo agradezco!

Aristóteles tomó el teclado y se dirigió junto a Cuauhtémoc y Emilio al auto. Se dirigieron a casa y, al llegar, Aristóteles sacó el teclado, poniéndolo en la mesa.

—¡Míralo! ¡Es bellísimo! —fingía secar sus lágrimas falsas.

—A ver, pues —se recargó en una silla donde sentó a Emilio—. Toca algo.

Aristóteles pasó su mano por las teclas y se acomodó para empezar a tocar, miró a Temo y le guiñó un ojo para mandarle un beso al aire.

Oh, no... Ooh, noo, te estás enamorando, ooh. Sé que comentan el modo en que te miró...

Cuauhtémoc se enderezó en su lugar para escuchar atentamente, no era cualquier canción... Era su canción.

Esa canción que escribieron juntos, la que marcó muchas cosas en su relación, la canción que Aristóteles terminó de escribir completamente pensando en Cuauhtémoc, la canción que cantaron juntos en aquel programa, la que grabaron juntos en un vídeo musical.

Su canción.

Dime si tú también, dime si tú también... Te estás enamorando.

Cuauhtémoc se acercó a Aristóteles y lo abrazó con fuerza.

—Hace mucho que no cantabas esa canción, me llegaron miles de recuerdos.

—¿Los recuerdos de nuestra bella historia de amor?

—Sí —rio—, nuestro amor invencible.

—Nuestro amor valiente —besó a Temo.

Aristóteles guardó el teclado en su estudio y volvió a la cocina para ayudar a Cuauhtémoc con la cena, prepararon un puré de papá con coditos de queso para que Emilio también pudiese comer algo.

—Aquí viene el avioncito —dijo Temo mientras usaba la cuchara como avión y la llevaba a la boca de Emilio. Él abrió la boca y probó el agradable sabor de la comida que habían preparado los mayores, aplaudió porque le gustó y Temo rio.

Así pasó la cena, junto a lindas risas y comieron juntos, la hora de dormir llegó y se fueron a acostar junto a Emilio. Los mayores dormían en las esquinas y el pequeño estaba en medio.

Fácilmente cayeron dormidos, pero al pasar de la medianoche, Aristóteles empezó a escuchar como alguien se quejaba y movía en la cama.

—¿Temo?

Intentó abrir los ojos para ver en medio de la oscuridad, se acercó a la mesa de noche que estaba al lado de la cama y encendió la lámpara. Vio a Emilio quejándose mientras seguía dormido; estaba teniendo una pesadilla.

—Hey, Emi... —susurró.

El niño abrió los ojos y lágrimas empezaron a caer, le estiró los brazos a Aristóteles y éste lo abrazó pegado a su pecho.

—Ya, ya, ya, mi niño... ¿Tuviste un sueño feo? Yo te cuido, precioso, yo estoy aquí.

El niño seguía llorando y abrazaba del cuello a Aristóteles.

Soy la pregunta del millón, siempre la interrogación, no respondas que sí porque sí.

Emilio se tranquilizó un poco para escuchar la voz de Aristóteles y éste sonrió al ver que estaba funcionando.

Y qué, ¿qué podrías tú decir? Si yo no te voy a oír, no me entiendes, y nunca seré lo que esperas de mí. Jamás ya me vas a conocer, niño y hombre puedo ser, no me uses y apartes de ti. Y vi como alguien aprendió, lo que nadie le enseñó... No me entienden, no estoy aquí...

El pequeño levantó su mirada hacia Aristóteles, lo veía mientras cantaba y pronto se comenzó a relajar.

Y yo sólo quiero ser real, y sentir el mundo igual que los otros, seguir siempre así. ¿Por qué yo tendría que cambiar? Nadie más lo va a intentar, y no entienden... Que sigo aquí.

Aristóteles siguió cantando, hasta que se dio cuenta que el pequeño Emilio se había quedado dormido en su pecho, lo abrazó y durmió con él, acariciando su pequeños rizos y besando su cabeza.

-DÍA 4-

De nuevo, el pequeño estaba sentado en la alfombra de la sala. Era hora de la siesta y no podía dormir.

—¿El biberón?

—Ya se lo acabó.

—¿Cantarle?

—Está enojado, no va a querer escuchar.

—¿Salir a pasear en el coche?

—Si lo intentamos levantar se va a quejar.

