The Things We Lost In The Fire

By sweetgrlx

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Arien ha dedicado más de media vida a descubrir cada rincón de la Tierra Media, lo que le ha proporcionado gr... More

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Rivendel

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By sweetgrlx


La voz de Radagast no tembló al presumir de la velocidad y bravura de sus conejos de Rosgobel, pues él más que nadie había sido testigo de la ligereza con la que las criaturas movían sus patas tirando del trineo. Tampoco dudó ni un mísero segundo en ofrecerse como distracción para que la compañía de Gandalf escapara. Con los tiempos que corrían, y la dirección en la que se iban a tornar los hechos, era lo menos que podía hacer. 

Arien cerraba la fila seguida de Shanga, con una mano cerca de la lanza para cualquier imprevisto y la mirada atenta a todos los flancos. La compañía se movía de peñasco en peñasco a medida que Radagast despejaba el camino, siempre asegurándose de que se mantenían ocultos de los orcos. Correr por aquella llanura intentando no ser vistos era casi tan sencillo como saltar a un rio e intentar no salpicar. Las zonas rocosas eran tan abundantes como las llanuras entre ellas, una decena de orcos se proponía capturarles, y la compañía contaba con un tigre casi tan grande como un caballo. Más de una vez casi fueron vistos, pero aún así se las estaba ingeniando bastante bien para salir airosos, gracias a Gandalf, quien dirigía al grupo con gran soltura. Arien siempre pensaba que por muchos años que pasaran, el mago parecía atraer las aventuras de vida o muerte que bien sabía la elfa que el istari disfrutaba a pesar de su envergadura. 

Aprovechó que se escondieron detrás de un peñasco considerable para avanzar hasta la cabeza de la fila y colocarse al lado del mago. Pegados a la pared la compañía entera esperaba. 

- Apuesto a que no contabas con esto- le dijo. Gandalf se asomó para ver pasar a Radagast en su trineo con tres huargos pisandole los talones 

- Ni mucho menos. Contaba con que nos siguieran el rastro, pero cuando dijiste que habías visto rastreadores no pensé que estuvieran tan cerca. 

- La entrada esta en esa dirección- Arien le señaló con la cabeza dos riscos más adelante.

-¡Ah, Arien! ¿Qué haríamos sin tí?

- ¿Saben a dónde vamos? 

- ¿A caso crees que es buena idea decírselo? - preguntó el mago irónico. La elfa negó con la cabeza y una sonrisa, imaginado el escenario si Thorin se enterase que se disponían a entrar en Riveldel- Será mejor que nos guíes tu. 

Los orcos estaban cada vez más cerca. Arien se giró hacia Shanga, que esperaba ordenes de la elfa, y con tan solo una mirada sabían lo que había que hacer. 

- Thorin, seguid a Shanga pues él conoce un lugar seguro. Os cubriré hasta que estéis a salvo. 

- ¿Porqué me fiaría de vosotros? - preguntó el enano aún reticente. 

- No creo que tengáis otra opción. Pero una vez estemos en un lugar seguro, si queréis discutimos si mi compañía os es de utilidad. 

Shanga comenzó a cruzar la llanura seguido muy de cerca por los enanos, el mago y el hobbit. A punto estaban de llegar a la entrada de la roca, cuando un rastreador los atisbó escapándose. El huargo rugió dando el aviso al resto y arremetió contra ellos. 

Con su lanza de plata, Arien les hizo frente mientras Gandalf apremiaba a los enanos a llegar a la cavidad. El huargo saltó encima de Arien quien le clavó la parte afilada en el tórax haciéndole soltar un aullido de dolor. Shanga, se abalanzó por encima para agarrar al orco de la cabeza y bajarlo de encima de su bestia peluda. Pero mientras tanto, los demás rastreadores se agrupaban rodeándoles. Así se lo informó Thorin cuando se colocó a su lado, lo que desconcertó a la elfa pues si ella se había quedado atrás como distracción confiaba en que la compañía ya estuviera a salvo. Pero su temor se confirmó al ver al resto de enanos, e incluso al hobbit aún en la explanada. 

