Celeste [#2]

By Kryoshka

218K 22.6K 21.4K

Segundo libro de la trilogía Celeste. *Maravillosa portada hecha por @Megan_Rhs* More

Sinopsis
Inicio
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Especial de Año Nuevo
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Especial 14 de Febrero
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 34

Capítulo 33

3.5K 383 300
By Kryoshka

¿Qué trataba de decirme aquel sujeto?

¿A quiénes habían matado en Ars?

—Princesa, te estábamos buscando —me informó una voz femenina, detrás de mi espalda.

Me volteé inquieta, confundida ante las palabras de Dan, y miré a la mujer de cabello plateado que se encontraba de pie junto a un chico que tenía el cabello del mismo color. Ambos poseían escamas a los costados de los ojos, escamas grises y brillantes que se extendían hasta la entrada de sus cabellos. Sus pupilas, dos líneas verticales, se movieron de un lado a otro entre los presentes y se posaron sobre mí.

—Mi nombre es Silvia, y él es mi hermano Silver —se presentó la chica—. Somos los líderes del equipo de espionaje. Ya que estuviste dentro de las tropas de los humanos y los murk, queremos hablar contigo. Cualquier información que tengas, por más insignificante que parezca, nos será de mucha utilidad. ¿Puedes venir con nosotros?

Betty, que seguía igual de incómoda que hace unos segundos, me agarró del brazo y me atrajo hacia sí misma.

—Está hablando conmigo, Silvia —replicó—. No ha tenido un buen día, creo que lo mejor será dejar el interrogatorio para otro día. ¿Verdad, Celeste?

Silver, el muchacho de cabello ceniza, se acercó a nosotras y puso la mano sobre el hombro de Betty para alejarla de mí. La enana soltó un gruñido de exasperación, pero Silver la ignoró y se posicionó entre ambas, como una gruesa pared de acero.

—No tienes permiso para agarrar a la princesa con tal brusquedad —dijo con seguridad.

—¡Es mi amiga! —chilló Betty—. Y soy tu enfermera, así que más respeto, pecezuelo.

Silver se mantuvo inmóvil. Betty, por el contrario, se lanzó sobre él y trató de traspasarlo con movimientos infantiles. Era como ver un perro Chihuahua intentando cruzar por una puerta resguardada por un perro Gran Danés. Silvia, haciendo caso omiso a la escena, se acercó a mí e hizo una leve inclinación de cabeza.

—Sólo ocuparemos unos minutos de tu tiempo, princesa —me explicó—. Necesitamos conocer los planes de nuestros enemigos para prepararnos para lo que viene. Si la Fuente no vuelve a nuestro planeta a tiempo, habrá una guerra, y sólo el más inteligente ganará.

Miré a Betty, luchando contra el glimmer con una sonrisa pícara en el rostro, miré a Dan, observándome con un atisbo de satisfacción, y luego miré a Silvia, de pie frente a mí con sus ojos cargados de sinceridad. Di un paso al frente, en dirección a la mansión, y alcé la barbilla.

—Vamos, te contaré todo lo que sé —dije.

[...]

El interrogatorio duró, en realidad, más de una hora. Cuando terminamos, Silvia me acompañó hasta la entrada de mi gran dormitorio y me envolvió en un abrazo afectuoso. Era extraño recibir cariño y compasión de personas que no conocía, pero tampoco tenía el valor para negarme.

Después de despedirme, me encerré en mi habitación y me oculté bajo las mantas de la cama. No sé cuántas horas dormí, pero cuando me desperté, era de día otra vez. Me cambié la ropa, me ordené el cabello y salí al exterior en búsqueda de Silas. Después del interrogatorio, había recordado nuevos detalles y, con esos nuevos detalles, cosas que había pasado por alto hasta el momento.

Una de esas cosas era el amuleto de Nate o, mejor dicho, lo que había tenido que hacer para conseguirlo. No sólo había conocido a los miembros de una tribu, también me había encontrado con los experimentos inhumanos que estaba llevando a cabo el gobierno en el Amazonas, y no podía quedarme al margen.

