It was always about Thomas [{...

By YessiDean

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¿Qué pasaría si los peaky blinders vivieran en estos tiempos? Una historia de ellos en esta época moderna. ... More

Personajes
Parte I
Parte II.
Parte III
Parte V.
Parte VI
Parte VII
Parte VIII
Parte IX
Parte X
Parte XI
Parte XII
Parte XIII
Parte XIV
INEDITO CAPÍTULO VII
Parte XV.
Parte XVI
Parte XVII
Parte XVIII
Parte XIX
Parte XX
Parte XXI
Parte XXIII
Parte XXIV
Parte XXV
Parte XXVI
Parte XXVII
Parte XXVIII
Parte XXIX
Parte XXX
Parte XXXI
Parte XXXII FINAL

Parte XXII

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By YessiDean

Doble actualización!
Miren abajo.

Semanas después.

Era como vivir en una larga relación de pareja, Pétrov ya no pasaba las noches en su cabaña a unos pasos de la mía, sino conmigo cogiendo por todas partes, viendo películas en la sala de estar, paseando en el bosque entre la nieve.

Contamos secretos e historias de nuestras vidas antes de que el destino nos reuniera.

Sentía ese vacío en mi pecho llenarse, y mientras más tiempo pasaba con él, más me encontraba y me reconocía a mi misma.

– ¿Qué sucederá cuando él venga por ti? – Dejé de comer el desayuno para observarlo largamente bajando la mirada a la taza de té.

– No tengo idea.

– No quiero dejar esto – Lo observé, yo tampoco quería hacerlo, lo que vivíamos era tiempo prestado que pronto debería ser pagado – ¿tú?

– Tampoco – Mi voz salió como un hilo desgastado de mi garganta – pero no creo que podamos seguir aquí por siempre.

– Una de mis principales características es la sinceridad – Dijo observándome fijamente – estoy enamorándome – Sentenció – y sé que tú también, lo sé porque me besas el rostro cuando despiertas, y por cientos de cosas más, por cómo buscas que tome tu mano cuando caminamos afuera.

– Si – Mantuve la mirada en el plato a medio comer – si, eso creo.

– ¿Crees?

– Ajá – Murmuré sacudiendo mi cabello que recordaba largo – no sé qué sucederá, Niko, Mirina Doyle está muerta.

– Eres Elizabeth.

– No quiero ser ella – Le Interrumpí viendo el techo blanco sobre nosotros – pero tampoco sé si quiero regresar a ser Doyle, la peaky, la no Shelby, la querida de Thomas – Un suspiro tembloroso escapó de mi boca – no sé cómo sucederán las cosas cuando tengan que acabar.

– Quédate en Rusia, tengo un departamento en Moscú, me parecerá gigante cuando vuelva allí solo; nos hemos sanado mutuamente Mirina – Lo observé y estiró su mano a mi rostro limpiándo la lágrima que había rodado desde mi ojo prestado, sonrió – no quiero despertar sin ver tus ojos de gato – Tomé su mano sonriendo.

Por primera vez quería saber cuál sería mi fortuna, como extrañaba a Polly.

Oía el fuego chisporroteando en la chimenea, iluminando la sala de estar y proporcionando luz suficiente como para que ambos estuviéramos allí.

Nikolai leía descansando la cabeza en mi regazo, y yo comía unas cerezas mientras acariciaba su cabello, le encendí un cigarrillo dejando escapar el humo en dirección al techo, donde hizo dibujos circulantes elevándose y desapareciendo.

– Escucha esto – Habló de pronto sin observarme, se aclaró la garganta – Si tuviese yo las telas bordadas del cielo, Recamadas con luz dorada y plateada, Las telas azules y las tenues y las oscuras De la noche y la luz y la media luz, extendería las telas bajo tus pies: Pero yo, siendo pobre, sólo tengo mis sueños; He extendido mis sueños bajo tus pies; Pisa suavemente, pues pisas mis sueños – Dejó el libro contra su pecho observándome serio.

