fernweh | ragoney

By mazodramaticayo

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Raoul nunca ha tenido muy claro dónde pertenece, cómo o con quién, hasta que hace un año conoció un mundo nu... More

Capitulo 0
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10

Capitulo 1

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By mazodramaticayo

"Gold" - EDEN

El aeropuerto estaba especialmente vacío mientras Raoul esperaba que su vuelo apareciese en la enorme pantalla central de la Terminal 2, eran las cuatro de la madrugada de un sábado de septiembre y las luces de las pantallas que anunciaban los vuelos le hacían reflejos bastante molestos para sus ojos cansados.

-Toma cariño – Susi, su madre, le tendió un donut de chocolate y una coca cola que llevaba en la mochila, era de esas madres que siempre tienen de todo cuando es necesario, desde un donut a las cuatro de la madrugada a un ejemplar de su libro favorito cuando se aburría de vacaciones en la playa; y no se hacía una idea de cómo de agradecido estaba Raoul por aquello en realidad.

-Gracias, mamá – sonrió dulcemente, como siempre le hacía. Siempre que no estuviesen a gritos, lo que era bastante frecuente. Ambos tenían un temperamento muy fuerte y la mecha muy corta, pero sin duda Susi era la única persona sin la cual no podría vivir.

Desde pequeño le había hecho gracia la cara de resignación que ponía su madre cada mañana cuando le veía tomar un vaso de Coca Cola con cualquier otra cosa que complementase su desayuno. A lo largo de los años, Raoul, sólo había conocido un par de personas que comprendiesen aquella extraña manía, o adicción, que tenía, y su madre definitivamente no era una de ellas.

Se incorporó un poco para mirar por encima de su hombro a la multitud que empezaba a agolparse en las filas para facturar las maletas.

-¿Dónde está papá? Debería estar aquí ya, solo quedan... - hizo un pequeño gesto para mirarse la muñeca, a pesar de saber que no llevaba ningún reloj.

-Dos horas, Raoul, quedan dos horas – le contestó su madre riéndose dulcemente, mientras se colocaba un largo mechón rubio tras la oreja.

Su madre tenía razón, como casi siempre, pero hacía ya mucho tiempo que no estaba tan emocionado por algo, tanto que casi se había olvidado de que tenía que llamar a Daniel para despedirse antes de montar en el avión y tan emocionado estaba que se preguntaba si tenía derecho a estarlo, al fin y al cabo iba a cambiar su vida, o eso esperaba.

Se había repetido una y mil veces que aquello era lo correcto, debía vivir aquella experiencia, y pedirle a Daniel que no fuese con él al aeropuerto solo lo hacía más fácil, al menos para Raoul. Todo el mundo le había bombardeado con las mismas preguntas una y otra vez. ¿Por qué no va contigo esta primera semanita? ¿Cuánto vas a  estar por allí? ¿No os va a resultar difícil? ¡Estaba harto! Hacía al menos cuatro años que sus decisiones personales se habían convertido en decisiones conjuntas, hacía tanto tiempo que estaban juntos que apenas podía recordar una vez anterior a esa en la que eligiese algo porque era lo que él quería y no lo que querían los dos.

No es que se hubiese quejado de eso nunca, de hecho solía gustarle saber que tenía a alguien que siempre estaría ahí para apoyar (casi) cualquier cosa que hiciese y pensara en él antes que en nadie, pero el intercambio con Miriam el año pasado había cambiado muchas cosas. Raoul había roto su rutina, habían viajado a otras partes de España, habían salido juntos a tantos sitios, solo la leona y él, que sintió que por primera vez desde hacía muchos años tenía libertad y sabía quién era.

Aunque eso no era del todo cierto, seguía sin tener mucha idea de que quería hacer con su vida, de qué clase de persona era y que clase de persona quería ser, es lo que ocurre cuando toda tu vida la has pasado en un pueblo, viviendo como te dicen que tienes que vivir y te olvidas de ser tú mismo, porque es cierto que los últimos tres años los había vivido en Madrid con su novio, pero para él, aquello no había significado ser más libre, si acaso, lo contrario. Por eso cuando se le presentó la oportunidad de irse a Alemania a estudiar su último año de carrera no se lo pensó por un instante, preparó todos los papeles en tiempo record, estudió como nunca antes e hizo las maletas.

