Laila Scamander y El Prisione...

By fanfics_and_fandom

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#3 Morgana Ese nombre se repetía constantemente en la cabeza de Laila. Morgana, Morgana, Morgana... Pero ese... More

Sinopsis + TRAILER
1978, Hogwarts
1: Verano
2: Plan B
3: Me escapé
4: Autobus Noctambulo
5: ¿Adios?
1977, Hogwarts
6: ¿Sera este mi fin? Probablemente
7: El Caldero Chorreante
8: Un gato muy feo
9: ¡Weasleys!
10: Dementor en el tren
11: Hogar, Dulce Y Peligroso hogar
TRAILER! x2
12: Odiosa mañana
13: Adivinación
14: Cuidado de Criaturas Mágicas
15: Estupido Draco
16: Una terrible clase de pociones
17: Boggart
18: Clases
19: Conseguir un permiso
20: El fin del mundo
21: Me niego a aburrirme
22: Adios Señora Gorda
23: A la pagina 394
24: Cumpleaños
1980, El Valle de Godric
25: Dementores. Otra vez.
26: Despues de la tormenta
28: Hogsmeade
29: Una historia de Potter, Black y Scamander
30: La verdad
31: Potter y Black
32: Corazón roto
33: Forastera de sueños
34: Navidad
35: ¿Adios Scabbers?
36: Ataques
37: Intento
38: Al punto de un colapso
1981, junio
39: Besos
40: Oh examenes, malditos examenes
41: Buckbeak
42: Un muy mortal árbol
43: Reunion Familiar
44: No es una rata
45:Llew, Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta
46: Un hombre llamado Peter Pettigrew
47: El traidor
48: Morgana
49: ¿Tio Remus?
50: Giratiempo
51: Peligros de viajar en el tiempo por Laila Elizabeth Scamander
52: Arreglando el pasado
53: A Tiempo
54: Elizabeth Scamander
LAILA SCAMANDER Y EL TORNEO DE LOS TRES MAGOS

27: El mapa del merodeador

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By fanfics_and_fandom

Ayer cómo fue mi cumpleaños iba a publicar pero estaba tan cansada que no pude xd

Lastimosamente para mi, y afortunadamente para los demás, estaba programada otra salida a Hogsmeade para el último fin de semana del trimestre.
—¡Podemos hacer allí todas las compras de Navidad! —dijo Hermione—. ¡A mis padres les encantaría el hilo dental mentolado de Honeydukes!
—Yupi—dije sin ánimos, escribiendo mientras que con mi mano derecha acariciaba a Cody III.
Lista para un día de aburrimiento le dije a Harry que fuéramos a pasar el día en el lugar secreto, y le pidió prestado a Wood su ejemplar de El mundo de la escoba, y decidió pasar el día informándose sobre los diferentes modelos. El pobre necesitaba una escoba rápida siendo buscador.
La mañana del sábado de la excursión, nos despedimos de Ron y de Hermione, envueltos en capas y bufandas, y yo estaba en vuelta en las sabanas de mi cama que había sacado y estaba envuelta como una oruga, tenía que dar saltitos para caminar y Harry tenía una mano en mí para que no me cayera, y fue más difícil cuando estábamos en  la escalera de mármol. Había empezado a nevar y el castillo estaba muy tranquilo y silencioso.
—¡Pss, chicos!
Me di la vuelta a mitad del corredor del tercer piso y vi a Fred y a George que nos miraban desde detrás de la estatua de una bruja tuerta y jorobada.
—¿Qué hacen? —preguntó Harry con curiosidad—. ¿Cómo es que no están  camino a Hogsmeade?
—Hemos venido a darles un poco de alegría antes de irnos —dijo Fred guiñándole el ojo misteriosamente—. Entren aquí...
Señaló con la cabeza un aula vacía que estaba a la izquierda de la estatua de la bruja. Mire a Harry con una ceja alzada antes de entrar detrás de Fred y George.
George cerró la puerta sigilosamente y se volvió, mirandonos con una amplia sonrisa.
—Un regalo navideño por adelantado —dijo.
Fred sacó algo de debajo de la capa y lo puso en una mesa, haciendo con el brazo un ademán rimbombante. Era un pergamino grande, cuadrado, muy desgastado. No tenía nada escrito. Iba a tocarlo pero Harry me tomo de la muñeca, ahora que lo pensaba mejor podía ser una de sus bromas y podría perder la sensibilidad del brazo, Harry lo vio con detenimiento.
—¿Qué es?
—Esto, es el secreto de nuestro éxito —dijo George, acariciando el pergamino.
—Darlo nos duele —dijo Fred—. Pero anoche llegamos a la conclusión de que ustedes lo necesitan más que nosotros.
—De todas formas, nos lo sabemos de memoria. A nosotros ya no nos hace falta.
—¿Y para qué necesito un pergamino viejo? —preguntó Harry.
—¡Un pergamino viejo! —exclamó Fred, cerrando los ojos y haciendo una mueca de dolor; como si Harry lo hubiera ofendido gravemente—. Explícalo, George.
—Bueno, Harry.. cuando estábamos en primero.. y éramos jóvenes, despreocupados e inocentes... —Reí, Fred y George no iban junto con la palabra inocente—. Bueno, más inocentes de lo que somos ahora... tuvimos un pequeño problema con Filch.
—¿En serio?—pregunte con sarcasmo.
—Tiramos una bomba fétida en el pasillo y se molestó.
—Así que nos llevó a su despacho y empezó a amenazarnos con el habitual...
—... castigo...
—... de descuartizamiento...
—... y fue inevitable que viéramos en uno de sus archivadores un cajón en que ponía «Confiscado y altamente peligroso».
—No me digan...—dijo Harry sonriendo.
—Bueno, ¿qué habrías hecho tú? —preguntó Fred—. George se encargó de distraerlo lanzando otra bomba fétida, yo abrí a toda prisa el cajón y tomé... esto.
—No fue tan malo como parece —dijo George—. Creemos que Filch no sabía utilizarlo. Probablemente sospechaba lo que era, porque si no, no lo habría confiscado.
—¿Y saben utilizarlo?
—Si —dijo Fred, sonriendo con complicidad—. Esta pequeña maravilla nos ha enseñado más que todos los profesores del colegio.
—Se están burlando de nosotros—negué con la cabeza.
—Ah, ¿sí? —dijo George.
Sacó la varita, tocó con ella el pergamino y pronunció:
—Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.
E inmediatamente, a partir del punto en que había tocado la varita de George, empezaron a aparecer unas finas líneas de tinta, como filamentos de telaraña. Se unieron unas con otras, se cruzaron y se abrieron en abanico en cada una de las esquinas del pergamino. Luego empezaron a aparecer palabras en la parte superior. Palabras en caracteres grandes, verdes y floreados que proclamaban:

La señorita Llew junto con los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta, proveedores de artículos para magos traviesos están orgullosos de presentar
EL MAPA DEL MERODEADOR

Era un mapa que mostraba cada detalle del castillo de Hogwarts y de sus terrenos. Pero lo más extraordinario eran las pequeñas motas de tinta que se movían por él, cada una etiquetada con un nombre escrito con letra diminuta. Tome una esquina del mapa. Una mota de la esquina superior izquierda, etiquetada con el nombre del profesor Dumbledore, lo mostraba caminando por su estudio. La gata del portero, la Señora Norris, patrullaba por la segunda planta, y Peeves se hallaba en aquel momento en la sala de los trofeos, dando tumbos. Habían un monto de pasillos que conocía y que no conocía, ademas que aquel mapa mostraba una serie de pasadizos. Muchos parecían conducir...
—Exactamente a Hogsmeade —dijo Fred, recorriéndolos con el dedo—. Hay siete en total. Ahora bien, Filch conoce estos cuatro. —Los señaló—. Pero nosotros estamos seguros de que nadie más conoce estos otros. Olvídense de éste de detrás del espejo de la cuarta planta. Lo hemos utilizado hasta el invierno pasado, pero ahora está completamente bloqueado. Y en cuanto a éste, no creemos que nadie lo haya utilizado nunca, porque el sauce boxeador está plantado justo en la entrada. Pero éste de aquí lleva directamente al sótano de Honeydukes. Lo hemos atravesado montones de veces. Y la entrada está al lado mismo de esta aula, como quizás hayan notado, en la joroba de la bruja tuerta.
—Llew, Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta —suspiró George, señalando la cabecera del mapa—. Les debemos tanto...
—Hombres nobles que trabajaron sin descanso para ayudar a una nueva generación de quebrantadores de la ley —dijo Fred solemnemente.
—Además de esa maravillosa señora Llew, nunca habrá una mujer tan perfecta—añadió George secándose una lágrima falsa.
—Hey—me queje—. Estoy literalmente en frente tuyo, hombre. La perfección.
—Si tu lo dices, oruga—dijo Fred recalcando en mis múltiples mantas y sábanas en las que estaba envuelta.
—Bien —siguió George—. No olviden borrarlo después de haberlo utilizado.
—De lo contrario, cualquiera podría leerlo —dijo Fred en tono de advertencia.
—No tienen más que tocarlo con la varita y decir: «¡Travesura realizada!», y se quedará en blanco.
—Así que, jóvenes Harry y Laila —dijo Fred, imitando a Percy admirablemente—, pórtense bien. Pero primero, quítate esto, no vas a pasar despercibida—Me desenvolvió de mis sábanas.
—Fred, soy Laila Scamander, nunca pasó desapercibida.
—Nos veremos en Honeydukes —dijo George, guiñando un ojo.
Salieron del aula sonriendo con satisfacción.
Aunque el mapa era lo más genial que había visto en toda la vida, después de mirarme al espejo. Recordé el año pasado; el diario de Tom Riddle y lo que el señor Weasley dijo sobre este tipo de objetos: «No confíes en nada que piense si no ves dónde tiene el cerebro.»
—Muy bien, usemos nuestros lindos cerebros—dije poniendo una mano en el pergamino—. Queremos ir a Hogsmeade. Solo ir a Hogsmeade. No vamos a hacer nada malo con esto.
—Además, Fred y George lo han utilizado durante años sin que ocurriera nada horrible—añadió
Harry y recorrió con el dedo el pasadizo secreto que llevaba a Honeydukes.
Abrí la puerta con cuidado, no había nadie allí fuera. Con mucho cuidado, salimos del aula y nos colocamos detrás de la estatua de la bruja tuerta.
