Ella, tú y yo

By LizGoL

794K 82.6K 22.5K

Ser padre a los veintiuno es difícil. Ser padre soltero, desheredado, estudiante y trabajador de medio tiempo... More

Introducción
Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Epílogo
Extras
Mil palabritas
Agradecimientos

Capítulo 4

21.8K 2.5K 449
By LizGoL

Izan estiró los brazos y arqueó la espalda para tratar de deshacer los nudos que se le acumularon gracias a la posición.

Suspiró con fuerza antes de regresar la atención a la pantalla que mostraba el porcentaje de su archivo, que se subía con suma lentitud a la nube de la empresa. Un acuerdo al trabajar con Thiago fue ese; tener internet para poder subir sus trabajos a la nube y evitar pisar el edificio de su amigo.

Estaba agotado pero, afortunadamente, acabó.

Tomó su celular y le envió un mensaje al inglés para hacerle saber que el trabajo estaba hecho, tal vez aún podía mantener su puesto y no perdería su fuente de ingreso. Aunque, por la hora, difícilmente recibiría el pago, algo que le preocupaba pues ya no tenía suficientes pañales.

Levantó el rostro con sorpresa ante ese pensamiento, hacía mucho tiempo que no escuchaba a Sayuri.

Se giró en su silla y se levantó a gran velocidad sin reparar en lo limpio de la cocina y sala. Casi corrió hasta la recámara sintiendo su corazón latir con fuerza. La puerta estaba cerrada.

«Idiota, si algo le pasa será únicamente...»

Nunca terminó aquel pensamiento, pues al abrir la recámara vio una sombra sentada en la cama con la espalda apoyada sobre su cabecera, la ligera luz de la pantalla del celular le iluminaba el rostro.

La chica levantó la mirada antes de poner un dedo sobre sus labios en señal de que no hiciera ruido. Sayuri estaba sobre su cojín anti-reflujo descansando plácidamente. Soltó un suspiro imperceptible y se obligó a tranquilizarse.

La castaña apagó su celular, con mucho cuidado se levantó de la cama y puso cojines alrededor de la bebé para que no cayera al despertar. Luego, de manera sigilosa, alcanzó al joven padre y salió de la recámara.

Izan miró a su niña antes de cerrar con cuidado la puerta. Llevó la mirada a la sala donde encontró a Sorine poniéndose su chamarra.

—Se durmió hace cuarenta minutos, ¿pudiste acabar tu trabajo?

El chico se acercó a la computadora, llevaba setenta por ciento el archivo.

—Sí; lamento la hora, no me di cuenta del tiempo que pasó —contestó antes de acercarse a la máquina para minimizar la pantalla.

Sorine sacó su cabello de la chamarra y se encogió de hombros.

—No te preocupes, me suele pasar; lo importante es que acabaste y Sayuri está descansando para que hagas lo mismo, te ves terrible.

Él arqueó una ceja ante el comentario lleno de confianza.

—Lo haré, gracias por limpiar y... —Se detuvo al notar que la chica veía la pantalla del computador con sorpresa.

—¿Sabes usar el AutoCAD?

Izan siguió su mirada y apagó la pantalla antes de aclararse la garganta habiendo sentido una opresión en el pecho. Ese programa fue su mejor aliado para crear planos y maquetas.

—La máquina no es mía, es de un amigo —le recordó. Sorine envidió al dichoso amigo, ella también tenía el programa, pero en su laptop a cada rato se pasmaba—. En fin, gracias; creo que hasta la cocina limpiaste —concluyó.

—Sayuri se entretuvo con Wippi así que aproveché —le contó ella con cierto desdén—. Deberías intentar el BWL, te ayudaría mucho que coma sola.

Él la vio confundido, jamás había escuchado el término. Al notar esto, ella lo vio con sorpresa.

—Baby-led weaning, es un método para que se brinquen las papillas y coman por sí mismos. —Izan frunció el ceño imaginándose a Sayuri tratando de comer un pedazo de carne sin poder hacerlo y levantó el rostro con escepticismo cuando la chica rio—. Se dan pequeñas cosas: arroz, trozos de zanahoria cocida; alimentos que ella pueda ingerir con facilidad.