Aristóteles y Cuauhtémoc seguían buscando ideas para ayudar a Emilio a dormir, pero se acaban esas ideas.

—Podríamos... Contarle un cuento.

—¿Crees que quiera escuchar?

—Hay que intentar —se encogió de hombros y se sentó frente a Emilio—. Hola, pequeñín, ¿te parece una historia?

Emilio se cruzó de brazos y miró a Aristóteles con el ceño fruncido.

—Bien, entonces una historia será...

Cuauhtémoc se acercó a ellos y se sentó a su lado.

—Okey —empezó Ari—. Había una vez un gran castillo —elevó los brazos dando a entender la enormidad del castillo— donde estaban dos fuertes guerreros; Temistocles y Aristócles —miró a Temo.

—¡Oh, sí! Y estos dos guapos guerreros, tenían que luchar contra una enorme barrera, y detrás de esa gran barrera vivía la reina malvada Imelda Sierra.

—Acompañado de su dragón Tulio y su escudero Audifaz —rieron.

—Y esos dos guerreros tenían que cambiar la manera de pensar de mucha gente del reino y...

—¡Y no iba a ser nada fácil!

—¡Ajá! —rio.

—Pero ya se estaban preparando...

Emilio comenzó a verlos con mucha atención, imaginando lo que lograba entender de lo que decían.

—Y se preparaban para la batalla final con la reina malvada —rio y miró a Emilio—. ¿Tú crees que esos dos guerreros van a ser felices al terminar la historia?

¡Chi! —gritó Emilio levantando los brazos.

—¡Pues tienes razón, Emilio! Ellos van a tener un final feliz —miró a Temo—, igual que nosotros.

Siguieron relatando el cuento hasta que los tres quedaron acostados y siguieron contando, para cuando el cuento llegó a su fin...

—Y entonces, la reina Imelda entendió que está bien el amor en cualquiera de sus formas, Audifaz pidió perdón y...

—Y Tulio siguió tomando, creo.

—¡Temo! —rio.

—Perdón, Tahi —rio.

—¿Qué te pareció la historia, mi pequeño Emilio? —miró hacia donde el bebé yacía dormido.

—Creo que lo logramos, Ari —dijo levantándose.

—Sí —sonrió.

Temo se agachó para poder darle un beso a Aristóteles y éste lo recibió con mucho gusto. Cargó a Emilio y lo llevó a la cama para que duerma más cómodo.

-DÍA 5-

Cuauhtémoc le sirvió una sopa caliente en un plato a Emilio, y éste espero a que Temo le ayudara a comerla.

—Hoy te ves muy feliz, Emi —rio.

Timuuuu —dijo Emilio con una sonrisa.

—Timu no, Temo —sonrió.

Timu.

—Algún día lo dirás bien —rio.

Terminó de darle de comer a Emilio y éste apuntó hacia una foto.

—¿Qué tiene? —cargó al niño y lo llevó cerca de la foto, cuando ya estaban muy cerca, Emilio tocó la cara de Aristóteles— Ah, ¿buscas a Ari? Está en su estudio, vamos.

Se dirigieron al estudio donde Aristóteles se ponía a componer canciones, Cuauhtémoc abrió la puerta asomándose cuidadosamente sin hacer ruido y pronto se escuchó la melodiosa voz de Aristóteles.

Quiero amarte como un loco, sólo aguántame otro poco y- Oh, hola, pequeñín.

Cuauhtémoc abrió los ojos como platos y volteó a su lado inferior donde estaba anteriormente Emilio, no sé dio cuenta cuando entró y rápidamente se acercó a él, pues Aristóteles acostumbraba a estar solo en el estudio para componer.

—Ay, amor, perdón... No vi cuando entró.

—No te preocupes, Tahi. Puede quedarse aquí —dijo y lo sentó a su lado frente al teclado.

—¿Seguro?

—Sí —sonrió—, tú también deberías quedarte.

Cuauhtémoc sonrió y se sentó al lado de Emilio, quedando el pequeño en medio de ambos mayores. Emilio comenzó a jugar con las teclas haciendo sonidos con un poco de estruendo por la presión que hacía en ellos.

—¿Quieres aprender a tocar, pequeñín?

Emilio volteó a ver a Aristóteles y asintió repetidas veces con una sonrisa.

—Pues bien, ¡empecemos!

Aristóteles cargó a Emilio en sus piernas y tomó sus manitas para ponerlas sobre el teclado.