A pesar de haber descubierto mi naturaleza glimmer, seguía considerando que los humanos eran parte de mi pueblo, sobre todo sus niños. No podía ignorar lo que había visto. No podía fingir que todo estaba bien mientras tenía el poder para solucionarlo. Sabía que Silas lo consideraría una tontería, que me diría que había problemas más grandes de los que preocuparse, pero sentía la necesidad de ayudar a esas personas.

Esto no era un capricho personal, era una necesidad común.

Avancé por el pasillo con rapidez, echándole un vistazo rápido a las puertas que iba dejando al pasar, y luego me dirigí al pasillo de los ascensores. Cuando llegué, un hombre envuelto en un traje de gala color caqui me ofreció su brazo y señaló uno de los ascensores.

—La están esperando, princesa —me avisó—. Le han preparado una sorpresa.

Me detuve frente al hombre y eché la cabeza hacia atrás.

—¿Una sorpresa?

—Venga conmigo, por favor —me pidió—. No puedo revelar más detalles.

Puse mi mano sobre su antebrazo, con desconfianza, y lo seguí hasta el interior del ascensor con una sensación extraña en el estómago. Me sentí indefensa al ser guiada hacia una sorpresa. No podía imaginar quién había preparado algo así. ¿Silas, con su semblante serio e indiferente? No. ¿Casper, después de lo que había pasado? No. ¿Betty, una humana liderando a los glimmer en aquella idea? No. ¿Eva o Evan? Pensé en mi madre, en lo que Eva me había prometido, y me consumió la esperanza. ¿Se trataba de mi madre?

Me aferré a la ropa del hombre, desesperada, y lo seguí como si estuviera guiándome al último poco de oxígeno. Cuando llegamos a al destino, una habitación matrimonial adornada con velas y rosas, mi corazón estaba latiendo a toda prisa. Llevaba mucho tiempo sin ver a mi madre, añoraba su olor a condimentos y sus manos ásperas, añoraba todo lo que la convertía en mi madre. Necesitaba verla, necesitaba abrazarla y asegurarme de que estaba bien.

El hombre, más parecido a un humano que a un glimmer, me entregó una pequeña tarjeta y se retiró para dejarme sola en el cuarto. En la tarjeta, un rectángulo confeccionado de un material duro y frío, habían escrito una oración en letra cursiva.

«No te estamos privando de nada»

Contemplé la nota con perplejidad, arrugado la nariz, y luego miré frente a mí. ¿Qué quería decir eso? No tuve que esperar mucho para saber la respuesta. Un hombre desnudo, con el físico del David, emergió de la puerta que había en la pared y se plantó frente a mí. Estuve a punto de lanzarme contra la ventana. Me llevé la mano al pecho, impactada, y luego retrocedí para pegar mi espalda a la salida.

—¿Qué demonios? —maldije—. Por Heavenly y todos los Dioses que han existido en este mundo.

Me sobé los ojos, para asegurarme de que no estaba imaginando lo que acababa de presenciar, y volví a mirar frente a mí. Lamentablemente, el hombre desnudo seguía allí. Tenía el cabello semilargo y negro, atado en una coleta detrás de su espalda, y un rostro hecho a base de sensualidad y perfección.

No me atreví a mirar más abajo.

No miré más abajo, por Heavenly.

—Oh, no temas, princesa —susurró con voz cantarina—. No es mi intención incomodarte. Sólo estoy aquí para darte placer y felicidad, una grata mañana inolvidable entre los dos.

—¿Qué carajos? —gruñí—. ¿Quién te envió?

—Los ancestros decidieron enviarte un regalo para demostrar su apoyo —explicó, sonriendo con alegría—. Es la primera vez que haré algo así. Me siento afortunado, aunque, también, un tanto nervioso. Muchos dicen que mi belleza es atrayente, mas no creí que estuviera al nivel de una mujer como tú.

Aplasté mi cuerpo contra la puerta y alcé las cejas.