El chico asintió sin estar convencido, le daba pánico que su hija se ahogara.

Sorine caminó hasta la puerta y puso una mano en la perilla más no la abrió, en vez de aquello, se giró y miró al joven que la vio con confusión.

—Mira, sé que no me conoces, que soy una completa extraña, pero creo que podríamos ayudarnos mutuamente.

Él cruzó los brazos tomando una postura defensiva.

—¿Cómo?

Sorine señaló la Mac.

—Me harías un enorme favor dejándome usar el AutoCAD por unas horas.

Ojos ambarinos la vieron con desconfianza mientras miraban de soslayo el costoso aparato.

—¿Por qué?

—Estudio arquitectura y aunque tengo el programa, en mi computadora se traba mucho y tardo tres veces más en hacer un plano. —Ladeó la cabeza—. Y tengo pocas semanas para entregar un proyecto grande —concluyó.

Izan bajó la mirada a media oración, parecía serio y algo... ¿decaído?

—No entiendo mucho el trato —masculló, finalmente.

Sorine caminó hasta la mitad de su sala y él la siguió con la mirada.

—Puedo cuidar a Sayuri, te dije que tengo años de experiencia como niñera; tú podrías trabajar ese tiempo...

—Y el pago sería usar la Mac —terminó Izan.

La chica asintió varias veces.

—Puedo venir después de la escuela, podríamos organizar un calendario con horarios y fechas. —Sorine hablaba a gran velocidad, él apenas le podía seguir el paso. De hecho, se la pasó parpadeando mientras ella le explicaba los días que llegaría más temprano o tarde y como le harían los fines de semana.

Tenía sentimientos encontrados: la emoción de poder avanzar más rápido en proyectos y su carrera, pero a la vez, el miedo de que aquello fuera una trampa donde perdería a Sayuri.

—¿Cómo ves?

El chico parpadeó varias veces mirando a su alrededor, titubeante.

—No sé... Sayuri es... No me gusta dejarla con extraños.

Sorine asintió de manera comprensiva.

—Eso es lo mejor de todo, ambos estaremos aquí y podrás supervisar lo que haga con ella.

Izan se movió incómodo.

—No sé...

Ella caminó hasta la puerta sin perder el ánimo.

—Piénsalo, podríamos ayudarnos mutuamente —dijo antes de abrir la puerta para salir, pero dio un paso atrás de la sorpresa y soltó algo que sonó como—: Hoe.

Su acompañante la vio extrañado pero luego miró a la persona en la puerta.

Ojos azules detrás de unos lentes la veían con una ceja arqueada junto a una expresión seria.

—Thiago —exclamó Izan parándose detrás de Sorine.

El mencionado frunció el ceño mientras molestia se dibujaba en ese rostro debajo de cabello negro perfectamente peinado hacia la izquierda.

—¿Ocupado? —Prácticamente espetó.

La castaña lo vio un tanto avergonzada al escuchar al chico detrás de ella suspirar levemente.

—No, ya se iba —musitó.

Ella asintió varias veces bajando la vista, honestamente el tipo frente a ella intimidaba con su altura, postura y mirada. Parecía realmente molesto.

Notó la bolsa de pañales que cargaba en la mano izquierda y otra bolsa blanca en la derecha.

«Huh, será su pareja o pretendiente» pensó, incómoda.

El hombre se hizo a un lado para dejarla pasar, ella lo miró de soslayo antes de salir.

—Nos vemos, Izan.

No recibió respuesta, pero sí brincó cuando escuchó la puerta ser cerrada con un azote.

«Bendito genio» pensó sintiendo algo de lástima por el chico de ojos ambarinos que en definitiva era más joven que el que acababa de llegar a su casa.

Sacó la fórmula de Sayuri de la bolsa que Thiago le entregó y la puso sobre la mesa sintiendo la pesada mirada de su amigo.

—No sé qué te imaginas, pero te aseguro...

