Me había hecho daño físico y psicológico por tanto tiempo que ya no recordaba desde cuando. Las cortadas, los malos ratos, fumar, beber, drogarse, tomar pastillas.
Dejé el cigarrillo en el plato donde ponía las colillas. Caminé a la puerta y al abrirla unos ojos azules como el cielo me hicieron sentir como hacía mucho tiempo no me sentía.
—Hola,acabo de mudarme... Soy del edificio de al lado, me llamo Thomas William Hiddleston, me dicen Tom.
—Amanda, un gusto.
Tom sonrió. Otra vez esa sensación.
Meses Después.
Nunca, jamas, creí en el volver a estar en esta situación. Él a mi lado, yo pegada a él... Me acaricia la espalda con una sonrisa en sus labios, respiramos al mismo tiempo, todo está tan tranquilo... Es increíble.
—Tom... —susurro.
—¿Si? Hermosa.
Me acurruco en su pecho y él aprieta su agarre. Suelto un sollozo.
—No, no, no llores, princesa —pide con la voz casi rota.
—Lo siento, perdóname.
Besó mi cabeza.
Tomó mí mano y la besó, la unió con la suya mientras no apartaba su mirada de la mía.
—Prométeme que nunca más te harás daño.
Asentí sabiendo que me estaba mintiendo a mí misma.
Al parecer mi cara me delató, sacó la sabana que nos cubría y miró mi cuerpo de arriba a abajo, levantó mi suéter y vio las cortadas. Bajé mi cabeza, mis lágrimas salieron y yo salí corriendo.
Otra vez salía de su departamento para entrar al mío. Me tiré de rodillas al piso y comencé a llorar. Era inevitable no llorar.
—¡Amanda, abre la puerta!
Escuché su voz desde el pasillo y mi llanto aumento.
Me aparté de la puerta para ir al baño, me miré al espejo... Lucía horrenda, mis ojos estaban rojos, toda yo estaba roja.
—¡Amanda! ¡Amor, por favor!
Sequé fuertemente mis lágrimas con la manga del suéter y agarré el frasco de pastillas para dormir, agarré tres pastillas y me las tomé.
—¡Vete! Quiero dormir.
—No bebé... Por favor —me suplicó él.
—¡VETE! —grité ya desesperada.
—¡Bien, has lo que quieras! ¡¿Quieres matarte?! ¡Pues hazlo! —gritó.
Me acosté en mi cama y en instantes me quedé dormida.
Narra Tom
Me desesperé al no oír ningún otro grito. Corrí al hombre del servicio del departamento y este me abrió la puerta con una llave de repuesto.
Entré corriendo al piso de Amanda y me tranquilicé al verla dormir plácidamente en su cama, comprobé su respiración y todo estaba bien.
—Nena —susurré.
Me senté a su lado y acaricié su cabello, lo aparté de su cara con suavidad.
Sabía todo de ella, la amaba. Tres meses en los que me di cuenta de lo que era amar, sentir... Sentir miedo, frustración. Amar... Amar en poco tiempo, de manera incondicional, de manera tan fuerte. Sentir miedo por perderla, sentir como si fuera el ultimo día. Sentir frustración porque no puedo hacer nada, ella no me lo permite.
Tenía tanto miedo de que un día eso pasara, que un día podría perderla.
Entré a su departamento con ayuda del conserje, traía un ramo de flores en mi mano y una gran sonrisa en mi rostro. Hasta que la vi...
Tirada en el piso, el frasco de pastillas para dormir vació a su lado, solté el ramo de flores y corría a ella. Tomé su cabeza entre mis manos y lo primero fue fijarme si respiraba. No, no lo hacía.
La tomé en brazos para ir hasta el baño, la puse boca abajo mientras la sostenía y metí mis dedos en su boca esperando que vomitara las pastillas. Cinco agónicos minutos más tarde lo hizo, pero seguía sin abrir sus ojos.
—Vamos nena.
Mis ojos estaban llenos de lágrimas amenazantes por salir.
La puse bajo el agua helada y reaccionó, estaba confundida empezó a respirar cortado y se la notaba asustada.
—Tranquila, tranquila, Amanda, soy yo, bebé.
Me miró a los ojos y empezó a llorar, cayó al piso sentada y puso sus manos en su cara para que su llanto rompiera aún más y aumentara.
Me arrodillé junto a ella y la abracé, mojándome también yo.
—Por favor, por favor... Nunca vuelvas a hacer eso —supliqué.
Miré sus ojos avellana. Eran tan hermosos.
Saqué el pelo mojado de su cara y besé sus labios, ella se separó de mi, agachando su cabeza. Besé su frente mientras que permitía a las lágrimas salir de mis ojos, dejando que se mezclen con el agua de la ducha.
—Te amo —susurré.
Me miró y juntó nuestros labios.
Odié con mi vida ese día. Fue el primero de todos, luego en el cual descubrí que se drogaba... Eso fue horrible.
La miré, parecía un ángel... Pero no lo era.
