Huntress. (Saga Wolf #3.)

By wickedwitch_

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Había pasado un año desde que Chase había decidido regresar a Blackstone; ambos habíamos decidido ir a la uni... More

Prólogo.
1. ¡Bienvenidos a Nueva York!
2. Problemas nada más llegar.
3. La chica suicida.
4. Alice.
6. Agrio recuerdo.
7. La Marca del Cazador (1ª parte.)
8. La Marca del Cazador (2ª parte.)
9. Devil's Cry.
10. El Alfa de Manhattan.
11. Hogar, dulce hogar.
12. «Nos complace anunciarles... ¡nuestra próxima boda!»
13. Feliz aniversario.
14. «Hasta que la muerte nos separe».
15. En la profundidad del río.
16. Miss Perfección.
17. El juego de la verdad.
18. Ronda de suplicios.
19. Tommy es un niño bueno.
20. Sorpresas agradables.
21. Huntress.
22. Visita sorpresa.
23. Regreso a la realidad.
24. Anfitriona.
25. Anónimo y oscuridad.
26. El secreto del acónito.
27. Combate a muerte.
28. Cuentas pendientes.
29. Cicatrices.
Epílogo. (Versión Chase)

5. La mejor amiga de Chase.

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By wickedwitch_

Me quedé allí, aovillada en el suelo, intentando resistir al dolor que procedía de la marca que me vinculaba a Chase. La moqueta estaba empapada de mi sudor y lágrimas y pedía en silencio que aquello parara. Tenía que encontrar a Chase y comprobar que estuviera bien.

No sabía cuánto tiempo había pasado hasta que el dolor comenzó a disminuir gradualmente; conseguí ponerme en pie con cierto esfuerzo y salir de mi habitación. Bajé atropelladamente las escaleras y me quedé paralizada cuando oí el sonido de la cerradura al abrirse; las piernas me temblaron cuando vi que Logan, Rick y Kyle cargaban con Chase, que parecía inconsciente. Caroline, Grace y Max cerraban la comitiva.

Todos se quedaron de piedra al verme allí.

-¿Qué ha pasado? –exigí saber. Al ver que nadie respondía pasé a los gritos-. ¡Que qué coño le ha pasado, he dicho!

-Llevad a Chase al salón –ordenó Grace, con voz monótona-. Y dejadme un momento a solas con Mina.

Obedecieron sin rechistar. Grace se acercó a mí y me hizo que me sentara sobre los escalones; ella se quedó de pie y me observó desde arriba.

Me empecé a retorcer las manos, nerviosa.

-No sabemos quién lo ha atacado –empezó y solté un respingo. No podía creerme que le hubiera sucedido eso a Chase-. Habíamos salido y recibí una llamada suya; hablaba con esfuerzo y me dijo que alguien le había tendido una emboscada. También me pidió que no te dijera nada.

-¿Por qué? –murmuré, más para mí misma-. Soy su novia… yo… -tragué saliva- no puede ocultarme este tipo de cosas. No puede –repetí.

-Mina, es posible que no quisiera preocuparte –elucubró mi amiga-. Fuimos a por él y lo encontramos así. No está herido de gravedad pero… pero las heridas que tiene… algunas son… son a causa de un contacto directo con la plata.

«Contacto directo con plata», repetí interiormente. Lo único capaz de herir a un licántropo, o de matarle, era la plata. En una de mis pesadillas, yo había conseguido una estaca de plata y se la había clavado. Había matado a Chase con una estaca de plata clavada en el costado y sin darle tiempo posible a recuperarse. ¿Había querido avisarme de esto mi pesadilla? ¿Habría sido la pesadilla una especie de aviso onírico? Me masajeé las sienes con fuerza mientras intentaba mantener a raya las lágrimas.

Grace me dio un par de palmaditas en el antebrazo.

-Se pondrá bien –me aseguró-. Tienes suerte de que cuentes con un equipo de cazadores cerca de ti: sabemos qué puede curar a un licántropo y cómo debe hacerse.