—Obviamente no tienes idea de lo que me imagino —espetó el inglés cruzando los brazos—. La última vez que metiste a una chica a tu casa...

Izan apoyó ambas manos sobre la mesa y suspiró.

—Ya lo sé, no dejas pasar un día sin que lo olvide —murmuró.

Vio de reojo que Thiago se sentó en la sala tomando a Wippi.

—Renunciaste a mucho por Sayuri, Izan, no repitas errores.

El chico pasó una mano por su cabello castaño en ademán de frustración.

—Es la niñera de Sayuri.

Thiago se inclinó hacia adelante apoyando los codos en sus rodillas.

—Niñera —repitió con ironía.

Izan se encogió de hombros.

—Es un intercambio de favores: ella usa el AutoCAD y a cambio cuida a mi hija... Gracias a ella acabé el logo —explicó.

Podía sentir la mirada escéptica de su amigo, sabía perfectamente bien lo que pensaba. Pero la verdad era que Sorine le había ayudado bastante y sentía que se lo debía.

—Hablando de —dijo el inglés levantándose y sacando un sobre amarillo del interior de su saco para ponerlo en la mesa donde Izan seguía apoyado—, supuse que necesitarías el efectivo, el cliente quedó satisfecho.

El joven asintió en agradecimiento.

—¿Podrías... Revisar su historial? —cuestionó, dubitativo.

Thiago suspiró mirando hacia arriba.

—Vas a aceptar que una extraña cuide a tu hija.

El chico empuñó las manos sobre la mesa.

—Estaré aquí, no pienso arriesgarme, pero me harías un enorme favor si averiguas si tiene lazos... Ya sabes.

Su amigo negó varias veces.

—¿Cómo se llama?

—Sorine... No sé su apellido ni otra cosa... Le preguntaré cuando la vuelva a ver.

Thiago movió la cabeza de nuevo de forma negativa.

—No juegues con fuego, Ethan, ya te quemaste una vez —le murmuró en su lengua natal para recordarle todo aquello a lo que renunció por hacerse cargo de su hija.

Izan le dio la espalda y tras tomar la lata de fórmula, se dirigió a su cocina ignorando el estremecimiento que lo recorrió.

—Lo sé —respondió en la misma lengua.

Leyó pregunta tras pregunta junto a varias instrucciones que transcribió en el cuaderno que tenía a un lado.

Sayuri seguía dormida, así que optó por ponerse al corriente con las tareas que tenía pendientes. Era una ventaja que estuviera estudiando en línea, sin embargo, no había podido hacer mucho en los últimos días.

Thiago le dijo que le mandaría su nuevo proyecto en la mañana y le pidió que durmiera porque ya parecía cadáver. Aunque Izan sabía que era cierto, prefirió avanzar en sus tareas. Necesitaba ese título para poder dejar de ser un freelance y ganar más; lo suficiente para mudarse o mínimo comprarse un auto.

Levantó la mirada y escuchó con atención su entorno: unos perros ladraban, los vecinos de al lado estaban en su segundo round de sexo alocado, pero nada que Sayuri despertaba.

La había revisado por lo menos cinco veces: que respirara bien y que su mano rodeara uno de sus dedos al sentirlo. Por momentos pensaba que Sorine quizá la había drogado. Sí, era extremista, pero no podía dejar de sentir que el mundo estaba confabulado en su contra. Si no fuera porque Paige, su prima, lo mantenía al tanto de los movimientos de ambas familias, quizá viviría encerrado de por vida.

Dejó de anotar y pasó ambas manos por su rostro tratando de despejar el sentimiento de agobio. A veces sentía que se sofocaba, pero no cambiaría nada. Sayuri era lo mejor que le había pasado en la vida.

Se levantó y caminó hasta Wippi, lo tomó en sus manos y se dirigió a su recámara. Abrió con cuidado y notó dos manitas que se movían. Sonrió a pesar de todo y se acercó. Esos ojos, idénticos a los propios, le dieron una mirada cargada de amor.