-Ahí está cielo – le dijo su madre señalando a Manolo.

El padre de Raoul era un hombre de unos cincuenta años, a menudo le decían que podía asustar primera vista, pero era realmente encantador si llegabas a conocerlo, especialmente con un par de cervezas de por medio.

Raoul apoyó la botella en el suelo y se levantó costosamente, había dormido apenas seis horas en los últimos dos días y eso le estaba pasando factura.

-¿Dónde te habías metido? – preguntó indignado.

-A ver hijo, cálmate, aun tienes dos horas de margen, desayuna tranquilo.

-Claro, es muy fácil decirlo, ¿y si pierdo el vuelo?

Manolo puso los ojos en blanco, su hijo era tan dramático que bien podría haberse dedicado al teatro. Estaba de los nervios, era la primera vez qué cogía un vuelo él solo, completamente solo y para colmo tenía que hacer escala en Frankfurt. Aun que tenía que reconocer que eso no es realmente lo que más le preocupaba, si no el hecho de que su madre aun no lo sabía. Si había alguien más dramático que él en el mundo, esa era sin duda Susi.

Cuando el mes anterior sugirieron que hiciese escala, el lugar de volar directamente a Berlin, casi le da algo, literalmente. Pero a pesar de haber buscado todo lo posible, no había más opciones económicamente posibles para la familia, así que decidieron que lo mejor era hacer aquella escala y que lo mejor, sin duda, era no decírselo de momento y Manolo de encargaría de todo una vez estuviesen en casa.

-No vas a perder nada, el vuelo no va a salir en la pantalla hasta dentro de media hora mínimo y hasta que no aparezca no sabes a que puerta tienes que ir.

Raoul bufó de resignación, odiaba cuando su padre le quitaba la razón por la que montar un berrinche.

Llevaba como dos horas leyendo su libro favorito en el móvil y la vista se le había empezado a cansar, por supuesto aquel no era su método de preferencia, pero tenía todos los libros en la última maleta que había facturado. Obviamente Susi le había dicho que era un exagerado, volvería a casa en diciembre, cuando empezasen las vacaciones de navidad, pero Raoul siempre llevaba sus libros con él, no importa dónde, era parte de quien sí mismo, de lo poco que tenía realmente suyo.

*          *         *

-Raoul, despierta – escucho entre sueños a su madre dándole unos golpecitos en el brazo.

-¿Ya? – miró a las pantallas con los ojos aun medio cerrados, un poco legañosos y vio su vuelo "MDR-FRA 06:15 Retrasado"

Genial, como siempre todo, genial. Pensó mientras dejaba caer su cabeza hacía atrás.

Cuando al fin anunciaron desde que puerta saldría su vuelo se dirigieron al control y conforme más se acercaba, más se le llenaban los ojos de lágrimas y más se le hinchaba el nudo de la garganta. Nunca había estado tanto tiempo lejos de casa y sin duda aquello no iba a ser fácil. No había querido pensar hasta ahora lo que suponía de verdad irse, estar lejos de sus padres, de sus primos, de Daniel... estar lejos de ellos tanto tiempo. Una presión se apoderó de su pecho, hacía fuerza por no llorar, por mostrarse fuerte, en especial por su madre y lo consiguió, aunque sentía que podía explotar en cualquier momento. Raoul era un llorón, lo había sido siempre y nunca le había avergonzado reconocerlo.

Se colocó bien la mochila y cogió la maleta que, hasta ahora, llevaba su padre. Estaba allí, en el lugar exacto donde tenía que decirles adiós. Cualquiera que pudiese escuchar sus pensamientos habría pensado que se iba para siempre y que no volvería a verlos nunca, porque así es como él se sentía. Podían pasar mil cosas, y esta podría ser la última vez qué les abrazase...

Para, Raoul, eres un paranoico.

Sin decir nada se abalanzó sobre su padre y le dio un abrazo enorme, sabía que a él también le daba pena y que le iba a echar de menos, pero se le daba mejor ocultarlo que a Susi, por eso la dejo para el final. Cuando hubo terminado con él, se limpió un par de lágrimas qué se le habían escapado y se giró a su madre.