Sus palabras, a pesar de la intención de Grace de animarme, tuvieron en mí el efecto contrario al que buscaba: me enfadé conmigo misma y con ellos. De haber estado Chase y yo solos, no habría sido capaz de hacer nada; no tenía la preparación que mi mejor amiga había recibido. Era un desastre de cazadora… si es que podía considerarme así. Me estrujé la cabeza con fuerza mientras controlaba mi respiración. Las ganas de llorar habían desaparecido.

-Quiero verlo –dije.

Grace me miró, dubitativa.

-Él no querría… -empezó.

Me puse en pie de un salto.

-Me da igual lo que Chase querría –la corté, con dureza-. Quiero verlo. Y también quiero estar cuando decidas curarle las heridas.

Grace no puso ninguna objeción más y ambas nos dirigimos a la zona del salón. Habían dejado a Chase sobre uno de los sofás y Caroline había puesto sábanas debajo de él para que no manchara de sangre la tapicería. No entendía qué hacía mi amiga allí; si seguía con nosotros, descubriría la verdad. Y ella no tenía que conocerla bajo ningún concepto.

Le lancé una mirada elocuente a Grace y ella se encogió de hombros. Parecía no estar dispuesta a hacer nada para proteger ese secreto que únicamente nos concernía a todos menos a Caroline.

Todo el mundo se hizo a un lado cuando Grace se acercó a Chase y retiró la camiseta que llevaba puesta. Tenía la cara cubierta de moratones, arañazos y sangre, aparte de mugre; al retirar la camiseta, contuve un grito de horror que Caroline se encargó de dejar escapar en mi lugar. Tenía una herida bastante fea en el vientre y no paraba de sangrar. Me pregunté si aquello entraba dentro de lo que Grace había denominado «heridas sin importancia». Muchas de esas heridas tenían aspecto de quemaduras.

La plata quemaba su piel.

-La única posible solución para esto –dijo Grace, lanzándome una mirada elocuente- es limpiar con cuidado las heridas para retirar los posibles restos de plata que pueda haber en ellas y darles con un poco de sangre de licántropo. Eso ayudará a la recuperación de Chase. También convendría que bebiera un poco.

Mientras me estaba explicando lo que iba a hacerle, sacó de algún sitio un par de viales llenos de sangre y destapó uno de ellos; Rick se apresuró a sacar todos los materiales que llevaba en una bolsa de deporte y se los fue pasando. Grace cogió una gasa y la empapó con un poco de agua oxigenada; fue dándole toquecitos a la herida del vientre con suavidad mientras el rostro de Chase se crispaba en una mueca de puro sufrimiento.

-Esto no es lo peor, créeme –oí decir a Grace.

Como si todos hubieran pensado en lo mismo, los chicos se apresuraron a rodear el cuerpo de Chase y lo sujetaron firmemente por las extremidades. Grace tragó saliva y aplicó la gasa que contenía la sangre de licántropo. El cuerpo de Chase se convulsionó y sus dientes se alargaron hasta asemejarse a la boca de un lobo. Los chicos aunaron esfuerzos para mantenerlo bajo control y permitirle a Grace continuar con su labor. Al terminar, vació el resto del vial que había usado en la boca de Chase, que tragó sonoramente y dejó escapar un gruñido de dolor.

Grace se apartó y los chicos soltaron a Chase; mi amiga soltó un suspiro derrotado y se enjugó el sudor de la frente con el dorso de la mano. Por el rabillo del ojo vi que Caroline tenía los ojos desorbitados por la sorpresa y por el… horror.

Grace se giró hacia nuestra amiga y la miró con severidad.

-Creo que ha llegado el momento de que seamos del todo sinceras contigo, Caroline –afirmó, con rotundidad.

Nos instalamos todos en la zona de la cocina para dejarle un poco de tranquilidad y espacio a Chase mientras éste descansaba. Rick se encargó de preparar café para todos al mismo tiempo que Grace le pedía a Caroline que la dejara explicarse y que no la interrumpiera. Ella nos miró con los ojos vidriosos, como si no se terminara de creer que estuviera pasando todo aquello.