- ¡Mithrandir ! LLévatelos - ordenó sin apartar la mirada de los rastreadores que lentamente se acercaban seguros de que los habían cazado. 

- ¡Nos rodean!- gritó Fili 

La distancia entre la compañía y los rastreadores disminuía por segundos. Los enanos habían sacado sus armas dispuestos a usarlas en cualquier momento; incluso Bilbo había sacado la pequeña daga que encontró en la cueva de los trolls. Shanga gruñía en posición de ataque.

- ¡Por aquí, insensatos!- Gandalf les observaba con la mitad de su cuerpo metido dentro de la cueva. 

- Thorin, aseguraos de que entran todos en la cueva - le dijo Arien apretando con más ganas la lanza entre sus manos y seleccionando su próximo blanco. El rastreador estaba bastante cerca de uno de los hermanos enanos que intentaba llegar a la entrada. 

- ¿Y vos? - A pesar de su previa disconformidad con acatar ordenes de la elfa, esta vez la voz de Thorin mostraba más preocupación que negativa

- Shanga y yo nos las apañaremos. 

Su lanza voló rápida, como un halcón peregrino que se avalanza sobre su presa, clavandose en el craneo de uno de los huargos y haciendo caer al orco que tenía encima. Sacó de sus botas sus dagas afiladas y dejando escapar un grito de furia saltó sobre el segundo orco que más cerca tenía. Evitó el mordisco de su huargo y se posó en el lomo del bicho. Manteniendo el equilibrio rebanó la cabeza del orco. El huargo se encabritó al tenerla encima, pero la elfa cogió las riendas dirigiéndose hacia los otros rastreadores para acabar con ellos. 

Shanga por su parte tampoco había perdido el tiempo. Hacia su derecha se había topado con una pareja de rastreadores cuyos huargos no tardaron en abalanzarse sobre él. Pero las garras del tigre eran como cuchillas, y de un zarpazo desfiguró la cara de uno de ellos, abriéndose paso para embestir al segundo y con sus afilados dientes asfixiarlo. El orco que montaba al primero de los huargos intentó ensartar al tigre con su espada, pero Shanga era más rápido, y de un arañazo le sacó las entrañas. 

Dentro de la cueva la compañía esperaba a que la elfa y el gran tigre aparecieran deslizandose por la boca del foso. Escuchaban los gritos, rugidos y el blandir de espadas, pero sin poder ver nada de lo que sucedía en la superficie.

- ¿Por qué no viene?- preguntó Bilbo preocupado. Se giró mirando a Gandalf, en busca de que el mago pudiera darle alguna respuesta, pero este no respondió, sino que continuó mirando la apertura de la cueva

- La vi abalanzarse a un huargo cuando yo entraba en la cueva – dijo Kili- ¿Le habrá pasado algo?

Lanzar al aire aquella pregunta ocasionó que todos los enanos comenzaran a hablar a la vez compartiendo sus sensaciones sobre la situación. Thorin comenzaba a cansarse de la preocupación que la elfa originaba sobre todos ellos. Al principio lo atribuyó a su belleza, pues bien decían que la Princesa de Plata hechizaba con solo mirarla, y sabiendo de quién era hija la idea de un encantamiento no era del todo descabellada. Pero parecía que su compañía en poco tiempo había conseguido confiar en Arien, cosa que le gustaba aún menos ya que era algo que él aún no lograba. 

- Que mas os da, ¡no la conocemos!- dijo Thorin cortante. Golpeó las espaldas de varios de ellos obligándoles a callar - Alegraros de que todos nosotros estamos vivos. 

Bilbo a punto estuvo de replicarle si no hubiera sido por el sonido de un cuerno que llegó hasta sus oídos desde la boca de la cueva.