—¿Regalo? —cuestioné—. ¿A esto le llaman regalo? Eres atractivo, sí, pero... maldición.

—¿Mi aspecto no es de tu agrado, princesa? —me preguntó, entrecerrado los ojos.

La rabia me llenó las venas. ¿Cómo tenían en descaro de insultarme de esa manera? Quise correr hacia los ancestros y golpearles el estómago con todas mis fuerzas, pero me mantuve quieta, asqueada, indignada.

—Eres lindo, pero no voy a acostarme contigo —respondí—. Tú tampoco deberías aceptarlo. Nadie puede obligarte. Eres una persona y mereces respeto. Todos merecemos respeto. Esto sobrepasa los límites.

—He sido yo quien se ha ofrecido, princesa —respondió—. Nunca he estado con una mujer, y esperaba que mi primera vez fuera especial.

—¿Nunca? ¿Qué edad tienes?

—He vivido mucho, más que la mayoría —se limitó a contestar.

Observé su rostro, dotado de belleza y armonía, y tragué saliva. Era demasiado atractivo, joder. Yo no era de las mujeres que se sentían atraídas por los chicos. Eso sólo me había pasado con Reece, una vez, pero ese hombre de pie frente a mí me estaba enloqueciendo. ¿Cómo era posible? Yo no hacía esas cosas. ¿Acaso...?

Me acerqué al sujeto y lo miré hacia arriba, decidida.

—¿Estás usando una habilidad conmigo? —interrogué—. ¿Te enviaron a drogarme?

Él frunció el ceño y parpadeó con lentitud.

—No, princesa —contestó.

—Dime la verdad —le pedí—. ¿Por qué te enviaron? ¿Qué pretenden con esto? ¿Quieren demostrar que tienen poder sobre mí? Malditos ancianos. ¿La edad les quemó las neuronas o qué?

Él sonrió y me enseñó las dos hileras de dientes perfectos que portaba.

—Sólo se trata de cordialidad.

—Si quisieran ser cordiales, me dejarían en paz —espeté—. Esto sólo empeora las cosas. ¿Cómo pueden enviarme algo así? ¿Qué clase de persona creen que soy?

—¿Mi cuerpo no cumple con tus expectativas?

—No se trata de eso —expliqué—. ¿Por qué no te pones algo de ropa y...?

Él puso sus manos en mis mejillas, con fuerza, y estampó su boca contra la mía. No pude resistirme. En realidad, no quise resistirme. La necesidad de besarlo encendió una chispa en la base de mi estómago y fue imposible apagarla. Su rostro..., él era tan hermoso. ¿Por qué debía detenerme? ¿Acaso le debía algo a alguien? Yo era libre, y podía estar con él si así lo quería.

No había nada que me detuviera.

No había nada que..., excepto Reece.

Su rostro apareció en mi mente, como un dibujo hecho de hielo, y apagó todos mis deseos de desenfreno. Sentí que caía de improviso y me estampa a contra el piso. ¿Por qué estaba besando a ese hombre si no lo conocía? No se sentía bien, no me gustaba, no era como besar a Reece. Nunca sería como besar a Reece.

Intenté retroceder y apartarme, pero no pude hacerlo. Mi cuerpo se negó a escapar y me quedé atrapada entre los brazos de aquel desconocido. Sabía que no era normal, que había algo en ese hombre que me incitaba a desearlo. Una habilidad, un truco, un embrujo. Los ancestros debían haberlo enviado, ¿pero para qué?

Quizá estaban intentando probarme, tal vez necesitaban demostrar que me podían controlar. O, más probable, necesitaban convencerse a sí mismos de que yo era una glimmer como todas las otras, y que podían confiar en mí. Pero, ¿por qué? ¿Por qué desconfiaban tanto de mí? ¿Era su irremediable desprecio hacia los humanos?

Lo único claro era que jamás podría acercarme a la Fuente si no les demostraba que podían confiar en mí y que no era una amenaza. Lamentablemente, mi necesidad de cambiar las reglas era de urgencia inmediata. Si no lo hacía, Reece seguiría corriendo peligro, al igual que muchas otras personas que se encontraban en su misma situación. Debía actuar con prisa, tenía que salvarlos y evitar una guerra.