Grace se acomodó en una silla y empezó a contárselo todo. Le explicó todo lo que tenía que saber de Blackstone y sobre que existía una comunidad de hombres lobo viviendo con nosotros, allí; continuó su relato con nuestra forma de gobierno, por denominarlo de algún modo, el Consejo. Finalizó confesándole que todos, incluso Logan, éramos cazadores y que nuestro deber era proteger a los humanos de los licántropos que decidían usarnos como su diversión personal. Sin embargo, se apresuró a explicarle que ni Chase ni la manada de Blackstone era peligrosa. Algo que pareció tranquilizar un poco a Caroline.

Todos nos la quedamos mirando, a expensas de su reacción. Ella nos devolvió la mirada y suspiró.

-Creí que estabais metidos en la droga o algo peor –comentó y forzó una sonrisa demasiado tirante-. Debo confesar que… todo esto es demasiado para mí pero… pero creo que podré con ello. Guardaré el secreto.

Suspiramos aliviados y Logan se acercó a ella para darle un bonito beso en los labios. Aquello pareció animar mucho más a Caroline, que empezó a parlotear sobre la idea de unirse a nosotros, si era posible. Algo parecido se me pasaba por la mente…

Pero no tuve mucho tiempo de pensar porque alguien llamó insistentemente a la puerta, desconcertándonos a todos. Nos miramos entre nosotros, intentando adivinar qué estaba pasando, pero los continuos aporreos a la puerta hacían demasiado jaleo y eso podría llamar la atención a los vecinos.

Mientras el resto debatía qué debíamos hacer, yo me acerqué sigilosamente a Chase. Vi que su móvil estaba sobre la mesa, detalle que antes no estaba ahí, y le acaricié el brazo. Me sentía molesta con él por haberme querido mantenerme apartada de todo aquello, pero la preocupación era mayor. Él abrió los ojos y me dedicó una mirada de sorpresa.

-Tú no deberías estar aquí –fue lo único que dijo.

Me aparté de Chase, repitiendo las palabras que me había dirigido y el tono de enfado que había en ellas. Justo en ese preciso momento, una sombra de cabellos castaños se interpuso entre nosotros y los brazos de Chase se cerraron automáticamente sobre los hombros de la chica. Me lo quedé mirando entre sorprendida y noqueada mientras Grace y Caroline se colocaban a mis flacos.

-No he podido detenerla –resolló Caroline, fulminándola con la mirada a la chica-. Pero dice que lo conoce.

-¿Tú la conoces de algo? –preguntó Grace.

Negué con la cabeza varias veces mientras apretaba los labios con fuerza ante tan tierna estampa. Me crucé de brazos como medida para evitar que pudiera abalanzarme sobre aquella desconocida y la arrancara de los brazos de mi novio por los pelos. Miré a Chase y vi que tenía la mirada clavada en la chica mientras le susurraba algo; no entendía lo que estaba sucediendo allí y tenía náuseas. Quería largarme de allí, subir a la habitación de Chase y recoger sus cosas para que se marchara de allí. No entendía por qué a mí me trataba de aquella manera tan fría y descortés y a aquella chica mentirosa la trataba como si se tratara de su novia.

Ya no pude seguir resistiendo más las ganas y carraspeé sonoramente.

-¿Puedo saber quién eres y qué haces en mi casa? –pregunté con educación pero enfatizando las palabras clave.

La chica se separó de mi novio y clavó sus ojos de color verde en mí. De repente parecía avergonzada y aumentó la distancia que había entre ellos dos; tenía los ojos húmedos.

-Soy una compañera de Chase –respondió y no entendí por qué se había tomado tantas confianzas con él tras conocerlo de un día. Parecía que se conocieran de años-. Mi nombre es Rebecca Danvers.