Nunca antes Arien se había alegrado tanto de ver a Elrond. Su guardia llegó disparando flechas contra los rastreadores que quedaban y pudo ver en la cara de los orcos cómo su magnífico plan se había visto truncado. Shanga se colocó junto a ella, y al lado de un huargo moribundo observando cómo el Señor de Rivendel y su pelotón terminaban con ellos. 

- Aiya Arien, anda luumello! Maara tulda martnyanna(Salud Arien, cuanto tiempo! Bienvenida a nuestra tierra)- El caballo de Elrond se acercó trotando contento hacia ellos, parándose a escasos centímetros de la elfa y esperando una caricia por su parte. Elrond bajó del su grupa con una sonrisa en la cara. 

- Hantanyel, melda heru Elrond (Gracias, mi señor Elrond)

El medio elfo abrió sus brazos y ambos se estrecharon. Hacía tiempo que entre ellos las formalidades sobraban.

- Veo que andas otra vez metiéndote en líos- dijo acariciando al tigre y riendo cuando Shanga ronroneó por el tacto. 

- Para nada, mi señor- respondió ella mientras limpiaba desinteresadamente las dagas con un trozo de tela que había arrancado a uno de los orcos- Lo teníamos todo bajo control. 

- Ah...De haberlo sabido mi guardia y yo no nos habríamos entrometido- Elrond y Arien se sostuvieron la mirada unos segundos antes de reír. La elfa se alegraba de verlo después de tantas décadas. - Ahora dime,  ¿que te trae esta vez por los desfiladeros de Eriador? Y con ello me refiero a cómo has llegado hasta aquí rodeada de rastreadores. 

- Doce enanos, un mago... y un hobbit- dijo ella suspirando mientras guardaba sus dagas en las botas.

- ¿Enanos?- Elrond frunció el ceño asombrado. Arien miró hacia el interior de la cueva y el medio elfo la imitó - Ya veo... así que  tenemos visita. ¿Y a qué se debe?

- Será mejor ir a vuestra morada y discutirlo allí. Es probable que Mithrandir prefiera contároslo él mismo. 

- Ya... - Elrond rió para sí como si las palabras de la elfa le hubieran hecho recordar. Colocó un pie en la espuela del caballo y se subió de un impulso. Cuando miró a la elfa, esta ya montaba a lomos de Shanga- Cada vez que Mithrandir y tú os juntáis no puede haber nada bueno de por medio. 

- No será para tanto- le replicó ella rodando los ojos pero sin poder evitar sonreír. - Recuperaré mi lanza- le informó señalando con la cabeza el huargo al que se la había lanzado. 

Shanga se acercó al animal para que Arien desincrustara el arma de su cráneo, pero algo captó la atención de la elfa. En un principio no supo que era, pues el sonido no era muy claro, por lo que no supo que se trataba de una risa hasta que vio al orco con la mitad del cuerpo aplastada por el huargo. El orco pareció reír con más ganas cuando notó que ella lo miraba. Le salía sangre negra de la nariz y la boca, claros síntomas de que sus órganos internos estaban machacados y no tardaría en morir. 

- ¿Qué te hace tanta gracia?- preguntó ella sacando la lanza. 

- O- otros rastreadores... escaparon - el orco paró para volver a reír mientras escupía sangre. Arien arrugó la nariz haciendo una mueca de disgusto- S-sabrá que estáis aquí... ¡y viva! 

- ¿De qué estas hablando? - el orco solo rió- ¡Contesta! ¿Quién sabrá que estoy aquí?- Pero el orco pareció enloquecer, o tal vez viera su muerte tan cerca que comenzaba a delirar pues continuó riendo cada vez más alto. 

- ¿Arien?- Elrond la llamó desde donde el pelotón la esperaba- ¿Lista para partir? 