Observé los ojos del sujeto, cerrados mientras me besaba con una ternura infinita, y puse mis manos sobre su cabello negro. Los ancestros querían que les demostrara confianza, que fuera una glimmer común, y entonces eso haría. O bueno, eso fingiría hacer.

Acaricié su piel suave con mis dedos, concentrada, y recordé a Genna, la chica que había efectuado una ilusión en el baile de Abismo. Su habilidad había parecido real, tan real, que por un momento había sentido que mi corazón volvía a romperse en dos. Si ella había logrado engañarlos a todos cuando fingió bailar con Reece, yo también lo haría, y lo haría mejor.

Entrecerré los ojos, decidida, y me aparté con un cuidado agonizante. Cuando lo hice, aquel hombre continuó besando el aire frente a él. No sé percató de mí ausencia. Las imágenes en su cabeza eran tan sólidas que incluso lo incitaron a tirarse a la cama. Yo estaba ahí, besándolo, pero lejos.

Retrocedí en silencio y me senté en uno de los sillones que había junto a la pared. Desde allí, maquiné toda la escena mientras me cogía las manos con fuerza. Me sentía incómoda, sucia y perversa, pero me repetí a mí misma que era necesario y toda la culpa en mi conciencia se desvaneció. Ellos estaban siendo crueles, pero yo sería peor.

El desconocido, una elegante y agitada pantera salvaje, tuvo una inolvidable primera vez junto a su princesa. Y yo, sentada en el sillón con los ojos cerrados, tuve a los ancestros una vez más dentro de mis manos.

Ellos querían jugar conmigo, pero sería yo quien jugaría con ellos.

[...]

Después de una eterna hora de incomodidad, el desconocido comenzó a removerse entre las sábanas y a balbucear palabras sin sentido.

Luego de nuestra supuesta primera vez, el sujeto se había quedado profundamente dormido y yo aproveché de verter algunas gotas de sangre sobre el colchón. No quería que les informara a los ancestros que ya había estado con otro hombre, así que me hice un corte en el índice y fingí una prueba de virginidad.

Luego me desordené el cabello, me quité la chaqueta y me quedé sentada junto al hombre esperando que se despertara. Cuando por fin dio muestras de estar volviendo en sí mismo, me volteé y comencé a ponerme la chaqueta con una lentitud agobiante. Me sentía cansada, y no era necesario fingirlo. Usar la habilidad durante tiempo me había dejado sudada y agotada. Supuse que eso le añadía realismo a la situación, así que no me esforcé en ocultarlo.

Todavía me sentía asqueada de las órdenes de los ancestros. Quería llorar contra el hombro de mi madre, buscar refugio en mi padre, renunciar a aquellos que habían intentado lastimarme, pero fui fuerte y me concentré en lo que tenía que hacer.

Ya no era tan ingenua como antes, y no me echaría a morir por algo así.

—Buenos días, princesa —me saludó el desconocido desde atrás—. He de admitir que nunca vi un cabello como el tuyo. Cualquier felino se sentiría amenazado junto a tu extravagancia y sensualidad.

Lo miré hacia atrás, cubierto hasta la cintura con la sábana blanca, y esbocé una sonrisa ensayada.

—Hey, ¿todo bien?

Él me enseñó sus dientes perfectos y acomodó su rostro sobre la almohada.

—Ha sido increíble —confesó—. Si pudiera volver a vivir un momento otra vez, sería este. Mi felicidad es inmensa en este momento. Princesa, no quiero sonar como un atrevido, pero tu cuerpo es el lago más exquisito en el que podría haber nadado.

—Lo sé, fue alucinante. —Me puse de pie y lo contemplé con otra sonrisa de cera—. También fue mi primera vez. Podríamos repetir. Digo, algún día.

—Me encantaría repetir, pero me temo que eso no será posible—admitió—. Me están esperando en la Fuente. Tengo deberes y obligaciones que me atan a mi hogar.

