Sebastian Stan

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Entré a casa algo feliz, algo preocupado y algo asustado. Sí, todas esas emociones juntas. 

Había conseguido un papel para una serie de Netflix y eso me ponía contento, pero... Debía haber un par de grandes cambios en mi para que pueda interpretar al personaje, y eso me ponía nervioso por el simple echo de que temía la reacción de mi esposa, era algo estúpido ya que siempre estaríamos al lado del otro para lo que necesitase, pero igual estaba nervioso.

No la encontré en el living por lo que subí las escaleras hasta el cuarto de nuestra hija, tal vez estaba intentando hacerla dormir. Y efectivamente allí estaba, al verme sonrió y yo a ella de nuevo también.

Nos fuimos a la cocina después de que ella la acostó, _____ se fue a preparar sandwiches para ambos, Sebastian la miraba desde una silla en la isla de su cocina, pensaba en como decirle la, para él, semejante noticia de que debía aumentar de peso.

______ le entregó su sandwich, al ver la cara de su esposo frunció el ceño y se sentó a su lado, tomó sus manos entre las suyas. Se miraron a los ojos, él suspiró.

—Tengo... Tengo algo que decirte —murmuró con temblor en su voz. 

______ sintió que todo su mundo se desmoronaba, solo pensaba una cosa, solo podía pensar una cosa, el divorcio. Él quería el divorcio.

Sebastian volvió a suspirar.

—Amor... Me dieron un papel y... Y yo... Debo aumentar de peso —dijo con miedo a su respuesta.

____ sintió alivio, un gran alivio. ¿Eso era todo?

—Amor... ¿Eso es todo? —sonrió.

Sus miradas se volvieron a unir, él actor asintió, ella empezó a reír fuertemente, descargando los nervios y el susto que su esposo le había dado.

—Por Dios, creí que ibas a pedirme el divorcio... mi amor, no me importa tu peso, yo te amo porque eres la mejor persona que conozco,  no me importa como te vez —sonrió.

Su sonrisa se amplió al ver a su mujer tan calmada ante lo que para él era un huracán.

—Bien, entonces, ¿Qué comeremos hoy? ¿Tocino, hamburguesas, pizza? tu dime, me aguantaste nueve meses siendo una vaca por el embarazo, no tengo nada que reprochar —rio ella.

—Amor —rodó los ojos él. —Te veías hermosa en el embarazo, te ves hermosa ahora y siempre serás hermosa... ¿Podes comer todas y también helado? —sonrió inocente.

—Podemos.

Se besaron intensamente... Claro que lo que menos hicieron fue comer, primero hicieron otras cosas (Ustedes me entienden) y luego pidieron la comida.

Pasaron cuatro meses, Sebastian había cambiado mucho físicamente y su chica lo poyaba en todo, su relación no cambiaba por nada en el mundo... Aunque el rumano había empezado a sentirse inseguro, ______ al notar esto se encargaba todos los días de recordarle lo mucho que lo amaba y que a ella no le importaba su condición física, que iba a estar con él siempre.

Se encontraba jugando con su hija de ya seis meses, ella apretaba las regordetas mejillas de su padre y riendo con las caras que él le hacía. 

—¿Que hacen? —preguntaste al verlos, una sonrisa apareció en tu cara al verla graciosa escena de tu esposo y tu hija.

Los balbuceos y risas se escuchan en toda la sala, tu corazón y el de Sebastian estaban por explotar de ternura.

Se sentó a su lado en el piso y tu hija rápidamente tiró sus brazos hacía ti, la cargaste y pusiste tus brazos hacía arriba, elevándola en el aire mientras ella reía como loca.

—Te amo, hermosa —dijo él a tu lado, besando tu mejilla.

—Nosotras también te amamos —sonreíste.

Te daban tanta ternura sus gordos cachetes que no resististe en pellizcar uno, él se rio fuertemente.

En la noche, después hacer dormir a Ellizabeth, ambos se acostaron el sillón, te acomodaste como pudiste a su lado, Sebastian se encargó de unir sus manos y besar el dorso de la tuya.

—Gracias por estar a mi lado siempre —susurró.

Lo miraste y sonreíste.

—Siempre voy a estar contigo, Sebi, nunca dudes de eso.

Sebastian no resistió y se dio la vuelta para abrazarte hasta que se quedaron dormidos.





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