¿Y ahora que hacíamos? Sacó de nuevo el mapa y vio con asombro que en él había aparecido una mota de tinta con el rótulo «Harry Potter». Esta mota se encontraba exactamente donde estaba el verdadero Harry, y al lado de esa mota había otra que decía «Laila Scamander» hacia la mitad del corredor de la tercera planta. Vi que el otro Harry  de tinta parecía golpear a la bruja con la varita. Rápidamente, Harry extrajo su varita y le dio a la estatua unos golpecitos. Nada ocurrió. Volví a mirar el mapa. Al lado de la mota había un diminuto letrero, como un bocadillo de tebeo. Decía: «Dissendio.»
—Ah, gracias—le dije al mapa.
—¡Dissendio! —susurró Harry, volviendo a golpear con la varita la estatua de la bruja.
Inmediatamente, la joroba de la estatua se abrió lo suficiente para que pudiera pasar por ella una persona delgada. Harry miró a ambos lados del corredor, guardó el mapa, metió la cabeza por el agujero y se impulsó hacia delante, yo lo seguí.Casi di un grito al deslizarme por un tobogán de piedra y aterricé encima de algo blando, escuché un quejido.
—Lo siento—me excuse, saliendo de encima de Harry—. Pero gracias por amortiguar mi caida.
Estaba totalmente oscuro. Los dos levantamos nuestras varitas y murmuramos ¡Lumos!, y vi que estabamos en un pasadizo muy estrecho, bajo y cubierto de barro. Harry levantó el mapa, lo golpeó con la punta de la varita y dijo: «¡Travesura realizada!» El mapa se quedó inmediatamente en blanco. Lo dobló con cuidado y se lo guardo en la túnica. Empezamos a correr, dando uno que otro quejido y jadeó.
—Vamos a Honeydukes y no traigo ni un knuck en el bolsillo—me queje. Después de una hora más o menos, el camino comenzó a ascender. Habíamos corrido tanto que ya no tenía frío y ya había comenzado a sudar. Iugh, que asco.
Diez minutos después, llegamos al pie de una escalera de piedra que se perdía en las alturas. Procurando no hacer ruido, comenzamos a subir. Cien escalones, doscientos...luego di un quejido cuando sin querer golpee mi cabeza contra algo duro, me la sobe tratando de no hacer ruido. Parecía una trampilla. No oía nada. Muy despacio, Harry levantó ligeramente la trampilla y mire por la rendija.
Estábamos en un sótano lleno de cajas y cajones de madera. Salió y me ayudo a subir antes de bajar la trampilla. Se disimulaba tan bien en el suelo. Fuimos  sigilosamente hacia la escalera de madera. Ahora se escuchaban voces, además del tañido de una campana y el chirriar de una puerta al abrirse y cerrarse.
Pensé en todo lo que podría hacer cuando escuche unas pisada. Alguien se dirigía hacia aquí.
—Y toma otra caja de babosas de gelatina, querido. Casi se han acabado —dijo una voz femenina.
Un par de pies bajaba por la escalera, tome a Harry por el cuello de la túnica y nos ocultamos tras un cajón grande, esperando a que pasaran. Oí que el hombre movía unas cajas y las ponía contra la pared de enfrente.
Rápida y sigilosamente, salimos de nuestro escondite y subimos por la escalera. Al mirar hacia atrás vi un trasero gigantesco y una cabeza calva y más brillante que mi futuro metida en una caja. Harry llegó a la puerta que estaba al final de la escalera Prometeo, la atravesó y fui detrás de él, encontrándonos tras el mostrador de Honeydukes. Agache la cabeza, y salimos a gatas.

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