Miré el piso, fingiendo decepción, y luego me giré para acercarme a la ventana. ¿Qué tan tonta debía ser para que mi raza confiara en mí?

—Supongo que tienes que correr a informarle a los ancestros lo que acabamos de hacer —espeté con brusquedad—. Ellos te obligaron, ¿no?

—Ya te dije que fui yo quien se ofreció.

—¿Por qué te enviaron?

—Te negaste a casarte con tu hermano, los ancestros creyeron que tenías algo contra los glimmer.

—Supongo que esto demuestra lo contrario —susurré.

—Sí —dijo—, ojalá esto fuera suficiente para confiar en ti.

Me volteé a mirarlo, con los ojos entrecerrados, y caminé hasta la cama para arrodillarme sobre el colchón. De cerca, el olor atrayente que desprendía su cuerpo volvió a hacerse presente. No sabía a qué olía, pero olía malditamente bien.

—Sólo respóndeme una cosa —exigí—. ¿Usaste una habilidad conmigo?

Él me miró a los ojos, con intensidad, y negó con la cabeza.

—No, mi cuerpo desprende una belleza especial —confesó—. Todos los de nuestra clase lo hacen. Es mi naturaleza. Lo que hicimos fue de verdad, princesa. Nunca dudes de aquello.

—Bien —acepté—. Entonces quédate a desayunar conmigo. Le diré al hombre de traje que nos traiga unos deliciosos panes a la habitación. ¿Alguna vez has probado el pan humano? Es exquisito.

Él se largó a reír.

—No puedo quedarme a desayunar —replicó—. Me encantaría comer a tu lado, princesa, pero mis deberes me lo impiden.

—¿Ni siquiera por un delicioso pan con tomate y lechuga?

Él volvió a reír.

—No, mi alma lo lamenta.

Me acosté a su lado y le di un golpecito en el pecho.

—¿Estás seguro? —cuestioné—. Puedo hablar con los ancestros, si eso es lo que te preocupa. Yo soy la princesa ahora, y no permitiré que lastimen a mi pueblo.

Él se inclinó sobre mí y me puso una mano sobre la mejilla, con afecto. Su mirada entrecerrada me recorrió con tristeza y preocupación. Al parecer, el cuento de la niña inocente estaba dando resultado.

—Eres sólo una niña —murmuró—. ¿Cómo pueden desconfiar de una criatura así?

—¿Y tú? —interrogué—. ¿También desconfías de mí?

Él me contempló durante un tiempo que me pareció eterno, sin parpadear, y luego tomó mi mano para besarme los dedos. No me respondió. No sé atrevió a decir que también dudaba de mí. Me besó los dedos, los nudillos, y luego pegó su frente a la mía.

—Tengo que retirarme —insistió.

—Está bien —acepté—. Pero, al menos, lleva algo para que te acuerdes de mí.

—¿Algo?

Me miré las manos, las argollas de plata que habían aparecido hace unos segundos en mis dedos, y agarré la más grande para desprenderla de su lugar. Luego agarré su mano, una mano grande y delgada que portaba un único e inmenso anillo de acero, y puse mi pequeña argolla en su dedo meñique.

—Nunca olvides lo que hoy pasó aquí —le pedí.

—Los glimmer no tenemos permitido preocuparnos de estas cosas —replicó.

—Yo voy a cambiar eso —aseguré—. Nosotros también tenemos derecho a sentir.

Él me miró aturdido, como si estuviera hablando en otro idioma, y luego comenzó a acercar sus labios a los míos. Antes de que pudiera besarme, me puse de pie y me encaminé hacia la salida.

—Nos volveremos a ver —dije.

[...]

Cuando llegué al comedor de la mansión, la primera que se levantó de la mesa fue Betty. Corrió hacia mí con efusividad y me envolvió entre sus brazos. Le desordené el cabello, con una sonrisa, y luego dejé que me guiara hasta un asiento desocupado. Algunos glimmer se voltearon a mirarnos, pero todos permanecieron en silencio.

