Unas semanas después, Irina parecía estar volviendo a la normalidad. Sin embargo, una noche regresó y tiró todos sus libros sobre la cama con una furia indescriptible.
No me atreví a preguntar nada hasta que se tumbó en el piso como si aquello fuera la mejor terapia jamás inventada. Poco a poco su respiración se tranquilizó.
—¿Está todo bien, Nina?
Me miró desde el ovillo que se había hecho en el suelo y me dio la impresión de que sus ojos me traspasaban. Un segundo después, estaba de pie junto a mi cama.
—Mel, ¿recuerdas lo que te dije sobre contarte todo cuando estuviera segura?
Luché con todas mis fuerzas para no sonreír abiertamente. Irina se sentó a mi lado en la cama y miró al techo unos segundos.
—Te voy a contar algo, ¿vale? Quiero que me escuches atentamente.
Asentí y ella suspiró.
—Bien, ¿te acuerdas que salí el primer día de clases?
Negué con la cabeza.
—Me quedé dormida. No te oí llegar.
—Después de Herbología, salí a dar una vuelta por el bosque —desvió la vista y su voz ronca se volvió más notoria al estar cubierta de recuerdos—. Me topé con un hombre lobo. Fue horrible. Nunca había visto nada parecido. No llegué a matarlo y él me desgarró todo el hombro —se llevó una mano hacia allí pero a estas alturas no quedaría ni remotamente algo identificable como una cicatriz, por mucho que las heridas de un hombre lobo fueran más capaces de dejar marcas en la piel de un vampiro.
—¿Entonces ya habías visto cosas así antes?
—No sé qué es, pero la noche pasada... —me estremecí y ella me dio unas palmaditas en la espalda—. Bueno, no es el primer hombre lobo desquiciado. Ya van cinco. Seis, si cuentas el de hace dos días.
—¿Seis? —mi voz subió una octava. Tragué saliva al ver que asentía. Sin embargo, recordé algo más—. No estaba desquiciado —me apresuré a corregirla— era algo más. Se veía…
—Casi demoniaco —susurró ella.
Dejé esa aterradora idea para después. Ella había dicho que me contaría todo cuando tuviera una pista, así que algo debía haberse iluminado
—Entonces, ¿qué es?
Pero la frustración que cubrió su rostro me desconcertó.
—He estado saliendo más seguido al bosque, dando vueltas por los alrededores, investigando en la biblioteca. Algo raro anda pasando por aquí… pero no lo sé.
—¿No? —traté de que la decepción no se mostrara en mi tono de voz. La leve sonrisa de Irina me dijo que no la había engañado.
—Algo está cambiando.
—¿De verdad? —murmuré asustada, aún sin poder concentrarme.
—Ya te lo he dicho, he salido por allí y me he cruzado con varios. Hay algo diferente cada vez.
—Pero… —tartamudeé— apenas pudimos controlarlo, ya sabes nosotros cuatro…
Irina negó con la cabeza con una sonrisa casi divertida.
—En primer lugar —dijo—, yo no iba a usar toda mi fuerza teniéndolos a ustedes. Existía el riesgo de que aparecieran más. En segundo lugar, tenía curiosidad por ver qué tan bien se las arreglaba James. Debo decir en su defensa que es bueno —comentó con una diminuta arruga entre las cejas, como si eso la molestara—. El día del castigo intenté que se olvidara del tema para poder investigar en paz pero es muy testarudo.
—Por eso le dijiste que el lobo absorbió la energía a pesar que no sabías si era posible —comprendí.
—Sí —suspiró ella—. De todos modos, no había visto un lobo con tanta fuerza como el de Halloween… y ha empeorado, porque hace dos noches apenas salí con vida.
Recordé su expresión ausente en las clases y el hecho de que intentara descansar. ¡Diablos! Mi mejor amiga casi había muerto y yo apenas me enteraba. Bueno, así era siempre con Irina, me recordé.