—Do —dijo y usó el dedo de Emilio para presionar la tecla.

No.

—Re —rio.

Ne.

—Mi.

¡Mi!

—Fa.

Ma.

Aristóteles siguió enseñándole a Emilio las notas musicales, y Cuauhtémoc se acercó y rodeó la cintura de Aristóteles para abrazarlo de lado y dejó su cabeza reposando en su hombro, Aristóteles volteó a verlo y dejó un beso en su frente. Pasaron toda la tarde tocando las notas musicales y Aristóteles les cantó muchas canciones, mientras Emilio la pasaba cada vez con más maravilla.

-DÍA 6-

Los tres caminaban hacia el parque, Aristóteles y Cuauhtémoc tomaban las manitas de Emilio mientras se dirigían a la cancha. Aristóteles sostenía un balón de básquet en su brazo libre y ambos creían que hoy sería un gran día.

Optaron por ir de nuevo al parque para enseñarle a Emilio un poco de básquet, claro que no harían grandes cosas, pues aún era un bebé.

—Okey, pequeño Emilio —soltó al menor y dejó el balón en el suelo—. ¿Quieres jugar un poco?

El niño asintió y puso sus manos sobre el balón con una linda sonrisa, aventó el balón con las manos y salió rodando hacia Emilio.

—Eres muy pequeño y no podemos lanzarte el balón como lo haríamos entre nosotros, pero podemos jugar a tu manera —le guiñó un ojo y se agachó a la altura del menor, éste lo vio emocionado y corrió hacia él con pasos torpes hasta abrazarlo.

Papi Ayis.

Aristóteles quedó boquiabierto por lo que escuchó, se quedó estático por unos momentos hasta que reaccionó y regresó el abrazo.

Un sentimiento empezó a emerger de él, algo sentía pero no podía explicarlo, sintió como una lágrima amenazaba con salir de su ojo derecho y no se esforzó en hacerla parar.

Era una bella imagen... Lastimosamente, Cuauhtémoc lo miraba preocupado, sabía que estaba mal y él sabía las razones.

¿Qué hiciste, Cuauhtémoc?

-DÍA 7-

Aristóteles estaba sentado en el sofá con Emilio en sus piernas, veían la película de Intensamente mientras tenían un bowl de cereal frente a ellos; un cereal especial para bebés.

Cuauhtémoc los miraba desde un escalón, estaba con los brazos cruzados y los miraba con una mueca y a la vez con una mirada... ¿triste?

Bufó y se acercó a donde estaba Aristóteles con el niño y se sentó a su lado.

—Oh, ¡hola, Tahi! —saludó Aristóteles mientras comía una hojuela de cereal— Qué bueno que nos acompañes en este momento familiar.

Cuauhtémoc no pudo emitir ni una sola palabra, lo seguía viendo con una mirada triste y sentía que lágrimas querían salir.

—¿Sucede algo, bebé?

—Tengo que hablar contigo... Lo que pasa es q-

El timbre sonó y Cuauhtémoc cada vez se sentía peor. Se puso de pie y se acercó a la puerta, tomó la perilla, inhaló suficiente aire y lo soltó lentamente. Abrió la puerta encontrándose con una chica de grandes ojos marrones que estaban detrás de unos lentes, tenía su cabello negro en una coleta pero se notaba lo rizado que estaba, vestía una falda negra hasta las rodillas y una blusa de vestir blanca fajada, usaba unos tacones negros y altos, le sonrió a Cuauhtémoc y lo abrazó con mucha emoción.

—¡Temito, te he extrañado estos días! —dijo la chica a mitad del abrazo— Leíste mi mensaje, ¿cierto?

—Sí, voy por Emilio —intentó sonreír pero sólo logró hacer una mueca.

—Gracias, voy con mucha prisa.

Cuauhtémoc se acercó a Aristóteles y le tendió los brazos al menor, éste al darse cuenta de quién estaba en la puerta, no pudo contenerse.

—¡Mami!

Aristóteles veía la escena casi sin entender lo que pasaba.

—¡Mi vida, ven con mamá, corazón!

El niño se lanzó a los brazos de Cuauhtémoc y él lo llevo hasta donde la chica.

—¡Muchas gracias de nuevo, Temo! —volteó con Aristóteles— Y gracias a ti, supongo que debes ser Aris —sonrió—, un gusto conocerte. Mil gracias a ambos por aceptar cuidar a mi chiquito, deberíamos organizar alguna reunión para conocernos mejor —rio—. ¡Hasta pronto! Despídete, mi amor.