– Es hermoso – Respondí dejando caer una cereza en su boca, asintió largamente mientras volvía la mirada a las hojas – ¿Qué planes tienes, para cuando todo acabe?

– No lo sé – Respondió escueto – espero que vengas conmigo – Sonreí.

– Me gustaría ir contigo.

– ¿De verdad? – Asentí largamente, retrocediendo cuando dejó su mano tras mi cuello para acercarme y besarme lentamente – ¿vendrás? – Asentí nuevamente – ¿y tendré que hacer esto todas las noches?

– Y coger...

– Y coger – Repitió sentándose de rodillas para quitarme la camiseta – podemos hacer eso justo ahora – continuó besándome para atrapar mis pechos entre sus manos. El teléfono comenzó a sonar vertiginosamente – ¿Qué mierda? – Se levantó acomodándose la erección en el pantalón deportivo color gris, lo observé ir hasta el teléfono, por el rabillo del ojo pude distinguir una sombra moviéndose por fuera de la casona.

– Activar sistema de seguridad – Nikolai me observó mientras me levanté rápidamente – No lo cojas – las persianas de hierro comenzaron a bajar y corrí hasta él como en cámara lenta, la balacera estalló, ambos nos metimos tras la encimera de la cocina.

– Santa mierda.

– Es Changretta – Dije esperando a que las cortinas de hierro bajaran – Si sabes usar Armas ¿verdad?

– ¿Quien crees que soy? ¿Anastacia?– Las cortinas bajaron y tomó mi muñeca guiándome por el pasillo.

– Teclado – Un teclado táctil se expandió frente a una pared lisa y blanca, Nikolai tecleó unos cuantos botones y la pared se abrió a la mitad para exponer una habitación blanca con armamento militar – ponte un chaleco – Ordenó señalando los antibalas en una pared.

Tomé uno para mí y otro para el pelirrojo que se colocaba unas botas a mis espaldas para lanzarme un par, rápidamente me coloqué fundas de armas sobre los jeans, bajo los brazos, pendí una escopeta en mi espalda y tomé tantas armas como pude, llenando una mochila de sus respectivas municiones.

– Ten – Le estiré un transmisor sintonizando el mismo canal en ambos – necesito llamar a casa.

– Cariño, necesito que salgamos de aquí, ahora – Apenas terminó de hablar un ruido seco anunció que cortaban las cortinas de hierro, cerró la puerta – Escúchame, pasando el bosque frente a nosotros hay una cabaña ¿la recuerdas?

– ¿La que es una ruina?

– Ajá, dentro de ella hay una hummer equipada con todo lo necesario para largarnos, ese es nuestro escape. Ve delante, y no te pares – Mientras hablaba abría una compuerta en el suelo, para ayudarme a bajar – Iré tras de ti.

– No, no, no, no me como el "iré tras de ti" he visto suficientes películas – Tomé su brazo – vamos juntos, no hay que hacer tiempo, la casa lo está haciendo por nosotros – Me observó largos segundos, analizándolo, asintió y brincó dentro junto a mí para cerrar la compuerta, tomé su mano, sosteniendo un arma en mi mano libre mientras caminábamos por el barro y la nieve, no tenía idea del verdadero frío que hacía cuando usaba la ropa especial, mi cuerpo ahora temblaba.

La oscuridad de la noche nos daba ventaja sobre ellos quienes gritaban y hacían ruido intentando derribar las cortinas de la casa de seguridad.

Me incliné sobre la nieve junto al pórtico de la casa, el bosque estaba solo a unos diez metros, pero el patio estaba repleto de siluetas con abrigos.

Nikolai me hizo una señal para avanzar y agachándose comenzó a caminar en la oscuridad mientras le seguía, mientras caminaba pude ver a Changretta, las chispas que saltaban de la herramienta le iluminaron el rostro mientras se fumaba un habano.