—Guardé ese puesto para ti —me contó la castaña con una sonrisa—. Imaginé que hoy querrías almorzar con nosotros, así que me adelanté a los hechos. ¿Cómo fue tu mañana?

—Extraña —respondí—. Y muy acalorada.

—Te ves cansada —dijo—. ¿Dormiste mal?

—Sí, tuve una pesadilla horrible —mentí—. ¿Cómo está tu paciente, Dan?

En el plato vacío que estaba sobre la mesa, apareció una enorme pila de fruta con salsa de chocolate. La contemplé algo decepcionada, añorando el sabor salado de mis panes, y luego miré el resto de los platos. No había pan en ninguna parte del largo comedor. Sólo había fruta, y más fruta. A parte de mí, no había nadie disgustado por ese hecho, así que ni siquiera lo mencioné.

Tomé un tenedor y pinché un trozo de plátano para llevármelo a la boca.

—Está bien, ha mejorado bastante —me informó Betty mientras comía de su propio coctel frutal—. Antes, no sabía hablar. Las limitaciones que tenía eran gigantescas. Después de ser expuesto a las sesiones de mi habilidad, aprendió a formar oraciones y a caminar con libertad. Estoy muy orgullosa de los resultados.

—Vaya. —Aparté un pedazo de naranja y agarré uno de piña—. Ayer parecía bastante dispuesto a hablar.

No quise mencionar la revelación del chico de forma directa. Dejé el tema flotando en el aire, rodeándonos a ambas, incitando a Betty a decirme qué sabía sobre ello. La enana, no obstante, soltó una risita y se encogió de hombros.

—No le tomes importancia.

Por la forma en que lo dijo, me quedó claro que me estaba ocultando algo. Tragué con fuerza, apretando el tenedor entre mis dedos, y me incliné sobre su cuerpo para susurrarle al oído.

—No soy idiota.

Betty se atragantó con la comida y se golpeó el pecho con los puños. Miró a su alrededor, nerviosa, y tomó un sorbo del jugo que había junto a su plato.

—¿Disculpa? —gimió.

Me puse de pie, bajo la incesante mirada de algunos glimmer, y abandoné el comedor para dirigirme a los jardines de la mansión. Un momento después, cuando acababa de sentarme en una banca desocupada, Betty se plantó frente a mí y se cruzó de brazos.

—¿Qué fue eso? —me preguntó.

—Dímelo tú —contesté—. ¿Qué intentaba decirme Dan antes de que nos interrumpieran?

—No lo sé —aseguró—. Ya te dije que está un poco loco.

—¿Por qué me estás mintiendo?

—¡No te estoy mintiendo! —exclamó—. ¡Confía en mí, mujer!

—No puedo confiar en alguien que me está mintiendo —respondí—. Yo te admiraba, Betty. Quería ser como tú, pero ahora ni siquiera sé quién eres.

El rostro de Betty se desfiguró ante mis palabras. Sus ojos, marrones y empañados, se entornaron para mirarme con frustración. Hizo el intento de moverse, pero sus pies la dejaron plantada en el lugar. Sí, quizá no era justo desquitarme con Betty por lo que los ancestros habían hecho, pero no lo pude evitar. Estaba colérica, asqueada, decepcionada.

—Mujer...

—Arriesgué todo para salvarte —confesé—. Nos puse en peligro a todos por ti, y ni siquiera valió la pena. Tú ya te habías salvado a ti misma.

—Tú tampoco pareces necesitar mucha ayuda —espetó Betty con un tono amargo—. También pareces haberte salvado a ti misma. ¿Se siente bien ser una princesa?

Me puse de pie, indignada, y me acerqué a ella lo suficiente para sentir su respiración entrecortada en mi cuello.

—No lo sé —respondí—. Mi madre fue secuestrada por un enfermo que puede matarla en cualquier momento, mi padre está en las manos de un hombre que quiere utilizarme, el hombre que amo perdió la memoria dos veces y quizá jamás pueda recuperarse, perdí a mis amigos, perdí mi hogar, estoy rodeada de personas a las que no conozco y debo seguir las órdenes de unas personas que quieren que me case con mi hermano. Pero está todo bien, Betty, está todo perfecto. Si te gusta, podríamos cambiar de lugar.