¡Ayos, Timu! ¡Ayos, papi Ayis!

—¿Papi? —rio la chica— Ay, esa costumbre de llamarle "papi" a todos —volvió a reír— espero verlos pronto.

Cuauhtémoc se despidió y la chica se fue, volteó a ver a Aristóteles quien aún tenía una expresión de incomprensión y se acercó a él. Se sentó a su lado y miró a Aristóteles a los ojos.

—¿Y eso qué fue? —preguntó Aristóteles.

Cuauhtémoc intentó mantenerse firme para explicar todo, pero una ola de tristeza y arrepentimiento lo invadió haciéndolo llorar.

—¡Perdón! —se lanzó a Aristóteles— ¡Perdóname, en serio!

—¿Perdonarte por? ¿Por decirle a tu amiga que ambos aceptamos cuidar a su hijo por una semana mientras ella iba a un viaje de negocios, ya que no podía dejar a su hijo con su marido porque él también está de viaje y no tiene familia aquí en Oaxaca?

—¡Perdón, te lo juro que no lo pens- ¿Qué? —miró a Aristóteles con los ojos llenos de lágrimas— ¿Cómo sabías?

Aristóteles rio. —Amor, dejaste tu celular en mi estudio anteayer. Te llamó ella, me contó todo... No me voy a enojar, pero aún hay algo que no entiendo. ¿Por qué me dijiste que habías adoptado al niño?

Cuauhtémoc, después de calmar sus lágrimas, empezó a explicar.

—Era una prueba —sorbió su nariz—, creí que sería buena idea ver cómo reaccionabas a la idea de tener un hijo. Sé que hice mal, yo lo sé, te pido disculpas. Perdóname, no pensé que te podías llegar a encariñar tan rápido... No pensé bien las cosas...

Un día antes de que Emilio llegase, Marcia, la amiga de Temo, lo había llamado para explicarle que tenía un viaje de suma importancia y que rechazarlo podría hacer que la corriesen del trabajo. Al no tener familia en la ciudad, optó por dejar a su hijo con la persona que más tuviera confianza de ahí, ya que su marido había viajado a Japón de igual manera por un viaje de trabajos. Cuauhtémoc aceptó, diciendo que Aristóteles no tendría ningún problema en apoyar, pero se le ocurrió la idea de decirle a Aristóteles que había adoptado a un niño, sólo para ver cuál sería su reacción y si lo tomaría bien. Aristóteles sí le tomó mucho cariño al menor, pero aún algo seguía sin cuadrarle —Temo ya estaba preparado con pañalera, carriola, tenía una forma estricta de cómo cuidar al bebé y parecía conocer muchas cosas de él, además de que el niño le tenía mucha confianza a Temo, como si ya lo conociera de otro lado—, y empezó a sospechar, fue cuando le llegó la llamada de la chica y supo todo lo que había pasado.

—¿Estás consiente de que esto pudo traer varios problemas en nuestra relación?

—¡Lo sé! —abrazó más a Aristóteles— Te pido que me perdones, no quiero que tú y yo estemos mal. Me sentí horrible al pensar en tu reacción al decirte que Emi no era nuestro hijo, me arrepentí pero no tenía el valor de decirte todo.

—Ey, chiquito —tomó su rostro e hizo que lo mirase—, no te tortures tanto. Estoy bien, sí opino que te pasaste, pero todo está bien.

—¿Me perdonas?

—No podría no hacerlo —sonrió y lo besó—, además, sé que no había ninguna mala intención en tus actos. Pero hay algo que debemos hablar...

—¿Qué es?

—¿Esto significa que ya podríamos pensar en adoptar de verdad? —sonrió.

Cuauhtémoc sonrió y volvió a sumergirse en un abrazo con Aristóteles, por suerte todo había salido bien. Ambos habían aprendido muchas cosas a lo largo de esta semana, además de que disfrutaron mucho el tiempo con Emilio. Y vaya que sería linda la sorpresa cuando Marcia les diga que quiere como padrinos de Emilio a Aristóteles y Cuauhtémoc... Ellos aceptarán con mucha emoción, y así pasarán más tiempo junto a su primer hijo postizo.









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Sptm, fueron 5mil palabras JAJAJAJA ¿on ta' mi premio?

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