No me sonó en absoluto pero, de inmediato, recelé de aquella chica. Chase, a su lado, intentó incorporarse con la ayuda de Rebecca; eso hizo que mi enfado fuera a peor y tuviera ganas de echarla a patadas de allí.

-Bien, Rebecca –Grace ocupó mi lugar y continuó con el interrogatorio-. ¿Qué haces aquí?

Rebecca se secó el contorno de los ojos y se sentó en el suelo, mirándonos a nosotras tres fijamente.

-Chase me mandó un mensaje pidiéndome que viniera –respondió.

-Mientes –dije.

Sus ojos se clavaron en los míos. Había algo salvaje en ellos; algo que intentaba amedrentarme, pero no lo consiguió.

-Puedo enseñarte el mensaje si no me crees –me propuso, con altivez.

Chase, que durante todo aquel tiempo había sido un mero espectador mudo, comenzó a toser y alzó una mano cuando Rebecca y yo nos inclinamos a la vez para comprobar que estuviera bien. La fulminé con la mirada, pero ella no me vio.

-Puedes contarle la verdad, Becca –vaya, no sabía que hubieran intimado tanto que la llamara por un diminutivo-. Ellos son de confianza.

Vi que ella recelaba por unos instantes y me sentí un poco satisfecha.

-Mi hermano es un licántropo –nos confesó-. Yo también tengo los genes de licántropo pero, al ser mujer, no puedo transformarme como lo hace él; cuando he visto a Chase en la universidad, lo he reconocido por su olor –le dedicó una sonrisa encantadora que a mí me reventó-. La gente como nosotros sabe reconocerse entre ellos…

«Bueno, yo no seré un licántropo, pero también sé reconocer a zorras como tú a un kilómetro de distancia», dije para mis adentros. La presencia de aquella chica, el hecho de que hubiera sido Chase quien la hubiera hecho venir y nuestros problemas estaban provocando que estuviera perdiendo poco a poco la paciencia. Además, me dolía que Chase confiara más en una extraña como Rebecca que en mí…

-¿Eso es todo? –preguntó Grace, con sorna-. ¿Perteneces a una familia de licántropos y te haces muy amiga de él?

Rebecca se encogió de hombros.

-Él me contó que estaba muy solo, lejos de su manada –explicó-. Y como mi hermano es miembro de una de aquí, pensé que podía ayudarle; vosotros, cazadores, sabéis mejor que nadie los efectos que puede tener el estar separado de tu manada. Chase necesita tener una manada o, de lo contrario, se volverá inestable.

La miré fijamente y deseé poder conocer cuándo una persona estaba diciendo la verdad o no. No conocía personalmente los problemas que acuciaban a los lobos cuando éstos se separaban de sus respectivas manadas, pero si los volvía inestables… a mí eso me sonaba a que se volvían locos. Y no iba a permitir que a Chase le sucediera eso.

-Chase ya tiene una manada –recalqué.

-Pero está demasiado lejos –replicó Rebecca-. No te estoy diciendo que abandone su manada allá en Blackstone, te estoy diciendo que se una temporalmente a otra. Eso puede hacerse, por si no lo sabías.

Por supuesto que no lo sabía. Chase no me había contado mucho sobre los licántropos y sus formas de vida. De nuevo, esa sensación de frustración apareció y coloqué a ambos lados de mí mis manos, abriéndolas y cerrándolas. La presencia de Rebecca Danvers aquí me estaba comenzando a asfixiar.

Además, ese aire de superioridad que tenía era lo que me estaba haciendo perder la poca paciencia con la que contaba.

Rebecca se volvió hacia Chase y le sonrió. Parecía haberse olvidado de que estaba yo allí, delante de ellos. Empezó a remover algo del bolso que llevaba y sacó una pulsera que parecía hecha por ella misma.

-Estaba tan preocupada por ti… -suspiró exageradamente-. Te he hecho esta pulsera para que te pongas mejor. Y tienes que prometerme que no te la quitarás nunca, ¿eh?