La elfa clavó su lanza en la cabeza del orco poniendo fin a su vida. Luego la sacó y se la colgó a la espalda. 

- Lista.


La llegada a Rivendel fue tal y como Arien se la imaginaba. Los enanos en cuanto se vieron rodearos por los empuñaron sus armas en posición defensiva, claramente enojados por que hubieran sido los elfos los que les librasen de los rastreadores. Y tal vez también por el hecho de que Gandalf le hubiera llevado a un lugar que preferían evitar. 

Ver a Arien aparecer a lomos de Shanga pareció regalarles, aunque por poco tiempo, pues en cuanto escucharon a Elrond pronunciar palabras en élfico su desconfianza afloró de nuevo; únicamente apaciguada por la promesa de un techo bajo el que dormir y comida que llevarse a la boca. 

La elfa los observó pasar al lado suyo al subir por la escalera, llevándose una sonrisa de complicidad por parte de Gandalf y una mirada fulminante por parte de Thorin. El resto de la compañía mostró más alegría por verla, tanto a ella como al tigre. Bofur y Balin estaban especialmente emocionados, e incluso Ori dejó atrás su timidez para mostrarse contento. 

- Gracias – dijo el moreno de los hermanos al detenerse a su lado. 

- ¿Por qué?- preguntó ella.

- Por cubrirme antes- Arien asintió con una sonrisa amable mientras comenzaban a subir la escalinata.

- Pensábamos que te había pasado algo- dijo el rubio un escalón por detrás-Si no fuera por vosotros no creo que hubiéramos podido llegar a la cueva 

- Estoy segura de que lo habríais conseguido sin mí. Sois buenos guerreros.

- Soy Fili- se presentó- y él es mi hermano Kili

- Ya, los que no fueron capaces de vigilar a los poneys, ¿verdad? Tal vez no seas tan avispados como creía...- bromeó

Los hermanos hicieron una mueca al unísono y Arien rió 

- ¿Es un Tigre del Norte?- preguntó Fili cambiando a un tema que no los hiciera quedar tan mal delante de la elfa. - He escuchado muchas historias sobre esos animales, pero pensé que se habían extinguido hace años. 

- No sé con certeza si quedará alguno más, pero de momento Shanga es el único que he encontrado.- La elfa se giró para ver a Shanga intentar captar la atención de Bilbo unos escalones más abajo, y el pobre hobbit no sabía ya que hacer para quitarse al tigre de encima. 

- ¿Cuánto hace que ...?

- ¡Kili!¡Fili!- Desde lo alto de la escalera, Thorin los observaba con el mismo ceño fruncido que parecía llevar continuamente desde que comenzaron la aventura. La elfa, los enanos, el hobbit e incluso Shanga lo miraron exaltados por su grito. 

- Creo que deberíais iros 

-Si, mejor nos vamos

Thorin y Arien se sostuvieron la mirada hasta que Fili y Kili llegaron junto a él. Una vez se hubieron ido la elfa se giró hacia el hobbit. 

- Creo que no le caigo bien - dijo. Bilbo tardo un segundo en estallar en una carcajada y Arien se le unió a continuación. 

- ¿Que te hace pensar eso? - preguntó el hobbit irónicamente aún entre risas- ¿Será porque sus ojos echan chispas cada vez que os escucha hablar? ¿O por su constante fruncir de ceño? - Los dos comenzaron a caminar el último trecho que les quedaba de las escaleras. 

- Yo creo que en su cabeza ha terminado conmigo unas diez veces cada hora. 

Sus risas se apagaron a medida que cada uno se sumía en sus propios pensamientos. Arien sabía que tanto ella como Bilbo no eran del agrado de Thorin. La diferencia estaba en que la elfa sabía perfectamente cuál era su lugar en aquella empresa, la de una mera protectora; pero para Bilbo era diferente. Se había visto en vuelto en una cruzada de gran envergadura sin haber sido consultado. Claro que él había firmado voluntariamente el contrato, y si al final se había unido al grupo era por voluntad propia. Pero llegar a un sitio en el que sabes que no eres bien recibido no es plato de buen gusto para nadie. 