—Mira a quién traje —susurró poniendo la rana de felpa en las manos de su hija.

Sayuri balbuceó con emoción y tomó el peluche para empezar a chupar la parte de plástico que tenía como manos. Izan rio antes de tomarla en sus brazos para revisar su espalda y pañal.

El cielo ya se había oscurecido, así que con su hija en brazos fue y encendió la luz. Parpadeó varias veces con sorpresa al encontrar la ropa de la pequeña perfectamente doblada en los cubos de tela que tenía sobre su cómoda. Luego sintió algo de vergüenza.

Él era muy ordenado, pero con la ropa de su niña era un desastre, siempre tenía todo revuelto. Al parecer Sorine se entretuvo doblando mamelucos y vestiditos.

Su hija comenzó a jugar con la etiqueta de la rana.

—¿Te agradó Sorine? —le preguntó en voz baja.

Sayuri rio e hizo una trompetilla que le causó risa, el chico la abrazó a su pecho antes de suspirar y mirar por la ventana.

—Ojalá no esté cometiendo un error, no sé qué sería de mí si te perdiera —musitó recordando esa noche que despertó en Sídney para encontrar una cuna vacía; apretó un poco más el abrazo y suspiró de manera temblorosa—. Estamos bien, Sayuri.

Era un mantra que se decía todos los días esperando que siempre se cumpliera.

No le importaba ya no ser un Moore ni haber perdido la carrera que anheló estudiar desde que aprendió a leer. Cuando vio por primera vez a su hija, supo que su destino era estar junto a ella al precio que fuera. Y sí, había sido muy alto, incluso de país se cambió. Pero había sacrificios que valían la pena y Sayuri valía eso y más.

Su hija recargó la cabeza en su hombro y la escuchó bostezar, una sensación de calidez se instaló en su pecho alejando todo sentimiento de miedo.

Sí, definitivamente ella valía mucho más.

—Estamos bien —repitió.

Sayuri despertaba a la siete de la mañana así se durmiera a las ocho de la noche o de madrugada. No fallaba en desayunar una manzana rayada con cereal. Era de las pocas cosas que le daba para que hiciera y deshiciera; siempre dejaba la silla y su ropa manchada, pero a esa hora de la mañana él aún no coordinaba muy bien.

Bostezó por quinta vez mientras mezclaba leche en su taza de café. Había adquirido la manía de usar una cucharada de fórmula con la agria bebida. Sabía bastante bien.

Sayuri jugó en su corral hasta la una de la mañana, situación que aprovechó para acabar tareas pendientes, aunque en ese momento estaba pagando la factura.

Su celular vibró y lo levantó desganado.

"Te envié a tu mail los nuevos requerimientos"

Suspiró y dejó la respuesta para después, estaba cansado y ansiaba dormir más de seis horas aunque fuera una vez.

Miró a su hija quien había metido las manos en su desayuno y ahora las chupaba con emoción. Recargó la mejilla en la palma de su mano al beber su café.

Sayuri no tenía rastros de la mujer que la engendró, nada, incluso el cabello era una mezcla de ambos: Rubio cenizo con castaño oscuro que terminaron en castaño claro. Agradecía al cielo que así fuera. En algún momento amó de manera intensa a la mujer, hasta que se dio cuenta de que todas las advertencias de su familia eran verdaderas.

Sayuri aplaudió y balbuceó antes de batir los restos de su desayuno en la mesa. Izan sonrió y sacudió la cabeza bebiendo lo último de su café para levantarse de la mesa y dejar la taza en la barra que separaba la cocina.

—Vamos, nena, hora de bañarse —dijo antes de quitarle el babero y la blusita rosa que estaba llena de cereal y restos de manzana.

La llevó hasta el baño y empujó a un lado la cortina de la regadera, luego abrió la llave del agua y con una mano sostuvo a su hija mientras que con la otra fue midiendo la temperatura hasta sentirla perfecta. Finalmente empujó con un pie la tina amarilla que yacía sobre el suelo para colocarla justo debajo del chorro de agua.