Eso fue la gota que colmó el vaso: ver cómo mi propio novio aceptaba delante de mis narices regalos de una chica a la que había conocido aquella misma mañana y a la que parecía haberle tomado mucho cariño. Demasiado.

Me di media vuelta y subí a mi habitación, procurando hacer mucho ruido conforme ascendía las escaleras. Cuando estuve dentro de ella, me acerqué al asiento que había empotrado en el hueco de la ventana y me tumbé sobre él. Primero descubría que mi novio decidía avisar a una de mis mejores amigas cuando tenía un problema gordo y, para completar todo aquello, era testigo de cómo parecía ser bastante más amable y cariñoso con una persona como Rebecca Danvers.

Odiaba a esa chica.

-Maldita arpía –susurré para mí misma.

Caroline subió cuando Rebecca se hubo marchado. Eran las ocho en punto y estaba a punto de saltarle encima a cualquiera que decidiera molestarme; mi amiga se quedó en la puerta, dubitativa, y me dijo que Chase había estado preguntando por mí. Miré por encima de mi hombro y dije:

-¿No ha tenido suficiente con esa Rebecca o qué?

Caroline se encogió de hombros.

-No lo sé. Pero me ha pedido que te diga que quiere verte.

Me bajé del asiento de la ventana y me planteé la idea de no bajar. Estaba enfadada con Chase y había comenzado a hacer una lista en mi cabeza de todos los fallos que había ido cometiendo desde que habíamos llegado a Nueva York; finalmente, y por un ramalazo de lástima, decidí bajar. Todos estaban listos para salir y sospeché que lo estaban haciendo para darnos un poco de intimidad para hablar.

Cuando nos dejaron a solas, me acerqué lentamente al sofá donde reposaba Chase, que parecía estar mucho mejor. Quizá fuera a causa de la maldita pulsera que le había regalado Rebecca, pensé con desdén. Me senté sobre uno de los sillones que había más alejados de él y lo observé. A mi parecer, no parecía arrepentido de nada.

-No tendrías que haberme visto antes –dijo Chase, rompiendo el silencio-. No tendrías que haberlo hecho.

-¿Y Rebecca si podría haberte visto así? –le pregunté, dejando que saliera todo mi enfado-. Quizá ella sí, ¿verdad? Porque os habéis hecho muy cercanos para haberos conocido hoy.

Sus ojos se ensombrecieron, pero no me importó en absoluto.

-Becca es… es como yo –contestó-. Ella puede entenderme.

-¿Y yo no? No, por supuesto que no. No me puedo comparar con ella.

-Rebecca es parte licántropo, Mina –me recordó Chase, con suavidad-. Y tú, obviamente, no. Con ella puedo hablar de mi manada y de cómo me siento porque ella está pasando por algo parecido.

Solté un resoplido.

-Entonces, quizá deberías plantearte la idea de que, si tan maravillosa es esa Rebecca, podría ser una compañera a tu altura. Porque te entiende y todo eso –había tocado un punto delicado, pero la adoración que parecía sentir por aquella chica, una completa desconocida, me dolían-. Y yo, por lo que he podido entender, no.

-¿Estás insinuando que deberíamos romper? –su voz se había elevado un par de octavas.

Me aferré con fuerza a los brazos del sillón.

-¡Pues quizá sí que piense eso! –grité-. Porque ya estoy harta de que me trates como si fuera insignificante, ¡como si tú fueras mejor que yo! Quizá lo mejor para los dos sea seguir caminos separados.

Chase se incorporó un poco y me fulminó con la mirada.

-Tú no vas a romper conmigo –me advirtió y aquello sonó un poco a amenaza-. Eres mi compañera y estaremos juntos, ¿me has entendido?

Di un puñetazo rabioso al sillón.

-¡Tú no eres nadie para decirme lo que tengo o no tengo que hacer! –le recriminé-. Y si decido que no quiero estar con un licántropo que se está volviendo loco y que es un maldito cabrón, deberás aceptar mi decisión. No puedes obligarme a estar contigo.