Me guardé muchas cosas, porque no tenía la fuerza para seguir discutiendo con Betty sobre lo desgraciada que era mi existencia. Sorteé su cuerpo, rozándole el hombro, y comencé a alejarme por el jardín. No alcancé a llegar muy lejos cuando el grito de Betty me detuvo.

—¡Al menos tienes algo que perder! —exclamó—. ¡Yo no tengo nada! ¡Nada! ¡Esto es todo lo que soy ahora!

—¡Me tienes a mí! —contesté volteándome con brusquedad.

—No, yo solía tenerte, Celeste —dijo—. Ya no. Ahora eres una princesa y todos estamos debajo tuyo. Antes... Antes éramos iguales. Te tenía aprecio porque sabía que estabas sufriendo, que la gente no te quería, que me necesitabas...

—¡Yo no estoy por encima de los demás! —Sabía que mis gritos terminarían atrayendo la atención de los glimmer, pero no podía controlarme—. ¡Yo todavía te necesito!

—Joder, no —negó—. Ahora son otros los que necesitan de mí, y no voy a traicionarlos. Lo siento.

Agrandé los ojos, tan sorprendida como dolida, y sacudí la cabeza en un intento de demostrar mi incredulidad. Ni siquiera sabía por qué me sorprendía el hecho de que Betty les guardara sus secretos, fueran buenos o malos. Ella, en realidad, había pasado mucho más tiempo con los glimmer que conmigo.

Estaba claro que ese mundo de guerra había logrado cautivarla. Era eso lo que la caracterizaba, después de todo. Betty siempre había soñado con convertirse en una guerrera que luchara por el bien, y por fin lo había logrado. Ahí la intrusa era yo, y no podía pedirle que renunciara a lo que esas personas le habían dado. Tenía que comprender que Betty ya no era la guardiana que había ido a entrenarme, ahora era una guerrera de los glimmer.

¿Por qué me molestaba?

¿Por qué ese constante rechazo a la que era mi raza?

¿Era Betty la que se equivocaba al confiar, o yo al dudar?

¿Los ancestros tenían razón al ponerme a prueba?

Me cogí las manos, frustrada, y cerré los ojos durante un largo segundo.

—No te preocupes —dije—, no volveré a molestarte.

Betty abrió la boca para decir algo, pero no le di tiempo para hablar y regresé al interior de la mansión corriendo. Ese día cada vez se ponía peor. Primero los ancestros y luego Betty. ¿Qué vendría después? Me encerré en una de las tantas salas que permanecían vacías y me encogí en una esquina para sumirme en una pesadilla llena de sombras, mentiras y engaños.



*****

¡Listo, mis bebés! Ya llegó otro capítulo. Todavía tengo cinco más escritos, así que no se preocupen. Las actualizaciones no pararán. 

Sobre el capítulo: ¿Qué opinan de la actitud de los ancestros? ¿Creen que su crueldad está justificada? ¿Merecen estar a cargo de la protección del mundo unos seres así? 

¡Las estaré leyendo! 

Gracias por seguir aquí, y por cada uno de sus comentarios. Besitos y amor. 

Continue Reading

You'll Also Like

147K 19.5K 68
Sinopsis Tras encender el gas para perecer junto a quienes codiciaban la fortuna de su familia, Lin Yi transmigró a otro mundo, ¡y estaba a punto de...
192K 2.6K 28
Jinx manhwa
519K 54.8K 68
Esta es la historia de una mujer que intentaron casar con muchos lords, pero que se enamoró de muchas princesas. ~~~ Monarca es la historia de la pri...
16.6K 1.5K 22
-Oye ya sabes las 7 leyendas? N, un chico de 17 años que está enamorado de V... Toda la secundaria fueron obligados a ir a un campamento de estudio p...