Tras asegurarse de que se estuviera llenando, regresó a la habitación en donde tomó la ropa que usaría su hija ese día y la colocó sobre la cama junto a un par de calcetines, un pañal nuevo y su crema corporal. Una vez que terminó eso, se dirigió hasta su ropero de donde tomó la toalla morada de jirafa que le había regalado Thiago a su ahijada.

Regresó al baño y tras cerrar la llave, metió la mano al agua para asegurarse de que fuera la temperatura ideal. Después paró a su hija sobre la taza y se hincó ante ella para sostenerla por debajo de su axila con una mano, mientras que con la otra le quitó el pañal.

Sayuri se movía de arriba a abajo con emoción y balbuceaba, Izan sonrío antes de levantarla para con cuidado meterla al agua. La bebé gritó de emoción y él la sentó para arrodillarse junto a ella, con una pequeña taza de plástico le echó agua en la cabeza a lo que su hija contestó con trompetillas.

Se dispuso a lavarle el cabello mientras ella salpicaba todo, luego con su esponja de unicornio le quitó los restos de cereal y manzana del rostro y cuello para continuar enjabonando el cuerpo una vez que la puso de pie.

Sayuri amaba el agua, podía pasar horas ahí, pero Paige alguna vez lo regañó porque, en sus palabras, era agua sucia y no debía permanecer mucho tiempo dentro de ella. Con cuidado de no soltar a su hija, abrió de nuevo la regadera y puso una mano sobre la frente de la bebé para evitar que el shampoo le cayera en los ojos.

Ella gritó otra vez y comenzó a reír al sentir el agua sobre su cuerpo. Era un sonido que Izan adoraba escuchar, pues la felicidad que la pequeña emanaba era contagiosa.

—¿Te gusta? —le preguntó sintiendo gotas en el cabello.

Ella aplaudió e hizo aquel movimiento que se asemejaba a pequeños saltos. Izan le sonrió con ternura ignorando que, una vez más, había terminado empapado.

Tras quitarle el jabón de todos lados, cerró la llave y levantó a su hija —mojándose aún más al pegarla a su pecho— para cubrirla con la toalla y encaminarse hasta su recámara donde la acostó y secó a gran velocidad.

Sayuri jamás se había enfermado, era algo de lo que se enorgullecía, pero era fruto de cuidados exagerados como el del baño. Siempre la secaba rápido, le ponía crema, pañal y ropa antes de usar una pequeña secadora para su cabello. Algo que empezó a hacer desde los siete meses, cuando su hija dejó de gritar a causa del sonido.

Una vez que estuvo lista, la sentó en la cama con almohadas rodeándola y le entregó un libro de peluche para que se distrajera en lo que él se secaba.

Tomar baños se había vuelto una tarea titánica. A veces, aprovechaba cuando su hija dormía, incluso, iban como cuatro veces que lo hacía de madrugada.

Se sacó la playera mojada y secó su cabello, luego tomó unos jeans y se cambió el pants de su pijama antes de tomar otra playera color rojo.

—Verduras, pan, carne, pollo —masculló, pensativo, mientras se vestía haciendo una lista de todo aquello que necesitaba—. Toallitas, agua. —Suspiró haciendo cuentas mentalmente; una vez más se iba a quedar con el dinero justo.

Necesitaba conseguir el empleo de diseñador. No solo le mejorarían el sueldo, también tendría prestaciones como crédito para un auto, seguro médico y estadía en la guardería de la empresa. Tenía casi seguro el lugar, pero necesitaba el título, Thiago ya se estaba jugando mucho al pagarle por encima de lo que cualquier otro freelance ganaba.

Una vez que se cambió, puso su mochila sobre la cama y acomodó tres pañales, una botella de agua, mamila, fórmula y una banana junto a una cuchara empacada.

Escuchó un ligero golpeteo en la puerta y frunció el ceño con extrañeza. No esperaba a nadie. Miró a Sayuri por unos momentos sintiendo su estómago revolverse.

«Es absurdo, nadie sabe que vivimos aquí» pensó tratando de calmar sus miedos.