-¡Yo no estoy loco! –rugió él.

Estaba sufriendo con cada palabra que pronunciaba. Le seguía queriendo, sí, pero aquel chico que estaba frente a mí no se parecía en nada al Chase del que me había enamorado. Aquel chico se estaba convirtiendo en un lunático, en alguien que estaba perdiendo poco a poco la cordura.

-Estás trastornado –escupí-. Cuando te fuiste la primera vez empezó todo, pero ahora estás peor. No tendrías que haber salido de Blackstone, éste no es tu lugar. Dime, ¿te pasó lo mismo con Fiona? ¿También tenías ganas de tirártela o conseguiste aguantar?

En un momento llegué a pensar que Chase iba a empezar a echar espuma por la boca, como si fuera un perro rabioso.

-¡Vine aquí por ti! –me gritó-. Volví a Blackstone por ti. ¿Qué más quieres que haga, Mina? Alguien me ha apuñalado con algo de plata y lo único en lo que piensas tú es tus estúpidos e infundados celos. Eres una egoísta –me acusó.

Me levanté de un salto del sillón, crucé la distancia que nos separaba en dos zancadas y le abofeteé con fuerza.

-Si fuera una egoísta –siseé-, no habría estado aquí, preocupada por ti y viendo como una maldita zorra como Rebecca estaba flirteando contigo, haciéndose la víctima y lloriqueando. La habría sacado a patadas de la casa, Chase, pero no lo hice. Por ti. Pregúntate ahora quién es el egoísta de los dos.

Chase atrapó mi muñeca al vuelo y me la apretó con fuerza. Sus ojos se habían vuelto carmesíes y sus dientes se mostraban afilados; sin embargo, aún estaba lo suficientemente herido para evitar que se produjera la transformación completa. Pero eso no quitaba el hecho de que tuviera una fuerza descomunal y que, con un simple movimiento, pudiera quebrarme los huesos. Quizá el otro Chase, el chico que conocía, no lo haría; pero de este nuevo Chase no podía esperarme nada.

-No vuelvas a abofetearme, Mina –me amenazó-. ¡No lo vuelvas a hacer nunca!

Tiré hacia mí, pero Chase no me soltó. Me incliné hacia él hasta que nuestras narices casi se tocaron; si quería adoptar un papel de tipo duro, yo también podía hacerlo. Estaba cansada de seguir comportándome como una niña buena y obediente a la que él no tenía en cuenta.

-Tú no eres nadie para amenazarme, licántropo. Te recuerdo que los cazadores somos perfectamente capaces de enfrentarnos a criaturas como tú.

-¿Desde cuándo puede considerársete una cazadora? –se burló Chase.

De manera automática, la mano que tenía libre se dirigió a la zona vendada y la apreté con fuerza. El rostro de Chase se crispó de dolor y me soltó de golpe; sus aullidos me ensordecían, pero no me importó. Quería que se diera cuenta de que debía tomarse en serio mis palabras. Y aquella era una muestra de ello.

-Desde este preciso momento –le sonreí con frialdad y mi mirada se detuvo en su muñeca, donde reposaba la pulsera que le había hecho Rebecca. Fruncí los labios con desagrado.

Al apartar la mano, vi que tenía la palma llena de sangre y que el vendaje que le había puesto Grace se estaba tiñendo de rojo. Había vuelto a abrirle la herida y solamente me sentía un poco culpable de lo que había hecho. Quizá debería haberme sentido mucho más culpable, pero la actitud chulesca y bravucona de Chase me lo impidieron.

Aquélla iba a ser la última que le iba a pasar. La siguiente vez que sucediera algo así, podría ir olvidándose de mí.

Le di la espalda un segundo antes de que oyera su gemido de puro terror y comenzara a convulsionarse. De manera automática me abalancé sobre él, pensando que podía así detenerlas; Chase tenía los ojos cerrados y la mandíbula tensa, como si tuviera plata corriéndole por las venas. Su frente se había perlado de sudor y se le escapaban gemidos que no hacían más que empeorar mucho más la situación.