—Entonces, lo que sea que sean, ¿empiezan a hacerse más fuertes?
—Sí, pero no sé por qué —dijo ella sacudiendo la cabeza—. Quiero estar segura de las cosas.
—Pero tienes una idea, ¿verdad? —insistí.
Ella apretó los labios y supe que había dado en el blanco. Y algo más.
—La tengo —dijo con los dientes apretados. Podría haber apostado mi peluche favorito a que intentaba que sus colmillos no salieran.
—¿Entonces qué…?
—Se lo he dicho al señor Rushton y él dice que no tengo las pruebas necesarias.
—¿Se lo has dicho a Rushton?
Irina hablando con el director era una idea extraña, a pesar que se trataban como si fueran viejos conocidos de otra época.
—Es el único en el que me atrevía a confiar… pero no ha servido de nada. Insiste en que si voy a sostener una afirmación tan descabellada, necesitaré mejores pruebas que mi palabra.
—¿Pruebas para qué?
Irina sacudió la cabeza levemente. Se veía tan carente de su seguridad y desinterés habitual que podría estar al borde de un ataque.
—Tengo que explicarte mejor o creerás que estoy loca —susurró.
—Estoy escuchando —insistí. Luego, traté de ser más cuidadosa—. Nina, eres la mejor. Creo en ti.
Irina era como una hermana mayor, del tipo que admiras. Ella sólo me dirigió una mirada rápida y empezó a jugar con sus dedos. Extraño.
—Creo —inhaló con fuerza y soltó las palabras rápidamente— que es magia negra.
No te rías. No seas escéptica. No pongas una cara rara. No te rías. No seas escéptica. No pongas una cara rara. Pero resultaba difícil. ¿Magia negra? Era descabellado. No negaba que todo era muy raro, pero los magos negros no van por allí haciendo sus experimentos tan cerca de las escuelas de Igereth. Es decir, ¿qué clase de chiflado serías al hacerlo con tantos buenos magos enseñando aquí? O tantos alumnos alertas y queriendo ganarse el reconocimiento de la Cofradía. Una cosa muy, muy estúpida.
—Vaya —fue todo lo que pude decir.
—Dilo de una vez. Rushton ya me lo ha repetido diez veces.
—¿Qué cosa?
—Que es lo más tonto que ha escuchado.
Conociendo al director eso podía ser muy amable o muy grosero. ¿Cómo saberlo?
—No es tonto —las palabras estuvieron fuera de mi boca antes de que pudiera detenerlas, aunque mi mente había establecido una conexión con mi madre diciéndome algo parecido, una noche que reemplazó a mi padre para contarme la historia de buenas noches—. Visto de otra forma, puede ser condenadamente listo.
Irina casi sonrió.
—¿Entonces admites la posibilidad de que esto sea magia negra?
—Pero los magos negros no se meten con ellos —dije intentando no mirarla.
—¿Crees que Rushton no me lo ha repetido también?
Apreté los labios, esperando encontrar una forma de decirlo.
—Es que… era un hombre lobo.
Sin embargo, los ojos atravesándome, el dolor de cabeza, Kyle diciendo "son síntomas de la magia oscura" me silenciaron.
—Y yo quiero confirmar mis sospechas de que hay un mago negro en ese bosque y está haciendo algo más que traer demonios, está usando submundos.
—¿Submundos hechizados? ¿Te refieres a eso?
—O a algo más que todavía no nos han enseñado —rumió ella—. No puede ser sólo un hombre lobo desquiciado, ¡tú lo viste!
Asentí en silencio.
—Pero Rushton no —comprendí—, ese es el problema.
—¿Qué insinúas?
—¿Y si Rushton lo supiera? ¿Y si él pudiera ver a lo que tuvimos que enfrentarnos?
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Hola a todos!
Espero que hayan disfrutado este capítulo tanto como yo adoré escribirlo :)
Mil gracias a los que comentan!!
Besos y calma!
Vale