-Ay, mi niño – le dijo en el oído mientras lloraba. Abrazar a su madre era sencillo, ambos tenían la misma estatura y era cálida, le hacía sentir tan bien... daba igual el momento, siempre le gustaba que Susi le abrazase, desde pequeño nunca ha sido una de esos chicos a los que le avergonzase ser visto con sus padres, si acaso, todo lo contrario, le encantaba salir con ellos, para sorpresa de algunos, incluso de fiesta.

-No llores, mamá – le susurró con una sonrisa leve -, si vuelvo en un par de meses. Y traeré chocolate – rio porque sabía que eso no le iba a consolar en absoluto, su madre no era una persona que pierda la cabeza por lo dulce, pero que a su padre si le hacía ilusión.

-Con que vuelvas tú me vale, que te conozco y eres capaz de quererte quedar allí para siempre – Susi se apartó y le cogió la cara con las dos manos antes de darle un beso en la cabeza.

Muy a su pesar se separaron, Raoul se volvió a colocar la mochila con un golpe de hombro por cuarta vez y ahora sus labios dibujaban una línea recta intentando aguantar el llanto, intentado imaginar futuros cambios que pondrían a su madre de los nervios, como aquella vez que pensó que sería buena idea darse reflejos en el tupé, que acabarían siendo más verdes que rubios, sólo que esa ahora no estaría allí para ver su cara mientras se lo decía. Iban a ser muchas las cosas que ocurrirían y no serían lo mismo.

-Os voy a echar de menos – dijo antes de darles dos besos -, os quiero.

Con aquellas palabras emprendió su paso hacía el control, el cual no importaba si iba solo o acompañado, se dio cuenta de que le ponía igual de nervioso. Cuando después de unos minutos lo pasó sin problemas, buscó su puerta de embarque y se sentó a esperar, le quedaban aún más minutos de los que necesitaría para lo que iba a hacer,  asi que se llevó la mano al bolsillo y sacó su móvil.

1 mensaje de Daniel.

Suspiró profundamente, ¿a quien quería engañar? No podía dejar de sentirse mal por el alivio que sintió al saber que no le vería en meses. Le quería, de eso no le cabía duda, pero probablemente no de la misma manera que Daniel le quería a él. Había sido su novio durante años, y eso no se olvida, pero estaba seguro de que ya no estaba enamorado de él. Secretamente esperaba que esos meses fuera le hicieran echarle de menos y recuperar ese amor que antes sí había sentido, o por lo contrario darle el valor suficiente para terminarlo de una vez.

Se mordió el labio y abrió el mensaje, simplemente era un "gracias por llamar" bastante irónico. Lo cerró y decidió que esperaría a estar en Berlín para llamarlo, le diría que se le apagó el móvil o cualquier otra escusa igual de creíble, no quería escuchar de nuevo a Daniel pidiéndole que no se fuese que aquello no les iba a ir bien, lo que él no sabía, porque Raoul era demasiado cobarde para decírselo, era que no les iba bien desde hacía mucho tiempo.

Al cabo de un rato sumido en sus pensamientos, escuchó por megafonía que llamaban a su vuelo. Estaba a punto de salir. Cogió su mochila y la maleta y se dirigió a la puerta. La señora rubia y de ojos azules que estaba recogiendo los billetes con su impecable uniforme no paraba de mirarle a él y a su DNI, y de vuelta a él. Estaba empezando a ser algo común, no podía culparla, en su carnet tenía el pelo más oscuro casi rapado, un pendiente en la oreja izquierda y algún kilo más. Cuando por fin pareció comprender que ambos eran la misma persona, le dejó pasar.

Raoul se fue directo a su asiento tras conseguir colocar su maleta un par de lugares más atrás de lo que le correspondía. A su lado había una madre con un niño de no más de dos años, el pequeño le sonrió y él le puso un par de muecas graciosas, le encantaban los niños, había pasado media vida rodeado de todos los pequeños de su familia y se le daba bastante bien cuidar de ellos en general. Cuando el niño por fin pareció aburrirse, Raoul sacó los auriculares de la mochila, cogió el móvil y puso a EDEN a todo volumen.

Aquel vuelo sería sin duda algo decisivo en su vida.

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