-¡Chase! –gemí, aterrada-. ¡Chase, despierta! ¡Despierta!

El sonido de mi voz debió funcionar, ya que las convulsiones fueron remitiendo hasta convertirse en meros temblores. Fue entonces cuando me di cuenta que la temperatura de Chase, ya de por sí alta, parecía haber aumentado un par de grados más. El temor se apoderó de mí y, olvidándome por completo de la acalorada discusión que habíamos mantenido momentos antes, salí corriendo hacia la zona de la cocina; busqué en los armarios hasta que di con un trapo y lo humedecí, añadiendo además un par de cubitos de hielo que alguien había tenido la bendita idea de ponerlos en el congelador.

Dejé el paño sobre la frente de Chase y recé para que funcionara. Me las había visto varias veces cara a cara con la fiebre, pero jamás me había sucedido que la persona que tuviera fiebre fuera… un licántropo. Ni siquiera sabía si su sistema inmunitario era igual que el nuestro; ni que pudieran tener fiebre.

Me arrodillé a su lado y mantuve el paño sobre su frente, tragando saliva mientras me preguntaba si no habría sido yo la causante de aquella subida de temperatura. Las manos me temblaban, al igual que el resto del cuerpo.

Miré mi mano, aún con restos de sangre, y sentí náuseas. Por un segundo, había disfrutado oyendo a Chase gritar de dolor mientras presionaba su herida; por un momento… por un momento me había dejado llevar y había actuado como Kai. No entendía qué había podido propiciar que Chase se hubiera mostrado tan amenazador conmigo, pero tampoco podía encontrar alguna razón de peso que justificara mi forma de actuar.

«Ambos estamos tensos –me dije, intentando tranquilizarme-. Él está herido y… y se ha dejado llevar por su instinto. Igual que yo». Pese a los muchos intentos que hice de convencerme de ello, no funcionó.

Los párpados de Chase temblaron y se entreabrieron. Tragué saliva cuando lo que podía ver de sus ojos oscuros se clavaron en mí. Parecía estar sufriendo mucho.

-Mina –murmuró, desconcertado-. Dios, Mina, ha sido horrible… He tenido una pesadilla en la que te trataba de una forma espantosa.

Me quedé perpleja ante su creencia que, lo que había sucedido unos minutos antes, había sido producto de su imaginación; pero no era lo peor de todo, ahora tenía la duda de si debía explicarle que había sucedido en realidad o, por el contrario, dejarle con la creencia de que había sido producto de la fiebre.

Al final opté por mentir y hacer ver que no sabía a qué se refería.

Parpadeé, intentando mostrarme sorprendida y, a la vez, curiosa.

-Tranquilo –le dije, controlando mi tono de voz-. Solo ha sido eso, una pesadilla.

Le ayudé a incorporarse y coloqué unos cojines para que se sintiera más cómodo. Aún tenía la frente perlada de sudor y habían a comenzado a cuarteársele los labios; ver a Chase en aquella situación me alteraba. No había contado, ni siquiera se me había pasado por la cabeza, que en Nueva York hubiéramos tenido problemas de ese tipo; había creído ciegamente que, al irnos de Blackstone, estaríamos huyendo también de todo ese mundo. Creí que podíamos escapar, pero me había equivocado.

La naturaleza de Chase, el pasado… nuestro pasado siempre nos perseguiría. Fuéramos donde fuéramos.

Volví a mirar a Chase, que parecía haberse sumido en un estado de semiinconsciencia y me humedecí los labios; la explicación de Rebecca, el hecho de que pudiera tener más afinidad con Chase que yo misma… todo lo relacionado con Rebecca me ponía enferma. Era posible que intentara hacer lo mejor para Chase, pero yo no terminaba de tragármela.