– Maldito perro – En realidad no lo pensé mucho, vi a Nikolai meterse en el bosque y me agazapé entre la nieve apuntándole con el fusil que llevaba junto a la escopeta en mi espalda, no podía fallar, era un tiro limpio, apunté, calibré y contuve la respiración soltándola cuando estuve lista para disparar.

– ¡Jefe! – Jalé del gatillo, una mano movió a Luca.

La bala se metió en su hombro, y la balacera estalló en mi dirección, corrí disparando para meterme al bosque en donde caí sobre mi vientre gimiendo por el dolor de la bala en mi muslo.

– ¿Qué pasa contigo? – Nikolai me agarró por el chaleco antibalas levantándome en un solo movimiento para echarme sobre su hombro, no di respuesta y comencé a disparar a los hombres que nos seguían mientras mi compañero corría frenéticamente entre la nieve y los árboles.

Me dejó sobre el suelo viéndome con mirada acusadora mientras sacaba el cordón que ajustaba su pantalón para hacer un torniquete improvisado, salió corriendo a la cabaña metiéndome dentro, a duras penas me levanté cuando pude escuchar el forcejeo, las luces se encendieron cuando me adentré en la casucha dejándome ver a Nikolai con la boca sangrando, de rodillas, con las manos tras la espalda y una escopeta apuntando en su nuca, apoyé las manos sobre el suelo al recibir el golpe en la mandíbula.

– Maldita mierda – Me levantó del cabello sentándome sobre el suelo para empujarme contra la pared.

– ¿Sabes cariño? En realidad el problema jamás fue contigo – Se arrodilló frente a mí ofreciéndome una sonrisa para alzarme el rostro por la barbilla observando la cicatriz en mi rostro – realmente jamás me creí que estabas muerta. Revisa esto – señaló con su arma la herida en mi pierna, se inmediato uno de los hombres que lo acompañaban se acercó lanzando un poco de vodka, apreté los labios temblando de dolor cuando comenzó a meter una pinza dentro del músculo – ni una lágrima – Se levantó observando a Pétrov – una verdadera perra blinder – el hombre sacó la bala de mi interior dejándola caer sobre el suelo, al mismo tiempo Changretta levantó su arma disparando al aire tres tiros, inclinándose frente a mí apoyó el cañón caliente sobre la herida, el gemido se convirtió en un grito que intenté contener apretando ambos puños.

– Perro de mierda – Soltó Nikolai haciendo que él carcajeara, mi piel chisporroteo dejando escapar el aroma quemado – perro de mierda...

– Vaya, vaya – Changretta se detuvo observando a Nikolai, quien temblaba de impotencia por la situación – ¿Qué tenemos aquí?

– Ni siquiera lo conozco – Interrumpí alejando al hombre que colocaba una pomada blanca en la herida para intentar levantarme, Changretta volteó hasta mi dejando su zapato en mi hombro para devolverme a su lugar.

– No la toques, marica.

– Otro hombre embrujado por Mirina Doyle – Rió el italiano arreglándose el cabello, se inclinó frente a él para alcanzar su mirada y luego observarme detenidamente – dime, camarada, ¿a qué huele su coño? – Luca cayó de espaldas cuando el ruso le dio un cabezazo en la nariz, de inmediato los demás hombres le apuntaron manteniéndolo de rodillas – mátenlo.

– ¡No! – Aúlle por sobre el ruido de las armas dispuestas a volarle la cabeza, todo se quedó en silencio cuando Luca alzó su mano viéndome con una sonrisa que habría hecho temblar al mismo diablo.

– ¿No? – Volvió a mover su mano y de inmediato tres escopetas estaban sobre la cabeza de Pétrov haciendo que se encogiera sobre el suelo.

– No – Repetí en un susurro. Había firmado su sentencia de muerte. El sonido de las escopetas cargándose abrió nuevamente mi boca  – no, por favor. Te entregaré a Tommy, a Arthur, a John, te diré cómo entrar a la maldita casa, te daré las cuentas bancarias – Luca asintió sonriendo – solo, no, por favor – bajé la mirada al suelo.

– Súbanlos al auto.

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