- ¿Estas bien?- preguntó la elfa sacando al hobbit de sus cavilaciones. 

- S-si , o eso creo.... ¿por qué lo preguntas?

La elfa se detuvo agachándose a la altura del hobbit. 

- Bilbo, quiero que sepas que puedes confiar en mí para lo que quieras- Shanga bufó al lado suyo y la elfa reconstruyó su frase- Quiero que sepas que puedes confiar en Shanga y en mí para lo que quieras. Yo también sé lo que es alejarse de tu cómodo hogar por primera vez y descubrir los peligros del mundo real. Lo que estamos haciendo aquí... no es algo sencillo, y probablemente se complique más aún. Con esto no quiero decir que dude de tí, ni mucho menos. Por lo poco que he visto creo que eres una de las personas más valientes que he conocido. Y aunque ellos no nos quieran aquí, nos necesitan.

- Mi señora- la voz de una doncella cortó su conversación. La elfa los observaba a pocos metros de distancia- Hay alguien que desea hablar con vos 

-Quién?- preguntó curiosa y confundida, pues en Rivendel solo conocía a Elrond y sus hijos; y si alguno de ellos quisiera hablar con ella estaba segura de que no enviarían a una doncella a comunicárselo. Pero la doncella no le respondió, se limitó a emprender la marcha sin tan si quiera asegurarse de que Arien la seguía- Bilbo, ya hablaremos luego...

Arien siguió a la doncella hasta la torre más alejada de Rivendel. Sin encontrarle un sentido, notó como su corazón comenzaba a acelerarse a medida que avanzaban. Una vez arriba, la doncella la invitó a abrir la puerta de madera que daba a un patio. Pero ella no pudo fijarse en las enredaderas que recubrían los arcos blancos, ni en la preciosa mesa de piedra junto a a cascada. Sus ojos se posaron en la figura completamente vestida de blanco de espaldas a ella, 

- Naneth... (Madre...)

La Dama Blanca sonrió dándose la vuelta al escuchar la voz de su hija. Mucho había esperado para volver a verla y finalmente la tenía delante, tan preciosa como siempre, con esa belleza y mirada salvaje que la caracterizaban desde que apenas era una niña. 

Galadriel abrió los brazos invitando a la joven a acercase. Arien lo hizo lentamente, algo sorprendida por la presencia de su madre en Imladris. Posiblemente, parte de su sorpresa viniera de que la última vez que se vieron las cosas no tornaron del todo como ninguna esperaba, pues el último día que había visto a su madre había sido el peor día de toda la vida de la elfa; y ese sufrimiento aún la perseguía.

-Has estado fuera de casa mucho tiempo- le dijo su madre en un susurro mientras la estrechaba entre sus  brazos

-Lo se naneth... 

Arien cerró los ojos, disfrutando por primera vez en mucho tiempo del abrazo de su madre. Simplemente con notar su calor, los recuerdos comenzaron a pasar por la cabeza de la elfa, recuerdos que había mantenido bien alejados y ocultos en lo más oscuro de su mente con el fin de que su pecho dejara de doler cada día y cada noche. Tal era la fuerza con la que volvieron que una lágrima cayó de su ojo derecho deslizándose por su mejilla. Su madre secó la gota con su mano y buscó los ojos de su hija, que parecían encontrarse viendo imágenes del pasado. 

- No hagas eso, iell (hija). Vuelve aquí, conmigo.

Había dolor en las palabras de Galadriel, pues todo lo que su hija veía también lo percibía ella, pues su don en ocasiones era también una maldición. Arien se encontró con los ojos de su madre y se sintió de nuevo en casa. Las imágenes desaparecieron y las llamas de fuego que la atormentaban se apagaron tan rápido como se habían encendido. 