Un solo pensamiento fue tomando forma en mi mente: tenía que aceptar que era una cazadora; tenía que aprender más sobre mis raíces y… aprender a defenderme. Era posible que, fuera quien fuera, el ataque a Chase hubiera sido por haberlo reconocido como un licántropo, por temor a que pudiera atacar a otras personas. Pero ¿quién no me aseguraba que yo pudiera tener ese tipo de problemas? Un escalofrío me recorrió la columna vertebral cuando recordé que había sido incapaz de defenderme de Adam y su pandilla tras secuestrarnos a Lay y a mí.

Tenía que aprender. Y deprisa.

-Estás pensando en algo –me interrumpió la voz de Chase-. Y creo saber de lo que se trata.

Parpadeé varias veces y enfoqué la vista a Chase. Había entreabierto los ojos y me contemplaba en silencio; debía haber visto mi ceño fruncido y no había sido difícil para él adivinar en qué.

-Mina, no tienes por qué seguir dándole vueltas –prosiguió-. Esto ha sido un ataque aislado, sin importancia.

-¿Sin importancia? –repetí, perpleja-. ¡Por Dios, Chase, te han intentado matar con algún objeto de plata! Yo no diría que eso fuera un «ataque sin importancia».

Chase soltó un suspiro.

-Pero estoy bien –repuso, conciliador-. Creo que es lo importante, ¿no?

-Es cierto –coincidí, a regañadientes-. Pero no puedo dejar de darle vueltas a un asunto: ¿por qué, Chase?

-¿Por qué que, Mina?

Lo miré fijamente.

-Quiero saber por qué te atacaron.

Se encogió de hombros, con un gesto inocente.

-No tengo ni idea –respondió-. Además, no vi quién o quiénes fueron. Fue en un callejón…

No hablamos más del tema y Chase pareció agradecerlo en silencio que hubiera dejado el asunto. Lo dejé en el sofá mientras yo me fui a la cocina, a prepararle un té y a mí un café, pues el cuerpo me exigía una cantidad digna de cafeína; ni Caroline ni el resto parecían estar dispuestos a regresar a casa, así que íbamos a seguir estando solos durante un par de horas más, supuse.

Estábamos terminándonos en silencio cada uno nuestro té y café, respectivamente, cuando la puerta se abrió. Todos entraron en fila india y se acercaron al salón, para comprobar que Chase estuviera recuperado. Miré a Grace fijamente, esperando que captara lo que quería decirle; me hizo un gesto y, mientras el resto se distraía hablándole a Chase sobre lo que habían pensado del ataque, la acompañé hasta las escaleras. No quería que nadie lo oyera.

Era algo entre Grace y yo.

-Necesito tu ayuda –le pedí, antes de que Grace dijera algo-. Tú eres mi mejor amiga y la única que puede ayudarme –Grace alzó ambas cejas, instándome a que continuara-. Quiero que me entrenes. Quiero que me enseñes lo que sabes sobre ser una cazadora.

Mi amiga se apartó de golpe de mí, frotándose la frente con insistencia y sin romper el contacto visual. Soltó un gruñido bajo, como si lo que acababa de pedirle hubiera sido un insulto para ella.

-No –se negó en rotundo-. No, Mina, no puedes estar pidiéndome eso.

-¿Qué? –se me escapó-. ¿Por qué no?

Grace hizo un aspaviento con los brazos, desesperada.

-¡Porque precisamente por eso nos marchamos de Blackstone! –exclamó, alterada-. Porque tú no estás preparada para ello.

»Lo siento mucho, Mina, pero mi respuesta es no.

Se marchó apresuradamente antes de que pudiera preguntarle por qué, cuando más la necesitaba, decidía abandonarme. No entendía a qué venía su negativa, pero me dolió que no pudiera contar con ella.

Estaba sola en aquella ocasión y no tenía ni idea de cómo convertirme en una cazadora, ya que dudaba mucho que en la biblioteca pudiera encontrar un manual sobre «Cómo convertirte en una cazadora en menos de una semana».

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