Tomó a su hija y tras acercarse a la puerta, se asomó sigilosamente por el rabillo de esta: cabello castaño claro, la chica silbando. Frunció el ceño confundido y miró el reloj sobre la cocina, eran apenas las nueve de la mañana.

Suspiró y dejó a Sayuri en el corral antes de regresar a la puerta y abrir. Ojos verdes lo miraron con fingida inocencia.

—¡Buenos días! Andaba por el rumbo y... —Izan arqueó una ceja en clara incredulidad y la chica bufó—. Bien, no andaba por el rumbo; dejé mi cartera en tu recámara y ahí está mi credencial de la escuela.

Orbes ambarinos la vieron con seriedad.

—Espera —dijo antes de cerrarle la puerta.

Sorine hizo girar los ojos pero se apoyó en el muro a un lado y siguió silbando. Ya no llegaría a su primera clase, eso era definitivo, así que ahora tendría tres horas libres que bien podría usar para ir al registro de propiedades.

Tras bastantes minutos, escuchó la puerta ser abierta. Al girar la cabeza, sonrió ampliamente al encontrar a Sayuri aplaudiendo emocionada en los brazos de su padre.

Izan cerró con llave su departamento y luego le entregó su cartera rosa.

—Se cayó al suelo y no la encontraba —murmuró antes de empezar a caminar.

Sorine la metió a la parte trasera de sus jeans y los siguió, el chico llevaba esa mochila negra en la espalda.

—¿A dónde van? —les preguntó bajando las escaleras.

Él la miró de soslayo.

—Al súper —contestó, cortante.

Sorine se detuvo e hizo la cabeza de lado, ¿cómo pensaba el chico llevar sus compras y a su hija si no cargaba con la carreola? Algo que aparentemente él también notó pues se detuvo a medio camino y miró al cielo con desesperación.

—Rayos —musitó.

Ella se recargó sobre su vehículo y lo observó girarse para regresar sobre sus pasos.

Izan buscó sus llaves en las bolsas de sus jeans, no era posible que fuera tan despistado.

—Ya, suban —exclamó de pronto la castaña golpeando tres veces el techo de su auto. El chico se detuvo y la miró extrañado pero ella solo se encogió de hombros—. Tengo tres horas que matar, los llevo y traigo —dijo abriendo la puerta trasera y la del piloto.

Ojos ambarinos la vieron con escrutinio, ¿por qué los ayudaba tanto?

Sayuri rio y Sorine sonrió. Entonces entendió que no lo ayudaba a él, era por su hija por quién se preocupaba.

—Gracias —susurró antes de abordar el vehículo.

La chica lo imitó y tras cerrar su puerta puso el auto en marcha.

—No hay de qué —respondió antes de integrarse al tráfico—. Por cierto, me llamo Sorine Kaspersen, te lo digo porque creo que después de todo, sí nos vamos a apoyar.

Él miró por la ventana, en realidad pensaba decirle que solo estaba bien, pero...

—Izan y Sayuri Moore — contestó en voz baja.

Sorine los vio por el retrovisor e Izan llevó su mirada hasta ella, la chica sonrió de manera sincera y él regresó la atención al exterior.

De verdad esperaba no estar cometiendo un error.

Continue Reading

You'll Also Like

1.7M 74.5K 54
[Aun en corrección] Ares Voltov, un caliente boxeador malhablado, tuvo una infancia difícil, vivió en las calles, familia destruida, sin amigos, él...
227K 16.6K 49
Cuando Dolly Faster pierde a su novio y mejor amigo James Richie en un accidente automovilístico en el cual ella también estuvo involucrada, queda to...
302K 40.7K 44
*Fueron los libros los que me hacían sentir que quizá no estaba completamente sola, y tú me enseñaste que el amor solo es una debilidad.* Isis descub...
14.5K 1.2K 25
❝A veces siento que me he convertido en algo irreconocible, pero luego te veo, y el amor que siento me ata de nuevo a esta tierra❞ Azriel × Oc RESUM...