Arien se secó las mejillas recobrando la compostura. Se alisó sus ropas y mirando al frente cruzó sus manos en la espalda. Como si nada hubiera pasado. Oteando la anaranjada puesta de sol, Arien respiró hondo llenando sus pulmones de aire. Solo se había dejado llevar por las emociones una vez en su vida, y cada vez que lo recordaba sus sentimientos tendían a salir otra vez a la luz. Pero aquel no era el momento. 

- ¿Cómo es que estáis aquí? - la joven elfa cambió rápidamente de tema. - No creí que os encontraría en Rivendel.

- Saruman mandó un mensaje. Al parecer el Concilio Blanco tiene asuntos que resolver. 

- Que casualidad, justo cuando la compañía y Gandalf llegan a Rivendel...- Arien siempre había desconfiado de Saruman, y eso era algo que hasta el propio mago sabía pues a él tampoco la presencia de la elfa le agradaba.

- Sabes que no creo en las coincidencias- dijo su madre con esa sonrisa tan enigmática que a Arien siempre lograba confundir. - Pero me gustaría que me contaras que has estado haciendo todo este tiempo. A tu padre y a mí nos gustaría saber de tí. 

- Hablas como si Mithrandir  no os hubiera estado informando- Galadriel miró a su hija, tal vez sorprendida por que supiera aquello- Conozco a ese mago más de lo que me gustaría, y a vosotros también. Era obvio que lleva pendiente de mí toda su vida. - Aunque su tono era irónico, en ocasiones Arien se preguntaba el porque de tanto control. - Seguramente sabrías que me uní a la compañía antes incluso de que yo aceptara.

- No negaré que eso sea cierto, pero no necesito a Mithrandir para saber dónde estas. Ven, sentémonos.

Galadriel cogió la mano de su hija y la dirigió hacia uno de los bancos de piedra que había en aquel mirador. Tántos años visitando a Elrond y la elfa desconocía por completo ha existencia de aquel lugar. El viento soplaba suave allí arriba, y aunque la noche comenzaba a extender su manto no hacía ni el más mínimo ápice de frio. Las cigarras se oían a lo lejos.

- Seguramente hubieras preferido que tu padre estuviera aquí- dijo Galadriel, pues bien conocía la muy estrecha relación que Arien y Celeborn tenían. Una relación que ella solo había tenido con Celebrían. Pero sus dos hijas eran polos opuestos. Observó a su hija con tristeza en los ojos

- También me alegro de verte a ti, naneth. Pero dime ya que es lo que te preocupa. Tu podrás ver dentro de las personas, pero yo sé leer sus miradas. 

La Dama Blanca sonrió orgullosa. 

- Has cambiado, Arien. Pero veo que ha sido para bien y eso me enorgullece. No tenemos mucho tiempo, probablemente Elrond y Mithrandir se esten dirigiendo hasta esta torre en este preciso momento...Se que es tu voluntad ayudar a los enanos en su empresa, y no miento cuando digo que tu espíritu de perseverancia es envidiable. Solo quiero que te mantengas alerta. Eres una niña curiosa, siempre lo has sido y creo que sientes que algo va a pasar - Arien no podía a partar la mirada de su madre, y a medida que hablaba una inquietud la recorría el cuerpo- Andate con ojo iell. Y aléjate del fuego.

____________________________

Holi!!!! 
Feliz Año! Espero que todas tengais una buena entrada de año, y para asegurarme de ello aquí os traigo un regalito jejeje :)

Voy poco a poco editando los capitulos e intentando hacerlos más largos ya que creo que es lo que una historia como esta pide. 

Espero que os esté gustando y que querais seguir leyendo! Si es así, me haría bastante ilusión que votarais y comentarais:) 

Nos vemos en el siguiente capítulo!

xx:)

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