Me acosté a su lado para abrazarla, besé su hombro, cubierto por la tela del suéter.
—Te amo —susurré en su oído.
Las horas pasaron, ella despertó junto a mi. Me tomó de las mejillas y me dio un tierno beso en mis labios.
—Lo lamento —susurró.
Volví a besarla.
—No lo vuelvas a hacer, júrame que nunca lo harás de nuevo.
—Te lo juro.
Pero sus palabras no duraron mucho, un mes después otro episodio sucedió. Peleamos y ella se encerró en el baño, yo me quedé rogando que me abriera la puerta desde su habitación.
Escuché cosas caerse y luego su cuerpo caer. Derrumbé la puerta y la vi sangrando desde sus muñecas, sin pensarlo dos veces la llevé al hospital donde lograron salvarla de milagro.
—Lo lamento —volvió a susurrar, como tantas otras veces.
Esas palabras ya no tenían significado.
—No pareces lamentarlo.
—Perdón... Te lo juro, no lo haré otra vez.
Sus ojos lagrimosos me mataban.
La abracé.
—Te amo, ¿Comprendes eso? —pregunté algo frustrado.
—Si... También te amo.
El tiempo se fue rápido. Ella dejó de hacer eso que tanto me lastimaba. Era todo normal, salíamos, tomados de la mano, comíamos helado, mirábamos maratones de Netflix. Todo era perfección.
—Bebé —susurré mirándola.
—¿Si?
Sonreí al verla tan metida en el programa de tv.
—Te amo.
Sonrió sin mirarme.
—Lo sé.
Mi sonrisa se ensanchó. La llené de besos, ella reía.
—Ya, Tom.
Todo iba tan bien... Hasta que pasó. Otra de sus recaídas, pasó porque comenzó a tener pesadillas de nuevo, despertaba en las noches, sudando frío y llorando. No había forma de que durmiera corrido de nos ser por las dichosas pastillas, las cuales comenzó a tomar nuevamente.
Era de mañana, ella había preparado el desayuno y lo había traído a la cama. Me miró como inspeccionándome.
—Sé que vas a decir y sabes la respuesta —me anticipé.
—No te merezco.
Rodé los ojos.
—Yo te amo, y no hay nada que quiera más ti.
Sonrió para seguido de esta acción darme un beso en la mejilla e ir al baño.
Mi teléfono sonó, era Benedict.
—¿Qué pasa? Amigo —pregunté sonriente, por más que él no pudiera verme.
—Bien, te quería preguntar si podíamos vernos un día de estos, estoy en Londres así que...
Pensé un poco y razoné que no podía dejar sola a Amanda.
—No, lo siento... Amanada está grabe otra vez.
Se escuchó un bufido por parte de Ben.
—¡Ya estoy harto de esa niña! Debes dejarla —sentenció.
Fruncí el ceño... Pero tenía razón.
—Lo sé... Lo sé y lo haré.
—Me agrada esa decisión, te llamo luego, tengo una reunión.
Colgó la llamada y en ese momento salió Amanda del baño.
Narra Amanda
Escuché todo... TODO. William olvidó el altavoz.
Tomé unas sogas que tenía allí y salí del baño, me acerqué a él para ponerme a horcajadas en sus piernas y até sus manos al respaldo de la cama. Él sonrió.
—¿Y esto? —preguntó.
—Un juego —mentí.
Fui a la cocina y tomé el cuchillo más afilado que tenía.
Volví a la pieza y al ver la filosa arma blanca a William se le borró la sonrisa.
—¿Bebé?
—Te escuché... TODO.
Su cara se descompuso. Sí ya era pálido, ahora era un fantasma.
—Suéltame, Amanda, por favor... Todo era mentira.
Clavé el cuchillo en mi antebrazo, un grito desgarrador salió de la garganta de mi "novio".
—¡NO! ¡AMANADA! ¡SUÉLTAME!
Mis lágrimas salieron también. Corté mi otro antebrazo, la herida era profunda, mis venas estaban abiertas.
—Por favor, Amanada... ¡BASTA, BASTA!
Sus gritos eran desgarradores, lloraba como nunca lo había visto llorar.
—Te amo... Recuerda eso —susurré con mis ultimas fuerzas.
Narrador omnisciente
Mientras que Amanda se desangraba, Thomas sentía el peor dolor y vacío nunca jamas sentido. La había perdido y era su culpa.
Logró desatarse pero era demasiado tarde. Corrió a su cuerpo y tomó su cabeza para apoyarla en sus piernas. Miró los brazos desangrados de la chica y acarició su mejilla, estaba fría... Sus labios pálidos. Las lágrimas del chico cayeron al rostro de ella.
—Te amo, te amo... Por favor, vuelve... Por favor, Amanda, te amo, princesa.
Sus manos se habían manchado sin querer, miró la sangre en estas y el llanto fue peor.
La había perdido. Su mayor temor se había hecho realidad.
Bueno, este shoot yo lo había publicado a parte antes pero como no tenía votos ni nada decidí borrarlo de ahí y subirlo acá, besos.